El ensayo miedoso

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HILDA MUNDY: EL ENSAYO MIEDOSO

Por Paola R. Senseve T.

Laura Villanueva Rocabado nació en Oruro, Bolivia, en 1912. Murió en La Paz, en 1982. Desde Oruro, produjo la mayor parte de su obra. Su pseudónimo principal, el más usado, por el que la conocemos y estudiamos, fue Hilda Mundy, nombre que tomó prestado de una actriz de radio teatro de Londres. Entre 1932 y 1935 le tocó vivir la contienda bélica contra Paraguay por el Chaco Boreal, hecho político y social que atravesó su literatura de manera ética y estética, valiéndole uno de sus textos críticos de la guerra el exilio permanente a la ciudad de La Paz.

Mundy publicó un solo libro en vida, Pirotecnia. Ensayo miedoso de literatura ultraísta, el cual salió a la luz en 1936, poco después de su llegada a La Paz. En esos años, la autora se desenvolvió en un panorama literario donde producía al mismo tiempo que María Virginia Estenssoro, Yolanda Bedregal, Arturo Borda y Jaime Sáenz.

Según Rocío Zabala, autora del estudio introductorio del último libro mundyano publicado por la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia en 2016, la escritora fue una figura marcada por la censura, la incomprensión y el olvido, cuya rehabilitación póstuma, relativamente reciente, comienza con la publicación de Cosas de fondo en 1989, libro editado por Silvia Mercedes Ávila, hija de Mundy. Virginia Ayllón, quizá la primera estudiosa de la obra de Mundy, publicó en 1998 el artículo Dolor e ironía: Quimeras de María Virginia Estenssoro e Hilda Mundy. Otros especialistas prestaron atención especial a la escritura de Mundy, pero no es hasta el año 2002, en el que se publican los dos tomos de Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia de Blanca Wiethüchter  y Alba María Paz Soldán, que la obra de Hilda Mundy se ubica en el canon oficial de la literatura boliviana. Tan solo 66 años después.

Se dice que si un trabajo sobrevive al tiempo y a su autor, ha logrado imponerse a las dificultades, a las críticas que suelen azotar las obras extrañas. Es así que muchos de los trabajos de vanguardia han sido redescubiertos y puestos de moda muchos años después de su lanzamiento.

Pirotecnia es un proyecto escrito bajo el paraguas de la modernidad en claves universales de descripción y crítica de la vida urbana de la ciudad y sus personajes. En esta tarea, Mundy hace lo opuesto a sus colegas contemporáneos y no cae en romanticismos ni folclorismos.

Emma Villazón, quien también estudió incansablemente la obra de Mundy, apuntó que, según los especialistas de la vanguardia en Latinoamérica, la producción de una literatura vanguardista en Bolivia se dio tardíamente, en la década del 50, como resultado de la Guerra del Chaco en los años 30. No obstante, dice Villazón, como un lunar jubiloso en ese contexto, la obra de Laura Villanueva pone en entredicho ese supuesto. Edmundo Paz Soldán, en su prólogo de la tercera edición de Pirotecniamenciona a Mundy como la única escritora de vanguardias en Bolivia, y una de las pocas mujeres vanguardistas del continente, quizá junto con Magda Portal (Perú) y María Luisa Bombal (Chile). Por supuesto hay que contemplar la dimensión política de las vanguardias frente al letargo lineal literario, más allá de ser solo valiosas y nuevas posturas estéticas.

La poesía atravesada por la política ¿O era al revés?

La vanguardia de Mundy está compuesta principalmente de ironía y humor como medios para expresar duras críticas; también de experimentación con el lenguaje, transformación e invención de palabras y libre asociación de ideas. Mundy resignifica las analogías y metáforas de manera caótica, pariendo lo que es en definitiva una escritura de carácter fractal y poética.

Virginia Ayllón y Cecilia Olivares, en el texto que dedican a Mundy en el Tomo 2 de Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia, apuntan que uno de los problemas frente a su literatura es adscribirla a un género literario. Sin embargo, a mí me parece fundamental clasificar su escritura (literaria y periodística) como poética, debido a que su trabajo con el lenguaje viene a ser cuando menos disruptivo, caprichoso y deliberadamente experimentador, creador –cualidades básicas de la poesía. Por supuesto será de una poesía de vanguardia, una anti poesía, como ya osa compararla Blanca Wiethüchter con Nicanor Parra. Pirotecnia entonces se escribe desde una extravagante manía de aniquilación, porque su autora conoce que solo se puede construir a partir de la destrucción.

