Argentina: a 50 años de “La noche de los bastones largos”
Por Diego H. Hurtado* (Especial para Nodal)
Durante la década de 1960, la Doctrina de la Seguridad Nacional acompañó el aluvión de inversiones extranjeras en América Latina. La ideología industrialista de militares como Mosconi, Savio o Perón fue reemplazada por una ideología liberal y el problema de los militares argentinos pasó a ser el “enemigo interno” y el “avance del comunismo”, que en la Argentina incluía también el peronismo proscripto. El falso eslogan era “desarrollo y seguridad”. Pero el desarrollo necesitaba de fábricas y universidades, justamente los espacios donde se propagaba el comunismo.
En este contexto, el 28 de junio de 1966 el presidente Arturo Illia fue expulsado por un golpe militar liderado por el general Juan Carlos Onganía, entrenado en West Point. El gobierno de facto clausuró el Congreso y la Corte Suprema y disolvió los partidos políticos. Las universidades fueron el único sector que manifestó públicamente su oposición.
Un mes más tarde, el 29 de julio, la dictadura sancionó el decreto ley 16.912, que puso fin a la autonomía universitaria, que se proponía “eliminar las causas de acción subversiva”, y que obligaba a los rectores y decanos de las ocho universidades nacionales a asumir como interventores. Los rectores de las universidades de Buenos Aires, Córdoba, La Plata, Tucumán y Litoral decidieron renunciar. Los rectores de las universidades del Sur, del Noreste y de Cuyo aceptaron asumir como interventores.
En la UBA, además del rector Hilario Fernández Long, nueve decanos decidieron renunciar. En algunas facultades se realizaron asambleas como manifestaciones de oposición. Como represalia, la misma noche del 29 de julio, policías armados, conducidos por el jefe de la Policía Federal, irrumpieron en algunas facultades de la UBA. Los incidentes más graves se registraron en Filosofía y Letras, Arquitectura y Ciencias Exactas y Naturales (FCEN). Se dispararon gases y, al grito de consignas antisemitas y anticomunistas, profesores y estudiantes fueron golpeados –algunos heridos de gravedad– y la gran mayoría fueron detenidos.
El gobierno norteamericano protestó porque el matemático del MIT, Warren Ambrose, que se encontraba como profesor invitado en la FCEN, había recibido los bastonazos y había sido encarcelado. Ambrose había decidido quedarse junto a Rolando García, el decano de la FCEN, durante la asamblea convocada para resistir el decreto de la dictadura.
A los pocos días, el subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos de EEUU, Lincoln Gordon –que había dado su fervoroso apoyo al golpe de Estado de 1964 en Brasil–, sostuvo ante la prensa que el ataque a la universidad había sido justificado, porque allí se encubrían agitadores profesionales. En las páginas de New York Times Gordon explicaba que algunas universidades latinoamericanas se habían convertido en “asilos de gángsters”, de “estudiantes crónicos” o de “agitadores profesionales”. Sin embargo, otro artículo de esos días del New York Times, sostenía: “Reclutadores universitarios listos para ubicar profesores”. Allí se contaba cómo algunas de las universidades como MIT y Harvard, así como sociedades científicas y académicas de Estados Unidos, “han establecido contacto con profesores argentinos en las últimas dos semanas para colaborar con su plan de partida”.
El 29 de julio de 1966 es una bisagra en la historia argentina: allí se pone de manifiesto que el modelo de universidad pública, que de forma incipiente comenzaba a mostrar la potencia de la ciencia y la tecnología asumida como compromiso social, no era compatible con el papel asignado a la Argentina en la división internacional del trabajo. Retrospectivamente, “la noche de los bastones largos” hoy puede verse como el preludio de las políticas de terrorismo de estado que sobrevendrían en la Argentina con la dictadura cívico-militar de marzo de 1976.
Investigaciones posteriores sostienen que luego del 29 de julio de 1966 renunciaron en la UBA alrededor de 1380 docentes e investigadores y que el mayor número pertenecía a la FCEN. Más de 300 científicos emigraron hacia otros países. A partir de ese momento la fuga de cerebros iba a ser un mal crónico de nuestro país hasta 2003.
