Daniel Santoro, un pintor del peronismo
La obra de Daniel Santoro recupera la iconografía peronista en clave de debate político. Su modo de poner en pre
sente trazos, lógicas , nombres y palabras claves de la historia del movimiento produce un efecto de recuperación de las disputas p
olíticas centrales que de algún modo siguen vigentes en el presente. Aun cuando la lógica de la «tercera posición» que está expresada en algunas de sus obras que dialogan entre sí, parece fuera de tiempo, Santoro expresa allí un lugar de autoridad del pensamiento peronista des anclado de las corrientes de pensamiento europeas, dominante aun en los paradigmas liberales tanto a derecha como a izquierda.
El trabajo sobre el plano bidimensional y su marcada recuperación del trazo de manual, del trazo docente, puesto en juego constantemente en relación a enfrentamientos con un otro, con sujetos que adquieren identidad solo en tanto están en relación con el peronismo, trae también el lugar de centralidad que se adjudica desde aquel 17 de octubre este movimiento. Ya no es solo proponerse imaginariamente equidistante de un proyecto de derecha capitalista y de uno de izquierda marxista, sino constituirse en el actor que ocupa el lugar central en la política argentina. Eso que fue en 1945 sigue siendo en el presente y Santoro traza esa continuidad histórica con las formas y la construcción espacial.
La presencia de algunas de sus obras de Victoria Ocampo, figura central de la cultura liberal progresista de raíz eurocéntri ca y elitista que fomentó e influyó en gran parte de la producción
cultural más rica de Argentina anterior al peronismo, propone también una mirada sobre la respuesta cultural del peronismo a esa corriente de sentido, que se hace vigente hoy de un modo particularmente intenso, aunque no tan abiertamente definido como sería deseable. Lo políticamente incorrecto, pensando en las buenas conciencias de matriz sajonas, es parte del arte peronista.
El peronismo nos constituye culturalmente
Martín Piqué y Nicolás Eisler
Daniel Santoro parece un vecino más del barrio de Monserrat. Almuerza en el restaurante de la esquina de su casa y en un típico día veraniego, cuando las extremas temperaturas obligan a refugiarse a la sombra, cruza la calle y se aprovisiona en el supermercado chino de enfrente.
