Colombia: demuelen parte de la historia de Cali

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Las primeras planas de El TIEMPO y el desaparecido El Relator avivaron, en febrero de 1950, la expectativa de la ciudadanía por conocer el que aparecía como uno de los más lujosos teatros de Colombia.

Lámparas en sus pasillos, salas de descanso cerca de los baños, sala para fumadores y pisos rigurosamente alfombrados. El teatro tiene influencias del Radio City Music Hall, de Nueva York; el escenario se abre con un telón rojo del mismo color de las 1.500 sillas de fabricación estadounidense.

A las 9:15 del 3 de febrero de 1950 se inició la historia del Teatro Aristi de Cali, uno de los puntos culturales claves del país. Su estilo art déco está en armonía con el conjunto arquitectónico del Hotel Aristi, que se inspiró en hoteles como el Albion, de Miami.

Allí se hospedaron los expresidentes Carlos Lleras Restrepo y Alfonso López Michelsen; reinas, senadores, personalidades del jet set nacional, toreros como Manuel Benítez ‘El Cordobés’; el español Paco Camino; Santiago Martín, ‘El Viti’, y ‘Palomo’ Linares, además de leyendas internacionales de la música, como Celia Cruz, Héctor Lavoe y Rocío Durcal, además de la recordada Fanny Mikey.

A la inauguración asistieron las máximas autoridades nacionales y locales. El Aristi fue obra del empresario antioqueño Adolfo Aristizábal. Esa imagen de la época dorada del hotel finalizó en agosto de 2009, cuando cerró, agobiado por la crisis. Sus 237 habitaciones ya no alcanzaban la ocupación requerida.

Su gloria se quedó en fotografías en blanco y negro de los periódicos de la época, que con grandes titulares promocionaron el boom. El teatro, en el edificio del mismo nombre y que está aledaño al edificio Columbus, donde funcionó el también desaparecido Teatro Colón, eran de la familia Aristizábal, una de las más prestantes de Cali.

Hoy, medio siglo después, son el centro de una encendida polémica. El Ministerio de Cultura acaba de dar un dictamen que habla de demolición parcial del hotel y el teatro Aristi y demolición total de lo que había del Teatro Colón.

Ese pronunciamiento se conoció luego de que el lunes una comisión recorrió estos inmuebles comprobando una denuncia ciudadana sobre la presunta afectación de todo este bien de interés cultural que hace parte del Centro Histórico de Cali, declarado patrimonio nacional, es decir, de conservación tipo 1 o integral.

El complejo fue adquirido el año pasado por la firma G-50, conformado por 62 empresarios en una negociación estimada en 16.000 millones de pesos.

Tras intentos por hacer del Aristi un centro cultural, se decidió su intervención.
Como bien de interés cultural, esos trabajos implicaban solicitar permisos al Ministerio de Cultura, Planeación municipal y al Consejo de Patrimonio.

El Aristi y Columbus están ubicados en la carrera novena, entre calles 10 y 11, el centro de la capital del Valle del Cauca.

De acuerdo con el G-50, la intención es recuperar el hotel “y devolverle esta joya arquitectónica a Cali, que estaba en abandono, en deterioro, que amenazaba ruina y que no había tenido la ayuda de entidades para rescatarlo”.

El G-50 anunció el año pasado su intención de crear allí, con una inversión de más de 25.000 millones de pesos, el Hotel y Centro Comercial Aristi, con más de 200 locales en los tres primeros pisos de los 10 que tiene el edificio.

Y se proyecta un centro de convenciones para 1.500 personas en el último, donde funcionaba una piscina, recordada por los visitantes por su vista panorámica de la ciudad, mientras que en los sótanos estuvo un famoso bar, un inmenso salón donde alternaban las grandes orquestas europeas como Los Churumbeles de España, Santa Anita y Javier Cugat.

Las obras arrancaron a finales del 2015 y surgieron los cuestionamientos. El director de Planeación de Cali, León Darío Espinosa, dijo que el año pasado conoció una queja del Ministerio sobre los trabajos, y al ordenar dos visitas este año, una el 26 de enero y otra el 2 de marzo, “se constató que no había licencias para construir, para hacer cerramiento o demoler”.

Las licencias las deben otorgar las curadurías, en este caso la Curaduría Urbana Uno.
Ante la falta de permisos, el 2 de marzo fueron suspendidos los trabajos.

Sin embargo, la postura de Planeación contrasta con la del alcalde Maurice Armitage, quien ve que el proyecto no estaría afectando el patrimonio y valora el anuncio de los propietarios de crear 1.500 empleos con el hotel y el centro comercial.

“Me reuní con los propietarios que están interviniendo el Aristi y el Columbus y ellos me mostraron que en ningún momento están modificando la estructura patrimonial”, afirmó Armitage.

