Enrique Avogadro, ministro de cultura de Buenos Aires: «No hay ciudad creativa si no es con todo el mundo adentro»

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Por Daniel Cholakian

Enrique Avogadro es ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires desde el mes de diciembre de 2017. Anteriormente había ocupado cargos en diferentes áreas de la cultura pública porteña y desde finales de 2015 había sido  secretario de Cultura y Creatividad en el Ministerio de Cultura de la Argentina, cargo del que fue desplazado en agosto de 2017.

Es uno de los pocos funcionarios de la cultura porteña a quien puede verse, fuera de su rol institucional, yendo a espectáculos o eventos culturales. Si bien tuvo un ingreso en la gestión de la cultura pública más vinculado a la economía y las industrias culturales, su mirada y su propuesta política supera esa lógica y se centra, según él afirma a lo largo de esta conversación con Nodal Cultura, en ampliar el acceso a la cultura de todos los ciudadanos porteños.

Buenos Aires es, como San Pablo o Ciudad de México, una ciudad estado. Gestionar la cultura en la urbe que, por ejemplo, es la que presenta más espectáculos teatrales en el mundo, es una tarea compleja, que supone actores y demandas diversas, reglamentaciones contradictorias, presupuestos millonarios y relaciones cruzadas entre lo nacional, por ser la capital del país, y lo puramente local.

En alguna conversación personal con el autor de esta nota, Avogadro había definido la intención de construir algunas herramientas claves para avanzar en su proyecto: la creación del Pase Cultural para los jóvenes, la Ley de Centros Culturales Independientes, para evitar el reiterado cierre de los mismos bajo un sistema arbitrario y poco claro, y la Ley de Mecenazgo, que modifica la anterior, muy laxa a favor de cierto lobby cultural relacionado con las grandes empresas. De estos proyectos, más de la implicancia de la “economía naranja” en las políticas públicas y de la gentrificación producida por las políticas de las llamadas “ciudades creativas” de las que fue un férreo defensor, hablamos con Enrique Avogadro.

En la Ciudad de Buenos Aires han avanzado con tres proyectos importantes que de algún modo son el corolario de un año de trabajo en el ministerio: el Pase Cultural, ley de Centros Culturales Independientes y la nueva Ley de Mecenazgo ¿Qué nos puede decir de estos proyectos?
Estas no son políticas aisladas, sino que todas están marcadas en una idea de la gestión cultural pública. Al pensar a la cultura como un derecho. Por lo tanto trabajar sobre el concepto de democratización cultural. Nuestra tarea es hacer que la cultura esté cada vez más presente en la vida de todos los vecinos, de todos los ciudadanos.
Esto se hace por un lado con una propuesta de política cultural pública muy sólida, pero también una mirada que incluya a todo el ecosistema cultural, que incluye a la cultura pública no estatal, que son todos los que hacen cultura y no son parte del Estado: la cultura privada, la cultura independiente, la cultura comunitaria.
Todo ese gran conglomerado de actores en el campo cultural son los que permiten que tengamos una ciudad como Buenos Aires que tiene una oferta cultural casi única en el mundo.
Por lo tanto, nuestro interés es ampliar el acceso a la cultura. Lograr que las personas que ya tienen una vinculación con la cultura tengan un vínculo más intenso y aquéllos que no tienen relación con la cultura empiecen a tenerlo. Estas iniciativas que buscan estimular el acceso a la cultura, promueven que esa participación cultural sea más activa.
Buenos Aires tiene una oferta de cultura pública propia enorme. Dentro del Ministerio de Cultura de la ciudad tenemos el Teatro Colón, el complejo teatral de Buenos Aires, con el San Martín a la cabeza, la Usina del Arte, el Centro Cultural Recoleta, el Cultural San Martín, el Teatro 25 de Mayo, 30 bibliotecas públicas, 10 museos, 7 centros culturales en los barrios, 36 centros culturales en el programa Cultura en Barrios que promueve capacitación en escuelas, y puedo seguir y seguir nombrando espacios y programas. Todo eso es cultura pública estatal.
Para lograr que cada vez más personas tengan una vinculación activa con la cultura no alcanza sólo con esto. Por eso estamos trabajando en varios frentes.
Por un lado, estamos trabajando en los barrios con un programa que se llama Barrios Creativos que lo que busca es justamente estimular y visibilizar, la creación cultural que ya existe en la ciudad. Nos oponemos a la idea de que la cultura en los barrios sean los contenidos que desde el centro se les manda. Barrios Creativos promueve la discusión en los barrios sobre la identidad cultural propia y la generación de propuestas en torno a esa identidad cultural.
El mapa de la cultura en la Ciudad de Buenos Aires distinto al que imaginamos. De hecho, uno de los lemas del programa es «hay mucha más Buenos Aires de la que todos imaginamos».  En lugar de ser nosotros los que decimos «en este barrio va a pasar esto» se desarrolla un espacio colaborativo donde el propio barrio dice «nos interesa que pase esto».
Un segundo eje es la cultura independiente. Ambas cuestiones van de la mano. En la ciudad hay una cantidad enorme de espacios culturales independientes, entre salas de teatro, salas de música, centros culturales, galerías, librerías. Y estos espacios son centrales para la diversidad cultural, porque a más espacios culturales más capacidad tenemos de presentar distintas propuestas. Esos espacios también facilitan el acceso, porque tener una cultura independiente muy potente facilita la interacción cultural en todos los barrios de la ciudad. La ley de espacios culturales independientes que básicamente lo que hace es ordenar y simplificar la cuestión vinculada a habilitaciones y fiscalización. Buscamos que sea cada vez más fácil, no solo abrir un espacio cultural en la ciudad, sino mantenerlo en funcionamiento.
Un tercer eje está en línea con la articulación público-privada. Ahí entra la nueva Ley de Participación Cultural, conocida como Ley de Mecenazgo. A la par de aumentar la inversión pública en Cultura también aumentamos la inversión privada. Con la ley hasta ahora vigente, en el mecenazgo las empresas no invertían nada. El 100% de los recursos eran de la Ciudad. Las empresas dejaban de pagar en impuestos la totalidad de los recursos que aplicaban a proyectos culturales. La nueva ley define que para proyectos de mayor alcance, las empresas tienen que aportar, como mínimo, un 20% del monto del proyecto. Solo desgravarán un 80%.
También hicimos algunos cambios que apuntan a darle más diversidad al financiamiento de proyectos y limitamos el poder del lobby eventual que pueda haber sobre los proyectos. Conformamos un jurado con reglas de juego más claras y precisas.
El objetivo es lograr una mayor inversión para la cultura de la Ciudad y que esa inversión garantice también una mayor diversidad en los proyectos que se financien.

