«El teatro, la plástica y otras expresiones son formas para que se consolide la memoria de nuestra sociedad»

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Ana Mercedes Vivas, nacida en Cali, egresada del Liceo Benalcázar, hija de José María Vivas Balcázar, poeta, abogado, pensador y filósofo, quien murió al nacer ella,  y de Maruja Vieira,  mujer adelantada para la época, poeta, musicóloga, quien hizo las veces de padre y madre, vinculándose al Sena a los dos meses de nacer Ana Mercedes.

Pasó su infancia viajando con su madre y su nana a Buenaventura, donde viajó en  barcos de las Flota Mercante, compartió con los indígenas  Sibundoy en Silvia, visitó comunidades de las veredas de Pasto y vivió en Popayán,  impregnándose de los paisajes más bellos y persos de las geografía colombiana.

Graduada en el Liceo Benalcázar de Cali, fue una de las alumnas más brillantes, destacándose no solo por sus notas académicas sino por su pasión por el canto. Se ganó la medalla Marco Fidel Suárez a la mejor tesis de literatura, con un ensayo sobre Máximo Gorki, ya que otra de sus pasiones es la literatura y la poesía. Por algo tiene alma de poeta.

Comunicadora Social, perteneció al “kínder” de Plinio Apuleyo Mendoza en la Revista Semana. Pasó por Caracol Tv, Aló, Credencial, McCann-Erickson UNICEF, hasta crear su propia empresa Comunicaciones Vivas.

Ana Mercedes, imparable, incansable, siempre en busca de experiencias nuevas vinculadas con el arte, es la autora del libreto del   oratorio ‘El Río de los Muertos’, recientemente presentado en Cali bajo los auspicios de Proartes, la Orquesta Filarmónica y los coros de la Universidad del Valle.

Un oratorio que estremece, mueve el corazón, logrado de manera impecable. Un mensaje de dolor, esperanza, ansias de paz y verdad histórica que debería volver no solo a esta ciudad sino recorrer Colombia y llegar hasta La Habana, Cuba, para que los que participan de los Diálogos se sientan tocados a través de la música y los testimonios de las víctimas de esta guerra fratricida y demencial.

‘Entre la espada y la pared’

La presentación del ‘Oratorio’ en el Teatro Municipal mereció un cerrado aplauso, no solo para la Orquesta Sinfónica, los poetas y  los coros de la Universidad del Valle, sino para el maestro Alberto Guzmán quien logró  concentrar en un solo acto el Libreto de Ana Mercedes Vivas, con todas las variantes de la música, la poesía y la oratoria. Y es ella quien explica cuál fue el origen de ese gran homenaje a las víctimas del conflicto colombiano.

¿Cuándo se inició el proyecto de ‘El Río de los Muertos’?

Hace tres años, el maestro Alberto Guzmán Naranjo leyó mi libro de poemas ‘Entre la Espada y la Pared’ y me propuso hacer un libreto para un oratorio sobre víctimas. Acepté el reto y durante varios meses trabajamos en el proyecto, que se pidió en tres partes: El Miedo, La Muerte, El Regreso y La Esperanza.

En la tercera parte incluímos a dos grandes de la poesía: Antonio María Flórez, poeta colombo español contemporáneo y Matilde Espinosa, la gran poeta social del Siglo XX, de quien citamos entre otros textos, su ‘Requiem por la Muerte Grande’.

Terminado el libreto, el maestro obtuvo de la Universidad del Valle un año sabático y se dedicó a componer el Oratorio. Estuvo casi seis meses trabajando sin parar y el 20 de diciembre de 2014 me dijo que había puesto la última nota en la partitura. En enero, Proartes hizo posible que la Orquesta Filarmónica y los Coros de Univalle se unieran al proyecto.

El libreto reúne la música, la poesía y la oratoria: ¿cómo sanar las heridas de medio siglo, a través de ellas?

Todas ellas y el teatro, la plástica y tantas otras expresiones son formas para que se consolide la memoria de nuestra sociedad. Son los puentes que permiten acercar a todos los colombianos al dolor de los otros. Así me dijo Fabiola Perdomo en Cali: “Las víctimas lo que no perdonan es el olvido, la indiferencia”. Hemos callado durante años frente al despojo, al asesinato, al exilio. Lo mínimo que necesitan las heridas para sanar es que nos duelan a todos esas heridas.

¿Cuál es su visión actual del problema de las víctimas en Colombia?

Una vez cumplidas la verdad, la justicia y la reparación, lo que es un reto de dimensiones casi imposibles, el objetivo sería lograr que la víctima se sobreponga a esa condición y tenga caminos que le permitan recuperarse. En ese sentido, el arte se consolida como una forma probada de recuperación psicoafectiva.

¿Por qué escogieron Puerto Berrio, Trujillo, El Salado y Vigía del Fuerte, como temas del Oratorio?

