«Baila primero, piensa después»

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Álvaro Restrepo, director del Colegio del Cuerpo −una institución de avanzada y única en Colombia y América Latina que enseña danza a jóvenes de Cartagena de Indias y que ha logrado prodigios, como los conseguidos por José Antonio Abreu en la música en Venezuela−, es un enamorado del cuerpo como espacio vital del ser humano.Sobre este tema, versará su disertación en la lección inaugural de la Universidad de Costa Rica (UCR), este miércoles 18 de marzo.

Por primera vez, un coreógrafo, bailarín y maestro de danza dictará una lección inaugural en 75 años de historia de esta Universidad. La charla “La educación del cuerpo/ El cuerpo en la educación” será a las 10 a.m., en el auditorio de la Facultad de Educación.

Influenciado por los aires de la literatura, la filosofía y ese afán de seguir su vocación primera hasta las últimas consecuencias, Restrepo (nacido en Cartagena de Indias el 10 de setiembre de 1957) quebrantó todas las convenciones al comenzar a estudiar danza a los 24 años, edad considerada tardía para los expertos.

La danza, afirma, es algo más que movimiento, es pensamiento y una apropiación del mundo. Su lección inaugural promete ser única. He aquí un extracto de la entrevista con el maestro colombiano.

¿Occidente debe equilibrar más el valor que da al cuerpo en detrimento de la mente?

−Podríamos afirmar que Occidente ha privilegiado a la razón por encima del espíritu y de la parte más intuitiva/sensorial del ser humano que, en Oriente, tiene mayor preponderancia. Podríamos decir, de manera un tanto esquemática, que el hombre occidental está des-orientado. La lógica cartesiana –“cogito, ergo sum”−, que Occidente tanto ha defendido y entronizado, nos ha enseñado a desconfiar de todo lo que no pueda ser comprobado con la mente. La inteligencia del cuerpo −la percepción y lo que Gilles Deleuze llamaba los “perceptos”− siempre han estado en desventaja frente a la dictadura de la razón y los “conceptos”.

Su proyecto el Colegio del Cuerpo (CDC) ha demostrado que algo tan complejo como la danza se puede “masificar”. ¿En qué medida la danza puede ayudar a cambiar vidas?

Quizás hay que hacer una diferencia entre ‘el baile’ y ‘la danza’. Colombia, por ejemplo, es un país que baila. El baile hace parte de nuestra idiosincrasia, de nuestras culturas, de nuestra forma de ser en el mundo; por ello, es quizás la manifestación cultural más masiva. La danza podría ser entendida como una dimensión más sofisticada y elaborada del baile y del movimiento. La danza es en sí misma una forma de pensamiento y de conocimiento, un código, un canal de comunicación y de apropiación del mundo… una filosofía.

La danza es, además, un lenguaje total: involucra todo lo que somos y evidencia la existencia de un cuerpo físico, espiritual y mental. Cuando danzamos somos seres humanos integrales. La danza es disciplina, técnica, rigor y, además de ser placer y goce, es también diálogo con la divinidad. Ya lo dijo Samuel Becket: “Baila primero. Piensa después. Es el orden natural”.

¿El arte en general y la danza en particular deberían adquirir mayor protagonismo en un mundo marcado por las prisas y la poca reflexión?

−El arte en general y la danza en particular nos obligan a ser más sensibles, más intuitivos. Nos invitan a ser más perceptivos y más sensoriales a sentir nuestro cuerpo; por lo tanto, a sentir y a experimentar el tiempo de otra manera. Cuando sentimos y vivimos el cuerpo, sentimos y vivimos el tiempo y, entonces, valoramos más cada segundo que estamos vivos.

Usted demostró, al empezar a los 24 años a estudiar danza, que los imposibles no existen. ¿Ese es un mensaje central en el Colegio del Cuerpo?

