Estado compra el museo de destacado artista

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¿Es necesario que compremos el Museo Gurvich?

Por Adela Dubra

En una conferencia de prensa en la que se comunicaban los detalles de una nueva edición de Museos en la Noche, la ministra María Julia Muñoz anunció que el Estado quiere comprar el Museo Gurvich. La noticia, publicada en la diaria, tomó por sorpresa a gran parte del medio cultural.

Desde ese momento varios periodistas quisieron acceder a la información de qué es lo que se va a comprar y cuánto cuesta el edificio donde funciona actualmente el museo, ubicado en la calle Sarandí (que durante años fue Cutcsa). El MEC asegura que lo hará después de que se expida el Tribunal de Cuentas, es decir, a fines de enero o principios de febrero. Además del edificio, se comprarán unas 226 piezas, es decir, la colección permanente que está en el museo.

El caso tiene varias aristas curiosas. Primero, que no se entiende por qué, tratándose de dineros públicos, la ciudadanía no tiene derecho aún a conocer la entidad de la cifra.

Pero hay varios asuntos más. El Museo Gurvich fue una iniciativa llevada adelante por Martín Gurvich, hijo único del pintor, y de Totó Añorga de Gurvich. El museo abrió años atrás en un local alquilado sobre la Plaza Matriz y después Martín Gurvich adquirió la casa en la calle Sarandí, donde funciona actualmente.

Hay un cierto consenso de que hubiese sido mejor que se buscara una solución mixta, como sucede con el Museo Torres García, el Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI) o el Museo del Carnaval (cada uno con distintas figuras). En estos casos, el Estado aporta, pero el resto del esfuerzo corre por cuenta de a quienes les interesa el tema y esa área en particular. Eso hace que la propuesta sea viable. Martín Gurvich, consultado para esta columna, me dijo: “Prefiero no mencionar cifras. Pero sí puedo decir que el edificio voy a venderlo por debajo del valor real y la colección a un tercio de su valor comercial. El museo va a seguir siendo gestionado por la fundación, porque así lo quieren las autoridades”.

Hay muchas preguntas en el aire. ¿Necesita el Estado uruguayo gastar en comprar un edificio?

Hubiese sido muy valioso —y quizá se esté a tiempo— que esto se discutiera. Muchas personas allegadas al mundo del arte, en términos generales, objetan, por lo bajo, la decisión. Martín Gurvich fue hábil y logró su cometido: que el Estado comprara su museo. El capital es todo del Estado. Se podría haber buscado que se ceda el edificio o la colección. O algo.

“Todos los museos son deficitarios. Está bien que el Estado compre cuadros y defienda el patrimonio. Lo que más ruido hace es que se compre el edificio. Parece un negocio inmobiliario más que otra cosa. Es raro. También entiendo que cerrar el Museo Gurvich era raro, y en el medio se sabe que no se podía seguir sosteniendo”, me dijo un director de museo que prefirió no dar su nombre.

También hay consenso en que el museo está bien armado, allí trabajan Vivian Honisberg (directora) y Florencia Astori (encargada del departamento de Cultura). El museo cobra entrada y en 2017 tuvo 13.400 visitantes; en 2018 fueron 13.840.

Según el último censo, hay más de 200 museos en Uruguay; 65 en Montevideo. Lo que las personas de las artes plantean es, ¿por qué Gurvich? El dinero siempre escasea en cultura y se podría pensar en mejorar nuestro principal museo, el Museo Nacional de Artes Visuales, o apostar a mejorar el Museo Torres García, o apostar al interior, o destinar ese dinero a hacer un edificio nuevo.

También se podría pensar en algunas de las dependencias del Estado que están vacías (desde la Quinta de Batlle en Piedras Blancas, que está cerrada, a la Estación de AFE, que no pertenece al MEC, es cierto). ¿Por qué no un Museo Barradas? ¿O uno que tenga arte contemporáneo? ¿Por qué Gurvich y no Fonseca o Matto, si hablamos de discípulos de Torres?

Consulté al crítico Nelson di Maggio: “Es sorprendente esta compra y resulta repentina, sin discusión, sin análisis previo. Hay necesidades urgentes en las artes visuales y son alarmantes las carencias de los museos nacionales. Hay varios museos a la intemperie, muchos cerrados, parcialmente habilitados, con horarios acotados, sin poder comprar obras contemporáneas, sin personal suficiente e idóneo ni investigadores permanentes. Los artistas viven un desamparo sin contacto con el exterior”. En la misma línea opinó un destacado artista del medio off the record: “¿Cuál es el límite de seguir haciendo museos? ¿Precisa cada artista un museo? En mi opinión, hay 50 artistas más relevantes que Gurvich, empezando por Carlos Federico Sáez”.

Sería bueno que quienes integran la Fundación Gurvich, así como los miembros de su consejo asesor, artistas, directores de otros museos y gestores culturales, participen en la discusión.

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