Ojos ciegos bien abiertos

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Retratos y fantasmas por todos lados y en todas sus formas. La historia como una obra de teatro y la pintura como ideología que se materializa en pura expresividad, súbdita de un órgano que transmuta en metáfora del saber: Ojo. Así se llama la monumental exposición de la artista argentina Marcia Schvartz donde la acción de mirar se hace sinónimo de alumbrar. Alejada de la creencia esotérica de que hay que cerrar los ojos  para ver, Schvartz propone animarse a mirar todo, aún en el borde de la desesperación aunque siempre bajo el filo de la belleza, para cuestionar y comprender algo de nuestra propia identidad.

La historia argentina, bautizada por Marcia El tren fantasma, es un tren regenteado por la temible Isabelita, quien recibe en la Mesa de entrada, junto con El brujo de López Rega representado como el mismo diablo en los assemblage, pinturas e instalaciones donde se alzan, como altares, pequeñas escenografías, barrocos ataúdes verticales a puertas abiertas, repletos de dorados, cruces, sedas y encajes que en su ambición perversa y desmedida, nos siguen mirando, porque seguimos todos bajo el efecto de sus actos. Y todo lo contaminan, también la cultura se ve manchada por un circo pretencioso: Preparándose para Arteva es el retrato de una mujer absurda, con cara de pájaro asustado, acicalándose con cremas verdes para salir al ruedo. El dinero como valor en sí mismo, en la política y en el arte, como jueza de apariencias. Como en el cuadro La zorra, que rechaza premiar ciertas obras de arte mientras se pinta las uñas de los pies, y sueña con pertenecer a un mundo (¡y qué mundo!)  al que jamás podrá acceder: la monarquía.

Marcia nos presenta la ambigüedad de esos discursos (entre el ser y parecer) con una puesta en escena plástica y teatral, en la que los materiales representan cada una de esas miserables ambiciones. Pero también su contracara, o tal vez su consecuencia en cientos de objetos domésticos de la vida diaria argentina: termos, mates, revistas, anteojos, cartón, portarretratos, galletas, espejos de marcos de plástico, celulares berretas y despertadores ochentosos. Y mucho Rivotril.
El cambalache es potente, el kitsch por momentos asoma y entre las huellas de Goya, Berni y Aída Carballo levitan los espíritus del peronismo. Pero en el medio, los retratos de aquellos que sí son lo que aparentan: Marcelita contenta yendo a trabajar con sus borcegos, el tanguero Milonga Patán en musculosa blanca terminando una noche larga, la bailantera con sus jeans a punto de explotar con un fondo van goghtesco, Nelba, una india desnuda que se saca las sandalias sexies después de trabajar con su cuerpo. O La lista, retrato de una mujer de unos treinta años tirada en la cama, agotada, con una lista de cosas para hacer, desde ir al ginecólogo, ir al chino y ocuparse del hijo. Marcia dice: “La gran pregunta es cómo hacer para vivir haciendo lo que uno quiere. Lo doméstico que perturba la existencia, donde la cebolla y el quitaesmalte están primeros en la lista. Pinto la angustia de la vida misma, esas listas diarias de supervivencia, en las que hacemos cuentas para llegar a fin de mes, pagar el alquiler, comprar comida, y los útiles de los chicos para la escuela. Eso, en un conflicto propio de la periferia.”

