«La literatura también es un ejercicio de hegemonía masculina»

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Entrevista a Edgar Soliz: “La literatura es masculina y heterosexual, pero tenemos que desentendernos de ello”

Por Francisca Palma

Rojo, pobre, cholo y maricón. Así se presenta Edgar Soliz (Oruro, 1982), escritor y activista de la disidencia sexual en su país, Bolivia, nación invitada de honor de la Feria Internacional del Libro de Valparaíso (FILVA) 2018, evento cultural del cual La Raza Cómica fue media partner. El autor de Diccionario Marica (2014), Eucaristicón (2016), Sarcoma (2018) y Gay discreto busca heterocurioso (2018) no sólo  abraza la pluma para plantear la posibilidad de una literatura otra: una homosexual y donde las mujeres tengan el mismo lugar en la mesa; sino que también cada semana se sienta al micrófono para transmitir Nación Marica, programa radial de su colectivo “Maricas Bolivia” que lleva más de 8 años enunciando que sí es posible ser cholo y maricón.

Encumbrados en un cerro de Valparaíso, luego de una mesa de conversación en torno a su trabajo publicado como parte de la FILVA 2018, llegamos a un bar oscuro donde una bandera chilena en la pared pierde sus tonalidades vivas y se torna café y estándar, como en sepia pero oscura.
Es domingo, y no hay que esquivar tantas personas para arribar a ese lugar, pero no hay mucho donde regodearse así que nos sentamos y comenzamos a hablar a pesar del ruido de las jugueras que escupen pisco sour y de la música de Los Kjarkas, conjunto musical boliviano que coincidentemente toca su Ave de cristal en el puerto.
De las matrices de la literatura boliviana, de los cánones de la homosexualidad mediada por Grinder, de indigenismos y feminismos versa esta conversación con el activista y escritor de Eucaristicón, trabajo reeditado por la editorial Los Libros del Cardo.
Tu texto Eucaristicón se vale de un código religioso para abordar otros términos como el deseo. ¿Por qué usar este contrapunto?
Eucaristicón, para empezar, es un neologismo y es un juego de palabras entre eucaristía y sacricón. De ahí se genera la palabra Eucaristicón.
Para mí era importante pensar en términos del deseo pero desde la corporalidad, desde una corporalidad simbólica que, evidentemente, es la que acontece en la eucaristía. Es el cuerpo de cristo que se materializa en este ritual, que se consagra y se devora, se come. Y claro, cuando uno recibe la eucaristía, recibe el cuerpo de Cristo. Hay una suerte de redención del pecado. Cuando escuché esa noción -se la escuché a un profesor de literatura en la carrera- a mí me pareció lo más erótico posible, y claro, yo pensaba inmediatamente en el homoerotismo.
¿El concepto de comerse?
El cuerpo se come a otro cuerpo. El hombre que se come a otro hombre. El padre que devora al hijo o estos dos seres en esa necesidad de confirmarse en el deseo y el cuerpo del otro. Me gustó mucho eso, y sí, era medio conflictivo porque evidentemente el discurso judeocristiano es un discurso represor. Es un discurso de juicio de valor que sanciona la conducta homosexual, entonces a mí me parecía -de algún modo- político tomar este ritual y plantearlo desde esta re-escritura homoerótica. Plantear esta posibilidad de placer.
Fue polémico porque claro, en algún momento hubo gente que decía: ‘no, estamos escapando de la tradición judeocristiana o la estamos interpelando y tú vuelves a ello, tomas nuevamente ello’ y evidentemente es así pero yo lo he planteado más por el tema del deseo. La literatura, el lenguaje, las escrituras no parten de cero. Siempre dialogan con algo. Entonces, para mí, era importante re semantizar este lugar de la redención y contraponerlo con el tema del deseo homosexual que opera ahí.
Hablar de homoerotismo, de homosexualidad, nos lleva también al concepto de masculinidades. En la introducción del libro hay una pregunta sobre dónde se hallan estas masculinidades. ¿Cómo podemos hoy abordar este concepto?
