Nano Stern, músico y poeta: «El desarrollo económico logrado en Chile ha sido a costa de nuestra cultura»

Nano Stern por Carlos Muller
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Por Daniel Cholakian

Nano Stern es sin dudas uno de los más destacados músicos chilenos. Cantante, multiinstrumentista y compositor es el pilar de una nueva generación de músicos chilenos que trabaja en todos los registros y géneros, vinculado tanto a la tradición de la canción popular chilena de los años ’60 y ’70 como a aquellos artistas que forman parte de la world music.

​Nacido en Chile a mediados de los años ochenta, Nano Stern comenzó su carrera musical apenas a los tres años cuando empieza a tocar el violín. A los 15 años, junto a Felipe Cadenasso e Iván Molina creó el trío Matorral, donde incorporan quenas, charangos y violines junto al imaginario eléctrico que ya cultivaba Stern. Viajó a Europa donde Alemania es su primera parada musical. Luego se instaló por una temporada en Amsterdam, Holanda, donde estudia jazz. Allí graba su disco debut, titulado simplemente Nano Stern, un trabajo que combina canciones con piezas instrumentales para guitarra.

Compartió escenarios y caminos con artistas como Joan Báez, Susana Baca, León Gieco, Marta Gómez, Inti Illimani, Quilapayún, Pedro Aznar, Jorge Drexler y Raly Barrionuevo, entre otros. Reconocido por la potencia de sus presentaciones en vivo, su talento con varios instrumentos y el fuerte compromiso social. Stern es, además, el creador del Festival Brotes de Invierno, donde pone el acento en la “canción de autor” y acompaña la movida de los nuevos cantautores de Latinoamérica.

Participó también de los principales festivales musicales de la región y establecido en Santiago de Chile, sigue siendo un músico viajero, un juglar itinerante.

A principios de 2018 presentó el EP Santiago, en el cuál le canta a su ciudad natal. Sobre fin del mismo año presentó Lucero, disco con el cual asume plenamente el rock, sin dejar de proponer composiciones de alto contenido político y social.

Nano Stern está a punto de comenzar una nueva gira. Se presentará en Quillota, Chile el próximo 15 de marzo, luego lo hará en la ciudad de La Plata, en Argentina. Estará también en Buenos Aires, donde se presentará el 17 de este mes en la Usina del Arte, para volver a Santiago y luego partir hacia Estados Unidos.

“El día 16 de marzo en La Plata vamos a compartir el show con Duratierra que es una banda extraordinaria. al día siguiente en Buenos Aires va a estar Micaela Vita, la cantante de la banda y también Luciana Juri, a quien conocí en Cosquín y también me voló la cabeza, lo mismo que la Bruja Salguero de La Rioja, quien admiro tremendamente. Así que vamos a estar cantando un par de chayas y un par de cuequitas, quién sabe, rodeado de tres cantoras extraordinarias, con una suerte y consciente del privilegio que significa eso, y también de manera muy explícita invitando cantoras y no cantores porque creo que estamos atravesando por una revolución cultural importantísima de la cual las mujeres son el centro”, contó el músico sobre sus presentaciones en Argentina.

En el contexto de su mini gira por Chile y Argentina, Nano Stern dialogó con Nodal Cultura a propósito de sus nuevos trabajos, sus vínculos con la música popular chilena y sobre Santiago de Chile, la ciudad a la que le canta por estos días.

