También nos roban el fútbol

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Por Pedro Sánchez

Calentamiento

El fútbol nació en las calles. No tiene padre ni madre. Nadie lo inventó. Fue una creación colectiva de principio difuso en el tiempo y que fue evolucionado con los siglos hasta convertirse en el juego que es hoy[1].

Los pamboleros de hueso colorado sueñan con asistir a los emocionantes encuentros del Mundial, la Eurocopa, la Liga de Campeones, la Europa League, la Copa América, la Copa Libertadores de América –o cuando menos a los de la Copa de Oro y la Concachampions–. El sueño culmina cuando la selección de su país, o el equipo de su preferencia o de moda, da la vuelta olímpica mientras se escucha la canción «We Are The Champions», de Queen, y los juegos pirotécnicos iluminan el firmamento (muchas veces este sueño, tanto para los jugadores como para los espectadores, se cumple).

Los aficionados que viven y aman la intensidad del fútbol menos cosmopolitas sueñan con ir al estadio del equipo de sus amores (con el dinero suficiente para comprar su boleto, un artículo oficial y las botanas y varias bebidas) a presenciar un encuentro de antología (que de preferencia culmine en una goliza contra su odiado rival), y a despedir a sus ídolos (y de ser posible obtener su playera, o una fotografía, o cuando menos un autógrafo) (este sueño se cumple con frecuencia).

Entre los aficionados cosmopolitas y los locales se encuentran los que se conforman con ver los partidos en la comodidad de sus hogares con una cerveza y una botana crujiente, y aquellos que prefieren practicarlo (en una cancha semiprofesional, en el llano, en las banquetas de sus barrios) con su ropa cotidiana o su uniforme sublimado (las transmisiones regularmente terminan con el análisis de las jugadas clave del encuentro, y las cascaritas con desgarres, rodillas raspadas, vidrios rotos y varias cervezas en el estómago).

Primer tiempo

¿Fútbol como diversión? Sería lindo recordarlo más veces, pero hay tanto negocio, tanto dinero, que perturba.

Diego Forlán[2].

Los párrafos previos describen algunas de las visiones más románticas y comunes del fútbol, pero ¿qué sucede cuando el deporte que nos hace soñar y divertirnos se transforma en una mercancía? ¿De qué forma repercute esta transformación en nuestros hábitos de consumo, conducta y sentimientos? ¿Cómo se apropian la mercancía y el mercado de las piernas de los deportistas y los sueños y el dinero de los aficionados?

Ángel (de no tan bellos recuerdos para la afición atlantista) y María Cappa intentan responder a éstas y otras interrogantes en el interesante y muy bien documentado libro: También nos roban el fútbol. El texto se estructura con base en la siguiente tesis: ¿De qué forma se ha consolidado el fútbol como producto del mercado? La tesis es desarrollada a lo largo de 13 capítulos, en los que también se habla de:

* El origen del fútbol y sus funciones lúdica y democrática, así como su accesibilidad.

* Su transformación en una de las piezas claves de la maquinaria neoliberal.

* La transformación del aficionado activo (o hincha) que iba al estadio apoyar al equipo al aficionado pasivo (o cliente) que lo ve por la televisión.

* La evolución del deporte: su profesionalización, época dorada, sofisticación con base en los esquema o estilos de juego de “director técnico”, y la actual involución.

* Los futbolistas amateurs, los semiprofesionales, los profesionales y la esclavitud deportiva y la compra y venta de seres humanos.

* El saqueo de futbolistas de países tercermundistas en beneficio deportivo y monetario de los clubes del continente Europeo.

* Los «ojeadores» (visores), intermediarios, representantes, inversores y los contratos que los transforman en los dueños de las piernas y la vida de los deportistas.

* La explotación infantil en las fábricas de ropa deportiva.

* El desplazamiento de la mujer dentro de las canchas y en los puestos directivos, y la función de los «agentes ajenos» al fútbol: los medios de comunicación (especialmente la prensa deportiva, la televisión y el internet), los políticos, la publicidad, los grandes monopolios.

