Lo folclórico y lo popular

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Por Fanny D. Arias Ch.

La palabra folclore fue acuñada por el arqueólogo inglés William John Thoms en 1846.

Desde entonces, ese término fue usado para referirse a las “creencias populares antiguas”.

A partir de 1960 y en honor a Thoms, cada 22 de agosto se celebra el Día Mundial de Folclore, designado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

En términos etimológicos, la palabra original viene del inglés folklore, que significa folkde pueblo y lore de saber, es decir, se trata del “saber del pueblo o lo que el pueblo sabe”, aclara, en primera instancia, Krishna Camarena, profesora y exdirectora nacional de Educación Artística del Instituto Nacional de Cultura (Inac).

En tanto, el término “folclore” es la traducción al castellano, subraya.

“Conjuntamente tenemos el folclore como cienciaque estudia el conjunto de expresiones tradicionales de un pueblo y sus diferentes fenómenos”, añade el también folclorista Cristóbal Rodríguez.

Así, al hablar de folclore se encierran todas las expresiones realizadas por un grupo de personas asociadas a la vida cotidiana, cuyos saberes y técnicas han sido transmitidos a las distintas generaciones, por lo que persisten en el tiempo, amplía Camarena.

En ellas se reconocen las raíces de las regiones, sus tradiciones y costumbres.

Se está ante un hecho cultural, ya que abarca un elemento o un hecho social, producto del ser humano dentro de su sociedad, grupo y su propio entorno.

“Todo lo que el hombre ha realizado y se considera como parte de su folclore ha sido para cubrir alguna necesidad”, agrega Camarena.

No obstante, para que un hecho folclórico sea considerado como tal debe ser empírico, colectivo, anónimo, funcional, regional y oral. “Si no cumple con estas características, difícilmente podrá ser considerado como folclórico”, asegura la experta en danzas folclóricas Odette Cortez.

El folclore también cuenta con ciencias auxiliares que ayudan a su desarrollo, entre ellas, la antropología, la sociología y la arqueología, enumera Rodríguez.

Expresiones y tradiciones del país

El folclore abarca las costumbres y las tradiciones de un pueblo, entre ellas, los bailes, la música, los instrumentos musicales, las artesanías, las vestimentas, los ritos, las creencias, las leyendas y las comidas.

A pesar de haber escuchado al respecto, aún se incurre en errores al comprender qué es realmente el folclore. El más común de todos, es pensar que solo se refiere a música y bailes, pero esto es una parte de ese gran todo, dice Odette Cortez.

Tampoco es correcto cuando señalan que las fiestas cívicas (los desfiles del mes de noviembre, por ejemplo) son folclore.

Debido a esa línea delgada que separa los eventos típicos de los populares, se tiende a usar la palabra folclore indistintamente para referirse a ambas manifestaciones, añade el folclorista Cristóbal Rodríguez.

Por ejemplo, las tunas y tambores son expresiones folclóricas, empero el boxeo y las carreras de caballos son eventos populares.

Igual sucede con los bailes de acordeonistas en toldos, pues son fiestas populares.

Otros eventos que son catalogados como folclore y no es así, son aquellos que están relacionados con concursos, programas televisivos u otras formas de aglutinar masivamente a personas que solo son espectadores de aquello que se presenta y tienen matices de elementos folclóricos, señala Krishna Camarena, profesora y ex directora nacional de Educación Artística del Inac.

Para Camarena, estos son meros eventos pasajeros que no trascienden en la vida cotidiana, y tampoco son parte de la identidad de las personas.

El arroz con pollo y el sancocho son platos típicos, pero no entran dentro de lo folclórico, advierte Rodríguez.

Valorización

El folclore como elemento social de las expresiones y tradiciones de los pueblos, “ni hace una década atrás, ni hoy por hoy, se le ha dado la importancia ni el valor que posee”, opina Camarena.

Si hubiese esa consciencia, se tendría más apoyo en su conservación y salvaguardia, especialmente de aquellas manifestaciones en riesgos de desparecer o que se encuentran en un delicado estado de supervivencia.

Corresponde a los Gobiernos, en conjunto con las comunidades o individuos, velar por mantener y presentarlo como parte del patrimonio cultural del país a propios y extraños.

También hay que cumplir con las leyes nacionales que establecen la obligación de enseñar el folclore panameño en los centros educativos, pues ayudaría a crear consciencia, conocimiento y valoración de todas las expresiones folclóricas que forman parte del patrimonio cultural nacional.

La creación de museos especializados y centros culturales en todo el país forman parte de esas medidas que de igual forma ayudarían a su valorización.

Desafortunadamente el folclore se reduce para el conocimiento general en bailes y música, y han sido los elementos que más se han exportado de las comunidades y utilizado como imagen de las costumbres y tradiciones del país, dejando a un lado todas las demás expresiones que poco se conocen o se consideran como tal.

Ejemplo de ellos son los utensilios de cocina, caza y agricultura, las viviendas, las festividades religiosas, danzas rituales, artesanías y técnicas de elaboración, entre otras.

A pesar de este panorama, sí se ha visto un impulso para cambiar esta situación, a diferencia de años anteriores, principalmente porque hoy son más jóvenes los que trabajan para exaltar “lo que verdaderamente nos identifica como panameños”, considera Odette Cortez.

“Aunque cada año que pasa es más difícil, porque somos víctimas de culturas extranjeras que el panameño comúnmente adopta con gran facilidad”, opina Cortez.

Mantenerse

Nadie ama lo que no conoce, por lo que transmitir esas experiencias tradicionales de generación en generación es de gran importancia, para que así la llama del folclore no se extinga en ningún rincón del país.

“Mientras exista el hombre, existirá el folclore, pero es una tarea de todos no dejarlo morir”, manifiesta Cortez, quien ha representado a Panamá en más de un festival internacional.

Cristóbal Rodríguez agrega que para mantener el folclor vivo, hay que involucrar a instituciones como escuelas y universidades, así como las que promueven el turismo y la cultura, enseñando entre todas a promover y a fomentar el amor “por lo nuestro en todas sus manifestaciones”.

El folclore nos distingue, identifica y nos une como pueblo, igualmente define y marca la personalidad y la idiosincrasia, razones por las cuales se debe luchar para mantenerlo vivo.

Publicado en La Prensa
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