−Siempre he dicho que el Colegio del Cuerpo (CDC) es mi forma de reconciliarme con mi infancia y adolescencia, signadas por una educación violenta y ciega. Mi gran obsesión, y en eso me identifico totalmente con nuestro Gabriel García Márquez, son las vocaciones tempranas. La educación no sirve absolutamente de nada si no nos ayuda a descubrir quiénes somos y cuáles son esos talentos, esos dones con los que llegamos a este mundo. Vocación viene del verbo latino vocare, que quiere decir “llamar”. La educación debe ayudarnos a escuchar y a obedecer −al pie de la letra− ese llamado (ver mi artículo sobre mis años escolares Llora et Labora: Memorias de la Carne, con el que gané el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar: http://www.colombiaaprende.edu.co/html/docentes/1596/articles-346047_recurso_9.pdf).

Por ahí leí que Gabriel García Márquez le había dicho que el nombre del Colegio del Cuerpo parecía en sí mismo un poema. ¿Puede compartir por qué exactamente escogió esa combinación de palabras, en vez de términos con mayor “prestigio” como academia o universidad?

−Detesté tanto el colegio en el que estudié, sufrí tanto en sus (j)aulas, que me propuse crear un colegio donde disciplina y felicidad pudieran estar asociadas. Cuando entendí que la palabra colegio viene del latín colligere (reunir) y que el diccionario lo define como una “comunidad revestida por una misma dignidad”, entendí que yo no había estudiado en un colegio, sino en una suerte de campo de concentración (donde lo obligan a uno a concentrase a la fuerza).

Un collegium tiene mucho prestigio. Hablemos si no del Colegio de México o el Colegio de Francia. Y, bueno, luego supe que cuerpo y colegio son sinónimos, cuerpos colegiados, cuerpos sociales y cuerpos individuales. El nombre de nuestra institución nos ha dado muchas luces. Fue un nombre que encontré casi que por azar, intuitivamente, poéticamente. Por eso Gabo me lo bendijo describiéndolo como “el título de un libro de poemas”.

En América Latina, incluida Costa Rica, ¿se podría replicar un proyecto como el suyo?

−Por supuesto que sí, Costa Rica es también un país que baila. ¡Pura vida! Creo que es un país con un terreno aun más fértil para un proyecto como el Colegio del Cuerpo que la misma Colombia. Quizás en Colombia tenga una mayor pertinencia −y urgencia− por el hecho de ser un país que ha tratado el cuerpo con tanta violencia. Recuperar el valor sagrado de la vida y del cuerpo como el territorio en el que acontece nuestra vida, es una tarea inaplazable.

Artes, letras, filosofía y, finalmente, danza. ¿La pasión es el motor que ha movido su vida en esos campos?

Más que la pasión, que es una palabra a veces negativa, son la inconstancia, la insatisfacción, la no-resignación a continuar en este mundo siendo un mediocre, sin encontrar el fuego que me incendiara y que me ayudara a quitarme las cobijas por la mañana, con el deseo de enfrentar los retos cotidianos que te propone la vida. 

Desde los cronistas de Indias, con sus exageraciones y sus narraciones inverosímiles, hemos vivido una especie perpetua de realismo mágico. Enseñar a jóvenes marginales la danza y enseñarles a que la hagan parte de sus vidas ¿es desafiar o extender esa visión de que en “nuestra América” todo es posible si hay sentimiento y pasión?

−Creo que la tarea de reconectarnos con nuestro cuerpo, a través de la danza, de los deportes, del yoga, el pilates, las artes marciales −no importa cuál sea la herramienta− es algo muy importante para jóvenes y seres humanos de cualquier estrato social. Con respecto a esa conciencia profunda de que SOMOS un cuerpo, la gran mayoría de los seres humanos son marginales. Nuestro cuerpo es nuestro único patrimonio REAL y, por lo tanto, la ÚNICA, forma real de riqueza es la SALUD. Health is Wealth. (Salud es riqueza).

Le corresponde dar el discurso de la lección inaugural en la Universidad de Costa Rica este año. ¿Cómo se toma esta invitación?

Como un regalo de la vida. Siempre regresar a Costa Rica, país que amo entrañablemente, es un placer. Y, bueno, es un auténtico honor impartir esta lección inaugural de la UCR que, por primera vez, está dedicada a la educación del cuerpo, a la danza y al arte como una dimensión del espíritu humano que debe estar presente en todos los niveles, no solo de la educación, sino de la vida.

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