Al presente, el retorno de la Argentina a un proyecto neoliberal, que en poco meses ha iniciado un profundo proceso de desindustrialización, a contramano de los aprendizajes de las “economías del conocimiento”, comienza a reproducir las condiciones socioeconómicas para volver a desarticular las actividades de producción de conocimiento.
Ahora bien, para los científicos y tecnológicos, que en los últimos años recuperaron la autoestima y el sentido social de sus profesiones, parece claro que la solución ya no es, como en 1966, la migración, sino la defensa de los avances materiales, sociales y culturales logrados por la democracia argentina, que dan sentido a la ciencia y la tecnología como vehículos inexorables para el desarrollo económico y la justicia social.
(*) Profesor de historia de la ciencia y la tecnología, Universidad Nacional de San Martín, Argentina.
Represión en la universidad: a 50 años de los bastones largos – Por Leo Deza e Ivan Baigún
El 29 de julio de 1966, el gobierno militar de Onganía y la autoproclamada “Revolución Argentina” promulgaba el decreto ley 16.912. A partir del mismo se intervienen las universidades, se prohíbe su autonomía y el cogobierno universitario. Además de ello, se prohibía el ejercicio de actividades políticas de los centros de estudiantes y también las reuniones y mítines en el seno de las universidades.
Resistencia y represión en la noche del 29 de Julio
Durante la tarde, llegaría un pronunciamiento de la mayoría del Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires. En el mismo se plantea la defensa de la autonomía universitaria y también la necesidad del restablecimiento de la democracia.
Luego de este comunicado, cientos de estudiantes y docentes tomarán cinco facultades: Ciencias Exactas, Arquitectura, Medicina, Ingeniería y Filosofía y letras. De esta forma el repudio a la intervención de las universidades se expresaba tomando las facultades, aunque de forma pacífica, ya que si bien en facultades como ciencias exactas se abrió el debate sobre si pasar abiertamente a una defensa activa, las posiciones que ganaron fueron que ello no era posible por la escasez de medios para resistir una inminente represión por la fuerza (1).
Juan Sebastián Califa plantea acerca de estos momentos: “La UBA se convertiría en el centro de la lucha contra la intervención en el país. La resistencia se materializaría en ocupaciones estudiantiles con diferente alcance. Medicina sería tomada por un pequeño grupo que tras ser advertido por el decano del inminente desalojo que llevarían a cabo las fuerzas policiales apostadas en la puerta de la facultad decidirían abandonar el edificio. En Ingeniería los estudiantes obstruirían el acceso a la casa de estudios y más tarde serían desalojados por la policía. En Filosofía y Letras unos 200 estudiantes serían sacados por la fuerza de la facultad por parte de las fuerzas del orden. Más violentamente serían tratados los 400 estudiantes que ocupaban la Facultad de Arquitectura” (2).
De esta forma se prepara la más cruda represión que ocurrirá durante esta noche. En el libro próximo del IPS-CEIP, Historia del movimiento obrero argentino desde sus orígenes hasta la Resistencia, leemos: “El general Fonseca mandó a cortar el tránsito en torno a toda la Manzana de las Luces, donde estaba ubicada la Facultad de Ciencias Exactas. Estudiantes y docentes salieron del edificio cantando el himno con los brazos en alto. La Guardia de Infantería no ahorró insultos, patadas, golpes de machetes y palazos. Al salir, los estudiantes debieron pasar por una doble fila de policías que golpeaban a docentes y estudiantes” (3).
La represión de ese día conllevará más de 400 detenidos. Luego de este hecho, en facultades como Ciencias Exactas, Filosofía y Letras y Arquitectura la renuncia de profesores será masiva, 1500 docentes continuarán sus carreras en el exterior. En facultades como Ciencias Exactas, de un total de 675 docentes renunciarán 330. Por eso mismo, estos hechos se darán a conocer como la primera gran “fuga de cerebros”, teniendo en cuenta la enorme cantidad de docentes que luego, continuarían sus carreras en el exterior.