Comenzás una serie de shows en distintas ciudades de América. ¿Presentás en todos los escenarios un mismo show o subís con diferentes propuestas en cada caso?
Un poco por las circunstancias en las cuales me ha tocado a mí desarrollar mi camino en la música me he acostumbrado mucho a tener que constantemente estar cambiando de formato, de circunstancia, de lugar. De alguna manera es como viajar un poco en el tiempo, como si viajara por distintos momentos de mi carrera, también. Me gustaría en algún momento poder estar en situación de decir: yo tengo este show, voy a todo el mundo con las mismas personas y contamos ahí nuestras cosas. Pero esa no es la situación. Acá en Chile, donde mi carrera está totalmente establecida, en donde estoy en casa, en donde cuento con un equipo súper grande, es diferente que en Estados Unidos a donde vamos con un núcleo mucho más reducido o Argentina en donde a veces vamos la banda grande, a veces voy yo solo. A mí sinceramente me encanta que sea así porque me hace estar como en puntas de pie.
Por otro lado hay una cuestión creativa, que tiene que ver con lo que uno está haciendo en cada momento. Yo acabo de comenzar a grabar canciones  para un nuevo disco. Entonces, creativamente, tengo la necesidad de mostrar cierto material nuevo. Eso hace que los shows vayan teniendo siempre nuevas propuestas.
En Argentina en particular, venimos saliendo del Festival de Cosquín, que fue una tremenda vitrina, que tuvo mucha repercusión y nos trajo mucho cariño, pero que fue finalmente un espectáculo que duró por 26 minutos y medio -tuvieron la condescendencia de dejarnos pasarnos un minuto y medio de lo que estipulado-. Por eso la oportunidad de ahora de ir a Buenos Aires y La Plata nos va a permitir hacer lo que proponemos en ese show, pero en una hora y media con todas las de la ley y con invitados y con un repertorio mucho más extenso que nos permite desarrollar todo ese concepto y esa idea.

Sos muy joven pero sin embargo de alguna manera has logrado trazar un puente entre generaciones, entre el canto popular chileno y latinoamericano y la canción más actual y ecléctica. Con tu último disco, Lucero, te mostrás con una impronta rockera y con un sonido diferente. A pesar de ello en el disco aparece cierta absorción de esas experiencias para asomarte a un universo distinto en tu discografía ¿Cómo te sentís vos en ese lugar de puente de tradiciones y renovación?
Muy cómodo. Realmente. Ha sido una posición que se me ha dado muy naturalmente. Primero porque tengo como una especie de nostalgia incorporada, que no sé por qué la tengo, pero desde muy chiquitito recuerdo que empecé a escuchar música de antes. De Argentina los discos de Atahualpa Yupanqui, que era lo más fácil de acceder. Acá en Chile la Violeta Parra, antes que Violeta Parra se redimiera como fenómeno masivo que es ahora. Lo mismo después con los Inti-Illimani y después los Quilapayún. Como una cierta especie de enamoramiento con otras épocas pasadas.

Nano Stern en el Festival de Cosquín 2019 – Foto: Eduardo Fisicaro

Esto se ha visto más en mi vida adulta, manifestado en muchas cosas en cuanto a la poesía y a la historia, que son dos cosas que me apasionan y que constantemente estoy leyendo, aprendiendo. Siempre tengo un afán de ir a la raíz de las cosas. Me empezaron a gustar los sonetos por poetas contemporáneos. Terminar, qué se yo, llegando poco a poco a Petrarca, a Dante, de ahí a Cicerón y aprender cómo una cosa va llevando a la otra a través de la historia. El arte es una ventana, también, hacia ese complejo histórico-cultural. Y si tengo la oportunidad de colaborar con los viejos que todavía están acá, me parece un privilegio absoluto, total.
En ese sentido soy muy agradecido de esos músicos de otras generaciones. Músicos y poetas también a esta altura que han sido muy generosos conmigo abriéndome las puertas de sus foros más íntimos, digamos desde poder tocar con ellos hasta grabar, hasta girar. En el caso por ejemplo de los Inti-Illimani o de la Joan Baez; incluso me invitaron a componer en conjunto, que ya es como el sacrosanto máximo de un artista abrir ese espacio creativo. En ese sentido yo lo tomo no solamente como un regalo, como un privilegio, sino que también como una tremenda escuela. Absolutamente, la oportunidad de aprender directamente de ciertas fuentes que son muy valiosas. Además nos permiten establecer conexiones directas con aquéllos que ya no están, porque ya no están vivos, qué se yo. El caso por ejemplo de Víctor Jara o de la Violeta Parra siendo un músico chileno, popular chileno, es como la referencia última y máxima en cierto sentido en nuestra generación.
Tener contacto con aquéllos como los Inti (Illimani), los Illapu, los Quila (Quilapayún), que son gente que estuvieron con ellos y en esos mismos procesos creativos que hoy día ellos se abren a compartir conmigo, es un viaje maravilloso por el cual tengo mucha, mucha gratitud y por el cual me siento increíblemente afortunado.