Uno de los argumentos más realistas –y cruel– de los autores es el que describe la manera en que el aficionado se transforma en un cliente y el futbol en una mercancía:

Tal y como diversos estudios sociológicos y de marketing demuestran, el estado económico-financiero de un club no influye en el sentimiento o la adhesión emocional de sus aficionados. Las garantías que ofrece este mercado, y la principal diferencia con otros sectores, es que el equipo de fútbol es insustituible y la fidelidad de sus hinchas, incuestionable, lo que hace de ellos clientes leales[3].

Pero esto no es todo.

 

Segundo tiempo

Ángel y María Cappa sustentan sus argumentos con base en datos duros, declaraciones, entrevistas, cruce de datos, nombres de responsables, y el análisis de los casos (si le gustaron los libros Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano; No Logo. El poder de las marcas, de Naomi Klein; El libro negro de las marcas, de Klaus Werner y Hans Weiis; El lado sucio del futbol, de Amaury Ribeiro Jr. et al., este texto será de sus favoritos).

De igual forma recurren al pensamiento marxista para realizar una fuerte y sólida crítica al modelo neoliberal que se ha «apropiado» del futbol. Como mercancía el fútbol es un instrumento que permite actualizar la frase «la religión [fútbol] es el opio del pueblo» [4]:

Hay partidos de primera y segunda división todos o casi todos los días y programas diarios a distintos horarios, ya sea en la tele o en la radio, además de la prensa especializada de tirada nacional e información sobre fútbol en los diarios generalistas. Una avalancha incontenible que hace volver a la pregunta del inicio de este auge, ¿es el fútbol un arma de adormecimiento del pueblo?[5]

La corrupción es un concepto que cruza transversalmente las páginas del libro. Naturalmente la corrupción permea y contamina al fútbol, su contexto y sus actores: a los clubes (entre más grandes sean más corruptos resultan) que se olvidan de su origen y se transforman en entidades, empresas, franquicia, marca, industria, multinacionales, monopolios; los contratos de los futbolistas que a cambio de una oportunidad le venden sus piernas al demonio económico; las transmisiones de los partidos que se debe de pagar por verlas; la construcción de estadios que genera especulación inmobiliaria; la organización de los grandes eventos deportivos que dejan en la miseria a los países organizadores –salvo los casos de Francia (1998) y Alemania (2006)– y hace más poderosas y millonarias a las grandes empresas y a la FIFA.

Aunque gran parte del análisis aborda el caso del fútbol español también se habla del balompié argentino, brasileño, alemán, inglés, italiano y mexicano.

En el caso del fútbol mexicano los autores analizan el uso político del fútbol, en particular el caso del encuentro eliminatorio para el Mundial de Sudáfrica entre México vs. el Salvador del 10 de octubre de 2009 que sirvió de distractor para anunciar el cierre de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, y la pasión por el balompié de Enrique Peña Nieto, que se televisó para «lavar su imagen»[6]. Y más adelante analizan sus «ocho características»: el pacto de caballeros, el draft, la multipropiedad, la televisión, el blanqueo de dinero, los cambios de sedes, los contratos fantasmas, el límite de extranjeros[7].

Tiempo de compensación

Aunque el panorama es desolador los autores enlistan algunas ideas que podrían revertir el proceso neoliberal. Es importante señalar que el libro contiene cuatro «Interludios» en los que aparecen las ideas de los intelectuales, los entrenadores y los futbolistas. Entre ellas destacan las de Johan Cruyff: «En el fútbol de hoy falta mucha formación. Mucha gente vive de él, pero sólo se preocupan del dinero, no del deportista»[8].

¡Silbatazo final!

[1] Ángel y María Cappa, También nos roban el fútbol, España, Akal (A fondo), 2017, p. 17.

[2] Ibid., p. 91.

[3] Ibid., pp. 54-5.

[4] La frase completa es: «La miseria religiosa es, por un lado, la expresión de la miseria real, y, por otro, la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la creatura oprimida, la conciencia de un mundo sin corazón, así como ella misma es el espíritu de una situación sin espíritu. Es el opio del pueblo». Apareció originalmete en el ensayo «Contribución a la crítica de la filosifia de la filosofia de Hegel» que se publicó en 1844 en el periódico Deutsch-Französische Jahrbücher.

[5] Ángel y María Cappa, op. cit., p. 88.

[6] Ibid., pp. 116-119.

[7] Ibid., pp. 120-124.

[8] Ibid., p. 207.

Desocupado

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