Me matan si no trabajo y si trabajo me matan. Un documental de Raymundo Gleyzer

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En Contexto
Raimundo Gleyzer fue un cineasta argentino, conocido fundamentalmente por su obra documental, pero autor de una gran película de ficción, «Los traidores». Fue fundador del grupo Cine de Base y militante político. El cine era para él, como para muchos de sus contemporáneos en América Latina, un modo de militancia. El 27 de mayo de 1976 fue secuestrado por las fuerzas armadas en Argentina y aun permanece desaparecido. El legado de Gleyzer es el de una obra artística comprometida con las luchas sociales de América latina, desde una mirada puesta al servicio de la transformación social.

Me matan si no trabajo y si trabajo me matan

Por Juan Ciucci

Película testimonial filmada en 1974 basada en un conflicto obrero en la fabrica Insud: los trabajadores tienen plomo en la sangre por las deplorables condiciones laborales. Saturnismo, se llama esta enfermedad grave que va matando lentamente: es impotencia sexual, dolor de cabeza insoportable, dolor en los huesos, mareos, hormigueos en los pies, acidez estomacal, debilidad general. La ropa esta contaminada, y al lavarla en las casas, se intoxican también las mujeres y los hijos. Los obreros se organizan para reclamar mejoras en las condiciones laborales. Ollas populares, pasacalles y carteles, marchas. Organización, resistencia.

Me matan comienza con una voz en off que nos relata el conflicto, y su solución en favor de los trabajadores. Nos introduce en la historia a partir de su resolución favorable, a partir de la lucha obrera, y luego nos hará testigos del proceso. No trabaja el suspenso, no intenta construir un relato; por el contrario, lo que pretende es que comprendamos y analicemos este echo puntual, en el marco de una lucha general. A partir de allí le sede la palabra a los obreros, y los interrumpirá solo para acotar y encuadrar el relato. Son ellos los que nos cuentan sus problemas, cómo el medico de la fabrica les mentía sobre su salud, cómo fueron muriendo compañeros, cómo empezaron a comprender lo que sucedía. Pero a su vez se lo están contando entre ellos en asamblea, no a nosotros como espectadores. Participamos de la asamblea, no están dando testimonio ante las cámaras. Democracia directa, democracia obrera.

La cámara se interna en esta olla popular, comenzamos a escuchar sus voces, sus relatos, su historia. Algunos planos ayudan a reforzar el relato de los obreros (travelling por las inmediaciones de la fabrica para constatar que ya no quedan perros en la zona, toma desde un auto en movimiento con sonido en off de metralla para apoyar el relato del tiroteo de un trabajador por la burocracia), sirven como conectivos de los sucesos. También se juega con la alegoría del cementerio cercano, con los pasacalles colgados en su puerta. La muerte esta presente, son estas amenazas, estas ausencias; y también está en el cuerpo. “Vos estas podrido”, le dice el medico del sindicato a uno de ellos: la explotación se ha evidenciado en su cuerpo, la lleva con él permanentemente. Se empieza a convivir con la muerte. En una época en que la muerte estaba presente de muchas maneras para todo el campo popular (veremos luego a Ortega Peña), esta película hoy nos resuena con el espesor diario de esa tragedia.

Al mismo tiempo que Cine de la Base relata los sucesos, los analiza; también los interviene. Es significativa la presentación de la película: pintadas callejeras sirven de títulos. Allí podemos ver en la puerta de entrada de la fabrica Insud el titulo de la película pintado con aerosol. El espacio del conflicto se ve así transformado, complejizado. Esta obra esta en el aquí y ahora del conflicto, interviene virtualmente con su cámara y su presencia; pero a la vez físicamente también con su cámara, su presencia, y sus pintadas. Aquello que será el relato de estos sucesos, está presente como anuncio desde las propias paredes de la fábrica. Logra de esta manera confundir los tiempos del relato y de la realidad filmada, potenciando el momento del registro. Cómo no tomar conciencia de lo que significa este registro (tanto por parte de los trabajadores como del grupo cinematográfico), a partir de su inscripción concreta en esta realidad filmada.

Asistimos a la decisión de marchar hacia el congreso para exigir las mejoras. Vemos los preparativos, participamos de la marcha, oímos las canciones, las proclamas. Una cámara que marcha, junto a nosotros.

Solo el pueblo salvara al pueblo

Y en el medio del conflicto, la historia se complejiza. Y aparece el homenaje al intelectual revolucionario: Rodolfo Ortega Peña. El único diputado que se acerco a escuchar a estos trabajadores, que se implicó con ellos. Un referente en esta época de compromiso y militancia. La marcha al congreso es el 29 de Marzo de 1974. Menos de 5 meses después, el 1 de Agosto, será asesinado en la vía pública, al bajar de un taxi, en una zona liberada del centro porteño, por la organización parapolicial La Triple A. Es por eso que es un homenaje doblemente significativo: por la importancia y el riesgo de denunciar claramente su asesinato y a sus ejecutores tan cerca del echo; y por las diferencias políticas que tenían con este referente del “peronismo revolucionario”, que sin embargo los unían en el enemigo a enfrentar. La filmación de esa plaza, en la que Ortega Peña arenga a los trabajadores para que continúen con la pelea y no esperen que el congreso les solucione el problema, demuestra la honestidad y el respeto con que tratan a este abogado revolucionario.