El año pasado además de publicar Lucero publicaste este pequeño homenaje a Santiago de Chile. Estuve hace algo más de un mes allí y me encontré con un Santiago de Chile pobre, con mucha gente en la calle, frío. Más apagado…

Pacificado diría yo que es la palabra.

¿Cómo es eso?

Pacificado, en cuanto a la participación del pueblo.

¿Cómo ves a tu ciudad y cómo la reflejás en la canción?

Yo tenía las ganas de ese disco por muchas razones. Primero porque siempre hay que hacerle justicia a Santiago, es una ciudad con tanta historia y con tanta identidad. Con tanta impronta dentro de la cultura latinoamericana y a la que no se le ha cantado lo suficiente. Creo que no se la ha cantado lo suficiente porque es una ciudad bastante gris por afuera. Creo que hay ciudades como Valparaíso por ejemplo -es la primera que se me viene a la mente- que son ciudades llenas de colores. Llenas, por todos lados. Hay otras ciudades como Santiago, por ejemplo, que son ciudades que también tienen muchos colores, pero esos colores están escondidos. Las puertas son grises. La ciudad es gris pero hay que saber abrir las puertas correctas. Y mi afán fue un poco también encontrar esas puertas, darse cuenta que Santiago está llena de poesía. Por ejemplo en la canción Voz de Cristal, el coro de la canción es un verso de Rubén Darío. Rubén Darío vivió en Santiago. El parque forestal, el parque del centro de Santiago, se llama oficialmente Parque Forestal Rubén Darío y  somos tan ciegos a nuestra propia impronta cultural que ese nombre se perdió en el tiempo. Nunca se cambió, simplemente nunca se utilizó. Ahí silenciosamente hay una fuente con una poza de agua, con una estatua del poeta y una frase maravillosa que dice «por eso ser sincero es ser potente». Es uno de los versos de Canto de Vida y Esperanza que Darío escribió en partes de Chile.
Entonces, mi afán fue reconstruir un poco ese Santiago. Fue decir: todavía nos podemos encontrar. Tenemos que mirarnos a los ojos, tenemos que ser capaz de abrir esa mirada interior para poder verlo.
Y respecto a cómo veo hoy la situación, como tú dices, es una ciudad más triste. Los procesos sociales y culturales y políticos, que son inseparables, de 2011 a la fecha han sido de bastante frustración y desasosiego. El solo hecho de que volvamos a ser gobernados por Sebastián Piñera y su gente habla mucho también de cuál es la aspiración de todos. Es un Chile de una cáscara de oro falso. Que brilla por fuera pero que está vacío. Esa es la sensación que me da a mí.
Me da la sensación que se ve a Chile desde fuera, desde el resto de la Latinoamérica, y por cierto en el mundo, como un país que alcanzó un desarrollo económico. Pero el desarrollo económico logrado en Chile ha sido a costa de nuestra cultura, de nuestra vida espiritual como país.
El disco se llama Lucero por un libro que escribió Gastón Soublette, que es uno de los grandes sabios que tenemos en Chile. Él analizó que la estrella de la bandera de Chile es un símbolo de una cierta cultura hermética que tiene cuatro puntas que son variadas. Dos y dos y una que queda sola, que apunta hacia arriba que es la virtud, que es el espíritu. Y él dice que nosotros los chilenos hemos invertido nuestra estrella, y hemos sofocado con lo material a lo espiritual y tenemos que re orientarnos. Tenemos que poner esa punta donde corresponde y es una reflexión que a mí me resultó muy cierta y muy urgente.