Pero Mundy, al decir de sus propias palabras, es ultraísta. Y futurista. Y cultivadora de un nuevo género de la literatura: el absurdo. Ella nos golpea con esa hiper conciencia suya del tratamiento y trabajo del lenguaje. La meta escritura. Mundy escribía constantemente sobre la escritura y sobre la suya en particular; a veces explicándose, quizá adelantándose a las críticas que suponía que le harían, quizá guiando a sus moninos lectores hacia su manera de abordar absolutamente cualquier temática con su propio estilo. Así se burla constantemente de sus propios textos, nombrándolos poéticos, consumadamente poéticos, los desacraliza. Habla de las metáforas, del entrecomillado, del abuso de puntos suspensivos que ella misma hace. Habla del peso de las palabras. ¿El peso? Sí, el peso político de sus palabras.

Regreso siempre a la capacidad autocrítica de Mundy para animarme a decir que publicar un solo libro en vida era eso, una postura política-poética anunciada por ella misma al final de Pirotecnia: “Y es que cuando Arte son tres… y dos… quieren hacerse Dioses… el tercero siendo Genio calla… porque callarse es hacer florecer el pensamiento en la ruta de la Perfección…” En esto coincido con Ayllón. El silencio también es un gesto, quijotesco quizás, de escribir solo un libro. Un gesto performático poético como los de Jodorowsky y Lihn cuando le hacían huecos a sus mochilas llenas de monedas y solo caminaban.

Podemos decir que Mundy era una mujer que acompañaba expresamente los procesos políticos y sociales de su época. Ella dice que se bebió la guerra como un helado cualquiera, pero sabemos que no es así. Mundy atravesó la guerra como una mujer orureña de 1930 y se animó a contarlo desde una perspectiva contestataria, de su ser mujer, donde sabemos que lo íntimo y lo personal, es lo político, como sentenció la feminista Kate Millet. Mundy entonces narra en Impresiones de la Guerra del Chaco (1932-1935), una guerra que solo conocemos por la historia oficial, masculina, oficial, cívica; osadía que por supuesto le vale el desdén de la crítica una y otra vez.

Otra política que atravesó toda la obra de Mundy es la del feminismo. Quizá sin nombrarlo como tal, la autora hablaba constantemente de la problemática de género y de la discriminación impuesta sobre las mujeres. La literata Mary Carmen Molina se refiere a este aspecto catalogando su experiencia como la de un “sujeto femenino que mira a lo femenino, inmerso en una historia que no es femenina, de guerra o círculos intelectuales”.

Mundy le dice “no” al machismo, a los arquetipos construidos para las mujeres, y en cambio se propone a sí misma como la mujer andrógina que existe “bajo” su género, pero que hace cosas solo permitidas a los hombres, como escribir, pensar, reír, criticar la frivolidad y ser extravagante.  Es así que Hilda representa lo profundamente político de una mujer frente a la modernidad, a las clases sociales, a lo campesino, a lo indígena. Destapando y discutiendo la observada injusticia o sentimientos como la humillación u otras palabras fuertes en medio de la reina ironía. Mundy escribía para las mujeres y ejercía a cabalidad el oficio de columnista, por ello se la recuerda como la precursora del periodismo femenino. La importancia de ser columnista reside en conocer el poder de la palabra, en realizar un ejercicio continuo de pensamiento, con moninos lectores regados, quizá enojados o quién sabe si motivados, riendo de las páginas del fracaso de la autora. Una columnista es una mujer que hace política.

Finalmente cabe decir que si Hilda Mundy fue echada al “olvidadero de la crítica”, como expresa Blanca Wiethüchter, fue por la predestinación que sufren las mujeres del país, por naufragio natural al casarse con el poeta Antonio Ávila Jiménez sí considerado por la crítica, por desdén y desinterés de sus amigos colegas como Borda o Sáenz, o por las características de una ciudad y país que no soportan la literatura femenina que no pueden controlar. Varias instancias han llegado a saldar esta deuda histórica, como la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia que publicó la Obra reunida, o la Mariposa Mundial que constantemente se preocupa por su obra, o también editoriales internacionales como Los libros de la Mujer Rota, en Chile, que publicaron Pirotecnia e incluso la próxima publicación de este único libro en Estados Unidos, traducido al inglés por Jessica Sequeira. Son oportunidades de ver el mundo a través de los ojos de una particularísima y maravillosa mujer, una andrógina espiritual.

 

Pirotecnia [Fragmento]

Ofrezco este atentado a la lógica.

No tiene lugar ni filiación en el campo bibliográfico.

Porque prescinde de la verosimilitud y linda con el absurdo.

Alguien me dijo: Su libro será un fracaso que hará reír.

Y hallé júbilo en la predestinación: Al imaginar tres docenas de lectores riendo de las páginas de mi fracaso.

No deseo que me castiguen con comentarios.

Estos pequeños opúsculos, dispersos, rápidos, “policoloros” representan: NADA. (Propiedad fatua de la pirotecnia.

Diríamos que este folleto es una línea… – Historieta, aborto de novela, hubiese constituido un dibujo geométrico.

Aclaratoriamente, soy una inútil para lo último.

Abandono mi posición y me presento al público con 50 chispas artificiales.

C’est fini.

Revista Temporales

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