Yo creo que la masculinidad, como la heterosexualidad, es completamente frágil. Lo trabajamos en el libro Gay discreto busca heterocurioso y ahora en Eucaresticón donde la sola irrupción del cuerpo del padre, del cuerpo del hijo o del cuerpo de hombre ya es, en alguna medida, vulnerar esa masculinidad.
Para otros autores es crucial la teoría encarnada. ¿Qué hay de eso?, ¿cómo lo abordas tú?
Yo creo que eso es lo ético, encarnar el lugar de la escritura. Por ejemplo, hay una distancia abismal de gente que trabaja la marginalidad que no está en una situación así, o gente que no está ligada al indigenismo pero lo va a hacer porque hay dinero. Evidentemente, lo hacen pero ahí las miradas son distintas. Yo parto de una subjetividad. O sea, nuestros cuerpos y nuestras identidades se manifiestan en nuestra escritura porque hay una subjetividad que trasciende en la escritura.
Ahí evidentemente no es un tema, ahí se convierte en un gesto político porque a diferencia, digamos, de la literatura… bueno, no existe la categoría “literatura homosexual” pero es importante posicionar o hablar de literatura homosexual porque es interpelar esta suerte de hegemonía de la literatura porque “La Literatura” en mayúsculas no piensa nuestros temas. No aborda nuestras corporalidades y, si lo hace, lo hace de soslayo.
En esa dimensión de “La Literatura” se habla mucho de los padres de la literatura chilena, de los padres de la literatura boliviana. ¿Hay madres de la literatura boliviana?
Claro que hay madres de la literatura boliviana.  Pero antes, yo no estoy de acuerdo con el tema del padre. Siempre es el padre, el pater. Por ejemplo en el nuestro, Jaime Sainz es considerado uno de los padres de la literatura boliviana y yo digo que tranquilamente podría ser “la tía” de la literatura homosexual. Yo no intento explicar la homosexualidad del autor, no quiero hacerlo, no quiero entrar en esa polémica. Me interesa explicar su novela, su narrativa. Sin embargo es considerado el padre de la literatura boliviana pero al mismo tiempo este autor trabaja personajes homosexuales. Me encanta encontrar todo esto.
Hay madres de la literatura boliviana, por supuesto que sí, pero es que la literatura también es un ejercicio de hegemonía masculina, como también la literatura homosexual. Siempre hay un desplazamiento de lo femenino, siempre hay un desplazamiento de la mujer, también en el espacio LGBT.
En el caso de la literatura boliviana por ejemplo, Adela Zamudio es un caso particular y tampoco quiero explicar su homosexualidad,  pero fue adelantada para su época porque, por ejemplo con el poema Nacer Hombre, yo digo que, de algún modo, instala la corriente feminista desde la escritura, desde la literatura. Hilda Mundy, una poeta también adelantada a su época, recién se ha recuperado y se la está difundiendo. ¿Por qué? Porque quedó invisibilizada ante una corriente totalmente masculina de trabajo literario. Entonces, yo creo que sí hay madres de la literatura boliviana y deberíamos pensar la literatura boliviana, también desde esta suerte de madres que también han generado escuela.
Edgar tú hablas del “lugar del reconocimiento”, entonces ¿cuál es el lugar o cómo convergen o si hay posibilidades de ingreso de la disidencia sexual en el mundo andino?
Para empezar, dentro de lo que hemos estado trabajando con el movimiento Maricas Bolivia está el tema indígena y esta reconstrucción identitaria de nuestro ser indígena.  Nosotros decimos que la heterosexualidad es colonial, que de algún modo se implanta fuertemente desde la conquista judeocristiana. Entonces, en esa medida nos permite un poco leer nuestra memoria pre-colombina y ahí nos encontramos con infinidad de material que, por ejemplo, está escrito en las crónicas de los conquistadores donde daban cuenta de prácticas de sexualidad distintas a la heteronorma.
