Un grafitero entre dos continentes

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Didier Mathieu (Armenia, 1974) recuerda que cuando llegó a Liejas (Bélgica) y vio las paredes sin grafitis se dio cuenta de la cantidad de dibujos pintados en los muros que, hasta su viaje, lo rodeaban en Colombia.

Inmediatamente entendió que los grafitis no eran parte del mundo urbano de esa ciudad que lo acogía, luego de que su padre, belga, y su madre, colombiana, decidieron irse a vivir allí.  Sin embargo pon el tiempo los grafitis llegarían a llenar su vida.

En Liejas estudió en la Escuela Superior de Artes San Lucas, en Liejas. Cursó los estudios secundarios en una sección que se llamaba arts de l’espace. Una mezcla de dibujo/arte con un programa tradicional de matemáticas, francés, historia, geografía, etc. Luego hizo estudios superiores en ilustración, en la misma escuela hasta los 21 años.

En los 90, Mathieu comenzó a plasmar sus diseños con influencias del hip hop en muros y vagones de trenes de media Europa, en países como España, Bélgica, Francia, Italia, Suiza, Inglaterra, Irlanda, Holanda, Alemania, Polonia, Dinamarca, Suecia, Finlandia y Luxemburgo.

Eran los inicios de lo que sería una carrera que lo ha llevado a intervenir muros de gran tamaño en Europa, Asia, América y África, en países como España, Francia, Italia, Suiza, Inglaterra, Irlanda, Holanda, Alemania, Polonia, Dinamarca, Suecia, Finlandia, Luxemburgo, China, India, Vietnam, Camboya, Tailandia, Singapur, Malasia, Indonesia, Israel, Canadá, Estados Unidos, México, Colombia, Perú,  Chile y Senegal.

Porque sus obras son realmente grandes. Tanto que cuando se fotografía en ellas, casi ni se ve.

“El primer graffiti que hice fue en Bélgica, en Liejas. Fuimos a pintar sobre las vías de tren. Éramos como siete u ocho, y yo tenía 16 años”, afirma el artista. No siempre tenía dinero para pinturas así que se las conseguía como podía. Pasaba lo mismo con los viajes en tren por Europa.

“Luego la gente te va conociendo y  te invitan a festivales. Llegas a un punto en el que te proponen pintar sitios y en general pides más de lo que necesitas y la pintura que sobra te sirve para pintar en la calle. Bueno, eso lo hace todo el mundo…”, dice.

Al mismo tiempo que empezaba a pintar,  hacía ensayos como  DJ. “Intentaba hacer el mismo scratch que hacía una canción deKRS-One [músico Hip hop estadounidense] que se llamaba Jack of Spades. El único sonido parecido que tenía venía de un disco de Star Wars en el cual se distinguía un sonido “jaba”, con el cual intentaba hacer el mismo scratch que KRS-One. Por la noche fuimos a pintar y plasmé en el muro ese sonido que tuve en mente todo el día”. Esa noche  Mathieuempezó a firmar ‘Jaba’.

El artista se ve a sí mismo como parte de una  “segunda generación de graffiti writers en Europa”. Encontró inspiración en el trabajo de quienes  lo antecedieron como ‘MODE2’ y en el libro Subway Art, escrito por Henry Chalfant y Martha Cooper.

“Tuve una fascinación al ver que se podía hacer cosas en grande. Me impresionó un montón y supe que quería hacer lo mismo”, afirma.
Un graffiti writer es –según dice- “alguien que tiene conocimiento y respeto por el grafiti y su historia. Su trabajo es el desarrollo y perpetuación de la búsqueda estética de la letra en sí misma, como tema primordial de su obra”.
Y enfatiza: “Desde mi punto de vista, el trabajo de la letra es lo que define el graffiti, todo lo demás es secundario. Los personajes, fondos, etcétera, están para complementar las letras”.

Es raro viniendo de un hombre que hace grafitis gigantes. El asunto del tamaño lo justifica de una manera sencilla: “¡Es mucho más agradable y fácil pintar en grande!

