Nicolás Guigou: «Es muy difícil salir de los marcos de una sociedad patriarcal que al mismo tiempo es una sociedad de clases»

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El Día Internacional de la Mujer es una fecha que se celebra en varios países del mundo. Cuando las mujeres de todos los continentes, a menudo separadas por fronteras nacionales y diferencias étnicas, lingüísticas, culturales, económicas y políticas, se unen para celebrar y contemplar una tradición de no menos de noventa años de lucha en pro de la igualdad, la justicia, la paz y el desarrollo.

Los orígenes del Día Internacional de la Mujer se remontan al año 1908, cuando 146 trabajadoras textiles de Nueva York murieron calcinadas a causa del lanzamiento de bombas incendiarias para forzarlas a salir de la fábrica Cotton, que habían ocupado en reclamo por mejores salarios y condiciones de trabajo.
Dos años después, el 8 de marzo de 1910, se proclama oficialmente el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, celebración que con el tiempo fue perdiendo su carácter obrero y pasó a ser una jornada en la que se reclama igualdad de derechos para las mujeres en todos los ámbitos.

En entrevista con El Telescopio, el antropólogo social Nicolás Guigou, reflexionó sobre la incidencia de la cultura en la construcción social de la mujer a lo largo de la historia, “el ser mujer en la contemporaneidad está marcado, en parte, por el hecho de vivir en una sociedad patriarcal. Es decir, no hay una esencia mujer como no hay una esencia hombre. La configuración está muy vinculada a la sociedad en la que vivimos”. Además, dio cuenta de diferentes mecanismos que subyacen en una sociedad que legitima la desigualdad y la discriminación.

¿Cuánto incide la cultura de una sociedad en la configuración del ser mujer?

El ser mujer en la contemporaneidad está marcado, en parte, por el hecho de vivir en una sociedad patriarcal. Es decir, no hay una esencia mujer como no hay una esencia hombre. La configuración está muy vinculada a la sociedad en la que vivimos, la que también se construye con la lucha de las mujeres. Lo que pasa es que es muy difícil salir de los marcos de una sociedad patriarcal que al mismo tiempo es una sociedad de clases. Las críticas al feminismo liberal tienen que ver con insistir únicamente en el patriarcado y olvidarse que es una sociedad dividida en clases. O insistir en la equidad de oportunidades olvidándose que también es una sociedad en la que hay que pedir igualdad. Hay una diferencia. Hay un discurso hacia la equidad, que es absolutamente pertinente pero si éste no va acompañado de una crítica a la sociedad de clases, entra en el marco de una sociedad liberal.

Equidad quiere decir que vos y yo tengamos las mismas oportunidades para acceder a un trabajo con el mismo salario, y que nos exploten de la misma manera a cualquier de los dos, hombres y mujeres. Todavía en Uruguay las mujeres siguen ganando menos que los hombres por el mismo trabajo. Hablar de esto tal vez sea un poco radical pero uno percibe que a medida que el feminismo liberal se va constituyendo como hegemónico, a veces la equidad que es importante defenderla, se desacopla mucho de pedir igualdades y luchar por qué no exploten a nadie. Este tipo de feminismo liberal es muy criticado por otras corrientes feministas. Hay una re configuración en la cual la agenda internacional liberal obviamente va a postular con mucha más vehemencia la equidad que la igualdad. Porque la igualdad significa también criticar fuertemente la base de nuestra sociedad determinada económica, política y culturalmente.

Desde la cultura occidental se han logrado y conquistado diferentes derechos ¿que pasa con las culturas orientales en la que algunos derechos de las mujeres no tienen cabida?

Ahora hay una corriente de feminismo islámico importante. No todo es blanco y negro, hay muchos discursos sobre los derechos de las mujeres que desconocen las prácticas culturales concretas de diferentes lugares. Es una corriente donde cada vez más mujeres islámicas se involucran y tratan de volver al viejo islam donde los derechos de hombres y mujeres eran mucho más acordes que en otros países más conservadores.

¿Es correcto naturalizar determinadas prácticas por el solo hecho de pertenecer a una cultura diferente?

No. Porque si vos miras a cualquier país inclusive a una aldea de población indígena, se ve visiones diferentes de mundos. Capaz que hay una base común de pensamiento pero hay cuestiones en las que pensamos directamente diferente. Este es un mundo interconectado, es decir, la desigualdad entre hombres y mujeres y la falta de oportunidades no tienen un argumento cultural que los justifique. No lo hay, porque en cada sociedad se ve que las mujeres se organizan, arman estrategias para cambiar las cosas, y muchas veces con dificultades enormes porque hay represión por parte del Estado. Decir que una cultura funciona de tal modo y por tanto hay que respetar y que sea lo que sea, no tiene mucho sentido porque cuando entras a esa cultura encontrás una dimensión heterogénea conectada con otras partes del mundo. Un gran error es pensar en las mujeres como una totalidad, es decir esencializar y naturalizar. Hay mujeres que explotan a mujeres, explotan a hombres y son ricas. Y hay mujeres de diferentes sectores sociales, de diferentes grupos étnicos y grupos culturales.