Un poco misteriosamente, mágicamente como muchas cosas de este Oratorio. Muchos de mis poemas sobre el conflicto están basados en titulares de prensa. Como dijo Juan Gustavo Cobo alguna vez: “Las noticias de hoy, serán la poesía de mañana”. Soy periodista, pero no tengo el oficio de periodista de guerra, así que la poesía vino a llenar esa necesidad de contar lo que ocurre.

La historia de Puerto Berrio, llegó a través de mi colega Liliana Arias, quien trabajó en la OIM y me dio toda la visibilidad de los NN de Puerto Berrio.  Así nace el inicio. “Llegaron flotando por el río, eran los NN de la guerra, de los que nadie quería hablar, los que no reclamaba nadie”. Muertes, regresos, esperanzas que son los que cuenta este Oratorio, con los solistas, el coro y la Orquesta.

Cuando la parte poética estuvo casi completa, el maestro Guzmán resaltó la necesidad de que lo periodístico se hiciera presente. Fue entonces cuando se tomaron textos de  prensa, especialmente los de Alberto Salcedo Ramos, para algunos de los fragmentos a cargo del narrador. Además, se escogió al río como el ‘leit motiv’, porque los ríos de este país siempre han dicho la verdad. El maestro le otorgo el rol del rio a la propia Orquesta, lo que hace impresionante ese canto continuo, ese fluir de la música.

¿Crees que las víctimas y el desplazamiento son a causa únicamente de la guerrilla, el paramilitarismo y el narcotráfico?

Me atrevería a decir que esos son los síntomas pero que la enfermedad que nos convierte en un país de millones de víctimas, es más profunda.

¿Cómo analizas la posición de las Farc, que se autodenominan revolucionarias, de no hacerse la autocrítica? 

Mi rol es el de una escritora, una poeta-comunicadora que ve el conflicto y le duele cada episodio, cada colombiano muerto. Pero, quizás, definir si un grupo armado debe o no hacer autocrítica, eso sea más de políticos que de poetas.

Los escritores podemos aportar visiones, ideas, reinterpretaciones que tiendan puentes entre los hechos y la sensibilidad, pero somos eso, escritores. Es a la sociedad a la que le toca asumir su responsabilidad ética en este proceso y saber qué perdona, qué condena y que está dispuesta a ceder para pasar la página de esta guerra.

¿Cuál de los escenarios macabros sucedidos en la geografía colombiana, podría resumir la acción más execrable?

Cuando se oye a las víctimas de todos los actores de la guerra, uno comprende que no hay uno u otro suceso más macabro que otro. Que el dolor es el mismo y que es hondo, que allí está sin sanar. Porque las balas sin importar de donde vienen, no tienen razón.

¿Cómo podrían ser objeto de resilencia los millares de niños utilizados en la guerra por guerrilla y paramilitares, abusados sexualmente por esas organizaciones o maltratados en el seno familiar?

Los niños y las niñas son las víctimas más silenciosas de este conflicto. Por eso el Oratorio tiene un parte dedicada a ellos. Cuando decimos: “Niños, pinten una flor, una casita. Niños, de eso no se habla…”, estamos precisamente aludiendo a esa práctica social de silenciar a los niños, quizás muchas veces para protegerlos. Su capacidad de resilencia dependerá de que sepamos escuchar sus voces y lograr una sociedad donde no tengan miedo. Ahora bien, los mínimos éticos seria no robarles su infancia en la guerra, pero tampoco en una sociedad que nada les ofrece.

¿Has escuchado algunos testimonios de víctimas? 

La oportunidad de escuchar a víctimas se dio en el diplomado que tomé con la Fundación Víctimas Visibles. Durante cuatro meses en un trabajo realizado por Diana Sofía Giraldo y su equipo, pudimos acceder a los testimonios de familias víctimas del Palacio de Justicia, víctimas del Club El Nogal, de testigos de la masacre de El Salado, entre muchos otros. Compartimos con las madres y las viudas de soldados y policías, además de que participaron víctimas de Chile, Argentina y de quienes han llevado los procesos judiciales del 11M en España o los temas terapéuticos del Hospital de Haifa en Israel.

¿Cree que el rompimiento de la tregua con las FARC y sus actos demenciales de la actualidad contra el ecosistema, terminarán por abortar el proceso de Paz?

La paz no depende exclusivamente de la negociación de la Habana. La Paz tendrá que ser un compromiso de todos los colombianos. Cito a mi padre, José María Vivas Balcázar, cuando dijo en el Congreso del Pensamiento Católico en Medellín en 1959: “No es violento únicamente el que, provisto de antifaz, asesina niños y ancianos inocentes al amparo del monte y del desfiladero… Hace violencia el que sube los precios de las drogas para robustecer caudales de maldición.

El médico que antes que en su misión medita en sus altos honorarios. El hacendado que derrama la leche por las alcantarillas, para sostener un precio de inequidad, el ingeniero que burlas las cláusulas de su contrato. El intermediario que hace imposible el consumo de artículos de primera necesidad”.

El País

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