¿De qué se trata el Pase Cultural?
Como el cuarto eje es el acceso a la cultura y la inclusión, es donde aparece el programa llamado Pase Cultural. Es un programa que lo que busca es que gente que hoy no tiene una vinculación regular a la oferta cultural de la Ciudad la empieza a tener. Porque se dirige a  chicos.
A los 16 años uno no tiene disponibilidad de recursos propios y a veces tampoco la experiencia de ir a una sala o a comprar un libro. Entonces le entregamos una tarjeta en la que se acredita un aporte de dinero que hacemos todos los meses de manera automática, para que gasten en distintos consumos culturales. El paso es además una tarjeta de descuentos. Con ella acceden a entradas gratis del Complejo Teatral de Buenos Aires, del Teatro Colón y otras ofertas públicas. También les damos entradas a espectáculos del circuito independiente. Nosotros compramos 20 mil entradas de teatros independientes y centros culturales, a través de una convocatoria abierta en la que un jurado eligió los espectáculos o las salas. Esas localidades están gratuitamente en el sistema, con lo cual el chico que tiene la tarjeta  puede acceder sin gastar nada a las mismas.
Con la plata que le depositamos cada mes puede ir a comprarse un libro, puede ir al teatro, puede ir al cine, puede ver una banda en vivo y además tiene descuentos y además tiene la posibilidad de acceder al Colón o a los centros culturales independientes.
Según un estudio que hicimos estos jóvenes tienen muchas ganas de ser protagonistas de la cultura pero hoy no tienen una participación activa. La tarjeta en realidad lo que apunta es darles autonomía e independencia para decidir. Estamos hablando de chicos que en la mayoría de los casos no van al cine en todo el año y ahora en el PASE van a tener dos entradas de cine por mes. Y como este proceso es un aprendizaje, también creamos el Club del Pase Cultural donde, también por convocatoria, seleccionamos a treinta chicas y chicos de la edad, de 16 a 18 que nos están ayudando a entenderlos. Ellos co-dirigen el programa con nosotros.
Todo esto configura una visión de las políticas culturales vinculadas. Acceso a la cultura, diversidad cultural apoyada en la cultura independiente, financiamiento para ampliar las posibilidades de producción cultural. Y con una Ciudad donde la cultura se vive en absolutamente todos los barrios, rompiendo de alguna manera esta lógica de centro-periferia.

