Morales Santos: “El que cree que es escritor y no lee, está perdido”

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Muchas generaciones de escritores guatemaltecos han nacido y desaparecido frente a sus ojos, Francisco Morales Santos ha sido testigo en primera línea de las batallas que la literatura ha emprendido en un país en donde generalmente las grandes obras pasan inadvertidas. Morales Santos recientemente cumplió 75 años y desde 1999 está al frente de Editorial Cultura. Sus 16 años dirigiendo esa casa editora se dicen fácil, pero en realidad han sido tiempos difíciles.

Háblenos de sus inicios como escritor/editor…

Publiqué por primera vez cuando tendría unos 18 años, en un semanario de la Antigua. Posteriormente empecé a relacionarme con un grupo de personas que más tarde se convertirían en miembros del grupo Nuevo Signo, en esa época todos estábamos dispersos.

Empecé con unas publicaciones propias y ese trabajo le gustó a alguien más (Delia Quiñónez creo) y me dijo “yo quiero hacer una publicación igual”. Cumplimos nuestro objetivo, hicimos lecturas de poesía y fuimos publicando. Dos años después el grupo se disolvió, allí se cierra mi primera etapa de editor.

Años más tarde en la década de los ochenta comencé a trabajar en la Revista Crónica (en su primera etapa) todo fue escribir, escribir y escribir durante nueve años.

Usted ha conocido a muchas generaciones de escritores, ¿quiénes han sido los más influyentes en su obra?

Siempre me gustó buscar a la gente mayor porque uno sabe que de ellos siempre se aprende, claro no todos lo reconocen así, sobre todo los muchachos de ahora. Como dice Mario Benedetti “los poetas somos hijos díscolos, reconocemos a nuestros padres. Los narradores son parricidas respecto a sus padres.”

En Antigua conocí a Manuel José Arce y Valladares, poeta quien había sido secretario de la Embajada de Guatemala en Colombia. Fue a través de Arce y Valladares que conocí a su hijo Manuel, el dramaturgo y nos hicimos grandes amigos. Luego mientras estudiaba la secundaria, un amigo me dice “aquí viene todos los sábados César Brañas”, eso nos impulsó a buscarlo un sábado, fuimos juntos dos o tres veces, después yo me quedé como visitante asiduo cada sábado. Brañas vivía en la ciudad pero tenía una casa en la Antigua y por eso viajaba cada fin de semana.

Luego fui a buscarlo a El Imparcial, le llevaba mis textos hasta que un día me dijo “mejor vaya con Paco Méndez porque él tiene un criterio muy interesante”. Así sucesivamente fui encontrando una serie de escritores de la plana mayor. Empecé a publicar algunos poemas en El Imparcial, un periódico que se caracterizaba por eso, porque daba cabida en su segunda página a la poesía.

¿En qué momento conoce a Luis de Lión?

Lo conocí en el año 60 o un poquito antes en San Juan del Obispo en circunstancias muy especiales. Yo iba por una novia a San Juan y de repente frente a la iglesia me encuentro con él y me dice: “usted es Francisco Morales”, le respondo que sí y le pregunto “usted es Luis de Lión”.

¿Cómo es que se conocían de antemano?

En la Antigua todo mundo se conoce. Él estudiaba en el Instituto Nacional para Varones y yo estudiaba en un colegio y como siempre había concursos de oratoria y declamación de alguna forma ya nos habíamos visto.

Luego con el tiempo nos reuníamos por lo general los sábados. Platicábamos y leíamos las cosas que cada uno hacía, nos hacíamos crítica el uno al otro, una especie de taller entre los dos. Hasta que llegó un miércoles en donde encontré a su esposa con la cara desencajada y me contó que lo habían secuestrado y nunca más apareció.

¿Qué cambió en usted al momento de perder un amigo de esa manera?

Para mí todo el período del conflicto armado fue muy duro porque no perdí solo un amigo, perdí varios amigos. El primero fue Roberto Obregón, un poeta con mucha visión y disciplina, de él aprendí muchas cosas en cuanto al trabajo poético, desafortunadamente lo desaparecieron en la frontera Las Chinamas. No supe nada de muchos amigos hasta que trabajé en la edición de Guatemala nunca más. Fui amigo de Oscar Arturo Palencia, asesinado a plena luz del día cerca de la 16 calle entre primera y segunda avenida, también desaparecieron a Chema López Baldizón otro de mis amigos. Fueron muchos en realidad.

¿Cómo cambió su sentir a partir de los Acuerdos de Paz?