El mandatario señaló su interés de hacer acompañamiento para evitar daños en el patrimonio, al tiempo que destaco la inversión del G-50 para “reestructurar esa zona deprimida de la calle 10”.

El G-50 se defiende de los señalamientos de Planeación y del Ministerio. Sus voceros aseguraron que cuentan con una licencia de reparaciones locativas, pero el director de Planeación municipal aseguró que esta licencia no es pertinente para la intervención del patrimonio. De hecho, “todavía no han solicitado permiso”, pese a que estos empresarios habían prometido tramitar las autorizaciones y presentar el proyecto ante el Comité Municipal de Patrimonio, esta semana.

“Es absurdo que pidan permiso para demoler lo que ya demolieron”, expone el arquitecto Benjamín Barney, miembro del Comité de Patrimonio en la región. Mientras tanto, el Ministerio de Cultura indicó que “es importante aclarar que las intervenciones que actualmente se adelantan en los cuatro inmuebles (Hotel Aristi, Teatro Aristi, edificio Columbus y Teatro Colón) nunca se tramitaron ante el Ministerio de Cultura”.

El director de Patrimonio Nacional, Alberto Escovar, le dijo en una carta al alcalde Maurice Armitage que “revisados los archivos de esta entidad se verificó que no reposa requerimiento de la Alcaldía o de los propietarios solicitando la intervención de los inmuebles que nos ocupa; por lo anterior, se requiere allegar por parte de su despacho copia del proyecto de intervención, así como cualquier otra información que la Administración municipal considere pertinente señalar sobre el particular para poder verificar el cumplimiento de las disposiciones establecidas para el manejo del patrimonio cultural”.

Advirtió que de comprobar demoliciones sin permiso se hace necesaria la restitución de lo derribado en el predio, así como las respectivas sanciones. Esta postura generó rechazo en el G-50.

Hallazgos del Ministerio

El informe de Mincultura subraya que en el Hotel Aristi hubo cambios con el “reforzamiento de columnas y construcción de zapatas; instalación de un nuevo sistema estructural de columnas y placas metálicas; demolición de muros divisorios; demolición parcial de placas de entrepiso; demolición de enchapes y desmonte de carpinterías, baños, instalaciones hidráulicas y sanitarias, y áreas de servicios”.

En cuanto al Teatro Aristi, el Ministerio dice que hubo “derribamiento de las graderías en el primer piso; desmonte total de la cubierta; demolición parcial de muros; construcción de dos placas de entrepiso en el sector de escenario y construcción de tres placas de entrepiso en el sector de graderías”. Con respecto al Teatro Colón, esta cartera se refiere a un “derribamiento total de la edificación”.

Y del Columbus se señala que hubo “demolición de muros divisorios; demolición parcial de muros de fachada; demolición parcial de placas de entrepiso; demolición de enchapes; desmonte de carpinterías, baños, instalaciones hidráulicas y sanitarias y áreas de servicios; construcción de columnas en ferroconcreto y reforzamiento de columnas, y construcción de zapatas”.

A su vez, el Ministerio sostiene en el reporte que “por lo anterior, se define que las intervenciones antes descritas no propenden a la conservación de los valores culturales y no garantizan la preservación original de los inmuebles y de sus características particulares que dieron lugar a la declaratoria como BIC, ya que fueron obras de demolición parcial y total donde la espacialidad, elementos ornamentales y estéticos fueron eliminados”. Y concluye: “El Plan Especial de Manejo y Protección (Pemp) clasifica el hotel y teatro Aristi, el edificio Columbus y el Teatro Colón como bienes inmuebles del nivel 1 de conservación integral”, que los hacen irremplazables y de obligada preservación.

Nathalie Rueda, gerente del G-50, y otros integrantes del grupo insistieron en que la intervención ha buscado la recuperación del edificio Aristi y del Columbus, este último de seis pisos. Aseguraron que han cambiado cañerías y ejecutado el reforzamiento de las estructuras.

Hay quienes recuerdan que el Aristi abrió con el estreno de la película Locura de amor, de 1948, con Aurora Bautista, Fernando Rey y Sara Montiel y hubo un breve concierto de piano y solovox. El 27 de febrero de 1997 se proyectó la última película: La loca escuela del desorden.

Entre ese año y el 2002, funcionó al servicio de una iglesia cristiana que lo tomó en arriendo a los Aristizábal.

Después fue un local para la compraventa de libros escolares. Los nietos del empresario hicieron luego una alianza con Comfandi para la sede de un proyecto de industrias culturales y para jóvenes emprendedores, que no prosperó.
El año pasado se gestó la venta de todo el predio. Así, el Aristi baja el telón en medio de una polémica por su valor patrimonial.

Publicado en El Tiempo
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