La Fundación Elena Poniatowska inauguró su centro cultural

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Fundación Poniatowska, un sueño que cobró vida

Por Mónica Mateos-Vega

Con una cálida y emotiva velada a la que acudieron amigos de toda la vida, se inauguró la noche del jueves la Fundación Elena Poniatowska Amor, recinto que no sólo resguardará el legado periodístico y cultural de la periodista y escritora, sino que se convertirá en centro cultural en la colonia Escandón.

La lluvia no impidió la asistencia de decenas de personas que admiran a la autora, quien al ver llegar al director fundador de La Jornada, Carlos Payán, y a Carmen Lira, directora general de este diario, dijo: ‘‘con ustedes veo mi juventud, cuando me inicié en el periodismo: el mejor oficio del mundo”.

Recordó que fue en 1953 cuando comenzó a colaborar en el periódico Novedades, donde era gerente Fernando Canales, ahora de 98 años y destacado filántropo, quien acudió también a felicitar a Poniatowska por la apertura de su fundación.

Fue una reunión entre figuras legendarias del periodismo en México, escritores y muchos lectores fieles de Poniatowska entusiasmados por una iniciativa que surgió en 2011 con la finalidad de organizar, difundir y preservar el archivo histórico de la colaboradora de este diario.

Son más de 50 años de testimonios escritos, novelas y trabajos audiovisuales ‘‘que pertenecen al pueblo mexicano”, dijo Felipe Haro, hijo de Poniatowska y director de la naciente institución.

El proyecto, añadió Elena, ‘‘se trata de un acto de amor de un hijo para una madre”. Con una radiante sonrisa, concluyó: ‘‘Ustedes son un mar de amor, grande, que Felipe y yo agradecemos”.

La Fundación Elena Poniatowska Amor AC recopilará, clasificará y digitalizará todos los materiales del archivo bibliográfico y personal de la periodista, pero no es su única labor.

El nuevo espacio –que se aloja en una casa que recibieron con el apoyo de María Cristina García Cepeda, titular de la Secretaría de Cultura federal, entre otras instancias culturales, fue remodelada por Francisco Martín del Campo– ampliará su campo de trabajo para respaldar a los grupos sociales que Elena Poniatowska ha retratado en su obra y que ha apoyado a lo largo de su vida.

Se anunció que la fundación otorgará un premio anual a una mujer u organización que haya destacado en la promoción de los derechos de las mujeres.

Acervo de los mexicanos

Felipe Haro recordó que una universidad extranjera ofreció a su madre comprar el archivo, pero ‘‘en un acto patriota le dije que el acervo no se debía vender porque es de los mexicanos”.

La Jornada


La Fundación Elena Poniatowska Amor inaugura sede


Fundación y Centro Cultural Elena Poniatowska

Por María Teresa Priego-Broca

La escritura. La sonrisa de Elenita mostrando sus adorables dientitos de conejo. Su belleza. Su sentido
del humor. Su minucioso interés por cada persona a la que tiene enfrente. Su amor por sus hijos y sus
nietos, por sus amigas/os, por México y sus ciudadanos tan injustamente despojados. Los gatos, las
plantas. Los seres vivientes. Su bondad. Sus palabras. Su pasmosa humildad. Esa escritura suya que ha
transformado la vida de tantísimas personas. Irrumpe y una no sale indemne. Hasta no verte Jesús mío,
La noche de Tlatelolco, Querido Diego, te abraza Kiela; Fuerte es el silencio, Nada, nadie. Las voces del
temblor; Las siete cabritas, Tinisima, Dos veces única, Leonora. Las voces femeninas desde Jesusa
Palancares hasta Leonora Carrington. Desde la pintora rusa abandonada por Diego Rivera con un hijito
pequeño en un París helado, hasta la fotógrafa italiana que miró caer a su amante Julio Antonio Mella a
su lado. Asesinado. Así, a mitad de una banqueta.

