Constitución Culebra

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A un mes del Plebiscito Nacional en que la ciudadanía definirá si desea una nueva Constitución y a través de qué mecanismo, las Jornadas de Derecho y Literatura de la UDP presentan el libro (re)constitución poética, con narraciones y poemas sobre el proceso constituyente a cargo de una docena de autores como Elicura Chihuailaf, Alejandra Costamagna y el abogado y académico Fernando Atria. El siguiente texto, de la escritora Nona Fernández, es un adelanto del volumen.

Por Nona Fernández

Una constitución redactada por la gente. Que nadie se quede fuera de esa escritura. Que podamos entrar a ella como se entra a un malón, aportando con lo mejor que tenemos, con el poquito que sirve. Una constitución escrita en la calle, vinculada a la ciudadanía, que recoja las voces de los muros, de las plazas, de las asambleas barriales, de las ollas comunes. Que tome en cuenta los saberes comunitarios, territoriales, ancestrales, étnicos, corporales, emocionales. Que busque sus palabras a lo largo de todo Chile. En las aguas que ya no nos pertenecen, en las costas contaminadas, en los ríos y lagos secos, en la flora y fauna que se extingue, en los hielos que se derriten, en los bosques talados una y otra vez por las empresas forestales que ocupan Wallmapu. Una constitución que suene con acentos diferentes. Nortinos, sureños, isleños, patagónicos, desérticos. Que incluya las voces de la ciudad y del campo, de la cordillera y de la costa, de cada una de las regiones. Que sume las de los pueblos originarios, la de los inmigrantes, la de los niños, jóvenes y viejos. Que se escriba en gestos de señas, en lenguaje braille. Que todas y todos puedan comprenderla. Que se redacte con faltas de ortografía, en coa, con chilenismos y garabatos si es necesario. Una constitución disléxica, tartamuda, que hable por todas las voces. Que exprese incluso la de los muertos. Esa consigna cargada de memoria que exige no volver a repetir los errores del pasado. No seguir avanzando hasta no poner punto final a la violencia de estado. No permitir otra vez la impunidad. No permitir otra vez la falta de verdad, justicia y reparación. No aceptar más “la medida de lo posible”, sino que hacer posible lo que es justo y no claudicar en eso. Una constitución que resguarde y garantice el ejercicio y respeto de los Derechos Humanos para todas las personas y comunidades del pueblo chileno. Una constitución que borre la subsidiaridad del Estado. Que lo haga responsable del bienestar y la seguridad social de la ciudadanía, que lo obligue a no delegar en el mundo privado, para que la salud, la vivienda, la educación, el transporte, la cultura, las pensiones, el acceso al agua, no sean un privilegio. Que lo fortalezca para regular el mercado en beneficio de todas y todos. Que lo vuelva Plurinacional, garante de los derechos de los pueblos originarios. Una constitución antirracista. Una constitución anticlasista. Una constitución anticlerical. Una constitución ecologista. Que vele por el planeta, que consagre los derechos de la Tierra por sobre el mercado y la producción. Una constitución sin género. Que legitime la diversidad y disidencias sexuales. Una constitución marica, homosexual, trans, no binaria. Sin límites ni fronteras de ningún tipo. Híbrida, líquida, movible, que no se encripte en sí misma, que pueda modificarse tantas veces sea necesario según los movimientos del pueblo al cual organizará. Una constitución culebra. Que cambie la piel, que se renueve, que repte con el corazón en la tierra, a la altura de todas y todos, siguiendo nuestros pasos, sucia, cochina, llena de barro. Una constitución feminista. Donde las mujeres, que somos más del cincuenta por ciento del país, tengamos posibilidades reales de participar paritariamente en su redacción. De desplegar en ella nuestra mirada inclusiva, colaborativa, transversal. Una mirada que incluye la reflexión sobre todos los problemas de precarización de la ciudadanía, porque ahí donde hay uno, hay un grupo de mujeres sufriéndolo y pensándolo. Una constitución que desarticule la discriminación y la violencia de género. Que establezca la autonomía de las mujeres y que garantice el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos. Una constitución que corra los límites de lo posible, desobediente, creativa, porfiada, que proponga e imagine un mejor futuro, como ha hecho el feminismo desde siempre. Una constitución cariñosa, convocante, que nos devuelva la pasión y las ganas de participar. Que nos entregue las herramientas vinculantes para habitar una verdadera democracia participativa donde sintamos que nuestra opinión, nuestros deseos y nuestras problemáticas, son importantes. Una constitución que nos dé el espacio para ser protagonistas de nuestra propia historia y no que una vez más, como siempre, sintamos que la historia nos la escriben. Una constitución pensada por la ciudadanía. Redactada por una Asamblea Constituyente Paritaria y Plurinacional. Y firmada, por supuesto, no por la presidencia de la república, sino que por el pueblo de Chile.

Nona Fernández Silanes

Culto

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