En Cali el cine crece desde la comunidad

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El sueño de hacer cine en Cali es una realidad

Había una vez un pelado al que le gustaba la fotografía y soñaba  contar historias con una cámara.  En su caminar se encontró con otro al que le apasionaban las mismas cosas  y, por supuesto, se volvieron amigos.  Empezaron a imaginar historias juntos, a descubrir posibles relatos en cada situación que vivían.  Entonces, de repente, en un rápido abrir y cerrar de ojos, aquel sueño adolescente, aquel primer enamoramiento visual se transforma en un proyecto de vida, en uno de largo aliento.

Esta anécdota con tintes románticos puede ser menos dulce en la vida real, pero es similar a la que les ocurre a muchos de los colectivos culturales y productoras audiovisuales de nuestra ciudad.   Algunos se mueven por intereses particulares, por sus propias expectativas como autores que quieren expresar su manera de ver las cosas y otros, un tanto más ¿altruistas tal vez? que quieren reescribir la historia que han escrito sobre ellos.

“Somos habitantes de la comuna 20 de Cali, de Siloé, y siempre hemos sido objeto de estudio de muchos, que vienen, nos hacen preguntas, nos retratan, nos estudian… incluso hacen tesis, se llevan fotos y nunca regresan.  Entonces, pensando en la necesidad de visibilizarnos como realmente somos y no como nos ven los demás, fue que nació Tikal producciones”, comenta Eduardo Montenegro, uno de los creadores de una productora que existe desde el 2004 y que surgió dentro del Centro Cultural Comunitario La Red.

Desde ese momento y hasta ahora, Montenegro y sus amigos no han cesado en su propósito de retratar sus calles, su identidad y sus memorias urbanas como en realidad las perciben quienes allí habitan, intentado, como él mismo dice, “reivindicar lo que siempre muestran de nosotros que solo somos violentos, sucios y que vivimos en casas caídas”.

Así, en diez años han mostrado sus dinámicas sociales, procesos educativos y sus expresiones artísticas a través de sus más de 37 piezas audiovisuales entre documentales, videoclips y ficciones (algunas de las cuales pueden observarse en Youtube bajo el nombre de Tikal Producciones) entre las que Montenegro cita varios de sus trabajos, documentales: ‘Sin territorio no hay vida’  o  ‘Gualas’, con el que se muestra los diferentes usos que tiene este medio de transporte propio de ladera.

Un caso similar ocurre en el sector del Distrito de Aguablanca, con Mejoda, que lleva nueve años trabajando como una organización comunitaria y encontrando en el lenguaje audiovisual la mejor manera de mostrar a sus jóvenes y de superar la discriminación que “sufrían los muchachos que llegaban a los canales con ganas de mostrar su trabajo, sus bailes o su música y eran rechazados  porque los videos que llevaban no tenían buena calidad”, apunta Víctor Palacios, uno de los fundadores del Colectivo Mejoda. Para remediarlo, Palacios y su grupo de amigos empezaron a trabajar en su propósito y lograron conseguir en 2008, con tan solo dos años de funcionamiento, el Premio Semana al mejor medio comunitario del país.

El galardón, sin duda, les mostró que su intensión los había guiado bien, pero la alegría del reconocimiento suele extinguirse ante la realidad. El sueño juvenil de creer que se puede vivir solo por amor ‘al arte’ también se agota y la vida adulta llega con sus responsabilidades y cuentas por pagar.

Entonces, en medio de las tormentas, la solidaridad se hace precisa y los amigos se tienden la mano para mostrar el camino allanado. “Llega un momento en que uno tiene que organizarse en serio, buscar el bienestar común y asumir la vida con mayor seriedad”, recuerda Palacios, quien poco después de crear su colectivo se conocería con Montenegro y empezarían a hacer cosas en colaboración.

Por esos días, los chicos de Mejoda decidieron crear el Festival de Video Comunitario, con el que pretendían abrir un espacio donde pudieran mostrar no solo sus trabajos sino los de otros, que al igual que ellos también buscan su manera de expresarse.

“Surgió porque no había un festival donde cupiéramos y no estábamos a gusto con ningún escenario”, comenta Palacio. Y agrega que  “muchas personas han estado discriminadas históricamente, sometidas a los imaginarios sociales que han construido los medios y que son amañados. Este festival permite que la gente cuente su historia con su propia estética y narrativa”.

Este año el festival llega a su séptima versión. Ha sobrevivido a veces con ayudas nacionales y con voluntades locales bastante variables, pero sobre todo con el empuje de sus creadores que ven la necesidad de mantener un espacio que albergue trabajos comunitarios de diferentes regiones del país. Después de todo, es en la exhibición donde el proceso cobra sentido. Y en esto, Montenegro y Palacios coinciden en pensar que lo más importante es “mostrarle nuestros trabajos a la gente, que se sienta tranquila con su retrato. Nosotros no somos dioses que no decidimos sobre ellos, ni queremos mostrar sus testimonios fuera de contexto”, señala Montenegro.