Su manera de escuchar y de mirar el mundo

Elena escucha, no para de escuchar. De esa escucha atenta está hecha su escritura. De un romanticismo
a prueba de balas. Y de una elección fundamental: la princesita polaca eligió ser bastante menos
princesa. Salir con una grabadora en la mano, extender un micrófono en las calles de un México
extraviado y dolido y preguntar: «¿Qué es lo tuyo? Lo más íntimo. ¿Quién eres? ¿Qué es lo que te es
necesario decir? Aquí estoy para escucharte». Su largo amor por el astrónomo Guilllermo Haro, el padre
de Mane, Felipe y Paula. Su solidaridad. Su lealtad. Su memoria ya larga de un país que ha vivido y
sentido en todas sus intensidades. Esa «otra manera de ser humana y libre», como escribió Rosario
Castellanos. Esa tan generosa manera de estar.

Feminismo épico en clave de mujer

Sus bromas en el Coloquio (su homenaje), «El feminismo épico en clave de mujer», organizado por la
doctora Assia Mohssine en el Colegio Nacional, donde admiraba los techos y señalaba que ya eran
«distintos». «Miren qué bonito, hicieron olas de madera en el techo. Cuando yo acompañaba a mi esposo
Guillermo Haro…» Y sí, la emblemática escritora mexicana, la escritora Premio Cervantes, la Elena
Poniatowska que no puede caminar medio metro de calle sin que sus lectoras/es la detengan para
conversar con ella; nunca ha sido integrante de El Colegio Nacional. Sería urgente que el Colegio cambie
sus reglas.

El jueves pasado lleno completo en una hermosa casa restaurada por Francisco Martín del Campo en la
colonia Escandón. Un espacio abierto para la cultura y las artes. Abierto al debate. Elena Poniatowska
se negó a vender su archivo a las distintas universidades estadounidenses que se interesaron en
adquirirlo: «Es una memoria que pertenece al pueblo de México». En palabras de su hijo Felipe Haro:
«Este archivo forma parte importante de la memoria histórica de México: más de 50 años de testimonios
escritos, novelas y trabajos audiovisuales que le pertenecen al pueblo mexicano, y a quien se desea hacer
llegar todo este patrimonio». Elena tomó el micrófono, narró anécdotas con su humor siempre delicioso,
agradeció a sus amigos que la acompañaron y dedicó esta frase a su hijo Felipe Haro, quien dirige el
proyecto y trabajó en él desde 2011: «se trata de un acto de amor de un hijo para su madre» y terminó su
intervención: «ustedes mismos son un mar de amor, grande, que Felipe y yo agradecemos».

Premio anual

La Fundación otorgará un premio anual a una organización o a una mujer que haya destacada en el
trabajo en beneficio de otras mujeres. Retoma así el feminismo de Elena. Esa escritura que investiga y
narra a sus personajes femeninos, nos los acerca -Jesusa Palancares, Angelina, Tina, Leonora, tantas- y
nos los hace entrañables. Las puertas de la Casa están abiertas. Los proyectos en marcha. La Fundación
Elena Poniatowska, un espacio de encuentro comunitario, acepta propuestas.
Ese día en la Escandón nos perdimos. «Disculpe, ¿sabe dónde queda la calle José Martí?». «Ah, el Centro
Cultural de la escritora», «La Casa de la Cultura de Elenita». «Dos cuadras para allá está la casa de doña
Elenita». «Dicen que van a apoyar a los niños por las tardes, ¿es verdad? «Primero no queríamos que
abrieran el Centro Cultural porque luego nada más hacen ruido, pero pues ya vimos que es ella». Así
llegamos. «Un mar de amor grande», dijo Elena. Ese mar de amor es toda ella.

La silla rota


14 de junio: inauguración de un nuevo centro cultural

Por Elena Poniatowska

Dos universidades de Estados Unidos, Princeton y Stanford, ofrecieron comprar el archivo Elena Poniatowska así como han comprado, entre otras, cartas de Octavio Paz, Carlos Fuentes, Elena Garro y otros documentos. Felipe Haro, su hijo, pidió que el acervo permaneciera en México. La biblioteca de la Universidad de Austin tiene documentos invaluables de historia de México, la Fundación Ransom conserva a todo García Márquez; es mejor que todo se quede en México.