Las razones de este ataque a la Universidad
Con la asunción del gobierno de Onganía se da un intento de redefinición de las relaciones de fuerza a nivel social, objetivo que la Revolución Libertadora y el derrocamiento del gobierno peronista no habían logrado llevar hasta el final. La resistencia obrera desatada frente al ataque a las conquistas -desde 1955 en adelante- generó una situación que Portantiero definirá como “empate hegemónico”. Ni el gobierno militar de Aramburu, ni los gobiernos de “democracia tutelada” de Frondizi e Illia lograrán resolver una relación de fuerzas plenamente favorable al capital imperialista, tal como la clase dominante y el imperialismo tenían planificado. La razón de ello estaba fundada en la organización del movimiento obrero, es decir, el surgimiento de una nueva generación obrera que se expresará en cientos de delegados y comisiones internas, en sus sabotajes a la industria, paros y movilizaciones, entre otras medidas de lucha.
En 1966 la dictadura de Onganía dio comienzo al intento más coherente de la burguesía de resolver esa crisis de hegemonía, aunque fracasará en el mediano plazo. La autodenominada “Revolución Argentina” será dirigida por el partido militar bajo una forma bonapartista logrando consolidar en un primer momento un apoyo del conjunto de los sectores dominantes, la burocracia sindical y el propio Perón que ordenó “desensillar hasta que aclare”.
Para desarrollar este plan político hasta el final, las universidades y particularmente, el movimiento estudiantil, debían ser cuestionados. Varios sectores dentro del partido militar y las clases dominantes comenzarán a hablar de las universidades como lugares de “amenaza comunista” e “infiltración izquierdista”.
El movimiento estudiantil, en 1955 había jugado un rol importante en la “alianza libertadora”. A partir de los ataques del peronismo a la universidad con la promulgación de la “Ley Guardo” y el quite de la autonomía universitaria, el movimiento estudiantil se colocará como abiertamente opositor al gobierno, aliado a las clases medias que serán partícipes activas del derrocamiento encabezado por el partido militar, la Iglesia y el capital imperialista.
Por ello mismo, desde un primer momento, en “agradecimiento” a los servicios prestados, la Revolución Libertadora restituirá la autonomía sobre la universidad. Sin embargo, desde un principio se generarán fricciones con otro partícipe esencial de la revolución libertadora, la Iglesia.
Esto se verá en el conflicto denominado “Laica o Libre” en 1958, donde la Iglesia jugará un rol hegemónico para promover una ley que habilite la educación privada en la educación superior, con apoyo militar y del gobierno de Arturo Frondizi.
Entre los meses de julio y septiembre, se evidenciaría en las calles la división de la alianza social y política que había impulsado el golpe del 55 y que se mantuvo latente hasta el año 58. El rechazo a la conformación de un área privatista y confesional en la enseñanza superior fue inmediato.
Esa será una de las primeras batallas donde el movimiento estudiantil entrará en fricción con el régimen político devenido de la Revolución Libertadora. Como expresa el libro Historia del movimiento obrero argentino desde sus orígenes hasta la Resistencia. “Esta defensa abrió un proceso de movilización en sectores medios que hasta el momento constituían la base social del régimen libertador, quebrando parte de la alianza social que sostenía al gobierno frondizista y un acercamiento a sectores obreros que venían resistiendo el ataque a conquistas obreras’’ (4).
Luego de ello, varios fenómenos políticos también producirán el corrimiento a izquierda de sectores estudiantiles. Entre ellos podemos encontrar esencialmente a la Revolución Cubana en 1959, la movilización masiva contra la invasión estadounidense en Santo Domingo en 1965, junto a la CGT, y las luchas presupuestarias que se presentarán también ese año.
Además de ello, las universidades habían desarrollado un cambio exponencial en relación a su rol social. Durante los años anteriores se habían establecido cambios en la Universidad de Buenos Aires, como la creación de nuevas carreras (Sociología, Psicología), se crea la editorial Eudeba, el CONICET y se empieza a construir la Ciudad Universitaria, que amplificaron la influencia social de la universidad y su peso institucional en el estado.
El proceso de intervención de las facultades que se dará durante el gobierno de Onganía no implicará “per se” una intención de reducir el peso objetivo de las universidades como instituciones de masas, sino ligarlas a íntimos lazos con la voluntad política de gobierno a partir de profundizar su carácter corporativo. Por eso mismo, el ataque se da hacia la autonomía universitaria, el cogobierno y la organización del movimiento estudiantil, pero a diferencia de la dictadura de 1976 no se verá reducido su presupuesto.