Aquí podemos encontrar un rasgo común a varias de las películas del grupo o de Gleyzer (México, le revolución congelada; Los Traidores; Ni olvido ni perdón): incluir en el análisis al peronismo revolucionario, confrontarlo criticamente, entablar un dialogo superador de dicotomias. Estos intentos son cercanos a la propuesta del FAS (Frente Antiimperialista por el Socialismo), que era el frente del PRT ERP que intentaba la unidad con otros sectores políticos. Se lo muestra a Ortega Peña participando justamente del VI Congreso del FAS, y son las únicas siglas políticas que aparecen en la película. Dice la voz en off: “Diputado del pueblo. Apoyó siempre a los obreros en conflicto, buscó continuamente la unidad entre la izquierda combativa y los sectores revolucionarios del peronismo”. Podemos diferenciar estas películas de alcance un poco mayor, con los comunicados del PRT ERP filmados por el grupo (Swift, BND), claramente ligados al desarrollo del partido, a un sentido más propagandístico. Es diferente el enfoque y el análisis, el punto sobre el que se decide incidir.

Ortega Peña expone el problema, y entrega el petitorio a los diputados que se han comprometido a asumir el problema “dentro de este marco limitado como saben ustedes que es el parlamento”, dice el diputado. “Pero una vez más queremos recordarles: la lucha no se libra en el congreso sino que la libran los propios trabajadores. Solo el pueblo salvara al pueblo, no debemos olvidar esto”, remata.

“Por una ley que favorezca a la clase obrera en general”

Los trabajadores logran un primer triunfo en Insud: logran que la empresa reconozca la existencia de Saturnismo, y que les pague las seis quincenas adeudadas. En el congreso, la cámara dialoga con el obrero orador, lo sigue. Lo retrata. Ambos están testimoniando, denunciando. “Prácticamente somos hombres inútiles”, dirá él. Por la explotación de los monopolios, de este sistema. Es el gran protagonista de la película: un dirigente obrero de base, al que la cámara le permite explayarse, lo acompaña en sus discursos tan cinematográficamente expresivos. Es un hallazgo, y Gleyzer se da cuenta inmediatamente. Son los momentos más ricos, cuando este obrero se abisma en su mismo discurso al intentar exponer lo que les pasa, lo que sienten. Y la cámara acompaña, no intenta embellecer su relato, su testimonio. Interpreta el valor de esa puesta, de ese discurso. “Y al trabajador no lo atajan paredes, ni ametralladoras, ni tanques”, dice, montado luego del homenaje a Ortega Peña, a la imagen de su ataúd. Y nos conmueve, nos moviliza, logra impelernos a continuar nuestro accionar, a no desistir.

De este caso particular sacamos la enseñanza del funcionamiento general del sistema. “En Insud el capitalismo no ha reparado en hacer peligrar la vida de los obreros. Es que el capitalismo solo puede obtener su ganancia explotando a los trabajadores, robándoles la parte de las utilidades que les corresponde”, nos aclara la voz en off. Y allí les da voz a los capitalistas para que nos expliquen como han llegado a ser los dueños de las máquinas: acumulación originaria, dirá Marx. Aquí nos encontramos con uno de los aportes fundamentales de Cine de la Base al cine político-militante (revolucionario): la utilización de la animación, y con ella, del humor. Dentro de la película, este breve corto de animación sirve para producir un extrañamiento, una ruptura en su discurso. Algo inesperado sucede: vemos una animación en la que se ridiculiza al capitalista, a la vez que se nos muestra la injusticia capital de este sistema. Su explicación, su discurso, es tan ridículo como ficcional. Solo la violencia puede sostenerlo; la violencia diaria, cotidiana, imperceptible de tan naturalizada. Aquí el humor permite retratarla en su verdad, que es completamente falsa. Y permite al espectador experimentar una suerte de “extrañamiento brechtiano”, una ruptura en el canon documental con este relato ficcional y humorístico. Se hace palpable el aquí y ahora de la proyección, del discurso. Lo testimonial abre paso al análisis, que desde el humor se nos impone.

El extrañamiento también se refuerza en la utilización de la música. Este cantor popular (la leyenda nos cuenta que fue Gleyzer quien se lo cruzo, y quiso incluirlo en la película) también maneja el humor y la ironía. Sus canciones de protesta son absolutamente contrapuestas a lo esperable, son consignas simples y directas, que denuncian y proponen respuestas directas. Su versión de los versos de Guillen que dan título al film, es tan original como disruptiva; exquisitamente desprolija. Y en el final, rematara sobre imágenes del Cordobazo un “Los vamo a reventar, los vamo a reventar”, tan apoteótico como genuino, profundamente popular. El recorrido de las canciones permite pasar de un primer momento de ruptura humorística, a este final que nos convoca a la lucha, de un modo original y sincero.

Para el cierre queda la reflexión de un trabajador en la olla popular de la fabrica, sobre las elecciones del 11 de marzo (del ´73), y la liberación que han votado y de la que no se ha dado nada. Las últimas imágenes retoman el Cordobazo, la movilización obrero- estudiantil, el pueblo en las calles, buscando esa liberación. Profunda reflexión sobre esta democracia burguesa, conflicto ineludible con los “peronistas revolucionarios”, apuesta y convocatoria al pueblo, a la clase obrera. Ultima película dirigida por Raymundo Gleyzer,

es una clara exhortación a no caer en la trampa de la democracia representativa burguesa, a no perder todos estos años de lucha y de organización, a no dejar caer las banderas. Le llevó la vida este planteo, este ideal. Como a tantos otros.

“Esta película es nuestro homenaje. Compañero Ortega Peña, Presente. Hasta la Victoria Siempre”.

Publicado por Tierra en Trance
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