Poesía en la Escuela

3.060

Poesía en la Escuela es un programa de promoción de la lectura y la escritura de poesía que se propone acercar la poesía y el lenguaje poético a los niños, adolescentes y jóvenes desde una perspectiva de encuentro, intercambio de experiencias y diálogo entre generaciones.

En el contexto de la sociedad de consumo, la poesía es una aliada para buscar nivelar los platillos de una balanza. Es el arte de la palabra, lenguaje expresivo generador de pensamiento, y una de las formas en que las personas pueden dar cuenta de su experiencia en el mundo, hablar de sus emociones y sentimientos.

Reúne tradición y novedad, por ese motivo es un vehículo propicio para establecer un diálogo entre generaciones, retomando valores espirituales y poniéndolos en relieve.

En la décima edición del festival participarán 90 instituciones (escuelas, bibliotecas populares, institutos de formación docente, unidades carcelarias), en las que se desarrollarán más de 200 actividades (mesas de lectura con poetas invitados, talleres de arte, talleres de escritura de poesía, ferias, espectáculos de música, entre otros) a lo largo de 17 jornadas.

El cronograma completo se puede conocer aquí


Primera jornada : poemas que vuelan desde Córdoba a Santiago del Estero (por María José Echenique)

Poesía en la Escuela / Colegio Inmaculada Concepción

Nos invitaron a la segunda feria del libro de Frías y como íbamos con Lucas Tejerina y Alejandro Arriaga a una lectura de poesía y también a compartir un taller con jóvenes, y justo coincidía con la oportunidad de sumarnos al Festival de Poesía en la escuela, se nos ocurrió tejer ambas fiestas; como para encontrarnos y crecernos en una trama bien bonita y poderosa, con la gente que hoy por hoy en medio de tanta oscuridad sigue poniendo su voluntad y lo mejor de sí para construir entre las ruinas. La feria era un par de días antes de la apertura del festival, en el colegio Inmaculada Concepción, y Alejandra y Marisa en seguida dijeron que sí. Que tejamos nomás.

No sabíamos con qué grupo íbamos a encontrarnos. Desde la organización de la feria nos habían preguntado un cupo de participantes y dijimos treinta, siendo optimistas en el poder de la convocatoria. Pedimos, sí, que quienes fueran lo hicieran por propia voluntad y no por cumplir con ninguna tarea o materia. Desconociendo entonces el grupo que nos esperaba, trabajamos en torno a dos ideas a la hora de pensar la actividad: la de proponer la poesía como un territorio accesible, al que podemos llegar también desde el juego, y una vez llegadxs ahí, que la poesía nos lleve al encuentro de lxs otrxs. Dos instancias y dos movimientos: primero, hacia la intimidad de cada quien, y luego, hacia el territorio sensible de lxs demás.

Llegamos al día del taller, ya era la hora de comenzar y seguían llegando adolescentes y jóvenes de la escuela sede y también del Instituto Superior Teresa Barbieri de Barbieri, junto a algunxs profes. Tuvimos que improvisar un par de cuestiones (cortar y escribir más tarjetas, por ejemplo, replantearnos velozmente la dinámica, ya que éramos tantos) y luego confiar. Confiar en que ahí estábamos lxs que estábamos para darnos lo mejor.

 

Después de la conversación inicial explicamos el juego. Omitimos la instancia de lectura que habíamos pensado, por cuestiones de tiempo y del número de participantes, y pusimos el foco y nos dirigimos directamente hacia la experiencia de escritura.

A partir de las tarjetas con palabras sueltas que llevamos y repartimos entre alrededor de cuarenta y cinco participantes, la propuesta fue escribir una breve frase, una línea, de lo que esa palabra evocara en cada quien (recuerdo, sentimiento, imagen, etc) y, cumplido el tiempo (treinta segundos), que las tarjetas circularan en ronda. También abrimos la posibilidad de dejar pasar las palabras que no nos sonaran. Cumplido el tiempo y regresada la primera palabra a quien la tuvo en sus manos por primera vez, ahí nos dividimos en cinco grupos y entonces la invitación fue construir un texto colectivo seleccionando y entretejiendo frases de todxs. Habíamos elegido entre las palabras que llevamos varios homónimos, buscando que la polisemia diera lindos frutos en el juego.

