«Soy propiedad del pueblo de Venezuela» declaró el músico Gualberto Ibarreto

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Hombre parrandero no debe morirse, para divertirse con sus compañeros, canta Gualberto en “A cuerpo cobarde”. Y lo veo llegar sobre una silla de ruedas, desde la que me saluda con un hilo de voz ronca, una sonrisa y la presencia del roble de su Sucre natal. Se considera beatleliano hasta la muerte, le gusta el jazz, la música clásica, pero primero está la venezolana. “Esa es la que uno lleva en el alma, la que es parte de la Patria que uno siente y sufre y goza.”

¿Qué se hace ante la voz de la infancia, una voz familiar en al menos cuatro generaciones venezolanas? Cuando muchxs éramos pequeños lo escuchábamos en la radio y pensábamos que de tan grande este hombre era en realidad dos personas, “Gualberto y Barreto”, y al crecer el desengaño bonito de ver a un solo tipo de camisa a rayas horizontales y un sombrero quizá de palma de corozo o de algún otro corazón vegetal. Son cuarenta años de vida musical y Gualberto es como la brisa, común a todxs, presencia agradable y común. Conocerlo de frente es el privilegio de estar ante una leyenda viva, como ver llegar al mismísimo río Manzanares.

“¿Por qué esta música que interpreto se ha mantenido de generación en generación? Porque hay muchas mujeres que amamantaron a sus bebés cantándole, por ejemplo, ‘Guácara’, ‘Cerecita’, las canciones de Luis Mariano Rivera, Enrique Hidalgo, Simón Díaz, Ibrahim Bracho, Perucho Aguirre, de tantos maestros de ‘pura cepa’ que han enriquecido nuestra música. Eso para mí es lo más importante,  me da orgullo, haberme mantenido por más de cuarenta años.

”Además, creo que me gané el cariño del pueblo venezolano por mi forma de ser y de interpretar nuestra música. Eso se lo agradezco a Dios y a todo el pueblo de Venezuela, porque no soy solamente admirado, sino querido, soy propiedad del pueblo de Venezuela, así me considero.”

¿Cómo comenzó todo?

“La música es parte indispensable de mi vida. Soy músico desde muchachito. Desde los seis años ya tocaba cuatro. Yo no cantaba, empecé fue en Mérida cuando me fui a estudiar en la universidad. Nada más me sabía tres canciones completas. Fui director del Orfeón del liceo y acompañaba a otros cantantes, me sabía la música pero no la letra. Tuve la oportunidad de estudiar en una primaria en la que nos enseñaban la música venezolana, ‘El Pájaro Guarandol’, ‘El Carite’, ‘El Chiriguare’, Tamunangue, tantas tradiciones. Por eso todo tiene que ver con la formación: los educadores, padres y madres tienen un papel importante en eso. De la formación nace todo. Es enseñar a nuestros niños a querer la música, a dormir con ella, escuchando ‘Moliendo café’, ‘Caballo viejo’, ‘Florentino y el Diablo’, o cualquier otra canción de nuestro repertorio. Y si no le quieres dar esta música de desayuno, almuerzo y cena, al menos una vez al día dale una ración completa.”

Después llegó el año ’75, cuando sale a la palestra musical, en las emisoras venezolanas casi no se escuchaba la música venezolana: “No le daban el sitio que se merece. Fue en ese escenario que ‘María Antonia’ se convirtió en un éxito rotundo, una canción que convulsionó a todo el país, y ayudó a abrir el campo para todos los géneros. Porque fíjate, para poder escuchar nuestra música en la radio teníamos que trasnocharnos o madrugar. A media noche o a las tres de la mañana era que la ponían. Así que con ‘María Antonia’ se abrieron todos los diales.”

Desde ahí inició junto a sus compañerxs una lucha que no ha parado hasta ahora. Para lograr que se hiciera permanente la presencia de la música venezolana en los medios. Por eso celebra el “uno por uno” de la Ley de Responsabilidad Social de Radio y Televisión, aprobada durante el gobierno del presidente Hugo Chávez. “Imagínate, tenemos una ley que dice que por cada canción extranjera debe sonar una nuestra”. Esta ley además establece la presencia de géneros de las diversas zonas geográficas del país, el uso de los idiomas oficiales indígenas, la presencia de valores de la cultura venezolana, la autoría o composición venezolanas, y la presencia de intérpretes venezolanos.

