Una historia, dos miradas

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En Contexto
La Batalla de Curupayty se desarrolló el 22 de septiembre de 1866 y fue parte de la vergonzosa guerra que enfrentó a Paraguay con una alianza imperialista compuesta por Brasil, Argentina y Uruguay. Curupayty representó la mayor victoria del ejército paraguayo y fue un gran fracaso del general argentino Bartolomé Mitre.

Curupayty: Cuando 5.000 paraguayos vencieron a 20.000 invasores

Por Andrés Colmán Gutiérrez

«Han tenido que pasar 150 años para que podamos volver a ver a las trincheras de Curupayty como eran originalmente», dice la educadora humaiteña Vicenta Miranda Ojeda, mientras admira el trabajo de rescate y reconstrucción del histórico campo de batalla, en vísperas del sesquicentenario.

Un numeroso grupo de soldados y técnicos del Regimiento de Caballería 2 (RC2) de Ñeembucú, bajo la dirección del general Derlis Piris y la supervisión del intendente de Humaitá, Víctor Bordoli, se ha encargado de volver a cavar la larga zanja de 2.000 metros de longitud y de rellenarlas con puntiagudas estacas de madera, exactamente en el mismo lugar y de la misma manera en que se había hecho hace un siglo y medio bajo la conducción del general José Eduvigis Díaz.

«Ahora la gente va a poder ver cómo eran realmente las trincheras de nuestra más heroica batalla, el día en que 5.000 paraguayos vencieron a 20.000 invasores aliados, y que en tan escaso tiempo fueron capaces de construir una portentosa obra defensiva que no tiene parangón en la historia militar», destaca la profesora Vicenta, directora de un museo privado en Humaitá y una de las más fervientes defensoras de la recuperación de los sitios históricos en el Sur del país.

El 150° aniversario de la Batalla de Curupayty se cumple este jueves 22 de septiembre, pero el acto central de recordación se hará al día siguiente, el viernes 23, para que el presidente de la República, Horacio Cartes, pueda estar presente.

La ceremonia central incluirá un discurso del presidente Cartes frente al monumento principal en honor al general Díaz y a los combatientes de Curupayty, una recordación histórica de la batalla a cargo del historiador militar coronel Roberto Olmedo, la entrega de una corona de laureles y el descubrimiento de una placa recordatoria por los 150 años. La banda de músicos y el cuerpo de cadetes de la Academia Militar Mariscal Francisco Solano López interpretarán la Canción al Mariscal López y luego se ofrecerá un recorrido guiado por las trincheras y los sitios de combate.

«Quienes conocen este lugar se sorprenderán con los cambios que se han realizado. Un lugar que estaba prácticamente olvidado, al que resultaba muy difícil acceder en los años anteriores, hoy está totalmente limpio, con caminos mejorados, con las trincheras recuperadas y con nuevas instalaciones, realizadas en un 85% con recursos municipales», destaca Vicenta Miranda Ojeda.

Y lo más importante es que los trabajos continuarán, dotando al lugar de baños, quinchos y parrillas para que se convierta en un lugar turístico con todas las comodidades básicas.

«Es la promesa que tenemos de nuestras autoridades, principalmente del intendente de Humaitá, de que esto nunca más caiga en el olvido y se convierta en un sitio a donde la gente pueda acudir a rendir homenaje a los combatientes de Curupayty, nuestros héroes más victoriosos», relata la educadora.

Aquellas dos horas que resultarían eternas

«Amanhá descangalharei tudo isto en duas horas (Mañana destruiré todo eso en dos horas)», había asegurado el jefe de la Marina brasileña Joaquim Marques Lisboa, el almirante Tamandaré, el 21 de septiembre de 1866, en vísperas del ataque aliado contra el Fuerte de Curupayty.

Tras haber capturado de los paraguayos el Fuerte de Curuzú, en la batalla del 3 de septiembre de 1866, a orillas del río Paraguay, los aliados estaban seguros de que harían lo mismo con el de Curupayty, que se encontraba a unos 2 kilómetros del lugar, río arriba.

El ataque a Curupayty estaba previsto para el 17 de septiembre, pero las fuertes lluvias que cayeron, obligaron a posponer el operativo.

El presidente argentino Bartolomé Mitre asumió el comando de todas las tropas aliadas para atacar Curupayty, pensando que iba a ser una acción bélica rápida y fácil.

«Desayunaremos en Curupayty y cenaremos en Humaitá», era la consigna que corría entre los aliados.

La estrategia de Mitre y los aliados era bombardear primero las posiciones paraguayas con los 22 barcos de la Escuadra brasileña y luego dirigir un ataque frontal a bayoneta, simular una retirada para que los paraguayos salgan en persecución, para más tarde dar media vuelta y batirlos fuera de la fortaleza.

