Los rollos perdidos

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Los rollos perdidos: las filmaciones secretas de la matanza del 2 de octubre del ’68

En 1974, durante la gestión presidencial de Luis Echeverría, se fundó la Cineteca Nacional, un espacio destinado a preservar y resguardar el patrimonio cinematográfico tanto de los mexicanos como de la humanidad. En otras partes del mundo, a la Cineteca se le conocía como la biblioteca de Alejandría del cine gracias a los más de cuatro mil filmes que resguardaba; sin embargo, como la mayoría de las cosas en el país, la Alejandría de México también se consumió en llamas…

El 24 de marzo de 1982, se incendió esa primera sede de la Cineteca Nacional y la culpa, o mejor dicho vergüenza, cayó en los hombros irresponsable de Margarita López Portillo. La tragedia –porque realmente lo es– consumió aproximadamente 90 por ciento del material fílmico histórico que resguardaba el recinto y con ellos, también se quemó la leyenda de la existencia de unos rollos perdidos que guardaban filmaciones de los hechos ocurridos el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco.

El director e investigador Gibrán Bazán a través de su filme documental Los Rollos Perdidos, realizó una investigación profunda llena de testimonios sobre unas supuestas filmaciones de la matanza del 2 de octubre. De acuerdo con la investigación, Echeverría –secretario de gobernación de Gustavo Díaz Ordaz– contrató por 20 mil pesos al director mexicano Servando González para que filmara todo lo ocurrido el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.

Servando llamó a su equipo de fotógrafos y desde las 7 am del miércoles, instaló las mismas cámaras de 35 milímetros que se utilizaron en las Olimpiadas del 68, en el piso 17 y 19 de la sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores de Tlatelolco. Desde ahí, con una vista panorámica, comenzó a filmar la llegada de miles de estudiantes y, posteriormente, la matanza que hoy cumple 50 años. Como narra Daniel Giménez Cacho en Los Rollos Perdidos, a las 3 de la mañana, un grupo de seguridad fue por Servando y las más de ocho horas de filmación que tenía. Los llevaron directamente a los Estudios Churubusco para realizar el revelado. Unas horas después, un grupo militar llegó para recoger los materiales; sin embargo, quedaron las secuencias de la filmación se quedaron ahí, y reunían aproximadamente 60 minutos de imágenes de la matanza del 2 de octubre del 68.

Las filmaciones fueron un secreto a voces durante muchos años. Servando, quien recibió elogios del gobierno pero sobre todo apoyo económico para sus películas, fue repudiado por la comunidad cinematográfica a nivel nacional no tanto por las filmaciones, sino por haber guardado silencio y no haber contado la verdad sobre un hecho histórico que a 50 años, aún sigue causando impactando en la sociedad y que lamentablemente, precisamente por ese silencio, se ha repetido.

El problema, aseguran algunos cineastas que aparecen en Los Rollos Perdidos, no reside en la existencia de esos rollos –los cuales pudieron presentar la realidad que las películas de los directores que se comprometieron de forma política y social no lograron–, sino en la costumbre del mexicano de olvidar, de quemar su memoria y dejar que se consuman los recuerdos que mantienen activa la exigencia de justicia. La investigación de Los Rollos Perdidos de Bazán no asegura la existencia de esos casi 60 minutos del 2 de octubre, tampoco afirma que se hayan quemado en el incendio del 82 de la Cineteca Nacional; pero lo que sí afirma como tantas investigaciones y películas lo han hecho, es la preservación de la memoria y las contradicciones de un gobierno retrógrada que mantiene la fuerza y las imposiciones a 18 años del comienzo de un nuevo milenio.

Sopitas

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