La pintura de Marcia interpela, no es un código ajeno a la vida, son los gestos cotidianos en una pintura, retratos con ojos que miran, desde ahí, desde un mundo periférico donde vivir muchas veces es sobrevivir, pero también donde lo impredecible y las técnicas personales nacen y renacen todo el tiempo dándole  gracia, en ese punto justo que la artista llama humor siniestro y que también está presente en su pintura. Como en los chupones de despedida de una pareja en Estación Retiro, amor furioso, besos con lenguas como víboras y caricias que pellizcan con uñas tornasoladas. Las versiones del amor.
Pero después de los muertos vivos y del oscuro backstage donde la artista retrata el mundo del arte, donde el rezo es doblemente obsceno, por sus intereses y por sus falsos dioses, Schvartz compensa con la pulsión de la naturaleza a través de sus cerámicas esmaltadas repletas de erotismo, sexualidad orgánica, permitiendo ya no la supervivencia, sino la vida. Vaginas como magnolias, dalias, pimpollos, Ofelias, carnosas y comestibles. O la Cala negra, donde la erección de la flor-muerte resulta más que tentadora. Hasta dan ganas de ser esa pequeñita mujer de La muertita, brote de pasto o espiga verde metamorfoseada en sirena, y morir como ella, presa del éxtasis.
Cerrando la muestra, regalo exquisito de los curadores (Roberto Amigo y Gustavo Marrone) los cuadernos de acuarelas que la artista lleva consigo a los viajes, sutiles bocetos de flores y peces, de aire y agua, acompañando el peso de la tierra, con obras como Flor del valle, Valle Calchaquí, Animaná, piezas secas donde encarna el norte argentino a través de lanas pigmentadas con madera de cactos.
El filósofo Gilles Deleuze pensaba que los artistas crean como viven. Marcia pinta desde una profundidad convulsionada, una fuerza que nace de lo visceral,de todo aquello que mata pero también, de la potencia de lo que está naciendo.
La artista plantea en Ojo un gran interrogante: qué es ser un artista contemporáneo. Pero es una pregunta retórica, porque la misma Schvartz se encarga de responderlo.

Ojo de Marcia Schvartz se puede visitar en la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat, Olga Cossettini 141, hasta el 22 de enero 2017. Martes a domingo de 12 a 20, entrada $ 80.
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Ojo: Marcia Schvartz está mostrando… y mirando

Marcia Schvartz tiene dos ojos y mira. Después, pinta. Ojo es también una advertencia. Así, Ojo, se llama la muestra de obras recientes que esta observadora aguda inaugura pasado mañana en Colección Fortabat: más de 100 trabajos entre pinturas de gran formato, especie de teatros de pintura y collage, dibujos, cerámicas y objetos, con curaduría de Roberto Amigo y Gustavo Marrone.

«El ojo de Marcia mira la realidad, pero es un ojo afirmado en el pasado y en el presente de un territorio común con el otro. Es el ojo que se abre iracundo y, a la vez, festivo», dice Amigo en el texto del catálogo. El 80 por ciento es obra inédita, en diálogo con algunas piezas históricas.

A través de cinco obras, la artista -61 años, varios premios en su haber- repasa aquí los temas clave de la exposición. Con un humor ácido y fino, entra en polémicas. Ella se puede reír de cualquier cosa.

Isabel de Perón

(El entorno, 2012, técnica mixta.) «La protagonista de la serie Tren Fantasma es Isabel. Una cosa bizarra, de humor negro, siempre rodeada de revistas Hola!, con sus aspiraciones para con la realeza europea, el Papa, Franco. Esto pasó hace 40 años, pero hay chicos que hoy la confunden con Evita. No saben. En los seis trabajos se la ve anciana, grotesca, con rasgos macabros. No es una serie antiperonista, sino un costado oculto y siniestro. Los hice hace cinco o seis años y no sabía bien dónde exponerlos. Los tenía medio escondidos.»

El ambiente

(La zorra, 2012, técnica mixta). En un tocador asoma un pie de mujer. Acaba de pintarse de rojo las uñas. Aparecen divas populares, actuales presidentes, ex directoras de museos, premios, artistas famosos y más revistas de farándula. «Se trata de una burócrata del arte. Siempre soy irónica con el medio. Es una burla que vengo haciendo para que no me agarre ninguna enfermedad. Hay que tomarlo con humor. La pintura es una actividad chamánica. Después de reírme, estos personajes me caen simpáticos. Se transforman títeres. La zorra se construye sobre la caja que usé para enviar un cuadro al Salón Nacional de 2012, que fue rechazado. Esa etiqueta forma parte de la obra. Fui jurado hace poco después de 25 años de negarme. No sirvo: me peleo. Tenés que ser muy diplomática y yo soy muy frontal. Corroboré que no quiero serlo más. Estoy a favor de los premios, siempre participé; gané el Nacional y el Municipal, el Banco Nación, el Banco Central… Quería ganar el Nacional porque ¡creo que me lo merezco!», dice entre risas. Sus desnudos femeninos escapan al canon: «Las conchudas son mujeres, amigas y rockeras. No tienen nada de erótico. Están en la suya. Son fuertes».