Pedro Cieza de León escribe una serie de cartas donde narra precisamente los hallazgos de este tipo de sexualidades. Está, por ejemplo, la cerámica Moche que es otro tipo de lenguaje, estas vasijas con formas hermafroditas, formas coitales que también evidencian la presencia de prácticas de sexualidad diversa a la heteronorma. Como también están los diccionarios en lengua aymara y quechua. En Bolivia el primer diccionario aymara lo hace Ludovico Bertonio en 1612, donde recoge una serie de palabras con las que se referían a estas disidencias sexuales como kehusa, que deriva de kehusuña, que significa desvío o desviado y que, posiblemente, sea usado para referirse al homosexual o al maricón. O palabras en quechua como es el kehua o para las lesbianas que es la karila marimacha o horkochi.
Ahora, cuando la heterosexualidad llega con la conquista se instaura muy fuertemente y la traducción de ello es, por ejemplo, la lógica de chacha warmi en las comunidades aymaras indígenas. Pensar la lógica de la comunidad a partir de la pareja heterosexual. Chacha warmi es el hombre y mujer en complementariedad, la familia que tiene un fin reproductivo de perpetuar la especie pero también bajo este modelo binario heterosexual de pensar la familia y pensar la comunidad a partir de esta lógica. Eso es completamente colonial.
Ahora, ¿dónde se instalan las disidencias sexuales en el mundo indígena? Es que no se instalan porque no tienen lugar. El homosexual en el mundo indígena es un paria porque cuando uno se reconoce homosexual, se reconoce marica, lesbiana, trans -que es más grave todavía reconocerse trans porque se te violenta desde todos lados- de algún modo estás desestabilizando estas lógicas de la comunidad que te construyen con una suerte de identidad indígena. Entonces, ¿qué pasa cuando un sujeto se reconoce homosexual o marica? Está obligado a irse de su comunidad, no tiene acceso a los derechos como la tierra por ejemplo porque, precisamente, no condice con esta lógica heterosexual.
Al irse hay una fractura de su identidad en tanto indígena que se entendía con su comunidad. Está obligado a irse. En esta obligación de retirarse se encuentran con una ciudad donde tampoco pertenece porque es el indio, es el sujeto indígena.
Hablando de las organizaciones disidentes, acá hay algunas a las que se les ha criticado que al autodefinirse se encasillan y que esas anunciaciones tan definidas le restan al movimiento, a la polifonía de voces que pudiesen encontrarse. ¿Cómo se plantean eso ustedes en Maricas Bolivia?
Claro, nosotros los que hacemos con el movimiento Maricas Bolivia es una suerte de resignificación del insulto, de la palabra, de la injuria que es esta, maricón. Y es a partir de este lugar de enunciación y denominación identitaria que empezamos a hacer nuestro trabajo radial, de intervención callejera y de literatura. Para nosotros es importante posicionar eso frente a la agenda LGBT latinoamericana instalada porque es una agenda que mira el primer mundo. Es muy occidental.
Ahora, estamos interpelando esta forma estereotipada del gay porque esta agenda hasta hace unos años no se hacía cargo del indígena, del cholo, del gordo, del viejo, del seropositivo. Nosotros hablamos de una identidad gay higienizada y sanitizada porque precisamente no logra incorporar las discusiones que están al margen de esta construcción; de este estereotipo.
Actualmente Maricas Bolivia somos dos, mi compañero Roberto Condori y mi persona. Nosotros no queremos generar una suerte de hegemonía ni queremos homogeneizar a la población homosexual marica. Lo único que nos interesa es plantear la discusión en tanto nominación identitaria. Que antes de asumir la denominación identitaria gay el homosexual, la marica joven, reflexione su identidad y, si quiere, nominarse como mujercito, marulo, chizok, kehusa, loca, que lo haga, pero que antes re piense, reflexione y trabaje su sexualidad. No tenemos por qué asumir lo gay como la solución a ese reconocimiento identitario porque no lo es, porque también es colonial, es la lógica del primer mundo que también se instala y se impone en Latinoamérica y en toda su agenda.