Pues empeoró. La gracia de los Estados Unidos siempre tiene que ver con nuestras infelicidades, cuando ellos se sacuden de los antisociales y los mandan para acá, surgen las maras que encuentran un caldo de cultivo en Centroamérica. Las pandillas se empiezan a nutrir de todos aquellos que no tienen con quién ni dónde acudir porque pertenecen a hogares desintegrados. El Estado se desentendió en los años de la guerra de la niñez y la juventud.

¿Qué cambios percibió en el plano literario a partir de la firma de la paz?

Realmente la situación literaria no tiene que ver con eso propiamente. A diferencia de la situación política que se vivió durante todos estos años, los escritores siempre iban como adelante. Por ejemplo cuando Mario Roberto Morales dice “matemos a Miguel Ángel Asturias”, le paró el pelo a un montón de viejas y no lo estaba diciendo literalmente sino en un sentido metafórico, es decir dejar de escribir como lo hacía Asturias, ya no seguir su forma de escribir, hablar con otra voz. Es entonces cuando surgen un grupo de novelas, Los Compañeros y Los Demonios Salvajes.

_Cul4-5_1A¿Quiénes más pueden incluirse en esta corriente?

Existe otra novela que si bien no sale en ese momento se encuentra dentro del mismo grupo y estoy hablando de El tiempo principia en Xibalbá, la primera novela escrita por un indígena y que me disculpe Humberto Akabal pero de Lión es el primer escritor indígena de esta nueva corriente, no hay otro. Que no escribe en un idioma de origen maya, eso es otro cantar pero uno puede asumirse como lo que es y como lo que uno siente por el entorno en donde ha vivido, y Luis vivía en un mundo indígena.

Yo mismo me considero k’aqchikel aunque no hable el idioma, soy de dos mundos. Los indígenas no me ven como tal y los ladinos no me ven como tal, aquí no se reconoce al mestizo. Pero eso siempre lo pasamos por alto, lo que importaba era escribir y decir lo que había que decir.

A contrapelo de todo lo que estaba sucediendo, nuestra poesía siempre fue de denuncia. Hubo gente que leyó, que empezó a hacer cosas y a buscar nuevos caminos plasmando nuestra realidad en sus novelas y poemas.

¿Quiere decir que ese parteaguas en la literatura surge durante la guerra con el alejamiento de la obra de Asturias?

Sí porque a pesar de que Asturias es grande y único, varios escritores empezaron a alejarse de él y a hacer otro tipo de obra influida por otras corrientes. Los movimientos no vienen así porque si, siempre hay antecedentes. Escritores como Mario Roberto y Marco Antonio Flores son personas que conocen a la generación beat (Kerouac, Ginsberg y Burroughs) y a otros escritores norteamericanos que también influyeron en la literatura latinoamericana, también la literatura de la onda en México tienen mucho que ver con ese rompimiento.

Veamos otra cosa, así como hay escritores de la ciudad, también existen escritores de la provincia. Por ejemplo, en el grupo Nuevo Signo casi todos venimos de allí y expresamos lo que hemos vivido. El mundo de Arango (Luis Alfredo) es un mundo al interior, lo mismo que José Luis Villatoro y mi trabajo porque aunque estamos en la ciudad pesa más la otra parte de nuestras vidas.

A partir de la firma de la paz lo que surge es la literatura testimonial. El caso paradigmático de Mario Payeras con Los días de la selva, el libro polémico Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, Víctor Montejo también tiene un libro en esa línea de cuando él era maestro en Huehuetenango y de cómo empieza a intervenir el ejército en el área, esos libros junto a los del padre Falla conforman otra etapa de nuestra literatura.

¿Qué opinión le merecen hoy, la escena de la provincia y la ciudad?

Desde el mundo indígena en la actualidad hay escritores jóvenes muy buenos entre ellos Sabino Esteban Francisco originario del Triángulo Ixil, en Huehuetenango y Cobán puedo identificar a varios.

Hay una proliferación de escritores y ese es un fenómeno que ocurre todo el tiempo, se produce una gran efervescencia en determinado momento pero también se van decantando hasta que se van quedando 3 o 4 de 10 o 15 que empezaron. Solo los que perseveran en el camino de la literatura; porque no se trata solo de tener el ejercicio sino prepararse y leer, no hay universidades donde enseñen literatura sino enseñan a hacer análisis de la literatura pero no a escribir.

¿Qué siente cuando deciden hacerle un homenaje?

La verdad me emociona y a estas alturas no voy a decir que es un compromiso para seguir escribiendo. No, el compromiso lo tengo desde hace mucho tiempo.

¿Quiere agregar algo?

Un saludo a la afición.

Publicado en La Hora
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