Y sí que dio lindos frutos. ¡Intensos! Aunque no llegamos al momento musical como habíamos planeado, sí llegamos a poner la voz y a leernos y a escucharnos las creaciones colectivas. Sonó el timbre, nos abrazamos en la depedida y ahí quedamos todxs vibrando en la alegría de haber creado algo juntxs. De haber llegado al territorio -siempre inefable, siempre disponible- de la poesía.

Aquí van algunas fotos del encuentro, donde pueden leerse un par de las producciones colectivas. Y también este texto, del grupo 5, que quedó registrado en un audio.

“¿Qué nos puede malir sal?

Las ganas de hacer algo nuevo

se hacen al azar.

¿Qué nos puede salir mal?

El dólar no tiene techo

y yo vivo debajo de un techo

¿que no?

gracias a lo que cosecho.

Tu boca miente a veces

y se mueve como peces.

Tu gobierno son lombrices

sin raíces.

Mienten siempre.

Siempre mienten

¿que no?

Vengo concreto,

no me faltes el respeto.

Te paso mi pensamiento.

Dos a veces hacen uno

pero yo con vos no me sumo.

¿Qué nos puede malir sal?

¿Qué nos puede salir mal?


Les invisibles, por Emiliana Centuriòn

Me subí a la canoa, era lunes, 7.30 am. El rio estaba bajo y tuve que arrastrarme un poco en el barro hasta llegar al hilo de agua que quedaba en el arroyo para poder salir. Hacía como cinco días que soplaba el sudeste, y esa mañana por fin pude aventarme a la remada escuchando más pájaros que ráfagas. Avanzaba en el agua distraída en las copas de los árboles y, andá a saber por qué, me pregunté si debería moderar esa costumbre que tengo de hablar sola. Los días de marea me habían hecho quedarme en casa sin ver a nadie. Sin embargo, había estado charlando muchas cosas conmigo, tenía nuevos planes y hasta se había ido volando alguna angustia. ¿Será que todes hablamos soles cuando nadie nos ve?

Recordé que siempre escuchaba a mi abuela Olga murmurar, y un día no aguanté la curiosidad y le pregunté hasta con entusiasmo: Abu, ¿vos también tenés amiga invisible? Ella se puso colorada y  rió, después me explicó que no, que cuando era chiquita como yo sí tenía, pero que ahora hablaba sola de vieja loca que era nomas. Me reí también, aunque en el fondo me había ilusionado de que me presentara a su confidente imaginario. Yo tenía a Natalia, se llamaba igual que una prima con la que me gustaba jugar. Solo recuerdo que a veces discutíamos, y cuando me enojaba con ella la mandaba a volar por la ventana, pero al rato ella ya estaba ahí de vuelta y yo le contaba alguna buena nueva. ¿Será que ahora hablo sola?

Ese lunes fui a dar un taller en el Festival de Poesía en la Escuela, en Martín García. Había llevado una cajita de muchos colores que me había dado mi amiga de carne, corazón y hueso Lorena. La cajita traía palabras sueltas con las que podíamos escribir o dibujar lo que nos imagináramos.

A Rita, de la primaria, le tocaron las palabras ¨ tres ¨, ¨espejo¨ y ¨burbuja¨. Se dibujó ella misma junto a sus dos mejores amigues, Juan y Mailen. Con crayones violetas y rosas hizo tres hamacas que compartían, a Mailén mirándose al espejo, y las aventuras de un burbujero alguna tarde de verano. También tres casas distintas. Rita me mostró su dibujo y me contó un detalle muy importante: Juan y Mailén eran sus amigues invisibles, y hacía un tiempo que ella ya no les veía. En el dorso de la hoja escribió:

Los tres

Mailen, Juan y yo somos mejores amigos

Mailen vive en Delviso

Y Juan en la Isla Martin García.

Hace mucho que no los veo

Si alguien los ve díganles que los extraño.

Me encanta jugar con ellos.

Yo hoy todavía no me charlé, pero me dio por contarte este recuerdo mezclado con otros recuerdos, míos y de Rita, que se cruzaron con las palabras de una cajita mágica que anda viajando de amiga en amiga llevando poesías y mensajes de reencuentro.

Artículos publicado en el sitio de Poesía en La Escuela

También podría gustarte