Una muestra y un libro desandan la obra del pintor argentina Felipe Noé

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A la entrada de la galería hay una frase que convoca: «Tengo 82 años, no obstante… -y el propio Noé completa la frase- sigo trabajando, creo que sigo renovándome, creo vanidad aparte, que me siento más maduro y más joven aunque parezca una contradicción».

«Me gustan las paradojas o oximorones -prosigue-, pero siempre digo que lo concavo también es convexo. La vejez también es buena, sin voluntad de compararme con nadie y sobre todo con grandes, grandes maestros, pero siguiendo su ejemplo recuerdo que Tiziano, Monet, Matisse, sus mejores obras las hicieron de viejos y yo pretendo lo mismo».

Las obras que cuelgan de las paredes de la galería se conjugan con otras que irrumpen en el espacio con un formato escultórico, donde se condensan las preocupaciones constantes de Noé.

«Durante años el artista habló de estética del caos, como una dinámica propia de este tiempo, en que la contradicción es intrínseca -a su propio modo de entender el mundo- y llevó esta contradicción a sus creaciones», apunta la curadora Cecilia Ivanchevich en el catálogo de la exposición.

Noé recuerda los primeros años, allá a principios de los 60: «Cuando yo comencé es como si hubiera ido a una estación, saqué un boleto para un lugar en la búsqueda de una imagen pero ese tren -siempre el mismo- tiene distintas etapas y ese es el cambio. Siempre he estado cambiando y siempre he estado inmóvil».

«Y creo que el tren avanzaba en línea recta, pero ahora siento que está en una curva, alcanzo a ver la estación de llegada y es el punto de partida. La respuesta la tengo con la pregunta», desliza sorprendido.

El artista analiza desde el hoy y se detiene en una especie de escultura pintada, «más que esculturas son pinturas tridimensionales, con fragmentos que se cruzan, es como una nueva etapa de las instalaciones que hice en 1964 y 1965», dice y junta en un instante presente y pasado.

«Estas son más sólidas, no hay que armarlas ni desarmarlas, y esto explica -afirma- lo de la madurez y una nueva mirada sobre lo hecho».

«La de acá -señala- se llama «Proyecto de Monumento a la Humanidad» (acrílico y tinta sobre papel, tela y poliestireno expandido, 225 x 170 x 90 cm), hay muchas cosas insinuadas y 200 alusiones figurativas, tratadas de una manera muy diversa».

El maestro se acerca a la obra para mostrar cabezas grandes o pequeñas esbozadas: «Este es Buda, aquí el famoso Dios Barbudo y arriba de todo hay un ojo, y juego mucho con figuras abstractas, aunque nunca hago diferencia entre lo abstracto y lo figurativo. Y allá está «Facetas» (acrílico, tinta y papel sobre poliestireno expandido, 200 x 110 x 60 cm), en la misma sintonía.

En estas obras, precisa Ivanchevich, «los cuerpos escultóricos proponen planos de ocupación en el espacio que luego se contradicen por el color. Es decir, el espacio que avanza en un sentido y el color a veces retrocede, o viceversa. Incluso en algunas oportunidades se neutraliza. De este modo Noé nos brinda una lúdica fiesta para el ojo».

Cómo se enlaza esta muestra con el libro «Mi viaje-Cuaderno de Bitácoras», de dos tomos, que va a presentar el 10 en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (San Juan 350) ¿Es un balance?

«‘Mi viaje’ tiene más de 150 producciones de obras mías, he vivido en diez etapas, que son un poco las estaciones del tren. Y es mi viaje artístico», indica mientras repasa las hojas del libro que sobresale entre los catálogos de la muestra.

El segundo, «Cuaderno de Bitácora», «es un testimonio e inventario. No es una autobiografía -salvo el primer capítulo que hablo de mi infancia-, ya el segundo capítulo se llama ‘Otra Figuración’ y mi curriculum se abre con anécdotas de distintos momentos, comentarios de otros o míos, alusiones no solo a mis pinturas, sino cosas que he escrito, en total me ha llevado casi diez años pero estoy contento porque llega casi a la actualidad», desgrana Noé.

«Tengo el privilegio de mostrar a Yuyo cada año, todos los noviembre, esta vez también diciembre, y ahora me dijo: ‘Esta es la madura y la más fresca'», confiesa Mariana Povarché la directora de la galería.

«Ya no me sorprende más pero tanto como artista visual, escritor, docente, siempre su línea de pensamiento es tan coherente como su mano y su generosidad a la hora de formar artistas, casi todos han pasado por una clínica suya, algo muy conmovedor», concluye.

Luis Felipe Noé nació en Buenos Aires en 1933. Estudió en el taller de Horacio Butler. Vivió en París y en Nueva York. Entre 1961 y 1965 formó parte del grupo conocido como Otra Figuración o Nueva Figuración Argentina (con Ernesto Deira, Rómulo Macció y Jorge de la Vega.

Desde 1959 ha realizado más de 129 exposiciones individuales. En 1995 y 1996 realizó muestras retrospectivas en el Museo Nacional de Bellas Artes y el Palacio de Bellas Artes de México D.F. y en el 2010 en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, Brasil.

Ha recibido innumerables premios, entre ellos el Gran Premio de Honor del Fondo Nacional de las Artes (1997), el Konex de Brillante a las Artes Visuales y el Salón Manuel Belgrano (2002), y este año el Premio a la trayectoria de la Academia Nacional de las Artes.

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