Tras los pasos de un tal Hemingway
Notas sobre el tema
Enrique Cirules presenta libro sobre Hemingway
Como una de las propuestas del Festival Habanarte, la Editorial Arte y Literatura presentará el libro Hemingway, ese desconocido, de Enrique Cirules, este 12 de septiembre en el espacio Sábado del Libro, en La Plaza de Armas de La Habana Vieja.
La obra, reconocida en 2013 con mención en el Premio Casa de las Américas, habla de la labor de Hemingway como organizador de una agencia de contrainteligencia antifascista, como perseguidor de submarinos alemanes y de sus años de fugitivo del marcarthismo.
El narrador y ensayista Enrique Cirules es autor de una amplia bibliografía, con títulos como la novela Conversación con el último norteamericano y El imperio en La Habana.
Sus investigaciones relacionadas con el autor deAdiós a las armas también aparecen en libros como Hemingway en la cayería de Romano yHemingway, Hemingway, ambos en proceso editorial.
Enrique Cirules, un auténtico “cazador” cubano
Fue el viejo Antonio el primero que lo incitó a descubrir aquellos parajes que solo conocía en las historias de corsarios y piratas. Nunca tuvo miedo, aunque parecía bastante arriesgado atravesar aquellas zonas casi intransitables que conducían desde Nuevitas a Cayo Romano, Cayo Guillermo o Cayo Coco, para encontrarse con la naturaleza más abrupta.
“Era como viajar a un país lejano. Si dejabas amarrado un caballo por la noche en Cayo Romano, por la mañana amanecía muerto”. Las oleadas de jejenes y mosquitos no permitían otro destino. Su primera gran decisión: tomar el pulso de aquellos lugares que solo conocía gracias a los relatos fascinantes que le suplían la ausencia de libros y bibliotecas en su suelo natal.
Esa fue una parte del comienzo para Enrique Cirules, escritor cubano, cazador ávido de los mitos y la historia; el hombre que se ha atrevido a fabular desde lo real para mostrarnos los días cubanos de Ernest Hemingway, sí, “ese desconocido”, o que nos ha llevado por los escenarios de La Gloria City y hasta por los espacios de una Cuba subterránea donde los mafiosos probaban la magnitud de su calibre.
Un tiempo después, armado con la voluntad de ser escritor, llegó a aquella tierra, La Gloria City. Tenía cierto estilo salvaje, pantalón y botas coloradas. Había decidido dedicarse en serio a la literatura, aunque eso implicara dormir en cualquier bajareque. En ese momento optó por quemar todas las naves y dejar solo una en pie, la de la creación.
A varias décadas de su segundo nacimiento ante los ojos de la literatura, conserva su espíritu inquieto; su capacidad de buen conversador, y se nos muestra como amante de las pequeñas historias. Parece que no ha cambiado mucho; al menos, no en lo esencial.
“En mi comarca florecían muchas historias. Esto ocurre cuando una poderosa cultura esta castrada, no tiene grandes posibilidades de mostrarse; la gente es analfabeta y semianalfabeta, y los relatos se van albergando en la memoria de la comunidad. Después descubrí todo aquello por mi cuenta, con apenas diez o 12 años. Ese mundo me entró por los ojos desde el conocimiento y la experiencia”. Cirules recuerda también el momento en que le regalaron El tesoro de la juventud, con el cual conoció a los grandes maestros de la literatura universal.
Durante casi siete años trabajó cargando barcos. En esa época Tarafa era el puerto azucarero más importante. Cuenta que llegaban hasta 600 buques de gran altura a cargar azúcar. “Fue una experiencia extraordinaria”, rememora a pocos días de presentar en La Habana su volumen más reciente sobre el autor de El viejo y el mar.
“Experimentaba la sensación de que había mucho que decir. Desde el principio me alejé de los temas más tratados. Un escritor debe interrogarse sobre esos espacios casi insospechados”.
HEMINGWAY: EL MITO, LA LEYENDA ESTÁ EN CUBA
Faltan apenas dos años para que comience la década del 30. Ernest, el escritor, desembarca en el muelle de San Francisco. Viene con Pauline Pfeiffer. Un día después tomarán el barco que los llevará a Key West para ocupar la mansión que el tío millonario de Pauline les ha comprado. Trae debajo del brazo el original de Adiós a las armas. Ha abandonado París. Quiere viajar a América, pero no a la América continental. Es el año 1928, desde ese momento se vuelve un extraño para muchos.
“Hemingway ha sido muy estudiado. Se han registrado todos sus huesitos hasta 1928. Lo cierto es que nunca creó un mito o una leyenda en Estados Unidos. El mito y la leyenda están en Cuba. Resistirse a eso es fracasar. Existe todavía cierta intolerancia a la hora de entender su vida, casi siempre al margen del escenario cubano y de la cultura cubana. En este pecado no solo incurren los norteamericanos sino también los cubanos. Se han refugiado en el Hemingway playboy, el pescador aventurero, el borrachito del Floridita, el hombre solitario de Finca Vigía, el que escoge Cuba porque es un lugar barato donde no se le molesta”.
