Las imágenes del año

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Los fotógrafos de un periódico son como los héroes anónimos del periodismo. No solo se dedican a capturar en imágenes desde lo más simple –digamos, una discusión equis en la Asamblea Legislativa– hasta lo más extraordinario –el efecto de un desastre natural, por ejemplo–, sino que también son grandes fuentes de información para los periodistas.

Ven lo que nosotros no vemos y nos informan al respecto; nos muestran todas las fotografías que obtienen de determinado evento esperando que les demos nuestra realimentación; y siempre están a la caza de nuevas maneras de contar las historias.

Si un fotógrafo tomó una imagen de la que está orgulloso, uno solo puede esperar que su editor piense lo mismo, pues no existe mejor muestra de respeto que aprobar su visión de las cosas. Sucede que la vida informativa tiende a ser engañosa, y muchas veces el mejor material de los fotógrafos –aquel material artístico, profundo, exageradamente humano y natural– no se ve reflejado en las páginas del diario, y queda guardado en carpetas con la esperanza de algún día ser utilizado.

Por ello, presentamos una selección de esas imágenes que amenazaban con quedarse en el olvido; esas fotografías de las que los fotógrafos están orgullosos y que nosotros, los inexpertos del lente, valoramos hechizados. A cambio, solo pedimos un favor ligero: darle a cada imagen el tiempo que se merece. Provecho.

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Encima del abismo

Ensayo fotográfico de John Durán

Lo ordinario sería dejarnos sacudir solo por las efigies de la tierra hecha barro letal, de los hogares que dejaron de existir y de todos los devastadores efectos del paso de un huracán donde jamás lo imaginamos. Pero las efigies que nos llevamos para siempre son las de la vida que sigue su curso; las que muestran esa humanidad que se pone en pie tras la tormenta, con el único afán de prevalecer. Nos enseñaron tanto.

Mónica Ruiz, vecina de Upala, recorre su pueblo en un carrito de juguete pocas horas después del impacto del huracán Otto en esa zona del país. (John Durán.)
Bimal y Kaleb recorren en bicicleta el húmedo camino de la urbanización Don Chu, uno de los barrios más afectados por el huracán en Upala. (John Durán.)
En un albergue en Upala, dos niños reposaban en una colchoneta sin entender bien lo que había pasado en el único pueblo que conocían. (John Durán.)
Iván, sobrino del futbolista José Guillermo Ortiz, posa en el terreno de su hogar junto a un mueble que tiene estampada la fotografía de su tío. (John Durán.)
Manuel López, de 13 años, escarbó entre los desechos comestibles de un almacén del pueblo hasta que encontró algo que pudiese consumir. (John Durán.)
Sailyn Ávila espera a que abran el paso del puente a través del cual puede arribar a su casa. (John Durán.)

Corazones azulados

Amar es perder y no dejar de sujetar la mano de la afición y el equipo. Más allá de los títulos y las decepciones, el Club Sport Cartaginés nos recordó –un año más– que el amor puede más que la estadística.

Esta imagen fue capturada el 13 de noviembre en el estadio Fello Meza, el día que Cartago quedó eliminado del campeonato. (Rafael Pacheco.)
El enmascarado de Cartago. En sus ojos se concentra la legendaria historia del club y su relación con los impostores a los que llamamos triunfo y derrota. (José Cordero.)
El arranque de este torneo de fútbol se vivió con nuevos aires y emociones en las filas del Cartaginés. Había fe de sobra. (Rafael Pacheco)

Una cifra (in)visible

Ensayo fotográfico de Albert Marín

Las estadísticas señalan que la pobreza extrema va en descenso. Una visita a un barrio como La Carpio nos roba todas las ganas decelebrar. Lo que nunca se ve no puede jamás cuantificarse.

Un niño de La Carpio juega frente a un salón que está pintado con manos de niños quienes, al igual que él, viven el narcotráfico de cerca a diario. (Albert Marín.)
Entre fósforos y virutas de madera, los niños de la ciudadela hacen pequeñas fogatas para pasar el rato. (Albert Marín.)
Emilia González, de 82 años, vive en La Carpio y se sostiene con ¢50.000 mensuales que le dan algunos familiares. (Albert Marín.)
Con los ¢2.000 que cuesta esta gallina pueden sobrevivir al día cuatro adultos y dos niños que tienen su hogar en La Cueva del Sapo, también en La Carpio. (Albert Marín.)
Un gato descansa a la mitad del día sobre una cama rodeada de reflejos de la carencia con la que viven en la casa de doña Emilia González. (Albert Marín.)
Basura, suciedad y camas dañadas son parte de la escenografía con la que la casa de doña Emilia da su bienvenida. (Albert Marín.)
Hasta los techos son un basurero para muchas de las familias de La Carpio que viven en pobreza extrema. (Albert Marín.)