¿Cuánto peso cree usted que tienen diferentes políticas públicas, como la ley de cuotas o el matrimonio igualitario, en la percepción social de la mujer?

Cambian radicalmente la situación y vienen a cristalizar procesos que ya se venían dando. Por ejemplo, el hecho de que mujeres del mismo sexo se casen y vaya toda su familia, coloca a esa situación no como una perversión ni como un lugar escondido de la sociedad sino como algo que se empieza normalizar y naturalizar. Lo mismo con la ley de salud sexual y reproductiva. En Uruguay siempre se abortó mucho, pero una cosa es que se aborte en términos ilegales con todos los riesgos que esto implica y otra cosa es que exista un marco legal que ampare las decisiones de quienes deseen hacerlo. No es la mejor ley del mundo pero le saca el estigma a la práctica del aborto.

¿Y con respecto a la ley de cuotas?

Se ha discutido mucho, pero si la sociedad no gestiona los mecanismos para que haya una representación más o menos equitativa, se tienen que generar por la ley. Capaz que no es el mejor camino pero si no se crean este tipo de leyes en las condiciones culturales, políticas y económicas en las que estamos inmersos, posiblemente parte de los grupos (mujeres, afros, trans) estén ausentes del campo de toma de decisiones.
Mientras las sociedades maduran para enfrentar esas cosas hay que generar estos mecanismos de inclusión. Sino las tomas de decisiones y los espacios laborales y demás los ocupa siempre un mismo grupo. ¿Si no existiera la ley de cuotas, por ejemplo los trans, podrían acceder a determinados trabajos? La respuesta es no. Lo mismo sucede con las mujeres y con los/as afrodescendientes.

Esto ayuda a pensar a la sociedad en la exclusión, porque si no fuera por la ley de cuotas, determinados grupos no estarían siendo representados. Sirve para repensarnos como sociedad heterogénea. Si desde el Estado no se gestan mecanismos de inclusión se está colaborando con la reproducción de la exclusión y la discriminación. Lo mismo que la representación de mujeres en la política. Si esperamos que se dé naturalmente tal vez no pasaría nunca. Uruguay tiene todo un discurso igualitarista, democrático y demás, pero en términos de datos duros, los afros ganan menos que los blancos y las mujeres menos que los hombres. Si están igualmente calificados por el mismo trabajo deberían ganar lo mismo. Esta situación no se sostiene solo por una cuestión simbólica, a veces cuesta entender que la discriminación también es rentable económicamente para el empleador. Por ejemplo a los inmigrantes de otros países, les pagan nada por trabajos súper peligrosos y si les pasa algo están ilegales y ya está. Es muy perverso porque no solo hay una cuestión cultural, social y simbólica fuerte, sino que todo el sistema de exclusión de la sociedad patriarcal y de clases termina siendo rentable económicamente.

Al re configurarse la percepción y la auto percepción de la mujer ¿también se re configura la masculinidad?

Totalmente. Hay nuevas construcciones de masculinidad y las concepciones clásicas de hombre están en una crisis tremenda. No tienen lugar para mantenerse las ideas heredadas socialmente que antes eran hegemónicas.
Hay muchas maneras de ser hombre heterosexual, bisexual, homosexual etc. Y de la misma forma hay muchas maneras de ser mujer, en las mismas categorías. La construcción de masculinidad está relacionada con la de feminidad sin dudas.

¿Qué tanto peso tienen las instituciones como la familia y escuela, en la construcción social de los niños y niñas que les toca vivir en este contexto de cambio?

Hay una transformación en la composición, empezando porque ahora dos personas del mismo sexo ya sea que tengan hijos o adopten conforman un nuevo tipo de familia. Antes las mujeres divorciadas eran mal vistas, un hombre no. Eso también cambió. Cuando alguien o algunos grupos religiosos dicen “hay que volver a la familia” o tratan de defender la concepción clásica se encuentran con que sus propias familias están atravesadas por esos fenómenos. Estas nuevas construcciones de feminidad y masculinidad son muy contrarias al dogma católico clásico.

Autora: Milena Santos

Publicado en El Telescopio
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