En relación con la ley de mecenazgo ¿Las empresas deciden en qué proyectos invierten?
Sí, porque el acuerdo es voluntario entre el proyecto y la empresa. Porque como va su marca asociada al proyecto, tienen que tener la posibilidad de decidir dónde invierten.

¿No hay intermediación del ministerio?
El ministerio lo que hace es acercarles los proyectos de manera amplia. Este año hicimos un encuentro que se llamó Conectar Cultura, donde juntamos a todos los seleccionados 2017 con empresas interesadas en patrocinarlos. Fue la primera que se hacía en estos diez años. Tenemos un área dedicada al tema, porque el objetivo es entender qué es lo que quieren las empresas y mostrarles la diversidad de proyectos a los cuáles pueden acudir. Pero nosotros no podemos garantizar ni para un lado ni para el otro ese vínculo.
Nuestro objetivo es que las empresas vayan aprendiendo de ese recorrido.

Enrique Avogadro durante la presentación de la temporada 2019 del Complejo Teatral de Buenos Aires – Foto Gustavo Gavotti

Las inversiones por Mecenazgo en los últimos años se concentraron espacios centrales, casi canónicos de la cultura porteña y vinculados a la élite cultural ¿cómo van analizan esta cuestión a partir de la nueva ley?
Hay un camino por recorrer en esa materia, sobre todo en materia de cuáles son los proyectos que se apoyan, porque hay quienes siempre tuvieron una relación con las propias empresas y quienes en ellas deciden qué proyectos apoyar.
La cuestión es así: los proyectos, una vez que el comité los selecciona, salen a buscar financiamiento. Las empresas eligen los proyectos que se van a aprobar. Nosotros tratamos de aprobar proyectos muy diversos. Creo que hay un desafío ahí, definitivamente. Y esta ley sin ninguna duda va en esa dirección. El hecho de haber separado los proyectos grandes de los chicos se hizo justamente para evitar una concentración en aquéllos proyectos que tienen por diferentes razones más capacidad de llegar a las empresas, en muchos casos porque se conocen.
De todos modos hay un problema de origen, que es que en el control documental. Lamentablemente por no tener capacitación o cumplir determinadas cuestiones formales, muchas instituciones quedan en el camino. Nosotros tenemos que exigir una determinada información porque administramos fondos públicos. Para solucionar este problema estamos haciendo actividades de capacitación previas a las convocatorias, donde lo que buscamos es que todo el mundo tenga la misma información y el mismo punto de partida.

En muchos casos los dueños de las empresas son presidentes o familiares de los presidentes de las fundaciones que apoyan las instituciones y los proyectos
Puede pasar. Y no es que esté mal. Yo lo veo como algo positivo en el sentido de que por lo menos tiene un compromiso con la cultura. Nosotros el concepto que usamos es el de responsabilidad social-cultural. Ahora, claramente el sistema debe tender a abrirse, a ampliarse y creo que vamos a ir en esa dirección. La ley definitivamente tiene ese espíritu y por eso hicimos los cambios que hicimos.
Hay un dato adicional que para mí es una gran innovación, que es que la ley promueve la diversidad. ¿Por qué? Porque los proyectos grandes, los que habitualmente reciben financiamiento, a partir de la nueva ley tienen una complejidad adicional. Porque el primer año van a poder pedir la plata en el 80/20 (o sea 80% con desgravación impositiva y 20% propio del mecenas). Si se presentan con el mismo proyecto al año siguiente va a ser 70/30, al siguiente 60/40 y después 50/50, permanentemente. Una cosa es conseguir el 20% y otra cosa el 50%. Al ir liberando cupo de los impuestos que podemos aplicar al mecenazgo, vamos a diversificar también la cantidad de proyectos que apoyamos.

Foto: Federico Hamilton

Uno de los problemas adicionales es que el esquema de economías creativas, o economía naranja, es que tiende a reproducir los modelos de producción de contenidos de las grandes industrias globales. Hay una diferencia entre -por poner un ejemplo- hacer una obra de infraestructura en un teatro independiente que hacer una serie que compita con las de Netflix.
En economía creativa o economía naranja como la llaman en el BID, de lo que se habla es de un negocio, y está bien que así sea. Porque de lo que estás hablando es de empresas cuyo insumo central es el talento vinculada a las industrias culturales y creativas, que emplean gente y en la medida que las ciudades van reemplazando sus sectores productivos tradicionales, tienden a generar empleo por otro lado. Como ciudad nosotros queremos, y por suerte tenemos, muchas industrias culturales y creativas, alrededor del 10% de la economía de Buenos Aires está vinculado a estos sectores. Pero el estímulo de estos sectores es diferente al estímulo de la cultura.
En el caso de las industrias culturales y creativas lo que se busca es que puedan vender más, que puedan exportar, porque de esa manera van a emplear más gente y ser sostenibles. Tampoco creo que sea materia de opinión del Estado.

