Santa Gilda

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En Contexto
Gilda fue una de las cantantes más populares de Argentina y América Latina de los últimos años del siglo XX. Quien fuera Miriam Bianchi hasta casi sus 30 años, maestra jardinera y madre de dos hijos, se convirtió en Gilda para llevar adelante su sueño de cantar. Con sólo cinco años de carrera, murió en un accidente de tránsito el 7 de septiembre de 1996, se convirtió no sólo en un referente indiscutido de un género musical, sino en una santa popular a la que miles de personas le rinden devoción
(Foto portada: Sub – Cooperativa de Fotógrafos)
Por Tamara Talesnik – Revista Chocha

1994. Luego de presenciar el show, una señora logra acercarse a la cantante tropical del momento para contarle que unos meses antes su hija había estado internada por un intento de suicido. Su nieta puso a todo volúmen “Baila esta cumbia” en una pequeña radio sobre el pecho de su madre durante el tiempo que estuvo en terapia intensiva hasta que le dieron un alta que parecía imposible. La señora le atribuye el milagro y le agradece a la dueña de esa canción. La cantante dice que no, que ella poderes no tiene, pero que sí cree en el poder de la música y la alegría.

1991. Miriam Alejandra Bianchi, de 29 años, es maestra jardinera, madre de dos hijos y está casada desde los 18 años. Le hubiera gustado ser azafata. De día trabaja en una escuela católica en Devoto, pero de noche comienza a ser corista en una banda de cumbia, a espaldas de su marido y el resto de su familia que asocian el género tropical con “un ambiente nocturno peligroso”. Algunos dicen que se contactó con Toti Giménez, compositor y tecladista que acababa de abandonar la banda de Ricky Maravilla, por un aviso en el diario en busca de coristas femeninas. Otra versión dice que eran amigos de la infancia que se reencontraron por casualidad y, conociendo el talento de Miriam, él la invitó a formar parte de su nuevo proyecto. Al poco tiempo de iniciar su carrera musical, la maestra jardinera se divorcia, comienza una relación con el hombre que la había hecho entrar al mundo de la cumbia y abandona su trabajo diurno para dedicarse a ser cantante solista. En esos días, Miriam adopta un nombre artístico que era el que su madre, fanática de la película más famosa de Rita Hayworth, había elegido originalmente para ella, pero que no había sido aceptado por el registro civil: Gilda.

Gilda lanzó cuatro discos, en su período de actividad, siendo el primero De corazón a corazón, en 1992. Pero se convirtió en la máxima representante de la cumbia nacional con su hit “No me arrepiento de este amor” en el 94′. Su fama se expandió por toda Latinoamérica, al año siguiente, con su disco Corazón valiente, que fue oro y doble platino en la Argentina, y que la llevó a una gira por toda la región.

En una entrevista, le preguntaron quién era Gilda y qué era lo que más le gustaba hacer. Viste un chalequito de jean sobre una camisa blanca y los labios pintados de rosa claro. Dice que la diferencia entre la Gilda de “entrecasa” y la Gilda cantante es que cuando está en un escenario tiene la obligación de estar bien. Pero después reformula. Que no, obligación no, en realidad, es como algo mágico: sube al escenario, empieza a cantar y sus problemas desaparecen. Enumera sus actividades favoritas (cocinar, andar en bici con sus hijos, salir a correr), pero después concluye: “me gusta vivir”. Mira para abajo y dice que no le gustaría morirse con las manos vacías, sino llenas de cosas que no son materiales, pero que guarda cerca de su corazón.

El 6 de septiembre de 1996, el micro en el que Gilda se dirigía a Chajarí, Entre Ríos, fue embestido por un camión. La cantante murió en el accidente junto con su madre, su hija, el chofer y tres integrantes de su banda. El mito cuenta que, en la banquina de la ruta 12, se encontró un casette en el que había grabado unos temas inéditos. Entre ellos estaba incluído “No es mi despedida”.