Redes ecuestres

Las texturas, los colores y la relación entre bestia y hombre son la luz de los topes de Palmares. El desglose fotográfico de estos eventos parece ser prueba suficiente para validar su existencia.

Fuerte y visible hebilla de un montador de caballo en el tope de las fiestas cívicas de Palmares, a comienzos de año. (Luis Navarro.)
Las calles no son calles cuando del tope se trata; son el servicio sanitario equino por excelencia. Es quizá la única actividad en la que al público no le molesta el omnipresente olor a mierda; ¡más bien, lo celebra! (Luis Navarro.)
Cuando no vemos al suelo, los colores pastel de los algodones de azúcar son el recuerdo de que estamos en una fiesta y de que los ánimos no pueden derrotarse por caminar encima de un tanque séptico. (Jorge Navarro.)
El tope es la gala por excelencia para la comunidad equina y, como tal, ha de ser asumida en todo sentido, desde lo presencial hasta lo estético. Estos cortes de cabello son prueba de ello. (Luis Navarro.)
Concentración bajo el sol alajuelense: para los montadores de caballos, su participación en los topes y en las fiestas cívicas son una de sus máximas sociales. (Luis Navarro.)

Caminantes sin tregua

Quien no haya tenido que pensar en la posibilidad de abandonar todo lo que conoce para perseguir un futuro mejor en otro lugar, difícilmente sea capaz de comprender la incertidumbre que significa estar varado en un país en el que todos hablan otro idioma. Tal vez,  los rostros, los gestos, las posturas y las acciones retratadas en estas imágenes de migrantes africanos y haitianos sirvan para que ellos se expliquen.

Protesta pacífica: cuando el gobierno anunció que los deportaría, los migrantes se manifestaron para solicitar que los dejaran seguir. (Andrés Arce.)
Indocumentados, en la frontera con Panamá, los migrantes bailaban y cantaban bajo la lluvia a falta de alguna solución. (Andrés Arce.)
Las caras de la paciencia: nadie se siente realmente cómodo cuando debe esperar. (Alonso Tenorio.)
Cheikh Tidiane Diaw, de 36 años y proveniente de Senegal, hace una de las cinco oraciones diarias del Islam en un albergue en La Cruz de Guanacaste. (Mayela López.)
Jean-Baptiste Ruben, de 29 años y haitiano, dejó su trabajo como cocinero, su vida en pareja y su afán de ser músico con tal de ir a Estados Unidos. (Mayela López.)
Escena común en el albergue El Jobo, en Bahía Salinas: numerosos grupos de migrantes haciendo fila para recibir su comida al mediodía. (Jeffrey Zamora.)

Panoramas de la patria

Incluso cuando se trata de accidentes lamentables, los paisajes de Costa Rica tienen su propio olor; su bandera incólume pintada de azul, blanco y rojo. Estos son los retratos de una nación a la que no siempre observamos desde los mejores ojos, lentes o ángulos.

A finales de noviembre, un incendio consumió más de 70 casas y dejó seis muertos en un precario ubicado en León XII, en Tibás. (Jeffrey Zamora.)
Manchas en una estructura de la Ruta 27 alertan a las autoridades de que un flujo de agua proveniente de la montaña asecha. (Albert Marín.)
Un ícono religioso se refleja en un charco de agua en la entrada de la iglesia de La Merced, en San José. (Diana Méndez.)
A finales del 2015, el pasacalles de La Universal se vivió bajo la lluvia. Visto desde arriba, el resultado es magnífico. (Diana Méndez.)

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En este especial aparecen fotografías de Andrés Arce, José Cordero, John Durán, Mayela López, Albert Marín, Diana Méndez, Jorge Navarro, Luis Navarro, Rafael Pacheco, Alonso Tenorio y Jeffrey Zamora.

Publicado en Nación
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