Alma Watan es la creencia andina que dicta que cuando se mata a alguien, el alma de la víctima se amarra al asesino y lo atrae. Esta manifestación da título a la más reciente obra de Mondacca Teatro, que intenta sondear lo que pasa en la mente del asesino, quien en nombre del amor, termina lastimando y destruyendo a la persona amada. En este caso, una mujer.
La obra de suspenso psicológico se presentará del viernes 26 al domingo 28 en el Teatro Nuna (final calle 21 de Calacoto, 8509, zona Sur), a las 20:00. El precio general de las entradas será de 40 bolivianos. Más adelante, el elenco llevará a escena la pieza en los principales escenarios del país.
«El tema trata de un feminicidio, en este caso específico, con un desenlace cruel. La obra intenta explorar lo que aconteció en el interior de este personaje para que llegue a esa situación. Ahí tenemos la familia, los padres, la niñez, y aquellos detalles que por ahí se han omitido”, asegura David Mondacca, quien trabajó en el texto deAlma Watan desde hace un año y medio, a partir del contexto actual.
La historia de Marcial y Francisca está basada en un hecho real ocurrido el año 2000 en La Paz, del cual se hizo cierta investigación, sumado a muchos otros casos muy similares, cuya historia se repite.
«De pronto se encuentran detalles terribles que, si la gente que rodeó a estos personajes hubiera estado en alerta, no habría ocurrido. Había demasiadas señales como para que no se haya percibido que algo malo iba a pasar, y esta obra, un poco, tiene que ver con esta ola de feminicidios que parece imparable”, por lo cual la pieza hace énfasis en el machismo, según Mondacca, que está tan implicado en nuestro cotidiano vivir.
Un texto de una tremenda fuerza dramática es como califica Mondacca a la obra. Una de las más fuertes que le ha tocado interpretar a lo largo de sus 43 años de trayectoria.
La obra, que representó a Bolivia en el Festival Internacional de Teatro Zicosur, en enero en Chile, recibió comentarios positivos de la crítica especializada de ese país.
Bajo la dirección y puesta en escena de Claudia Andrade, en la obra se utilizan varios recursos, como la proyección, la animación y la voz en off.
«Creo que la obra quiere descartar aquella idea que está casi enraizada en nuestro modo de ser, que se sufre de amor. Al escribir este texto, tengo la impresión que nos hemos acercado en algo a esos recovecos que tiene nuestra psique para que procedamos de esa manera”, afirma Mondacca.
En este caso, «ella no hizo caso a las señales de alarma que había en esa relación”, por lo que el teatro cumple un rol de denuncia, de un espacio de reflexión, de entrever lo que pasó inadvertido y sobre todo -sumado a la coyuntura actual en el país- , para exponer el hecho que «tal vez nos hemos hecho ya inmunes, indiferentes ante esta situación”.
En ese sentido, Mondacca Teatro propone hurgar en la educación, la familia y la niñez, porque en la obra todo ello repercute cuando el personaje pierde los estribos, ya que el pasado se le viene encima.
Igualmente, «ella se encegueció con el afán de salvar al otro personaje, aún sabiendo que en ese salvataje ella podía ser afectada. Entonces aparece la frase que dice ‘El corazón tiene razones que la razón no comprende’”, por lo que se expone como reflexión, la posibilidad de prevenir.
Para provocar aún más al espectador, el actor recurre a una técnica diferente para plasmar la violencia pasivo-agresiva que tiene el personaje principal: el silencio. Es así que sin pronunciar palabra alguna, éste doblega a su víctima.
Se suma una serie de escenas con mucho simbolismo, en las que el intérprete trabaja conjuntamente con la imagen y el audio. Una fusión entre la actuación y el manejo de objetos, en la cual se verá a «un David Mondacca contenido”.
La apuesta, de 55 minutos de duración, es distinta de todo lo presentado antes por Mondacca Teatro, puesto que a los varios recursos se suma «presencia” de Francisca en la voz de la directora. Una estética novedosa, «algo que no hemos hecho antes”, complementa Claudia Andrade.
Para ello, el trabajo de animación estuvo a cargo de Jhazel Vargas y la musicalización es de Luis Elías, cuyas composiciones fueron creadas por Pablo Huáscar.