Transculturización alienante

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Transculturización alienante a través de las redes sociales

Por Jorge Ernesto Rodas

Los patrones de socialización tradicionales han ido mutando, de generación en generación, en el panorama multicultural del país. Aparte de la constante desvalorización de las generaciones anteriores como portadores de la sabiduría comunitaria, se ha producido un marcado distanciamiento dentro de los mismos hogares, sin distinción generacional, donde padres e hijos ya tienden a romper con el quórum de convivencia y se apela al aislamiento individual, detrás de una fuente de placer diferente, ya sea una tablet, un smartphone, una notebook, una pc o un teléfono tradicional.

Cada vez se reduce más el involucramiento en actividades recreativas al aire libre, o éstas están determinadas por el afán de presumir en las redes de su realización. Mientras crece la cantidad de aparatos celulares, desciende el gasto en actividades culturales de diversa índole. El analfabetismo relacional va minando las capacidades de los miembros más pequeños de las familias, y los hace propensos a poseer baja tolerancia a la frustración, debido a la tendencia de obtener gratificación inmediata. Además, los hace propensos a depender de otras formas de gratificación, que si incluyan el consumo de alguna sustancia.

Otro de los factores a tomar en cuenta es que NO somos un país generador de contenidos, sino uno orientado al consumo del producto o contenido digital, creado por un extranjero, y por lo tanto, en el ámbito rural como en el urbano, se ha iniciado un proceso de “transculturización alienante” donde el ciudadano promedio pierde o invisibiliza el arraigo que tiene con su identidad local, y trata de “aprehender” patrones de conducta, modismos, expresiones, modas, gestos y demás material cultural ajeno.

Vendedor, peluches.

Fotografía de Fernando Chuy

Terror en la curva normal

El término “normal” se relaciona –coloquialmente- con todo aquello que se toma como norma o regla social y que tiende a ser regular y ordinario para todos los habitantes de un conglomerado específico, pero para la estadística, cuando se habla de conductas sociales, el término adquiere una connotación numérica relacionada con la frecuencia con que éste hecho o conducta suceden, dentro de un determinado contexto. La curva normal, o campana de Gauss, será una especie de vitrina o mostrador contenedora de las expresiones sociales más comunes, de mayor aparición o de frecuencia más difundida en cualquier contexto demográfico, social o cultural de una nación. Dichas expresiones sociales no necesariamente van ligadas a buenas prácticas de salud mental, aunque si se relacionan a aquellas conductas que con el paso del tiempo ven reducidas las críticas subyacentes y son insertas dentro del marco de comportamiento antropológico, tolerado y aceptado, como por ejemplo la ablación genital en países de África, el consumo de alcohol como lubricante social, la violencia en los escenarios deportivos o los linchamientos, en muchos países de América Latina.

Según un estudio presentado por José Kont, director de iLifebelt , el 51% de los usuarios en redes sociales son mujeres, siendo quienes lideran el ámbito digital. Los usuarios de 21 a 30 años representan el 35.5% así como los usuarios de 31 a 40 años el 20%, los usuarios de 51 años o más solamente representan un 7.9% de quienes acceden a las redes en la región.

Guatemala, Zona 1, chavita.

Fotografía de Ban Vel

Hablando de números, hay que aterrizar en las estadísticas relacionadas con la oferta de tecnologías de información en Guatemala. Según datos obtenidos del portal de la SIT (Secretaría de Telecomunicaciones de Guatemala) la oferta combinada entre usuarios de telefonía fija y móvil es de 20,719,298 de líneas en funcionamiento. Esto, resulta sorprendente en un país donde se estima la población total en aproximadamente de 17 millones de habitantes.

Las redes sociales a las cuales los guatemaltecos tienen mayor acceso y preferencia son Facebook (91.2%) seguida por Whatsapp (86.6%), Google+ (58.2%), Instagram (50.8%), Twitter (40.9%), Linkedin (25.7%) y Snapchat (22.9%).

En cuanto a Facebook, Guatemala es el país que presenta la mayor cantidad de perfiles en la región de Centroamérica y el Caribe alcanzando más de 5.3 millones de usuarios, en segunda posición se encuentra República Dominicana con 4.5 millones de usuarios, luego El Salvador y Costa Rica con 3.1 y 2.9 millones de usuarios respectivamente. (iLifeBelt, 2016).

Según el sitio Internet Live Stats, en 2,016 la cantidad de usuarios de Internet en Guatemala era de 4,409,997, aproximadamente un 25% de la población total del país.

Si retomamos el tema de la probabilidad como medida de certidumbre de aparición de fenómenos, en éste caso psicológicos, tendríamos que entender que el análisis de riesgo sobre la influencia de las TIC’s (tecnologías de información y comunicación) tomando en cuenta los aportes estadísticos de la oferta disponible en el país (eso sin poseer estadísticas acerca del uso de videojuegos, o del consumo de pornografía en red) debería de ser reflejo de una historia de terror subyacente, que, al carecer de “sustancia ilegal culpable” no es percibida como un problema por la sociedad, en su conjunto: los cambios drásticos en los patrones de socialización del guatemalteco.

Celular y niño

Fotografía de Fernando Chuy

La pérdida de control se evidencia en los largos períodos de conexión, la cantidad de tiempo detrás de un videojuego, el incumplimiento parcial y luego, en algunos casos, total, de plazos laborales y familiares o de responsabilidades económicas, la abstinencia que experimentan niños y jóvenes, cuando hay caídas de redes, cuando no hay energía eléctrica, o cuando el dispositivo experimenta algún tipo de problema.

La historia de terror contenida dentro de la curva normal es el silencioso proceso de “normalización” de las grandes ausencias del guatemalteco dentro de su contexto social. La historia de terror de las identidades ficticias, de la socialización sin contacto, de la lucha constante contra el anonimato social, pero al mismo tiempo de las brechas insondeables entre los miembros de una misma familia.

La inclinación desmedida de la sociedad por el sufrimiento sin sustancia, o por la temible combinación de múltiples conductas adictivas. Una afición patológica del país por la dependencia, por la esclavitud, por la tortura de una experiencia de vida con un campo de conciencia estrecho y con intereses limitados en la existencia.

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