Tras varias proyecciones que se desarrollan en la Comuna 20 y el Distrito de Aguablanca y que llevan por nombre ‘Cine al barrio’ está el llamado que los dos colectivos hacen a la reflexión: “para hacer una película se necesita mucha ayuda y eso es lo queremos decirle a la gente, que sí podemos trabajar juntos,  tras este ejercicio cultural también  podemos convivir  en paz”, comenta Palacios.

Como parte de esta dinámica de trabajo en equipo, los chicos de Mejoda y Tikal produjeron el documental ‘Matachindé’ (www.matachinde.wordpress.com) con el que se ganaron el Premio India Catalina en el Festival de Cine de Cartagena, a comienzos de año.  “Se trata de la celebración de la Semana Santa en un pueblo llamado Veredas de Yurumanguí, que es un rezago del palenque del desparramado.  Este pueblo está a ocho horas Buenaventura”, explica Palacios.

Al igual que las proyecciones, el premio India Catalina también ha sido de todos.  Y la estatuilla ha viajado al igual que una virgen peregrina por las calles, los centros culturales y las escuelas del distrito, dejándose contemplar con todos los que ven la vida de otra manera.  ¡Que vale la pena contar sus propias historias con imágenes!

El Pais


“Cali es una ciudad que creció amando el cine”: Andrés Beltrán

En el festival Corto Circuito se verán tres de sus cortometrajes: ‘El librero’, ‘Fiesta’ y ‘The undertaker’, trabajos que tuvieron procesos completamente distintos de concepción y realización. No solo porque fueron filmados en el transcurso de  varios años sino que fueron pensados para diferentes públicos y realizados en géneros disímiles.

Quien está detrás es el caleño Andrés Beltrán, un apasionado por el cine que encontró en los cortos un camino alterno para contar sus historias, pues considera que son fundamentales para la formación.

Sobre su participación en el Festival de la próxima semana, que traerá lo mejor de los cortos latinoamericanos, hablamos con él.

UNO TIENDE A PENSAR QUE LOS CORTOS SON UN FORMATO DE MENOR IMPORTANCIA. ES DECIR, QUE NO ES UN PRODUCTO DE TANTA CALIDAD FRENTE A LO QUE REPRESENTA UNA PELÍCULA. ¿QUÉ LE HIZO APOSTAR POR ESTE FORMATO?

Desafortunadamente el cortometraje no tiene el estatus que tiene un largometraje, principalmente porque no tiene una salida comercial. Pero es tan valioso como los largos. El nivel de dedicación, esfuerzo y rigurosidad que se necesita para realizar un cortometraje es igual al que se necesita para las películas de larga duración. En mi opinión, a veces son hasta más difíciles de lograr, porque en muy poco tiempo hay que lograr contar una historia coherente y atractiva. De hecho, el cine comenzó corto, las primeras películas de los hermanos Lumière y Georges Méliès fueron cortometrajes.

También hay que decir que es un formato muy importante en la carrera de cualquier cineasta porque permite dominar la técnica, afianzar la narrativa y sobre todo experimentar. Es un formato muy libre porque no depende de un resultado comercial. Como no tiene salida en el mercado, excepto las ventanas de exhibición como los festivales y muestras, los cineastas no tienen comprometida su visión y pueden experimentar libremente. Por eso es un formato que necesariamente  hay que promover y valorar.

EN COLOMBIA ESTUVIMOS ENSEÑADOS A VER MUY MALOS CORTOS. ¿CÓMO VE EL PANORAMA DE LOS CORTOS EN EL MUNDO? ¿EXISTEN ALGUNAS TENDENCIAS? ¿PRIMAN LOS CORTOS DE FICCIÓN O NO FICCIÓN?

Hoy en día hay cabida para todo tipo de formatos. Estamos viviendo un momento de absoluto acceso a medios audiovisuales gracias a internet. Así que es difícil afirmar que haya una tendencia específica. Se siguen haciendo documentales y argumentales por igual. Creo que lo ha cambiado es la inmediatez de su consumo. En todas las plataformas digitales como YouTube o Vimeo, el consumidor de videos puede dejar de ver si no se engancha en los primeros minutos. Esto hace que las narrativas sean cada vez más rápidas y efectistas.

Principalmente, creo que el cambio está en cómo consumimos audiovisual, más que en lo que se produce. Todo está cambiando muy rápido y seguirá mutando cada vez más. Incluso la idea del teatro de cine puede transformarse en menos de nada. Todo está por verse.

HÁBLENOS DE SUS CORTOS QUE VEREMOS EN EL FESTIVAL CORTO CIRCUITO…

‘El Librero’ es una historia que surgió de la premisa de hacer un cortometraje para todo público, que fuera fácil de ver y entender. De alguna manera, quería conectarme con una audiencia más grande, desde niños a adultos. Escogí el tema de un joven librero, porque siento una gran pasión por los libros, las librerías y las historias. Además, estaba preparando el rodaje de mi primera película, así que queríamos probar el equipo y hacer algo que nos motivara y alistara para el rodaje que se venía. El resultado fue una historia muy amena y pertida, y fue por esta razón que Cine Colombia la escogió para exhibirla en todos sus salas en el mes de mayo y junio antes de las películas.

