Provocadora novela de Marcelo Leonart

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“Pascua”, una novela política, violenta, blasfema y gay

 Las apariencias, la fe ciega y absurda, el tabú de la sexualidad, las desigualdades sociales y el abuso de poder son sólo algunos de los temas que el escritor plasma en “Pascua”, donde además mezcla la ficción con personajes reales como los sacerdotes Fernando Karadima y Cristián Precht.

“¡Homosexuales del mundo, uníos! ¡Bienaventurados los que disfrutan de las relaciones sexuales con la gente del mismo sexo porque ellos conocerán el paraíso! ¡Que no haya colitas de primera y de segunda categoría! Si somos promiscuos y nos gusta el sexo cochino, ¿acaso no tenemos derechos constitucionales?”

Irreverente y sin filtro, el escritor, dramaturgo y guionista de televisión, Marcelo Leonart dispara incisivamente y con un ácido humor contra la iglesia católica en su última novela de ficciónPascua. Los escándalos de abusos sexuales que han marcado a esa institución son el punto central del libro, para lo cual toma prestada la realidad y la modela a su antojo para constituir una crítica a la base de la sociedad chilena: la religión, que describe como la fe y la estupidez.

Personajes ficticios como un Viejo Pascuero enamorado de una prostituta adolescente, un puto del parque Forestal o una mujer lesbiana de un café con piernas, se intercalan con los pensamientos del papa Juan Pablo II moribundo, el fisgoneo de Precht sobre un grupo de seminaristas semidesnudos, la resistencia de la iglesia en dictadura, las masturbaciones de Karadima a sus mozos y la culpa –y sosería- de Juan Hamilton, cuya trágica historia la novela se encarga de contar desde mucho antes de cualquier agitación.

DE LA VIDA Y LA INVENCIÓN

Como lo hizo en su novela anterior Lacra (2012), Marcelo Leonart toma atribuciones sobre la realidad y la mezcla con una ficción crítica e irónica, capaz de poner sobre la mesa los temas más polémicos y acallados del país para burlarse y manosearlos sin tapujos. “Aunque trate de temas y de personajes reales, la ficción es un lente distinto, que nos permite hacernos otras preguntas. Y tener acceso a otros campos de batalla”, explica el autor.

La novela está escrita en formato coral y reúne siete círculos distintos, siete historias esparcidas por Santiago y por las clases sociales chilenas, que están unidas por la culpa y lo prohibido, por los deseos oscuros de los personajes, todos vinculados al desenfreno sexual que escandaliza al chileno medio.

“Lo que quise hacer fue escarbar la apariencia, meterme en la perspectiva privada del discurso público en relación a la religión y la sexualidad. Sobre todo en los personajes de ficción, explorar cómo las creencias de una sociedad intolerante y supersticiosa nos condena a la infelicidad, aunque toda nuestra vida sea una búsqueda de placer. Y en los personajes reales, dejar en evidencia la necesidad de fe y la profunda estupidez”, aclara Leonart.

Cada una de las historia de Pascua está impregnada con la idea que plantea la religión de la vida terrenal como un campo de batalla para el premio o el castigo de la vida eterna, la salvación o la condena. El concepto clave es la fe ciega, en cualquiera de sus manifestaciones, en cualquier endiosamiento de la realidad. Así caben los nuevos mártires, como Daniel Zamudio y los denunciantes de Karadima y los mediáticos representantes de las minorías sexuales.

“Cada uno tiene sus pequeños dioses y se entrega a ellos para no hacerse cargo de su existencia. Cada uno se inventa su propia Pascua y su propio Viejo Pascuero”, dice el autor.

VÍCTIMAS Y PELOTUDOS

Entre todos los aludidos la iglesia es el foco de ensañamiento de Leonart, quien cuestiona y satiriza la religión y la fe. “La idea de la religión es gente pelotuda y grande, con educación o sin, poderosa o necesitada, creyendo en una idea estructuralmente igual a la del Santa Claus de la Coca-Cola. Pascua es una novela blasfema porque cuenta historias en torno a la perversa idea de la religión”.