El dinero

(Rezo obsceno, 2012, técnica mixta.) «Tiene que ver con el mercado y el capitalismo, que nos han invadido. Arrasa con todo: el arte, el pensamiento, los valores, la ética. La obra muestra una directora de museo abrazada a pilas de dólares. Se apoya en una caja de madera, como las que transportan cuadros. El título lo saqué de un artículo de Horacio González que hablaba de los bolsones y sótanos con plata, esa cosa obscena con el dinero mismo. La corrupción no es partidaria… si no mirá los Panamá Papers, algo escandaloso a lo que parece que nos vamos acostumbrando. No es ningún secreto que soy kirchnerista. Tengo derecho a pintar lo que yo pienso, con toda la libertad.» Su muestra anterior, Marciamundi, fue en la villa 21-24, de Barracas. Ahora el contexto, en Puerto Madero, es otro: «El lugar me encanta y me hacen un lindo catálogo. Tengo una relación afectiva con Amalita Amoedo, que fue alumna mía de chiquita».

Los jóvenes

(La lista, 2015, técnica mixta sobre tela.) «Los jóvenes me preocupan, éste es un momento difícil para ellos. Hice retratos de jóvenes artistas, anarquistas, militantes, madres, pibes de barrio, hipsters. En La lista se ve a una chica enumerando sus tareas y compras, aplastada por la cotidianeidad femenina, pero bella. A esta modelo le hice tres retratos, es una DJ.» Schvartz hace una defensa de sus disciplinas: «En la pintura está todo, ésa es su magia. Voy a dar un curso en La Cárcova y voy a decirles esto a los estudiantes: «¡Sigan pintando y no le den bola a nadie!». No tienen apoyo y les sacan el deseo. La toma de la Belgrano, que fue gran premio, y La lucha continúa, dibujo que fue rechazado, son de cuando hicimos el homenaje a los desaparecidos de la escuela Manuel Belgrano, que fueron ocho. Ahí conocí a estas dos alumnas, retratadas en las obras. El fondo contiene las revistas que hicimos con [el pintor] Eduardo Iglesias Brickles para recordarlos», dice.

La naturaleza

(Ukumara, 2016, arcilla y lana.) «Estuve el verano pasado en un pueblo de Salta, San Carlos. Hay muchos ceramistas y trabajan con el barro de ahí, de la montaña. En diciembre, acá estaba todo tan feo que me fui para allá y conocí a Gastón Contreras, un ceramista local. Él me consiguió una casita para alquilar y me prestó su taller. Me quedé dos meses y medio. Hice cactus y otras formas de la naturaleza. No tengo que pensar nada: miro y hago. Todo me inspira. El barro es de un color maravilloso, anaranjado, así que a muchas piezas no las esmalté, pero les puse lanas teñidas por mí con las que venía trabajando. Así la cerámica queda como en un paisaje. Los Valles Calchaquíes son otro mundo, están muy aislados. Es un auténtico viaje. En abril volví para la fiesta Barro Calchaquí y con Flor Califano, otra artista local, hicimos una cabeza gigante, de dos metros, que sale de la tierra. Y la prendimos fuego.»

PARA AGENDAR

Ojo. Marcia Schvartz. En Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat (Olga Cossettini 141), del 20 de octubre al 22 de enero de 2017, de martes a domingos, de 12 a 20.

Publicado en La Nación

 

 

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