Pablo Neruda en París

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“Para nosotros, bohemios, provincianos de la América del Sur, París, Francia, Europa, eran doscientos metros y dos esquinas: Montparnasse, La Rotonde, le Dôme, la Coupole y tres o cuatro cafés más…”. Doscientos metros y dos esquinas: eso representaba París para Pablo Neruda la primera vez que la visitó. Era 1927 y el poeta estaba de paso hacia Rangún, capital de Birmania -hoy Myanmar-, donde ejercería su primer cargo diplomático, y pasaría sus días y noches en el barrio de Montparnasse. En sus brasseries o cafés, conocería además a César Vallejo.

El recuerdo, extraído de sus memorias Confieso que he vivido, marca el punto de partida de una gran relación que lo vincularía con la capital francesa a lo largo de su vida. Ya en 1965, en una entrevista con Mario Vargas Llosa para la televisión pública francesa, Neruda aseguraba que “siempre aparecía alguna cosilla de París” en sus poemas, “algún hueso o alguna flor de Francia”. Sin ir más lejos, fue allí en 1971, donde le anunciaron el premio Nobel y, un año después, donde le diagnosticaron el cáncer que acabó con su vida.

Esos recuerdos y experiencias tienen ahora su propia Ruta Cervantes en París, al igual que otros escritores latinoamericanos, como el argentino Julio Cortázar o el mexicano Carlos Fuentes. Se trata de recorridos por la capital francesa organizados por el Instituto Cervantes que permiten descubrir la ciudad de la mano de un autor hispanoamericano, visitando los lugares que los marcaron. En el caso de Neruda, se extiende en casi 9 kilómetros y visita 14 sitios. Su autor es el chileno Felipe Tupper, poeta y gestor cultural radicado en Francia, quien destaca cómo desde los años 40 Neruda residió en París al menos una vez por década, hasta su muerte: “Francia siempre estuvo presente en su vida, desde que partió de Temuco a Santiago para estudiar francés, Neruda llegó a la capital con una noción muy instalada de lo que fue la poesía francesa. Ya leía a los simbolistas, Baudelaire y Rimbaud, y ya había leído a Víctor Hugo”, dice Tupper.

El viaje parte en el número 2 de la Avenida de la Motte Piquet, donde se encuentra hasta hoy la embajada chilena, donde el embajador reside y al que Neruda llamaba “el mausoleo”. “Entre 1936 y 1939, Neruda es nombrado cónsul de Chile para los refugiados españoles por el presidente Pedro Aguirre Cerda y allí comienza su relación con la embajada”, relata Tupper. “No fue fácil esa primera experiencia. Desde el embajador, que era Gabriel González Videla, diferentes personas le pusieron muchas dificultades, pero aún así se las arregló para gestar el viaje del Winnipeg a Chile con más de dos mil republicanos españoles a bordo. Este período es muy importante en su poesía, porque es cuando da el giro hacia una visión más política de las cosas. Sus primeros actos combatientes se gestionan en Francia, a donde llega desde Madrid tocado por la Guerra Civil y el asesinato de su amigo Federico García Lorca”, agrega.

En esa época, Neruda se instala junto a su esposa Delia del Carril en un departamento frente al Sena, en el 31 del Quai de L’Holorge en la exclusiva Ille de la Cité. Comparten departamento con el poeta español Rafael Alberti y su mujer, María Teresa León. Desde allí, recordó, “veía el Pont Neuf, la estatua de Henry IV y los pescadores que colgaban de todas las orillas del Sena”. Desde allí también organizan el II Congreso Internacional de Escritores antifascistas para la Defensa de la Cultura, que tuvo su sede en Valencia, España.

No lejos de la embajada, en el 56  de la rue Varennes, sigue el recorrido porque allí vivía Louis Aragon, el poeta francés y uno de sus grandes amigos junto a Paul Elouard. Cada vez que el vate chileno pisaba Francia visitaba a Aragón y muchas veces junto al escritor y ex embajador en París, Jorge Edwards: “Edwards estuvo muy cerca de Neruda cuando en 1962 llegó como tercer secretario de la embajada. Fue él quien le presentó a Mario Vargas Llosa y hay testimonios muy importantes de esa época en su libro Adiós poeta. Es Edwards quien recuerda el afán coleccionista de Neruda. Por eso -explica Tupper- el anticuario Le village suisse, en el número 78 de la calle Suffren, es otro de los puntos de la ruta situado a pasos de la embajada”.

Entre los años 60 y 70, Neruda suele alojarse en dos hoteles, el del Quai Voltaire, frente al río Sena y el Louvre en plena Rive Gauche, y el de Montblanc, en el barrio latino. Solía viajar dos o tres veces por año fuera de Chile, acompañado ahora por Matilde Urrutia, y el itinerario incluía casi siempre París y como punto final Moscú.

La cronología de Neruda devuelve el recorrido a la embajada, donde pasará los últimos días antes de volver a Chile enfermo de un cáncer a la próstata que le han diagnosticado en el Hospital Cochin. “En marzo del 71 obtiene el Nobel, lo que trastorna su vida, porque además de todo lo que significa ganar el premio, la carga de ser embajador de Chile en la UP era enorme. Es en Francia donde se negociaba la deuda externa chilena y donde un consorcio de Estados Unidos embargó una carga importante de cobre después de la nacionalización. Neruda quería vivir más que nunca fuera del mausoleo y se entera de que eso sólo lo consiguió Joaquín Fernández Fernández, embajador en París durante la clandestinidad del poeta y a quien dedica los siguientes versos de Canto General (1959): “Si usted nace tonto en Rumania, sigue la carrera de tonto. Si usted es tonto en Avignon, su calidad es conocida, por las viejas piedras de Francia, por las escuelas y los chicos irrespetuosos de las granjas. Pero si usted nace tonto en Chile, pronto lo harán embajador”.

Publicado en La Tercera
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