Pensaba esta cuestión vinculada al Mecenazgo. ¿Hasta dónde se puede controlar que los fondos de Mecenazgo, que son básicamente plata del Estado, se apliquen a unos proyectos y no a otros?
La ley lo prevé porque no se pueden personas jurídicas que tengan fines de lucro. No se puede presentar una empresa al Mecenazgo. No puede una empresa decir «voy a financiar mi próxima película vía Mecenazgo». Cosa que sí hacen en Brasil, por ejemplo. Y genera muchas críticas porque absorbe una cantidad importante del fondo compañías grandes. No sé si está mal. Son modelos diferentes.
Hay, no solo en Argentina, modelos de programas de estímulo para determinadas industrias culturales y creativas, y yo personalmente estoy a favor. Colombia tiene una ley de estímulo audiovisual que es muy potente. Nosotros a nivel nacional también lo tenemos. El INCAA tiene un sistema de apoyo que finalmente va a compañías, son productoras. Si no lo tuviera tendrías una menor diversidad también en materia cinematográfica, con lo cual, es un debate amplio. Mecenazgo no viene a resolver las cuestiones vinculadas con las industrias creativas. No aplica fondos a empresas.

Un tema que hemos tratado nosotros en Nodal Cultura es la cuestión el de la gentrificación que producen algunos proyectos culturales como el barrio de diseño, por ejemplo.
Es un tema que a mí me gusta. Yo creo que las ciudades se transforman todo el tiempo. El cambio es un proceso natural. La ciudad está llena de historias de movimientos de personas y comunidades donde, como una especie de capas tectónicas, se van superponiendo o corriendo poderes adquisitivos, intereses, deseos.
La gentrificación en el mundo se discute como fenómeno. Se discute si es 100% negativa o tiene cosas positivas y cosas negativas. En su último libro de Richard Florida, que es uno de los actores que más ha hablado de estos temas, hace una especie de mea culpa. Dice » yo impulsé muchos las ciudades creativas, nos fue tan bien que ahora lo que tenemos es una gran desigualdad en el centro de las ciudades». Pero al mismo tiempo advierte que no es tan así, que no es cierto que se desplace a la población local.
Pensemos un caso de desarrollo, como por ejemplo el distrito tecnológico. Parque Patricios no tenía empresas de tecnología. Hoy debe tener unas 300. Tiene varias universidades, tiene la sede del gobierno de la Ciudad, tiene un parque increíble que está realmente muy lindo. Tiene subte, que no tenía. Tiene una oferta gastronómica como no tenía en los últimos cien años, en términos de diversidad. Algunos no les gustará que haya llegado Starbucks, digamos. Pero bueno, tenés Starbucks y tenés el Globlito al lado.
Quienes alquilan la viviend, si el precio del metro cuadrado sube, se perjudican. Los dueños que toda la vida vivieron en una zona deprimida con problemas de inseguridad, se benefician. ¿Dónde está el equilibrio? Yo lo que creo es que son fenómenos que son de largo plazo, ni siquiera de mediano.
Buenos Aires además está en un desafío de transformación que es más profundo y tiene que ver con cómo integramos todos los barrios. Integrar quiere decir no solo que vos te quedes en el barrio donde viviste toda tu vida con tus vínculos y tu familia. Sino darte todos los servicios públicos para construir ciudad alrededor tuyo. Porque la pobreza es pintoresca para los que no viven en esa situación. Hay quienes  lo viven de afuera y dicen ¡qué lindo! Pero las personas que viven en situaciones de pobreza quieren lo mismo que querés vos.
Yo no creo que Buenos Aires tenga un problema de gentrificación aguda, para nada. Creo que el antídoto no es parar el progreso sino involucrar a todo el mundo en la conversación. Cuando doy charlas sobre ciudades creativas digo «no hay ciudad creativa si no es con todo el mundo adentro». Sino es falso. Es ciudad creativa para unos pocos.

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