Pero los paraguayos tenían otra idea. Convencido de que una derrota en Curupayty significaría perder gran parte de la campaña bélica, el mariscal Francisco Solano López ordenó trazar un plan de defensa, en el que intervinieron el coronel inglés Jorge Thompson, el coronel húngaro Francisco Wisner de Morgenstern y el coronel húngaro Luis Federico Myszzowski.

Sobre este plan, López convocó a sus principales oficiales y les preguntó qué opinaban. Fue cuando el general José Eduvigis Díaz le dijo en guaraní: «Parece muy bueno en el papel, pero si construimos así las trincheras, no vamos a atajar a los kamba».

López le encargó entonces que dirija el operativo de construir las trincheras, adaptando los planos a su intuición y su sentido práctico.

Esa misma noche del 8 de septiembre, Díaz inició la construcción de las trincheras de Curupayty. Trabajando en turnos, los 5.000 hombres se pusieron a excavar túneles y zanjas, cortar árboles y preparar abatises.

La trinchera de 2.000 metros conectaba un terreno alto con la laguna Méndez. «Con la arena levantada se construía un ancho muro, detrás del cual se levantaron las plataformas de los cañones sobre una base de madera dura y montículos de tierra», destaca el historiador militar Hugo Mendoza, autor del libro Curupayty.

«Detrás de la línea de abatises se construyó un foso mortal, en cuyo lecho, estacas puntiagudas apuntaban hacia arriba. Este pozo tenía 3 metros de ancho por aproximadamente 2 metros de profundidad. Inmediatamente después venía el parapeto con abrigos para el personal como para las municiones. Frente a este parapeto el terreno fue cortado por zanjas y en el borde de ellas fueron acumulados troncos, raíces, espinas y todo material que pudiera obstaculizar la progresión enemiga», refiere Mendoza.

Una derrota catastrófica

Contra esa colosal obra de ingeniería bélica construida en menos de diez días se toparon los aliados cuando empezaron su ataque al amanecer del 22 de septiembre de 1866.

El bombardeo de los barcos brasileños contra las trincheras paraguayas duró casi cinco horas, en lugar de las dos horas que había prometido el almirante Tamandaré para terminar con todo, y no alcanzaron casi a dañar a los paraguayos porque el alto barranco y los muchos obstáculos visuales no les permitía a los brasileños ver a dónde apuntar. El fuego de los cañones iba para cualquier otro lado.

Cuando empezó el ataque por tierra, cerca del mediodía, con dos columnas argentinas y dos brasileñas, se encontraron con las estacas puntiagudas dentro de los fosos cubiertos de agua, con las murallas de abatises y con los soldados paraguayos muy bien protegidos en sus trincheras, haciendo blanco fácil contra el enemigo.

Los aliados «caían segados, de esta manera, por centenares. Retrocedían, horriblemente destrozados, se arremolinaban, recibían refuerzos y volvían a la carga, siempre con el mismo infortunado resultado», relata Mendoza.

Alrededor de las cuatro de la tarde, Mitre se convenció de que su ataque se había convertido en una catastrófica derrota, y ordenó la retirada. En el campo quedaban cerca de 5.000 cadáveres de soldados aliados, mientras las bajas entre los paraguayos no habían llegado a 100. Según Mendoza, «por cada paraguayo muerto, murieron aproximadamente 50 aliados».

El resultado de la batalla de Curupayty tuvo una trascendencia enorme: «en el orden militar, paralizó al Ejército de la Alianza, que demoró un año en recobrar el ánimo y reiniciar su actividad», según el historiador Hugo Mendoza.

La profesora Vicenta Miranda Ojeda, una de las mayores impulsoras del rescate de la historia de Curupayty y Humaitá, dice que hace 150 años «triunfó más que nada la fuerza moral y física de esos cinco mil soldados, que en tan escaso tiempo fueron capaces de construir una portentosa obra defensiva que no tiene parangón en la historia militar, sin desconocer el diseño que surgió como resultado de la tecnología y por supuesto el heroísmo de un oficial como lo fue el General Díaz, que aceptó el desafío con la certeza de no fracasar, asumiendo lo que implicaba si los resultados fueran adversos».

La profesora Vicenta hoy se siente reconfortada al ver que, por fin, el sitio histórico de la Batalla de Curupayty está siendo puesto en valor. «Hoy debemos honrar a nuestros soldados, a nuestros héroes, con el trabajo tesonero y honesto, sea cual fuere el lugar en que nos toque actuar», destaca, comprometiéndose a seguir trabajando para que las nuevas generaciones valoren en su justa medida lo que fue la gran epopeya de Curupayty.