En esta industria de derechos humanos, desde una situación precaria, marginal, de clase, hay maricas que estamos pensando que el acceso al estudio, al trabajo, a la tierra o a los servicios básicos, es más importante que el matrimonio, por ejemplo, que es una lógica muy heterosexual que instala,  violencias machistas fuertes y que los maricones no estamos libres de ella porque reproducimos esa lógica también.
Entonces, cuando el modelo heterosexual ha sido un fracaso a nivel social, cultural y político ¿por qué, de repente, las maricas queremos o tenemos que entrar a ese modelo? Es contradictorio.
Y en esta posibilidad de discusión que ustedes proponen como movimiento Maricas Bolivia ¿qué rol juega esta faceta comunicacional de la radio?, ¿por qué apostar por esa vía?
El proyecto de radio inició en 2011 con uno que se llamó Soy Marica y Qué. Fueron personas que se formaron en la escuela de Radio Deseo, 103.3 FM, que pertenece al colectivo Mujeres Creando. Del 2011 al 2015, posteriormente nosotros nos cambiamos de emisora. Ahora estamos en la ciudad de El Alto y el proyecto se llama Nación Marica y lo planteamos como una no nación en realidad, como una utopía, pero como una necesidad de interpelar el proyecto de nación porque “La Nación” como tal nunca se piensa desde la diversidad sexual y de género. Los sujetos que no condicen con la heteronorma están desplazados en el proyecto de nación, siempre. Entonces para nosotros era importante generar una suerte de afrenta a este proyecto de nación desde este nombre y desde esta mesa de discusión horizontal que planteamos con el proyecto de radio muy ligado al libro Nación Marica de Juan Pablo Sutherland, que nos cedió muy amablemente el título para hacer de esta no-nación o anti-nación, un proyecto latinoamericano de diálogo de nuestra sexualidad, de nuestro deseo, de nuestro placer y creo que a estas alturas está logrando instalarse muy bien porque cada vez que podemos salir de Bolivia, por una u otra invitación, nosotros generamos diálogos con otras maricas que están trabajando nuestros temas: indígenas, marginalidad, racialización, interseccionalidad.
Ahora, ¿cómo se instala dentro de los medios de comunicación y a qué necesidad responde? Para empezar, Nación Marica, como Soy Marica y Qué antes, se plantea tomar la voz en primera persona y claro responde precisamente al mal trabajo que hacen los medios de comunicación respecto de las diversidades sexuales y de género, sobre todo en Bolivia.
Hay una suerte de criminalización, hay una suerte de crónica roja, sensacionalismo, un abordaje nada respetuoso con las muertes de las compañeras trans, con el nombrar a las compañeras en masculino cuando toda su vida esta compañera ha vivido en su identidad de género mujer. Yo creo que el programa responde primero a ello. O sea, ante este abordaje erróneo del tema diversidad sexual y diversidad de género creo que se necesita un abordaje en primera persona que encarne la homosexualidad, que encarne lo marginal, que encarne lo político y que se instaure en los medios de comunicación.
Respecto a los feminismos, ¿qué está pasando en Bolivia?
Lo primero que quiero decir en esta parte es que el activismo LGBT o el trabajo político marica, son hijas del feminismo. Yo no podría entender el movimiento Maricas Bolivia o el trabajo marica sin transversalizar nuestra lucha con los feminismos.
En Bolivia hay varias corrientes feministas pero las que tienen más trayectoria y no solamente en Bolivia sino a nivel Latinoamérica y a nivel mundial por supuesto que son el colectivo Mujeres Creando, que es una corriente anarquista, pero ahora también hay otras colectividades que están empezando o han movido siempre el tema feminismos.
Yo creo que lo LGBT o el trabajo marica no debe entenderse si no es de la mano del movimiento feminista. Tenemos que ser capaces de transversalizar nuestras luchas y abrazarnos entre nosotras, entre nosotros, entre nosotres, porque de eso se tratan las luchas. Uno no podría pensarse desde su getho, desde su colectividad así, completamente cerrada y su accesibilidad a derechos cuando están pisoteando los derechos del otro o de la otra. Creo que es importante hermanarnos en ese sentido.

Raza Comica

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