«Después de que el Presidente inaugura, mandos medios quitan los libros de las bibliotecas»

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La más amplia producción libresca de la negritud ecuatoriana está en la Biblioteca Municipal de Esmeraldas. Una muestra fue trasladada al edificio de la Biblioteca de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en Quito, durante la Fiesta del Libro y la Palabra, que    la semana pasada homenajeó a Nelson Estupiñán Bass y la Literatura Afroecuatoriana.

Mientras coordinaba el evento que llevó el subtítulo ‘Cuando las palabras florecían’, el director de la Biblioteca de Flacso, Eduardo Puente, mostró su preocupación por quienes resguardan la bibliografía del país. El inventario de bienes patrimoniales determinó que el 90% de bibliotecas históricas en Ecuador está en “una situación emergente, grave, a punto de desaparecer, ahí está la memoria y un país sin memoria…”.

Una de las ventajas de las bibliotecas es que reactivan los archivos históricos, los dinamizan y acercan a la comunidad…

Bibliotecarios y archivistas somos como primos hermanos. Queremos incluir a nuestros colegas porque somos gestores documentales, como asociación estamos por ofrecer un curso de capacitación para el manejo de archivos (históricos y de gestión). Si la situación en las bibliotecas es crítica, es peor para los archivos que requieren recuperarse, preservarse y tener un manejo adecuado.

¿Qué expectativas tiene frente al Plan Nacional de Lectura que presentará el Ministerio de Cultura en la Feria del Libro que iniciará la próxima semana?

Existe un enorme escepticismo en los sectores bibliotecario y editorial, incluso en los autores. Lo veo como una oportunidad porque el Ministerio convoca a los actores del sector para escuchar nuestros planteamientos e inquietudes, lo cual es un buen comienzo. No se  impone desde arriba, se consulta, conversa y en base a eso se harán unos lineamientos que se presentarán en la feria.

Ya era hora de que el Estado tome cartas en el asunto. El único sector bibliotecario que avanza a pasos gigantes es el de las universidades porque cumplimos requisitos que  pide el Consejo de Evaluación, Acreditación y Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior (Ceaaces) para ser acreditados en cada evaluación.

¿Y el resto de bibliotecas en qué estado se encuentra?

Las bibliotecas públicas y escolares, lamentablemente, son tierra de nadie. He planteado mi preocupación sobre las bibliotecas de Unidades Educativas del Milenio que están descuidadas. No estamos hablando de lo que podría ser un pasado oscuro. Son lugares en los que, hace quince días,   liquidaron a bibliotecarios, los acaban de despedir unilateralmente. Personas que se han capacitado con plata, es decir, de su propio sueldo han invertido para venir a Quito, para ir a Guayaquil a especializarse y, mediante una orden administrativa, los sacan, de la noche a la mañana. Eso me parece terrible.

¿Quiénes son los afectados?

Cuando hablé con las compañeras me dijeron que eran más de una decena las que estaban en esta situación en Manabí (ver subtema), algo que puede replicarse en otros lugares. Es un crimen cultural que, después de que el Presidente de la República inaugura unidades del milenio, otras autoridades, mandos medios que no tienen idea de lo que hacen, quiten los libros de las bibliotecas y usen esos espacios como aulas, embodegando los títulos. Esto debe ser corregido.

Esto no debe justificarse con que el Ministerio de Educación requiere  disminuir el gasto estatal. Si es así, que disminuyan los montos de viáticos o gastos suntuosos, que de pronto pueden haber, pero no se vayan contra los bibliotecarios. El Presidente ha sido enfático a apoyar los anhelos de investigación, ha invertido en la sociedad del conocimiento, en Yachay y beca a los mejores estudiantes… pero hay funcionarios que cierran bibliotecas porque al quitarles sus bibliotecarios estas se acaban.

¿La articulación de lo hecho por el Sinab (Dirección Nacional de Bibliotecas) al Sistema Nacional de Bibliotecas será una de sus propuestas al Plan Nacional de Lectura?

