Luisa Geisler, escritora brasilera: «Es casi imposible escribir ficción con la realidad que vive Brasil»
Por Gustavo Yuste para La Primera Piedra
“Yo escuché que ‘escribía como un hombre, como si eso fuera un elogio. Cuando permitimos una etiqueta, las otras vienen juntas”´, señala Luisa Geisler, considerada una de las escritoras jóvenes más prometedoras de Brasil. La reciente publicación en español de Las luces de emergencia se encenderán automáticamente (Blatt & Ríos, 2017) muestran a una narradora hábil y ágil capaz de armar una historia emotiva a partir de la brevedad. “La imagen que tengo del público lector argentino es de un público extremamente crítico y criterioso”, afirma Geisler.
“Más que un gran escritor, uno debe ser un gran lector”
Con la amistad como motor principal, Las luces de emergencia se encenderán automáticamente (Blatt & Ríos, 2017) de Luisa Geisler es una novela contemporánea por excelencia. Utilizando los recursos de los registros breves, la historia principal va avanzando de manera sólída, logrando recrear a los distintos personajes con breves descripciones o simplemente con sus formas de hablar y accionar.
Geisler, además, introduce breves momentos cercanos al lenguaje poético, los cuales lejos de desentonar con el resto de la novela, le agregan un valor agregado. La fluidez de la narrativa de la autora brasileña logra algo poco sencillo en la literatura: hacer que parezca sencillo lo complejo. Ya sea en los momentos de descripción o en los diálogos, un recurso que junto al epistolar ocupa una buena parte de Las luces de emergencia se encenderán automáticamente, introducen al lector de lleno en la historia, con un efecto similar al que se tiene cuando se escucha una buena anécdota.
— ¿Qué te produce que Las luces de emergencia se encenderán automáticamente (Blatt & Ríos, 2017) llegue a la Argentina? ¿Cuál es tu relación con la literatura argentina en particular?
— Soy del Sur de Brasil. cuando Borges escribe sobre un ‘gaucho’, yo tengo en mente alguien de mi parte del país. Me encantan muchísimo los autores argentinos: Borges, Cortázar, Piglia, Silvina Ocampo, Juan José Saer, César Aira, Samanta Schweblin. Ellos han sido escritores cuya influencia me formó como escritora. Me siento honrada que el mismo público que formó a estos escritores tenga interés en lo que hago. Es algo que aún no he bien absorbido, es increíble. La imagen que tengo del público lector argentino es de un público extremamente crítico y criterioso.
— En ese sentido, muchas veces hay poco diálogo entre los autores brasileros y el resto del continente, más allá de la diferencia de idioma. ¿Vos qué opinás al respecto?
— Hay una bella intención de unidad entre los autores hispanohablantes, que es más fuerte que la de los lusohablantes, eso es algo histórico. Creo que la falta de comprensión entre ambos es algo mayor que apenas una diferencia comunicacional: a veces, la sensación que tengo es que estos países están “de espaldas” unos para los otros. Esto es algo que cada vez está cambiando más, en especial en las últimas décadas. Sin embargo hay una historia que hace que estos países no dialoguen, a pesar de compartir de una conexión histórica fortísima. La literatura, el arte en general, hace especialmente este acto de aproximación, remueve esta barrera y revela que somos muy parecidos. Es algo lento, pero veo progreso.
— Generalmente, dentro del mundo editorial y del periodismo, a los libros escritos por mujeres se los suele etiquetar como destinados únicamente a lectoras mujeres o como escritos que aportan “una mirada femenina”. ¿Qué te producen esas etiquetas?
— Quiero solamente escribir, y estas etiquetas no me ayudan a solamente escribir. La idea de “mirada femenina” puede tener una connotación positiva, la cual tiene que ver con que las mujeres tienen más poder observacional, pero también implica una serie de prejuicios. Yo escuché que “escribía como un hombre”, como si eso fuera un elogio. Cuando permitimos una etiqueta, las otras vienen juntas. Es importante valuar la escritura femenina, que viene ganando un poco más de atención. Sin embargo, es difícil hacerlo sin segregar escritoras a “su propia categoría”, como si fueran “juniors” o algo así. Entonces, una mujer debe escribir como quiera, con la mirada que quiera.
— En Las luces… se puede ver un relato que tiene a la amistad como principal motor, ¿por qué elegiste ese tema para escribir?
— A veces, la idea de familia involucra obligación, una responsabilidad. La intención en Las luces… era precisamente investigar esta amistad. Los personajes no tenían responsabilidades unos con los otros: el hecho de preocuparse era prácticamente una elección para Ike.
— En algunos capítulos de Las luces… hacés uso de breves piezas narrativas. ¿Te sentís cómoda dentro de los registros breves? ¿Qué posibilidades te da a vos como escritora el recurso epistolar dentro de la narrativa?
— Me gustó mucho utilizar el recurso epistolar en Las luces… Me gusta la manera en que se puede jugar con el lector: el narrador no es confiable, tiene una intención al contar su historia. Utilizar breves piezas narrativas me ayudó en este punto, porque, como autora, quería explicitar el hecho de que el protagonista intentara contar el mejor lado posible de su historia. Para mí, la participación del lector en el proceso de construcción de realidad es muy importante, y las narrativas breves me ayudan a dar el retrato completo. Me gustan muchísimo las piezas breves, ideas concisas que jueguen con el subtexto. Creo que cuando una pieza no se explica, en su brevedad se permite que el lector llene los espacios en blanco.
— A lo largo de la novela se pueden ver descripciones y expresiones que se acercan a cierto registro poético. ¿Cuál es tu relación con la poesía?
— Me encanta la poesía. Pero no tengo, ni de lejos, talento suficiente para hacerla. Leo poesía casi todos los días, porque me gusta la idea de absorberla de forma continua, como una vitamina constante. Entonces a veces “resbalo” en un hacer más poético en medio de un realismo más duro.
— A la hora de escribir, ¿tenés algún mecanismo o rutina?
— Intento escribir todos los días. Esto me ayuda a siempre la narrativa en algún punto de mi mente. Si sé que tengo que escribir algo mañana, empiezo a pensar (subliminarmente o no) sobre la narrativa desde hoy. En general, tengo “metas” de escritura, y trabajo con eventos ya estructurados y planeados hasta el fin. Pero lo más consistente es escribir diariamente, soy muy flexible con todas las otras opciones. Aunque que escriba solo una línea, es importante estar de manera constante en el universo ficcional.
—¿Qué consejo le darías a alguien que está comenzando a escribir?
— Leer mucho. Más que un gran escritor, uno debe ser un gran lector. Si leés, sabés escapar de clichés, conocés las posibilidades del lenguaje, absorbés la escritura. Esto puede parecer contradictorio, pero un gran lector también será un gran lector de su obra (será crítico). Después de eso, el resto no viene naturalmente, pero al menos ya te volviste fanático por el poder de las palabras.
— Por último, ¿cómo vivís el momento socio-político que está atravesando Brasil en estos últimos años con la asunción de Michel Temer? ¿Cómo está afectando eso al sector cultural del país?
— Es casi imposible escribir ficción con la realidad que Brasil vive en este momento. En 2016, Temer simplemente decidió encerrar el Ministerio de la Cultura y después de una semana de comentarios negativos, lo reinstaló. El actual gobierno ignora la cultura, tanto la más tradicional como la del pueblo. Quieren un arte que no genere conflicto, que no haga ruido. No obstante, los artistas brasileños son naturalmente subversivos. Ser artista en Brasil, apreciar arte es una provocación, es hablar de lo que no se quiere.