Liberoamericanas

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Una experiencia del género

Por Alejandra Zani

“Mis cromosomas XX, ¿me hacen mujer?

Que los adjetivos que usen al señalarme terminen en “a”, ¿me hace mujer?

Usar ropa de hombre, ¿me hace mujer?

Ser lesbiana, ¿me hace mujer?”

Jess Velarde (La Paz, Bolivia, 1990)

¿Qué es aquello que hace que una persona sea percibida como mujer? La pregunta de Jess Velarde, arrastrada desde la mitad del siglo pasado cuando Simone de Beauvoir escribió El segundo sexo(1949) e inmortalizó la frase “mujer no se nace, se llega a serlo”, jamás se resuelve en Liberoamericanas (Liberoamérica, 2018). Lejos de ello, si algo queda en claro en el libro que reúne a más de 80 poetas de 15 países de Iberoamérica, es que mujer no hay una sola y tampoco hay un solo modo de percibirse como tal.

La antología reúne a escritoras de Venezuela, Perú, Portugal, España, Ecuador, Argentina, Bolivia, Brasil, Caribe, Centroamérica, Chile, Colombia, México, Paraguay y Uruguay. En el texto, las voces heterogéneas de estas mujeres irrumpen tempestivas desde las páginas y construyen sus singularidades frente al lector: son las rompehuesos, las de las manos que rasgan vientres, las putas y las santas, las lesbianas, las adoradoras de animales, las diosas rabiosas, las ninfas aduladoras, y por supuesto, las que versifican la política: “¡Fucking Estado Laico YA!” (Ale Ara Medina, Puntarenas).

Lo que une a todas estas poetas, separadas por viejas fronteras y por las coyunturas sociopolíticas de sus propios contextos, no es el interés por universalizar un deber ser de mujer primero y de poeta después, sino por compartir una experiencia transversal del género. Así lo describen Luciana Reif y Roxana Molinelli en el prólogo del libro: “Uno tras otro tejen los textos una suerte de urdimbre colectiva, como miles de túneles ínfimos que van horadando los sentidos de lo fijado. Lo íntimo, lo doméstico, despliegan su potencia creativa, la conciencia de su transversalidad”.

Contemporáneas las unas a las otras, todas son hijas y herederas de un feminismo que, desafiando diferencias, llegó a extenderse en Iberoamérica. “Madre / me ofreciste cuando nací un velo / para ocultar mi rostro y obedecer las órdenes / del patriarca mediocre (…)”, escribe Brianda Pineda desde Xalapa, México. “Dijeron que nuestra irreductibilidad es el hueso de un hombre / mis compañeras fueron marcadas en la carne”, son las palabras de Carla Carbatti desde Belo Horizonte, Brasil. Sin proponérselo, porque ser-mujer no implica necesariamente y por defecto ser-feminista, el puente transnacional que une a las mujeres de este libro es el feminismo. Sus reclamos se palpan entre los versos.

Aún así, de manera casi distraída, el lector percibe que el intento de las autoras y de quienes compilan este libro ya no se construye hacia atrás, en el trabajo por la recuperación de una memoria histórica de invisibilización de las mujeres en la literatura. Aquí se construye hacia adelante: “Ahora que si nos ven”, la visibilización es hoy y el compromiso es con las generaciones de poetas que vienen. Y las poetas de hoy parecen decir: esta es la herencia que nosotras les dejamos para pensar el futuro sin las opresiones del pasado.

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