Onganía no logra disciplinar al movimiento estudiantil
Luego de “La Noche de los Bastones Largos” continuará el intento del gobierno militar de disciplinar al movimiento estudiantil. El 7 de septiembre de 1966, una movilización masiva en Córdoba, culminará con el asesinato del estudiante y trabajador de la IKA Renault, Santiago Pampillón.
El movimiento estudiantil pasa a organizarse clandestinamente. En lugares como Córdoba, por ejemplo, uno de sus espacios de reunión y asambleas empezará a ser la sede de la CGT de los Argentinos, donde comenzará a generar lazos de mucha mayor estrechez con el movimiento obrero.
Para 1969, el descontento social con el gobierno y su intento de subordinación con el capital imperialista será mucho mayor. Esto genera el pase hacia una oposición abierta de importantes sectores del movimiento obrero y también, en el interior, de sectores medios empobrecidos. Este pase hacia la oposición abierta del régimen se expresará de forma clara en irrupciones claves en el mes de mayo. El correntinazo y el Rosariazo serán gestas donde el movimiento estudiantil será un actor clave pero con gran apoyo obrero y popular.
Finalmente, el 29 de mayo se producirá el “Cordobazo”. La unidad obrero-estudiantil que marcará esta fecha será un emblema y una de las principales causas de la precipitada caída del gobierno de Onganía.
Esta semi-insurrección obrera y popular será la punta de lanza del futuro ascenso obrero en la argentina que marcará los años venideros.
(*) Leo Deza. Secretario General CECSo.
(**) Ivan Baigún. Estudiante de ciencia politica
Un ataque contra la libertad
“Hoy recordamos uno de los hechos más tristes vividos por nuestra universidad, como fue la Noche de los Bastones largos, donde la dictadura que había desalojado del poder al gobierno constitucional de Arturo Illia arremetió contra el bien más preciado de la UBA, que es su autonomía”, dijo ayer el rector de la Universidad de Buenos Aires, Alberto Barbieri, al abrir las jornadas de debate y reflexión sobre los hechos ocurridos hace 50 años, el 29 de julio de 1966.
Las actividades que comenzaron ayer y continuarán hoy fueron organizadas por el Programa de Historia y Memoria de la UBA y el Programa de Historia de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. La apertura, en el salón de actos del Colegio Nacional de Buenos Aires, contó con la participación, además del público, del rector, los decanos de las facultades. También estuvieron profesores que hace medio siglo fueron víctimas del autoritarismo, quienes fueron aplaudidos por los presentes.
Barbieri recordó que el ataque de la dictadura de Juan Carlos Onganía a la universidad tuvo como consecuencia que “miles de docentes e investigadores fueron expulsados de los claustros, y muchos de ellos continuaron sus carreras en el exterior. Damos gracias a que varios, con el correr de los años, regresaron al país y se volcaron a la formación académica”. Y remarcó: “Con este acto estamos reafirmando los principios históricos que hicieron de la UBA una de las instituciones educativas más prestigiosas de América Latina”.
Las jornadas “A 50 años de la Noche de los Bastones Largos” seguirán hoy con diversas actividades. A las 9.30, en el Nacional Buenos Aires, la editorial de la UBA (Eudeba) presentará el libro Exactas exiliada, de Pablo Penchaszadeh, y la reedición de La Noche de los Bastones Largos, de Sergio Morero; participarán el historiador Pablo Buchbinder y Gonzalo Álvarez, presidente de la editorial. En el mismo lugar, a las 11, habrá un debate sobre “Los docentes de la UBA frente a la intervención de la universidad”, con exposiciones de Silvia Braslavsky, Jorge Cortinas, Juan Carlos Gottifredi, Miguel Murmis, Horacio Sanguinetti y Diana Rabinovich, y la coordinación de la vicerrectora Nélida Cervone. Luego, a las 12.30, se proyectará un video producido por la Facultad de Arquitectura, y hablará el decano de la FADU, Luis Bruno.
Por la tarde el encuentro se trasladará a la Manzana de las Luces. A las 14.30, se hará un reconocimiento a docentes y no docentes renunciantes, cesanteados y expulsados de la universidad tras la intervención. El cierre de las jornadas será a las 16, con un acto a cargo del rector y con la presencia prevista, entre otras autoridades académicas y funcionarios, del ministro de Educación, Esteban Bullrich, y su par de Cultura, Pablo Avelluto, lo que generó el rechazo de sectores universitarios.