Felipe Haro decidió hacer una fundación, y Elena Zepeda, entonces secretaria de Cultura del Distrito Federal, ofreció su ayuda. Se creó la Fundación Elena Poniatowska Amor y Haro; con unos archivistas recomendados por la librería Gandhi, hicieron una primera clasificación de la biblioteca. Felipe comunicó su proyecto por redes sociales y ahora cuenta con muchos seguidores.

“No sólo se trató de libros, sino de preocuparse por el país. Fuimos de los primeros en entrar a Guerrero en las inundaciones de 2013 que devastaron la tierra. Por medio de la Cruz Roja, la Fundación contribuyó con 300 despensas. Un particular nos donó 20 toneladas de papa. La gente nos recibió agradecida. Al principio me daba pena dar crédito a la fundación, pero alguien se me acercó: ‘Tú tienes que decir que es la fundación la que trae estos víveres’.”

En Puebla se organizó un curso de periodismo con Quorum Informativo, y la Fundación se vinculó con diferentes universidades, la de Guadalajara y la de Monterrey, por conducto de Sanjuana Martínez, y la de Puebla, que a final de cuentas no prosperó. El 19 de septiembre de 2017, enviamos dos tráileres, regalados por empresarios a través de Claudia Yaca, y una camioneta con alimentos a Puebla y a Morelos. En la calle de Asia, en Coyoacán, pusimos un puestito y mucha gente nos llevó latería y semillas que llevamos a los damnificados de los sismos.

“La historia de la Fundación es larga. Cuando Andrés Manuel López Obrador fue jefe de gobierno de la capital nos ofreció la sede del antiguo Banco del Atlántico, demasiado grande y en mal estado, al lado de la sede del Instituto de la Ceguera, en Coyoacán, que es, posiblemente, una de las delegaciones con más instancias culturales. Ahora, viéndolo a la distancia, en ese espacio se hubieran podido hacer muchísimas cosas si hubiéramos tenido apoyo. Luego, Marcelo Ebrard nos ofreció una casa colonial antigua muy bella y en muy mal estado en el Centro, al lado de la Librería Porrúa, pero la habían ocupado unos indigentes y ningún gobierno se atreve a sacar a indigentes a la calle por el problema político que provoca. Después, Rafael Tovar y de Teresa nos ofreció en comodato la actual casa en la colonia Escandón. La casa no es nuestra, es un préstamo indefinido que se llevó a cabo gracias al entusiasmo de la directora de la Secretaría de Cultura federal, María Cristina García Cepeda, que entregó al proyecto su interés apasionado, porque cuando le pregunté: ‘¿Cuándo firmamos?’, nos respondió al arquitecto Francisco Martín del Campo y a mí: ‘Ahora mismo’. Nos sorprendió por su eficacia y buena voluntad.

“Ahora, después de que Maraki nos entregó la casa el pasado 19 de abril, con la colaboración del arquitecto Francisco Cornejo, que fue una ayuda indispensable, estamos listos para arrancar nuestras actividades, aunque ya presentamos un documental sobre Guillermo Haro a 30 años de su muerte e hicimos un debate sobre cultura en el que participaron casi todos los alcaldes de la delegación Miguel Hidalgo a la que pertenece la casa, en la calle de José Martí número 105, en la colonia Escandón.

“El arquitecto Francisco Martín del Campo ha sido esencial en la realización de nuestro proyecto. Su entusiasmo y generosidad imparable renovaron el pequeño edificio y lo hicieron funcional. En el Consejo de la fundación contamos con Javier Aranda, colaborador de La Jornada, y con la escritora feminista Marta Lamas, así como con Emmanuel Haro, Paula Haro y yo. El presidente del Consejo es el doctor Juan Ramón de la Fuente y ya hemos firmado un convenio con DocsDF, que dirige Inti Cordera, para hacer documentales. Ulises Castellanos, consejero de la Fundación, dará un curso de story teller, sobre cómo contar historias en video; Adela Celorio, que tiene un taller literario en su casa, dará uno de cuento y escritura creativa. Buscamos que artistas plásticos colaboren con su obra y varios intelectuales mexicanos, como Jenaro Villamil, Fabrizio Mejía Madrid y Juan Villoro presentarán libros; varios pintores también expondrán sus obras. Hay mucha gente que quiere presentar libros y documentales, ya que contamos con un auditorio de más de 50 personas.