“Y también tenemos ahora la recién creada Ley de Cultura. Todas estas son herramientas que tienen influencias sobre la difusión de la música tradicional.”, dice.

Formación y cotidianidad, son los dos elementos que identifica el maestro cuando trata de explicarnos y de explicarse a sí mismo, por qué es su figura tan vigente en la música. “Más allá de sonar en los medios, lo que ha hecho que esta música prevalezca es que se vuelva parte de lo cotidiano. Por ejemplo, me he encontrado con niñas y niños de cuatro años cantando ‘El negro y el catire’, y otras canciones.  De hecho, cuando yo salí con todas esas canciones de Luis Mariano, “Cerecita”, “El sancocho”, en los colegios, para las presentaciones de fin de año, las familias iban a ver a sus hijos para saber quién cantaba y bailaba mejor. Entonces empezaron a mostrar obras teatrales musicales de estas canciones.

Homenaje en vida

Gualberto es patrimonio cultural viviente de Venezuela, este título lo recibió el 2011 en la Asamblea Nacional. Y el más reciente homenaje lo recibió en la Feria Internacional de Música de Venezuela, del Ministerio de la Cultura, en octubre de este año. “Este homenaje me satisface grandemente porque me lo hacen en vida. Siempre he dicho que los homenajes hay que hacerlos así, cuando uno puede disfrutarlos. Estoy agradecido a tantos amigos artistas por participar, por esta presentación, por tener este acto de desprendimiento.”

Trata de mantenerse al día con las políticas culturales, saber qué se hace para apoyar a artistas y cultores de trayectoria y emergentes: “Sé que ahora el Ministerio de la Cultura tiene una política actual de no solamente resaltar a los artistas en el territorio nacional, sino también en otros países. Todas estas instancias ayudan a que surjan las nuevas generaciones musicales y fortalecen las existentes, para que todos sembremos Patria, y soberanía. ¿Por qué estas políticas son importantes? Porque la música venezolana es un lenguaje que nos pertenece, es propio. Con ella aprendemos a que nuestro país es lo primero. Solo con escuchar música fuera de nuestro país, nos acercamos a un lenguaje que nos transporta. La música es como los olores, cuando nos llega nos hacer recordar de dónde somos.”

¿Hacia dónde debe ir nuestra música?

“La principal urgencia de la música venezolana son nuevos espacios en todos los medios y formatos, en programas resaltantes, en las casas disqueras. Sé que hay apoyo gubernamental, que se le está dando oportunidad al talento nuevo, pero es importante tener más espacios. No solo es grabar un disco, es promocionarlo nacional e internacionalmente, para que el pueblo lo conozca, y esto vale tanto para el intérprete como para todos los músicos y compositores. Al igual que el escritor, para el compositor su mayor anhelo es ver la obra publicada y divulgada. Y me refiero en esto a todos los ritmos, no solo los tradicionales sino los emergentes, a los de Nuestramérica.”

Se toma un vaso de agua antes de dar un consejo de viejo amigo: Durante las décadas pasadas lo más difícil fue la presencia de la transculturación, la invasión de lo externo. Había un arropamiento de esa música sobre la nuestra: “En Venezuela siempre le damos cabida a todas las expresiones, a todas las identidades del mundo, a todos los pueblos, somos de brazos abiertos y hospitalarios. Sin embargo, a los más jóvenes, los que están empezando en la música, les digo experimenten, no tengan miedo, pero la música que hagan debe ser una mezcla con nuestros ritmos. Les digo que experimenten pero que conserven la raíz, que esta raíz resalte por encima de la influencia, para que se cree algo nuevo que al mismo tiempo contenga la sustancia, la esencia, el alma.”

Promete un nuevo disco para el próximo año, cuando reverdezca su salud. Se despide con un abrazo y lo vemos irse contento, con lentitud de guácara.

Publicado en La Cultura Nuestra
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