Publicado por Última Hora

 

Batalla de Curupayty: el desastre militar de Mitre que oculta La Nación

Por Marcelo Morigi

Ayer nos preguntábamos cómo sería la efeméride del diario La Nación respecto a la sangrienta derrota militar de los ejércitos aliados, planificada y dirigida por Bartolomé Mitre, fundador del matutino conservador. Ayer mismo, el diario oligárquico nos daba la respuesta. En la pluma del historiador liberal y Capitán de Fragata de la Armada Argentina (RN), Miguel Ángel De Marco, el diario publicó una nota de opinión titulada “Curupaytí, una jornada de luto y de gloria”.

Que fue una jornada de luto no quedan dudas, ya que algunas cifras elevan el número de bajas argentinas y brasileras por arriba de las 9.000, entre muertos y heridos. Mientras que las bajas paraguayas fueron tan solo 92, 26 de ellas fatales.

Si bien, en esta ocasión De Marco no se refiere a las causas de la guerra, es preciso aclarar que la misma fue impulsada por los gobiernos liberales de Argentina y Uruguay, junto al Imperio esclavista del Brasil, con el visto bueno del gobierno británico, y contra el pueblo paraguayo en su conjunto, el cual sobrellevaba un desarrollo económico independiente. Por esto, dudosa es la gloria de Dominguito Sarmiento quien, según nos recuerda el historiador, le escribió a su madre días antes de la batalla en que perdiera la vida, “morir por la patria es vivir”.

Es que la gloria a la cual se refiere De Marco no es la de un pueblo que lucha por un mundo mejor, sino la de una clase que defiende sus intereses de minoría explotadora. Por eso, con una honestidad espasmódica, se lamenta de esa batalla “que acabó con buena parte de una brillante juventud argentina” como Dominguito “Sarmiento y otros muchachos distinguidos”.

La responsabilidad de Mitre

Contradiciendo fuentes directas del combate, como la del Teniente Coronel del Ejército Paraguayo Ingeniero Thompson, que ubica a Mitre en una alejada trinchera; De Marco nos relata un episodio mitológico que al mismo tiempo intenta exculpar al presidente argentino de semejante desastre: “Los batallones se agolpaban, unos sobre otros, sin lograr su objetivo, hasta que el comandante en jefe ordenó la retirada, cuatro horas después. Mitre, que se había opuesto en junta de generales a un ataque frontal, pero finalmente había aceptado la decisión de la mayoría, había estado siempre al alcance del fuego adversario. En un momento dado, tuvo que cambiar de caballo porque el que montaba había resultado herido”.

Este supuesto desacuerdo táctico es sostenido por la historiografía mitrista, pero contrariado no solo por el revisionismo histórico, sino por varias fuentes de la época. Además del ya citado teniente, otro coronel paraguayo que se transformó en cronista, Juan Crisóstomo Centurión, sostiene: “después del triunfo de los brasileros (en Curuzú), parece haberse operado en su ánimo (el de Mitre) una reacción, que le hizo cambiar de idea, alimentando la convicción de que no era por nuestra izquierda sino por Curupayty que podía obligar al Mariscal López a refugiarse con su ejército en la fortaleza de Humaitá, suprema aspiración de los aliados para concluir la guerra. Y la prueba de este hecho es, que se marchó con todo el ejército argentino a Curuzú para dirigir en persona el día señalado el ataque de Curupayty. Hizo todo esto con entusiasmo, en la creencia de que la iniciativa del Mariscal para la conferencia de Yataity-Corá, importaba un acto de desfallecimiento.

Más allá de esto, aun si le concediéramos a Mitre el desacuerdo inicial, su desempeño durante los hechos posteriores por si solos lo condenan. Veamos.

La oportunidad perdida y el tiempo otorgado

El 3 de septiembre de 1866, cuando las fuerzas aliadas conquistaban el fuerte de Curuzú, por desinteligencias internas perdieron la oportunidad de someter en el mismo acto la fortaleza de Curupayty -ubicada a tan solo 2 kilómetros- que se encontraba desguarnecida. El Mariscal Francisco Solano López, presidente y jefe del Ejército Paraguayo, reconoció la extrema debilidad de sus posiciones y encomendó a uno de sus mejores hombres, el general José E. Díaz que preparase la defensa del campo. Mientras las tropas aliadas desplazaban sus campamentos hacia las inmediaciones de Curupayty y sus generales planificaban el ataque, Solano López pidió parlamentar sucediéndose así la conferencia de Yataity-Corá (1) que le consagró al mariscal un valiosísimo tiempo.

La defensa de Curupayty

Los 5.000 paraguayos dispuestos a defender el fuerte, rotaban en turnos de a tercios para dividirse las tareas. Durante las noches y los días, resistiendo el fuego de artillería que esporádicamente arrojaba la escuadra brasilera, y durante jornadas enteras bajo la lluvia, cavaron largas trincheras y derribaron centenares de árboles añosos para formar los abatíes, unos dispositivos de defensa militar formado por árboles y ramas apuntando al frente enemigo con el fin de detener el ataque y ocultar las posiciones propias. Unos 50 cañones tras estas líneas, más algunos otros al margen del rio conformaban la artillería paraguaya que esperaba el ataque de tres ejércitos, 20.000 hombres, y una escuadra de 22 barcos con más de 100 piezas de artillería.