TAMBIÉN ESTÁ ‘FIESTA’…

Tanto ‘Fiesta’ como ‘The Undertaker’ fueron realizados en Londres, como parte del programa de maestría que estaba haciendo en el Reino Unido. Son historias muy distintas, más oscuras. ‘Fiesta’ surgió más de una necesidad técnica que narrativa, ya que tenía la posibilidad de rodar una historia con una lata de 35mm de 10 minutos de duración.  Era la primera vez que trabajaba con este formato, con celuloide real, y como no quería desaprovechar la oportunidad, pensé en una historia que se pudiera contar en un plano secuencia de 5 minutos. De esta manera, tenía dos tomas para lograr la coreografía y filmar bien la historia.

Por otra parte, ‘The Undertaker’ es una historia de un género que siempre me ha llamado la atención: el gótico. Muy influenciado por el ambiente de Londres en otoño, decidí sacar provecho de la atmósfera natural para filmar este cortometraje. La idea era tomar los elementos de la naturaleza para contar una historia gótica y salirse de los elementos típicos del género como los cementerios, castillos, elementos religiosos, y demás. Así que nos centramos en buscar lo gótico en la naturaleza y el paisaje. Este cortometraje fue rodado en digital, con un estándar de calidad técnica muy alta,  gracias a los equipos  suministrados por la Universidad.

 ¿QUÉ DIFICULTAD LE HA REPRESENTADO CAMBIAR DE GÉNERO ENTRE UN CORTO Y OTRO? DE LA COMEDIA, AL CINE NEGRO, AL GÓTICO…

Cada uno presenta retos creativos distintos. Hasta el momento mis cortometrajes anteriores y mi primera película son más cercanos al cine negro, al suspenso o al crimen,  así que intentar hacer algo con tonos de comedia representó un gran reto. La comedia es uno de los géneros más complicados, porque usualmente se malinterpreta con el “chiste”. Pero resulta que la comedia es más un tono que un artificio para hacer reír. Es precisamente en esa diferencia donde florecen los que para mí son los mejores exponentes. Directores contemporáneos como Woody Allen, Alexander Payne o Wes Anderson han entendido esto muy bien. No se trata de hacer reír necesariamente, sino de darle un tono general que da la sensación de lo cómico. De todas maneras, sea cual sea el resultado, respeto mucho el género y sin duda alguna me gustaría ir más lejos la próxima vez que lo visite.

¿CÓMO SE SINTIÓ CON EL CINE GÓTICO?

Fue una experiencia muy rica porque es un género lleno de clichés y lugares comunes. El reto era hacer que se viera, sonara y sintiera de alguna manera distinto. Personalmente siento que ‘The Undertaker’ logró tener su personalidad  a pesar de utilizar temas ya reconocibles del género.

COMO CALEÑO, ¿SIENTE QUE LO HA INFLUENCIADO DE ALGUNA MANERA LA TRADICIÓN CINEMATOGRÁFICA CALEÑA?

Creo que Cali tiene un amor generalizado por el cine, por lo menos la generación de mis padres y la mía. No sé si esto se ha ido perdiendo, pero me siento muy identificado con la idea de una ciudad que creció amando el cine. Supongo que la generación del llamado Caliwood de los 70, y el Cine-Club de Cali en el teatro San Fernando –al que mis padres asistían religiosamente los sábados– de Caicedo y el grupo de Cali, influenció positivamente a la ciudad y generó cultura cinematográfica.

No podría afirmar que necesariamente sus cuestionamientos estéticos y narrativos sean los mismos que los míos como cineasta, pero sin duda alguna mi generación es de alguna manera “heredera” de esa tradición. En cuanto a las nuevas generaciones de cineastas como Oscar Ruiz Navia y William Vega, aunque respeto mucho su trabajo me siento algo distante de su búsqueda cinematográfica.

¿TIENE PENSADO SEGUIR  DIRIGIENDO CORTOS?

Creo que todos los cineastas podemos seguir haciendo cortometrajes siempre porque implica un ejercicio creativo distinto del largometraje. Muchos cineastas reconocidos lo siguen haciendo y los resultados son muy interesantes. Yo ya tuve la gran fortuna de escribir y dirigir mi primera película llamado ‘Malos Días’. Precisamente el cortometraje ‘El Librero’ se rodó durante la preproducción de ‘Malos Días’, un thriler protagonizado por Roberto Cano, Gloria Montoya, Cristóbal Errázuriz y Alejandra Chamorro que se encuentra en este momento en su última etapa de posporducción y esperamos tenerla lista pronto para estrenarla en salas comerciales.

El Pais

 

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