Es por esto, que a pesar de declararse totalmente anticlerical encuentra en la iglesia una serie de ingredientes sabrosos de los que se aprovecha para construir un relato desenfrenado. “Para escribir Pascua la iglesia me parece un material riquísimo. Sexo, fe, deseos de trascendencia. Culpabilidad, sufrimiento, degeneramiento. Ni en la tele puedo hacer cosas así. La raja”, agrega Leonart.

Luego del destape de los abusos en la comunidad católica de El Bosque, y la acusación directa, encabezada por James Hamilton, al sacerdote Fernando Karadima, la iglesia católica recibió dardos de todas partes. Los juicios a los religiosos han dejado en evidencia uno de los lados más oscuros de la comunidad católica, que hoy ya no puede ser callado y ha obligado a la curia a dejar de esconder la basura bajo la alfombra para empezar a hablar con la verdad.

Afectada en su tesoro más preciado: la credibilidad, la iglesia se ha visto encarada incluso en el cine, donde la película El Bosque de Karadima, del director Matías Lira, superó los 70.000 espectadores en la primera semana de estreno. Como respuesta, el Arzobispado de Santiago envió un instructivo comunicacional a los obispos para enfrentar la película en el que llamaban a actuar inteligentemente y no descalificar la cinta a buenas y primeras.

El autor de Pascua da un giro al caso, donde héroe y villano son encarnados por los denunciantes y los abusadores, respectivamente:

“El problema que veo es que una sociedad como la chilena, al indicar a Karadima con el dedo como un chivo expiatorio, sólo parece querer tranquilizarse. Muy fácilmente transformamos a los denunciantes en unos héroes cuando en realidad son unas víctimas que llegaron a serlo por sus terribles circunstancias y —es cruel decirlo— su terrible estupidez. Son pelotudas víctimas —y no es cruel decirlo— de una sociedad de castas, endogámica como ella sola, y cuyos abusos están muy lejos de estar sólo en la parroquia de El Bosque”.

Dentro de la mente de Ojitos Azules y Verónica, quienes representan a James Hamilton y su esposa, el autor desenrolla una historia de abuso marcada por la culpa y la carga de una sociedad ciegamente católica, que embolina la realidad con las apariencias siempre tan importantes en Chile.

“Mi pelea es en contra de la estupidez y la impostura. ¿Cómo puedo ser miembro de una institución que rechaza mis orientaciones? ¿Cómo puedo querer ser santo de una iglesia que me masturba y me confiesa y luego me vuelve a masturbar, hasta el infinito o la náusea?”, agrega el autor.

COCHINA SEXUALIDAD

Pero no es la iglesia el punto de unión, sino que es la sexualidad, más bien la sexualidad homosexual. Los deseos ocultos desatados en el espacio privado de cada personaje, siempre amenazados por el sentimiento de lo prohibido. En un contexto en el que las minorías sexuales rompen con un esquema heteronormativo y se abren paso en la agenda pública.

“Esta es una novela que respira sexualidad. Una sexualidad cochina, no siempre guiada por el amor, que es la manera políticamente correcta de justificar los instintos. Es una novela eminentemente gay, la única relación hétero es la de un Viejo Pascuero sesentón y una putita de quince años. Y todas las sexualidades de la novela están dentro de los más profundos clóset que nos prodiga la sociedad chilena”, señala Leonart.

Escribir sobre lo incorrecto, sobre lo que no se dice y lo que escandaliza la moral. Son historias que escarban en los tabúes, con un lenguaje directo del garabato gratuito para desmitificar a la sociedad chilena y cargar el relato de realidad. Es la sexualidad la encargada de evidenciar los engaños que sufren los personajes, como un fiel reflejo de la actualidad nacional.

“Mi novela es como Pier Paolo Pasolini levantando a un putito menor de edad en la estación de Termini de Roma pocas horas antes de ser asesinado. ¿En qué se diferencia Karadima o Precht del cochino homosexual que fue Pier Paolo? Chís, la preguntita. ¡Se diferencian en todo! Confunda pero no ofenda. No tengo la respuesta intelectual. Y tampoco me interesa. Yo creo en Pier Paolo Pasolini. Esa es mi verdadera fe”, sentencia el autor.

El Mostrador

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