‘Hijo’ de una tradición

Sostiene que Street art es una expresión para referirse a todo lo que se  pinta en la calle, pero que él se dedica concretamente al grafiti. “Perpetúo una tradición que nació en Filadelfia (EE.UU.) y explotó en Nueva York los setenta”, explica Mathieu, quien equipara al grafiti con un estilo de vida, como el surf o elskateboard.

Luego de recorrer Europa por casi diez años sin rumbo fijo, Mathieu decidió organizarse y comenzó a desempeñarse profesionalmente como artista. En el 2002 fue contactado por el curador de una exposición en homenaje a la obra del reconocido artista e ilustrador francésJean Giraud ‘Moebius’.

“Tuve una cita con el escenógrafo y el curador para hablar del lugar de mi intervención. Ellos ya habían propuesto tres ideas a Moebius pero a él no le gustaban. Yo les dije que pintar un mural dedicatorio a un artista tan grande y todavía en vida no era una buena idea. Vi los planos del escenógrafo y le dije que podía invertir el lugar de una manera mucho más barata y más audaz.

«Le propuse mi idea pero creo que ni me escuchó o no entendió nada. Yo les dije que no quería pintar, y cuando volví a casa, utilicé 3D para hacer lo que yo pensaba sería lo más lógico para hacer como escenografía y se lo mandé al curador de la ‘expo’. Se lo mostró a Moebius y él decidió seguir mi idea de escenografía y así quedé como escenógrafo, de un día para el otro. Al tipo que no me escuchaba lo echaron y quedé yo responsable del proyecto. Tenía 28 años”, recuerda.

Con esa experiencia, su hoja de vida tomó gran valor  y, sin duda, colaboró para ser tenido en cuenta para trabajar en el estudio George Lucas los años siguientes.

Trabajó para la empresa de animación Industrial Lights & Magic (ILM por sus siglas), la división de efectos especiales de George Lucas.

“Aquí, en Bélgica, tenemos un sistema en el que el Estado da un mínimo de dinero para los que están sin empleo, pero para poder beneficiarte de esa ayuda tienes que comprometerte a buscar trabajo y presentar pruebas de esa búsqueda de trabajo. Cada seis meses tienes controles donde presentas las pruebas.

«Un día en el que tenía que presentar pruebas de mi búsqueda de trabajo, no tenía ninguna. Un amigo me sugirió poner imágenes mías  en Internet y mandar un currículum por Internet junto a esas imágenes, luego imprimir los correos y así demostrar que sí estaba buscando trabajo.

«Fue lo que hice y de puro chisté lo mandé a todas las compañías de cine y de efectos especiales. Una de ellas fue Lucas Film, en Singapur, y como un año después recibí un email para ver si todavía estaba interesado en trabajar con ellos. Tres meses después ya estaba viviendo en Singapur”, cuenta.

El trabajo de Mathieu consistía, entre otras cosas, en desarrollar gráficamente ideas y ofrecer alternativas visuales, así como animar modelos en tercera dimensión para los efectos especiales de las películas, práctica conocida también como híperrealismo por computador.

Hace unos meses fue invitado por Anna Dimitrova, directora de Montana Gallery, de Barcelona, a participar el pasado 15 de junio en una subasta de Street art en la casa Drouot de París.

Según explica el artista, existe en este momento una demanda importante de arte urbano en esta ciudad. Era la primera vez queMathieu participaba en una subasta de arte. Presentó dos cuadros de un metro de alto por un metro de ancho y vendió uno, Raw, por 1.700 euros.

“Es difícil traducir lo que uno hace en la calle a un cuadro. Se pierde la espontaneidad y creo que esta es importante para hacer Street art”, dice el artista.

Este mes exhibe sus obras en una exposición colectiva en la galería Montana, en Barcelona.Mathieu explica que la galería está asociada a la empresa de pinturas Montana, de España, cuyos productos son diseñados para artistas urbanos.

De todos modos, se siente “extraño” participando en subastas y exposiciones en galerías. Para él lo peor son las relaciones públicas y no termina de acostumbrarse, sin embargo parece aceptarlo como un mal necesario. Al fin y al cabo, dice, “lo que buscas es hacer tu campito, tu lugar en el mundo”.

Arteria

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