“Mi interés es preservar la memoria de Guillermo Haro y la de Elena Poniatowska Amor. Ahora me doy cuenta de que las posibilidades de la Fundación son infinitas: cursos, talleres, exposiciones, tareas vigiladas para niños en la tarde, todo ello a partir de los intereses de la entrañable colonia Escandón, que tiene mucha historia y nos ve con mucha simpatía, porque siente que la casa es suya, como debe ser. Ya son muchos quienes nos saludan, ya somos amigos del taquero, de los chinos, de la cantina de al lado –se llama El León de Oro– y de otra, La Colonial. La gente está muy esperanzada y muy ávida de hacer suyo este enclave cultural en una colonia de mucha tradición en la ciudad. Para que tenga continuidad, se tiene que contar con algún capital, porque todo mundo cobra, aunque poco, pero cobra, y se les tiene que pagar. Maestros, expositores, conferencistas, luz, teléfono, agua. Ninguna fundación sobrevive sin capital. Es también la manera para que el alumno se comprometa con la Fundación. Vamos a becar a muchos jóvenes, ofrecer cursos, tener un espacio en las tardes para que los niños hagan su tarea ayudados por un guía y maestro. Está el cuento del pescador: ‘no me des pescado, enséñame a pescar’, por eso una fundación tiene que contar con recursos propios.

También me han apoyado Elena Cabrera y Cecilia Cano Rodríguez en las donaciones, Abigaíl Sánchez Corona en la administración y asistencia de dirección, Liza Navarro Rosas con el diseño gráfico y web, Silvia Sánchez Montero en el archivo documental y Alina Schmidt Sánchez en la biblioteca, que al igual que yo aman al proyecto, y consideran que al participar ahondan sus raíces y pertenecen mejor a nuestro país al cuidarlo y entregarle su inteligencia y su trabajo. Al igual que yo esperan que la Fundación crezca y tenga proyección a escala de la Escandón, después de la Miguel Hidalgo, de Ciudad de México, luego de nuestro país y después del mundo. Que tenga proyección de lo particular a lo universal. Lo primero es que esta iniciativa cultural funcione, se estabilice y se consolide en todos los sentidos: culturales, educativos, de apoyos sociales, la participación de los colonos de la Escandón y luego de los maestros dispuestos a dar su tiempo y su trabajo.

A veces a la colonia Escandón la llaman Escandinavia. Situada entre las avenidas Patriotismo, Revolución y Viaducto, contó con una muy célebre pulquería de mucho ambiente, La Pirata, en la esquina de 13 de septiembre y 12 de diciembre, y otra La Oficina en la José Martí. Originalmente, la colonia era parte de la Hacienda de la Condesa de Miravalle y muchos dicen que aspira a ser una nueva colonia Condesa, ajetreada y cafetera. De ser una de las zonas exclusivas de la época porfiriana, en la Escandón, asoleada y pajarera como podría decir Ramón López Velarde, abundan desde hace más de 80 años muchas primarias en las que los niños entonan el Himno Nacional Mexicano mientras sus maestras recuerdan la Peregrina, de Felipe Carrillo Puerto. En el Jardín Morelos, frente al mercado, los niños y quienes han alcanzado la tercera edad se sientan al sol a recordar que Octavio Paz escribió alguna vez que la felicidad es una sillita al sol.

Todos los barrios de Ciudad de México tienen su historia, pero la atmósfera de la Escandón es única: sus calles y parques públicos platican, saludan a los vecinos, cantan, curiosean, van por el pan, bailan, huelen a bonito. La Escandón tiene una atmósfera provinciana, de banca al sol y campanadas en el cielo que atrae a muchos visitantes… Entre los colonos y estos maestros visitantes, la Fundación Elena Poniatowska espera poder ofrecer varias actividades culturales y contar con la presencia de niños, jóvenes, hombres y mujeres de la tercera edad interesados en México y en su cultura. Nada podrá hacerse en la calle de José Martí número 105, si no es a través del interés de los colonos.

La Jornada

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