En el kilómetro 129 de la ruta 12, todavía se encuentra lo que queda del micro. Lleno de flores, iconografía religiosa, banderas, fotos de la cantante en sus shows y demás ofrendas de sus seguidores, las ruinas del vehículo fueron convertidas en un santuario, enmarcado por un pasacalles: “Bienvenidos al lugar de los milagros. Gracias Gilda”. La creencia en las curaciones de la cantante de cumbia ya existía antes de su muerte, pero luego esto se acrecentó. La pareja que creó y cuida el santuario cuenta historias de mujeres infértiles, madres con hijos enfermos y familias endeudadas que fueron ayudadas por la ídola. Los dueños del santuario también lucran con el recuerdo de la cantante vendiendo merchandising como estampitas con su cara y una oración en su reverso: Gilda no me abandones en ningún momento porque necesito que tu infinita bondad me proteja de todo mal.

La adoración hacia la cantante puede atribuirse a su mensaje de esperanza y a su propia religiosidad, expresada en su canción “Jesucristo”, y a su estilo alegre y maternal, pero también a que Gilda no era una persona estática y lineal. Era tanto una maestra jardinera de un barrio de clase media, como una cantante de bailanta, aclamada entre las clases populares, que llegó a cantar en cárceles masculinas. Era una fiel devota católica que creía que no se debía asignar un género a las personas, apenas nacían.

Reflejando su personalidad, tampoco es estático ni lineal el consumo que se hace de su obra y de su imagen. Sus canciones son coreadas en canchas de fútbol, en fiestas de 15 y hasta en bunkers de partidos políticos. Músicos de géneros alejados del tropical hacen covers de sus temas, como Leo García o Attaque77. A los fans fieles desde los años 90′ se les sumó una generación más joven que escucha cumbia desde un lugar de “consumo irónico” (el equivalente argentino al guilty pleasure estadounidense).

Gilda, una mujer que supo convertirse en quien quería ser, luego de su fallecimiento pasó a ser algo nuevo. Gilda no es sólo un ícono de la cumbia, sino también un depósito de deseos y fantasías para sus seguidores.

Publicado por Revista Chocha

Gilda, la milagrosa

Foto: Sub – Cooperativa de Fotógrafos

Miriam Bianchi, nacida el 11 de octubre de 1961 en Ceibas Provincia de Entre Ríos, parecía dedicada al arte de los niños, porque además de ser madre de dos hijos, trabajaba como maestra jardinera. Lo que nadie imaginaba era que debajo de esa inocente ambición crecía una de las cantantes que revolucionaría la música tropical: Gilda.

Su rostro angelical y su dulce voz contrastaban con el tipo de música que era hasta entonces sólo patrimonio masculino. Gilda, se animó a crear en escena distintos personajes y conquistó la escena con polleras cortas y botas de cuero altas, pero también supo representarse con su capa de lánguidas telas azules y una corona de flores, animándose a ser una doncella, inspirada en la película «Corazón Valiente». A través de su música, invitó al público a ingresar en sus mundos mágicos, donde proponía otras maneras de sentir la música popular, provocando una fuerte conexión con el público. Ella conocía lo que significaba ser uno mismo.

Quizás de esa experiencia lejana de su trabajo con niños mezclada con la fuerte energía del ritmo tropical, hizo que surgiera la popularidad casi mística donde llegaron a ovacionarla multitudes en toda Latinoamérica.

Tan fuerte fue el impacto que ella causaría en el público, que durante un recital en Jujuy, Gilda , vio llorar a una niña cerca del escenario. Al finalizar el concierto la abuela de la niña se acercó para decirle el motivo por el cual la niña lloraba: «su madre está en terapia intensiva, y la niña le pone tu música como si ésta pudiera curarla». Así fue que al tiempo la madre se recuperó. Luego en el medio de otro recital una señora, le pidió a gritos que le cure la diabetes. Gilda se quedó callada, sus músicos comenzaron a impacientarse pidiéndole que cante, Gilda la miró y le dijo «No hago milagros, pero si el poder de mi música te puede ayudar, bienvenida sea la música».

