Recuerdos de un diciembre de furia

1.218

Hubo una noche en la que Córdoba se transformó en territorio maldito. Un acuartelamiento policial de varias horas, en reclamo de mejoras salariales, provocó situaciones que vistas hoy, en el registro amateur y tembloroso de los celulares, parecen tomas descartadas de una película de terror de bajo presupuesto. Pero fueron hechos dolorosamente reales. La violencia y el desconcierto crearon un escenario anárquico en el que cada ciudadano, sin presencia de las fuerzas de seguridad, mostró su verdadera cara. No es necesario refrescar mucho el recuerdo, quien vivió aquella jornada no va a olvidarla tan fácil. Fue hace dos años exactos, el 3 de diciembre de 2013.

A partir de entonces ocurrieron muchas cosas, pero sobrevuela la impresión de que el desprecio por el otro sigue latente, porque aquella noche la violencia sólo pasó de un plano simbólico a uno más real, menos discursivo y más físico. Parece necesario estudiar las causas y consecuencias no sólo desde la óptica política y sociológica, sino a través de otras disciplinas humanísticas. Y allí aparece el arte en sus diferentes manifestaciones, para ofrecer una mirada desde el cine, la música, el teatro o la literatura sobre una situación que muchas veces cuesta comprender.

Uno de los primeros que tomó partido en ese aspecto fue Carli Jiménez con su canción Un día de furia, publicada algunos días después de “la noche de los saqueos”, como se conoce popularmente a esa jornada oscura. Se trata de un cuarteto de protesta que pone el foco en la violencia que se vivió entre los habitantes de los barrios. “Y al final todos saqueamos/ si no hay canas en el barrio/ nos matamos entre hermanos/ me desconocés, te desconocés/ salen francotiradores/ justicieros vengadores/ con manos manchadas por toda la sangre/ jugando a la ley”, canta Carli, mientras el videoclip muestra imágenes de los enfrentamientos y capturas de pantalla de algunos mensajes que se pudieron leer en Facebook.

Justamente del comentario de un usuario en esa red social surge el título La Hora del Lobo, el documental de Natalia Ferreyra que recrea esa noche a través de testimonios de algunos testigos directos e indirectos del barrio de Nueva Córdoba, uno de los focos más cruentos del enfrentamiento entre “saqueadores” y “defensores”. La gran virtud de esta pieza audiovisual es que no baja línea, porque esa tarea la completa el espectador: es él quien establece quién fue el héroe y quién el villano, quién el cómplice y quién el culpable en esa tierra de nadie, un espejo moral que nos ubica de un lado u otro.

“Saca lo peor de vos. Tenés toda esa indignación por dentro… No hay una palabra para definirlo, es indignación más un montón de cosas que se convierten en ganas de vengarte”, dice uno de los entrevistados del documental, en el intento por racionalizar ese extraño estado de ánimo que experimentó mucha gente esa noche.

Inspirado en ese documental, Lisandro “Tato” Masuet, una de las mitades del dúo deindie rock Los Fantasmas del Descenso, escribió El lobo, una canción que refleja en tono melancólico los hechos que tuvieron lugar ese 3 de diciembre. “Yo viví toda mi vida en Nueva Córdoba. Por más que ahora no parezca un barrio (en el sentido tradicional de la palabra) o parezca parte del centro, es ‘mi’ barrio. Esa noche, por distintos motivos, no llegamos a dimensionar lo que había sucedido”, comenta Masuet. “Cuando vi por primera vez la película de Natalia Ferreyra logré asimilar, de alguna manera, la magnitud de los hechos. Y luego escribí la canción”.

El tema, aún inédito pero que Masuet suele tocar en vivo, refleja la soledad y el miedo de alguien que observa los disturbios desde una ventana, sin poder hacer mucho para cambiar las cosas. “Me amenazó/ la vecindad/ el barrio va a pagar por la mañana/ Lejos de la ciudad alguien me llama/ Cae una lágrima”, son algunos de los versos de la canción.

El teatro independiente también tuvo lecturas de los acontecimientos. Osayap, obra infantil del grupo Mutttis, fue concebida luego de los saqueos e intenta narrar un “cuento del porvenir” a partir de una convivencia sana y respetuosa entre todos. También está la obra Aleeegría, de Luciano Delprato, donde se reflexionó que Córdoba “había degenerado su proyecto de comunidad modelo de educación, reflexión y pujanza industrial en un rejunte de enemigos de clase enfrentados a muerte los unos contra los otros”, según explicó el director.

A nivel académico, las lecturas de los saqueos también alimentaron investigaciones interesantes. Una de ellas, a cargo de José Platzeck, se titula Zombipolítica y estudia el reflejo de los medios de comunicación y el discurso oficial sobre los hechos. En un ensayo que será publicado en la revista Caja Muda, Platzeck utiliza la figura del zombi en la ficción para compararla con el escenario del acuartelamiento. “El caso era aprehendido por los medios como una ficción zombi acabada: Córdoba, una zona en ‘cuarentena’, como sintetizaba la radio, los vecinos – ‘que son los que pagan los impuestos’ en la curiosa delimitación del gobernador– frente a la horda”, escribe al comienzo de su trabajo.

Esa noche de 2013 dejó claro que a veces no hace falta prender la televisión para ver imágenes de espanto.

“Deliverys”, un relato adelantado

Incluido en el libro Despiértenme cuando sea de noche (publicado en 2010 por Editorial Nudista) y ambientado en el barrio de Nueva Córdoba, el cuento “Deliverys” refleja de forma tácita pero bastante precisa un desprecio de clase que ese 3 de diciembre de 2013 mostró su costado más atroz. Su autor, Fabio Martínez, comenta que el disparador de ese relato fue el conflicto campo-gobierno que ocurrió en 2008. “El cuento tiene algunas cosas mínimas, pero habla sobre ese contexto. En aquel tiempo, Nueva Córdoba era procampo, yo vivía ahí y recuerdo discusiones de balcón a balcón. Cuando ocurrió el ‘voto no positivo’ de Cobos, hubo gente que salió a festejar a la calle”, rememora Martínez en diálogo con Ciudad X.

En el cuento, un altercado en un boliche entre dos grupos de jóvenes de distintos estratos sociales termina de forma trágica. En ese escenario, Martínez describe las acciones de los personajes con gran pericia y, al hacerlo, también muestra las dos caras de una sociedad que desprecia al que es diferente. En este caso, la literatura se adelantó a lo que ocurriría poco después.

“Era algo que estaba muy presente en Nueva Córdoba, como una olla a presión que estalló la noche de los saqueos”, dice el escritor salteño, radicado en Córdoba desde hace varios años.

Publicado en La Voz del Interior
También podría gustarte