La liquidación del único proyecto libresco que tuvo cerca de 30 años de experiencia en el sector rural y urbano marginal terminó pero no es que las bibliotecas han desaparecido, están ahí, en el aire. El jueves pasado hablamos con la viceministra de Cultura (Ana Rodríguez) y se interesó en aglutinar esas nuevas bibliotecas en un nuevo sistema. A un año del fin del Sinab, sus bibliotecarios trabajan con la comunidad, ganan $ 350 y no piden aumento de sueldo sino que los tomen en cuenta, que actualicen sus fondos bibliográficos, aunque sea con los libros que varias instituciones públicas tienen embodegados. Es cuestión de coordinar para que salgan a las comunidades, donde sobreviven, con la necesidad de lineamientos.

¿Qué otras propuestas presentará?

Que en el Código de la Economía del Conocimiento, que está ahora en la Asamblea Nacional, se tome en cuenta el papel estratégico que tienen las bibliotecas. En el Código Ingenios solo está la posibilidad que se tiene ahora de que un ejemplar único pueda tener una copia para biblioteca, por temas de derechos de autor se abrió la opción de que un título que se ha agotado sea copiado para disponer de ese respaldo… está bien pero un código de esa naturaleza debería tener toda una sección o, acaso, un capítulo sobre las bibliotecas.

Y en cuanto a la Ley de Cultura…

Esperamos se incluya nuestra preocupación: sin bibliotecas no podemos hablar de un plan de lectura. Y esto va de la mano con el apoyo a la política editorial y a los creadores, sería bueno, por ejemplo, que se instaure la Bienal de Novela en Ecuador. Estamos para proponer, no solo para criticar. Y la propuesta es viable: no es que necesitemos millones para armar el sistema de bibliotecas, necesitamos coordinar, es una cuestión de gestión más que de dinero. (I)

Los despidos  truncaron plan de profesionalización

Según el bibliotecario Eduardo Puente, Diana Vélez fue despedida de su puesto en la biblioteca de la Unidad Educativa del Milenio ‘Carlos Romo Dávila’, en Flavio Alfaro. Lo mismo ocurrió con Lisbeth Palomeque Toral, de la Unidad Educativa ‘Pedro Agustín López Ramos’, ubicada en Pedernales; igual fue el caso de Clara Marilleny Sabando Párraga, bibliotecarias de la Unidad de Tarugo, en Chone. “Ellas, de la provincia de Manabí, fueron notificadas que cancelaron sus funciones, junto a María de los Ángeles Reyes, Rosana Alcívar y Lesli Candado…”, contó Puente a diario EL TELÉGRAFO.

Algunas de las bibliotecas continúan en sus funciones pese a los despidos, “les han dicho -contó Puente- que ‘el personal administrativo puede hacerse cargo’, es decir, una secretaria o alguien que no tenga mucho trabajo podría abrir, durante varias horas, una biblioteca para ‘prestar libros’. Abrir una estantería que nadie puede tocar es algo del pasado, ahora la biblioteca es un centro de recursos del aprendizaje de investigación, un centro cultural, dinámico, no cualquiera puede manejarla, se requieren profesionales”.

El déficit en el sector bibliográfico tendría a potenciales profesionales entre las mujeres que fueron liquidadas. Muchas de ellas se han especializado en Ecuador.

En otros países, cada día hay más profesionales en el área de bibliotecas porque es una profesión estratégica. (I)

Datos

La Escuela de Bibliotecología y Archivística de la Universidad Estatal de Guayaquil, que está intervenida, tiene más de 4 décadas pero es de modalidad presencial, lo que dificulta que bibliotecarios que están en otras provincias sigan la carrera.

Otra propuesta del plan de lectura y la Ley de Cultura es que se cree la carrera de bibliotecología en pregrado y posgrado y que sea semipresencial. Sobre lo que trabajan la Universidad Técnica del Norte, en Ibarra, y la Técnica Estatal de Carchi. La Universidad Técnica de Portoviejo tiene esta carrera presencial en pregrado y la Universidad de Bolívar, en Guaranda, está próxima a abrirla también para tercer nivel.

Diana Vélez, de la unidad Carlos Romo Dávila (Flavio Alfaro), Lisbeth Palomeque, de la Pedro Agustín López Ramos (Pedernales) y Clara Sabando, de la unidad de Tarugo (Chone) también habrían sido despedidas.

Publicado en El Telégrafo
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