Foto: Sub – Cooperativa de Fotógrafos

Algún tiempo antes de morir en el trágico accidente en la ruta 12 después de un concierto -donde viajaban, 3 de sus músicos, su madre y su hija-, mencionó el mensaje que hoy es uno de los pilares de la gente que sigue su obra tras su muerte: «toda persona tiene una misión en la vida». En la banquina de la ruta, se halló un casette con la voz de Gilda cantando a capela la canción como si premonitoriamente le hubiera podido poner un título a su partida. Su disco póstumo llegó rápidamente, y se convirtió en un éxito. Al tiempo  se multiplicaron las promesas, la devoción y los milagros construyendo la imagen de Gilda en una santa.

Hoy son miles los fieles que trasformaron el lugar del accidente en santuario y la recuerdan con su imagen y su música, al tiempo que cuentan haber sido curados de enfermedades, haber recuperado la fertilidad o haber sido bendecidos con la lotería en plena necesidad. Sus fans relacionan su música y su figura con una magia mística y poderosa. Lo cierto es que hoy es natural escucharla en todos lados: en una cancha de fútbol, en un casamiento o en una escuela. Quizás ella esté donde siempre quiso estar: entre el cielo y la tierra.

Publicado por Sub Cooperativa de Fotógrafos

Gilda y Sharon, dos íconos marcados por la tragedia

Miriam Alejandra Bianchi (Argentina) y Edith Bermeo Cisneros (Ecuador), conocidas artísticamente como “Gilda” y “Sharon” respectivamente, fueron dos mujeres cuyo destino estuvo marcado por similares circunstancias, una de ellas, su pasión por la música, lo que las convirtió en íconos y divas en sus respectivos países.

“Gilda” incursionó en el canto con los géneros cumbia y música tropical; “Sharon” lo hizo con la tecnocumbia (una variante de la cumbia mexicana y de la tecnobanda).

De hecho en algún momento Edith Bermeo tomó como referente la música de María Alejandra Bianchi, tanto así que interpretó canciones de la cantante argentina, entre ellas: “No me arrepiento de este amor”; “Corazón Valiente”; “Ámame suavecito”.

Poco a poco “Sharon” fue adoptando su propio estilo, aunque en sus inicios fueron los temas de su colega los que la llevaron a ganar terreno en el campo musical.

Sus destinos, que de hecho no fueron iguales, sí tuvieron cierta similitud y quedaron marcados por la tragedia.

“Gilda” murió joven, a la edad de 34 años, en un trágico accidente de tránsito donde también fallecieron su madre, su hija mayor (tenía dos hijos), y tres de los músicos de la orquesta con la que hacía sus giras, además del conductor del bus en que se movilizaba.

El accidente ocurrió el 7 de septiembre de 1996, en el kilómetro 129 de la Ruta Nacional 12, en Argentina, en la vía que conduce a Chajarí, Entre Ríos, cuando un camión impactó el colectivo donde viajaba todos .

Entre los temas que la llevaron a la fama y por los cuales ganó discos de platino y doble platino constan “Fuiste”, “No me arrepiento de este amor”, “No es mi despedida”, “Corazón valiente”, “Como tú” y “Paisaje”.

Estas canciones fueron versionadas por artistas como “Attaque 77”, “Los Charros”, “Leo García y Vicentico” y en Ecuador, por Sharon “La Hechicera”.

¿Coincidencias?

Mientras tanto que Edith Bermeo fallece un 4 de enero del 2015, a la edad de 37 años, dejando también dos hijos sin su madre, uno de ellos menor de edad.

El fatal percance ocurre en la vía a San Pablo, en la provincia de Santa Elena, cuando al bajarse de su vehículo fue impactado por otro que circulaba a gran velocidad. El deceso de la “Diva criolla” está en investigación por las extrañas circunstancias en las que ocurrió.

A “Gilda” incluso se le atribuyó la condición de santa, ya que supuestamente realizó varios milagros y por eso tiene hasta un santuario en su país.

El milagro que hizo Edith Bermeo en Ecuador fue calar en el corazón del pueblo, especialmente de los emigrantes ecuatorianos a quienes los acercó a su país, a través de sus canciones.

Publicado por PP Digital

 

 

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