Panamá: Juventud, embarazo y cultura hipersexualizada

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Según el Ministerio de Salud, 826 adolescentes resultaron embarazadas en mayo. 826 en un solo mes, pero el promedio diario se estima en 32. Son 826 nuevos habitantes que se gestan en los vientres de niñas entre los 10 y 19 años, y si consideramos que esta cifra corresponde sólo al MINSA, resulta obvio que en realidad es más alta.

Ante una situación que se ha convertido en una crisis de salud pública, el debate se ha centrado en la educación sexual, pero hasta el momento no se han discutido en profundidad los aspectos culturales del problema. Es bien sabido que niños y niñas son educados de forma diferente en función de los roles que se consideran adecuados para cada sexo, pero estos roles, que en realidad no son naturales, establecen una jerarquía social en la que lo masculino es sinónimo de fuerza e inteligencia, mientras lo femenino es sinónimo de pasividad y frivolidad.

En el caso particular de las niñas, ocurre una sexualización temprana que ha sido ampliamente estudiada por las ciencias sociales, y cuyos efectos van desde problemas de autoestima y trastornos alimenticios, al desarrollo de conductas sexuales riesgosas. Es innegable que muchas niñas y adolescentes adoptan actitudes sexualmente inadecuadas para su edad, pero no se menciona que desde edades cada vez más tempranas, se les enseña a imitar conductas de mujeres adultas. Mientras los niños trepan árboles, juegan a las aventuras y desarrollan su inteligencia e independencia, las niñas aprenden a maquillarse, a coquetear, a caminar con delicadeza y a posar como modelos. Muy pronto interiorizan que su rol consiste en agradar al sexo masculino, y que lo más valioso de una mujer es su aspecto físico. Más tarde son culpadas por asumir actitudes sexualizadas, y aquellas que provienen de los sectores más empobrecidos, son estigmatizadas por pensar que su cuerpo es una herramienta para la subsistencia y la movilidad social.

En su libro Chicas cerdas machistas , la periodista estadounidense Ariel Levy analiza cómo se ha hipersexualizado la cultura mediática en Estados Unidos y cómo afecta esta realidad a mujeres de todas las edades. La autora dedica un capítulo a relatar sus conversaciones con adolescentes sobre la presión social que las lleva a tener relaciones sexuales incluso antes de sentirse preparadas, y las entrevistadas cuentan que ansían ser percibidas por sus compañeros escolares como jóvenes maduras y atrevidas. Aunque es común que en general los adolescentes quieran comportarse como adultos para ser aceptados, en el caso de las niñas, estos comportamientos suelen terminar en relaciones sexuales prematuras y algunas veces, traumáticas. Desde una fijación con su aspecto físico, las niñas compiten constantemente por la atención de los varones en busca de ser validadas, a la vez que adelantan el inicio de su vida sexual para sentirse maduras y empoderadas.

Aunque la realidad de Panamá tiene sus propias particularidades, el escenario es similar: una cultura mediática que sexualiza a las mujeres constantemente, y niñas cuya identidad se moldea en torno a representaciones dañinas de lo que significa ser una mujer. Es cierto que la educación sexual ayudaría a retrasar el inicio de las relaciones íntimas y a prevenir muchas de sus consecuencias, pero fuera de las aulas existe una cultura con su propia dimensión educativa, plagada de imágenes y mensajes que venden el sexo y la seducción como formas de empoderamiento femenino. El reto no sólo es educativo; es cultural.

Publicado en La Estrella
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