El tiempo y el mal tiempo

El tiempo no hubiera alcanzado para fortificar lo necesario la defensa. El día 17 estaba planificado lanzar el ataque y, de hecho, las tropas y la flota de guerra se pusieron en movimiento. Pero el Almirante Tamandaré, a cargo de la escuadra brasilera suspendió el ataque por el clima adverso. Efectivamente, a media mañana comenzó una copiosa lluvia que se prolongó hasta el día 19. Esa prórroga les dio a las fuerzas paraguayas el tiempo suficiente para completar la fortificación. El día 21, uno antes al del ataque, el ingeniero Thompson, experto en la materia concluyó que la obra era fortísima y que podría ser defendida con ventaja.

El plan de Mitre y los aliados

El ataque a la fortaleza de Curupayty se iniciaría con un bombardeo de la escuadra brasilera para inutilizar sus defensas y ahuyentar las fuerzas de la trinchera. Después seguiría el ataque de las fuerzas de tierra divididas en 4 columnas, las dos derechas brasileras y las dos izquierdas argentinas, de modo que las dos columnas centrales, las más importantes y que debían asegurar la penetración a las trincheras enemigas, estuvieran compuestas por ambos ejércitos.

El ataque, los imprevistos y el desastre

Pasadas las 7 de la mañana del día 22 la escuadra brasilera se adelantó hasta tomar posición y comenzó un bombardeo que duro 4 horas y descargó cerca de 5.000 bombas. Sin embargo, tamaño ataque poco pudo hacer ya que el terreno, la vegetación y los abatíes dificultaban la visión. Los disparos se hacían por elevación a un blanco indefinido que solo lograron desalojar a los pocos paraguayos que se encontraban en su trinchera de vanguardia. Pasado el mediodía, el Almirante Tamandaré suspendió el fuego contra la fortificación del frente terrestre y se concentró sobre el frente fluvial. Comenzaba entonces el turno del General Mitre quien debía comandar el ataque terrestre.

Las cuatro columnas con miles de hombres hicieron su aparición en campo abierto. La artillería paraguaya comenzó su furibunda descarga que devastaba batallones enteros con certeros cañonazos. Si la confusión sembrada por las explosiones era ya dramática, el sol en lo alto y el fango en el suelo completaban esa imagen tétricamente primaveral que se expone en los cuadros de Cándido López. El terreno, luego de las lluvias era una dificultad extra que hacía lento y tendido de muerte el avance de los ejércitos liberales y esclavistas. Avanzar y avanzar era la orden del General Mitre. Exhaustos y diezmados los primeros pelotones comenzaron a llegar a la línea de abatíes, este hecho lo han comparado con el ridículo atropello del Quijote contra los molinos de viento, más triste fue, ya que sin fuerzas se acercaban a un verdadero pelotón de fusilamiento. El empecinamiento del general, que no pone su cuerpo, queda demostrado en sus propias palabras al redactar el Parte que da cuenta de su fracaso: “la línea de abatíes (…) obstruían el acceso a la trinchera (…) fue necesario reforzar el ataque con la segunda línea de reservas parciales, comprometiendo en las dos columnas de ataque central veinticuatro batallones (…) En esas circunstancias, habiéndonos puesto de acuerdo con el barón de Porto Alegre (…) acordamos mandar replegar simultáneamente y en orden las columnas comprometidas en el ataque” (Mitre a Martínez. Cuartel de Curuzú, 24 de septiembre de 1866. Partes Oficiales)

Ridículo y trágico

Luego de Curupayty, el mando aliado entró en crisis, Mitre dejó la conducción de la guerra y el Paraguay consiguió un prolongado tiempo de gracia hasta que la guerra infame continuara su curso. Un semanario de la época, citado por Centurión da cuenta del descalabro y el papel del general: “Resulta de aquí que hay un ejército sin cabeza, o más bien dicho, con muchas cabezas, haciendo imposible una operación cualquiera. Mitre, jefe in nomine del ejército, está haciendo el papel más ridículo del mundo”.

Notas.

1. La Conferencia de Yataity-Corá es considerada el último intento por alcanzar la paz. Si bien no se sabe concretamente el contenido de ese diálogo entre Solano López y Mitre, y se suele culpar al emperador del Brasil, Pedro II, por la paz no lograda; lo cierto es que más allá de los alcances y limitaciones que tuvo este encuentro, fue una tregua vital de días para las fuerzas paraguayas.

Publicado por La izquierda diario
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