Hablamos de tu relación con la cultura popular chilena y tu vínculo con Santiago de Chile, a la vez de tu lugar como músico del mundo, multifacético, capaz de hacer shows con grandes bandas o como solista. Sos multi-instrumentista y podés tocar casi cualquier música, te formaste en diferentes lugares y en los más diversos géneros. Lo local y lo global que aparece el tema Demasiada Información me parece que estalla todo esto de alguna manera. ¿Hay una suerte de tensión entre lo local y lo global en tus músicas y tus letras?
Yo creo que sí y en el fondo porque me toca a mí llevar una vida que es en cierto sentido global. Como tú dices, estoy muy a menudo arriba de un avión cambiando de continente, cambiando de realidad, conviviendo con gente muy distinta, con músicos muy diferentes. Y además por el tipo de música que hago que tiene un componente de una raíz cultural muy local, fuerte, me toca estar muy a menudo en festivales alrededor del mundo que me encuentro con otras personas que cultivan sus raíces propias. Entonces, es un intercambio muy interesante. Cuando tú vas a festivales que tienen que ver con la raíz musical, entonces constantemente estás en contacto con las raíces del lugar que vas y con gente de todo el mundo que está haciendo su propia música, buscando su propia identidad. Y más me toca encontrarme, y en Argentina de sobremanera, con músicos de mi propia generación, incluso ya un poquito más jóvenes, que están en esa propia búsqueda de entender cuál es el lugar que nos corresponde. Desde dónde podemos sinceramente darle nueva vida a esas raíces sin caer por un lado en la irreverencia absoluta, en el desconocimiento de la tradición  y por otro lado sin caer, igualmente peligroso, en la versión estancada y de museo de las tradiciones, que creo que son muy tóxicas también.

Lucero en su potencia rockera tiene una carga política importante. Pienso en Precipicio, por ejemplo
Totalmente. Yo diría que es el disco más explícitamente político de todos los que hice. Demasiada Información, si bien no tiene una alusión ideológica-política, habla de una situación que tiene mucho que ver con el mundo en el que vivimos, que está determinado por instancias que finalmente tienen una dimensión política evidente. Y otras canciones, como Precipicio, son abiertamente y explícitamente políticas. Y de alguna manera es una continuación de Santiago. Son dos EP que yo lancé en un mismo año y que hay una continuidad bastante evidente. Musicalmente son opuestos. Quizás en algún futuro sería bonito publicar los dos EP como un CD o un vinilo con dos lados, porque son de alguna manera dos caras de la misma moneda.

Dijiste que estás grabando para un nuevo disco. ¿Qué es lo que viene?

Estoy volviendo de alguna manera a componer sin pie forzado. Sin ponerme conceptos estéticos pre-establecidos, que fue lo que hice en Santiago, que era un disco en el cual grabé todos los instrumentos yo y desarrollado en el lugar donde grabamos que no fue un estudio, fue una casa pero me instalé. En ese caso hubo un elemento muy importante: decidí erradicar la guitarra. Un disco que no tiene guitarra. Y después vino Lucero,  que es todo lo contrario, un disco de guitarra, de power trio, de rock n’ roll y que trabajamos con un productor increíble.
Siento que lo que va a venir ahora es retomar el trabajo que fue muy gradual desde mi primer disco hasta Mil quinientas vueltas, donde sentí que había llegado a un cierto lugar que yo estaba buscando. Que se había logrado un cierto lenguaje y por lo mismo sentí la necesidad de hacer un par de discos raros, distintos, atípicos y mucho más experimentales, cada uno a su manera.
Ahora me permito volver a hacer canciones desde mi zona natural de cancionista, y está siendo muy maravilloso. Realmente. Me siento preparado para poder hacer un nuevo disco de canciones sin tener que forzarme a ir a un lugar u otro sino que hacerlo de manera natural y sin correr el riesgo de estar haciendo lo mismo de nuevo.  Que era un poco lo que yo quería evitar y por eso hice cosas raras. Por lo pronto lo primero que vamos a grabar, es una musicalización de un soneto de uno de los más grandes poetas chilenos contemporáneos, vivo todavía, un poeta de ochenta años que se llama Oscar Hahn, ganador del Premio Nacional de Literatura. Estaré grabando la musicalización que hice de uno de sus poemas más hermosos, un soneto que se llama El Doliente. Cuando lleguemos a Argentina espero que esté para escucharlo. Seguro lo vamos a tocar en el concierto.
Me parece muy necesario hacer desde un lugar genuino un reconocimiento a él, y a nombre  de él también a una generación de poetas chilenos que están ahí, que están vivos todavía y que viven una suerte de invisibilización cultural. Si para los músicos el un camino es a veces un poco árido, me cuesta creer lo que significa para los poetas que son un aporte tan gigantesco y tan imprescindible al espíritu y al alma de nuestro pueblo.

 

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