Eso es pura bobería, continúa Cirules. Esas no son las razones fundamentales. Es ahí donde viene el misterio. Por ello, el escritor cubano se pregunta cómo es posible estudiarlo al margen de los acontecimientos históricos de esos 25 años que antecedieron al triunfo de la Revolución cubana. Cómo fue posible que aquí se construyera su mito, si los cubanos casi ni conocían su obra; si los grandes intelectuales cubanos de esos años tuvieron que publicar en otros países; si lo primero que leímos de él fue una versión de El viejo y el mar, publicada porBohemia en el 56.
“Hay intolerancia y dificultad para acercarse al escenario cubano desde un ángulo más abierto, más comprensivo. Tiene que ver con estos 55 años de bloqueo norteamericano contra Cuba. Para mí fue asombroso descubrir la influencia que Hemingway tenía en el mundo pictórico de la década del 30”.
Recordemos por un instante que él lanza al pintor cubano Antonio Gattorno al escenario norteamericano. Posteriormente, el artista insular se casa con una millonaria, comienza a hacer vida de playboy en las tabernas de Nueva York y durante 20 años no volvió a pintar.
“Fue así como se quedó fuera de la tradición pictórica de la época y ahora le quieren echar la culpa a Hemingway de que instó a Gattorno a irse de Cuba. Me parece que eso es injusto, y esas injusticias se repiten con Hemingway. En la década del 50 lo atacaron virulentamente. Es lógico, la gente esperaba la novela de la Segunda Guerra Mundial en el escenario cubano y él no se atreve a publicarla. Fue una novela muy complicada. La conoceríamos diez años después de su muerte con el título de Islas en el golfo, pero le faltan cientos de páginas”.
Según Cirules, Hemingway siempre optó por construir una realidad de ficción desde la realidad qué él mismo vivía, y, por supuesto, tuvo que haber estudiado el contexto cubano de la época.
“La Isla en ese momento era el centro internacional del tráfico de drogas, circulaban todos los canales de la heroína, y la cocaína también se había instalado en La Habana y aterrizaba por el aeropuerto militar de Columbia. Estuvo en manos de los militares cubanos todo el tiempo. En la década del 50 la cocaína corría en La Habana como agua de cabañuelas. No se puede tapar el sol con un dedo”.
Esa intolerancia ha afectado, incluso, a sus propios libros que abordan el tema de los norteamericanos en Cuba, asegura.
“Geraldine Chaplin quería filmar La Gloria City y nunca la pudo grabar por las presiones del bloqueo. Todo lo que venía de Cuba era tabú. Por otro lado, tenía un contrato con una editorial de Nueva Jersey y de pronto el editor me dijo que mis libros estaban suspendidos indefinidamente. Pero creo que no podemos olvidar las excelentes relaciones entre el pueblo cubano y el norteamericano. Pensemos en figuras ilustres como Henry Reeve, jefe de la caballería del Mayor Agramonte. Al luchador norteamericano le faltaban las piernas y aun así, cuando comenzaba el combate, sus ayudantes lo amarraban a la montura del caballo para compartir los peligros de la lucha”.
En Cuba, la cultura se caracteriza por no excluir al que viene de otra parte; al contrario, respetamos al otro por su valor, su inteligencia y sus condiciones -sostiene. “No me parece extraño que Hemingway fuera un gran amigo de Cuba y que deseara para Cuba y los cubanos un destino mejor”.
UN CAZADOR NATO
Sus relatos no comienzan por lo general en las páginas de un libro, sino en la propia vida. Algunos lectores no coinciden con uno -nos cuenta–, pero la mayoría no resiste la tentación de ver qué hay detrás del género de ficción.
“Hoy la novela se ha enriquecido y puede ser ensayo, periodismo, crítica; contener elementos historiográficos. La gente disfruta de la ficción pero no hay ficción pura. Si nos remitimos a los grandes maestros de la novelística universal, veremos que es así. La literatura no nace solamente de la imaginación”.
En su caso, los hechos lo confirman.
“En la década del 60, un amigo que era dealer me dijo un día que juntos íbamos a escribir un libro que estremecería el mundo, sobre los casinos. Durante un mes recorrimos La Habana. Yo descubrí el tema de la mafia norteamericana cuando era aprendiz en la barbería de Felo Centella, en el año 55. Tenía un amigo chofer que comenzó a trabajar con los narcotraficantes instalados en Camagüey. Además, a los dos años de publicar Conversación con el último norteamericano se me apareció un muchacho para revelarme la vida de su abuelo y que yo escribiera un libro. Su abuelo era de apellido Drake, descendiente directo del corsario Francis Drake”.
“Son historias fabulosas que te van cayendo”.
Hace unos días Cirules reencontró las grabaciones de aquel joven. Tiene que publicarlo, nos dice, porque daría una nueva visión sobre el mito y la leyenda. ¿Realmente Francis escondió gran parte de los tesoros que conquistó en tierras cubanas?
La escritura no se detiene. Y en sus manos, ahora mismo, hay un material listo para la imprenta sobre la participación de los cubanos en la guerra civil española. No adelanta más. Un buen cazador no muestra todas sus armas. Espera tener tiempo para reencontrarse con sus lectores y con las historias fabulosas que le faltan por contar. El mayor enemigo de un cazador nato de leyendas es siempre el tiempo.