Rodrigo Bastidas, escritor colombiano: «Hay una mirada muy cerrada sobre lo que significa la ciencia ficción»

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Por Ángel Castaño Guzman

Rodrigo Bastidas es –junto a Orlando Mejía y Campo Ricardo Burgos– uno de los más acuciosos investigadores de la ciencia ficción en Colombia. Editorial Planeta acaba de publicar Relojes que no marcan la misma hora y Cronómetros para el fin de los tiempos, dos volúmenes de relatos del género que contaron con la curaduría de Bastidas. La ciencia ficción, como señala el antologista, es una escritura que va más allá de los tópicos de los carros voladores y los ciborgs con crisis existenciales. Hablamos con él del tema.

En un pasaje de la introducción a Relojes que no marcan la misma hora usted habla del carácter crítico, ideológico y político de la ciencia ficción. ¿Cómo se perciben estos elementos en la ciencia ficción colombiana?

La ciencia ficción siempre ha sido un género ideológico. Desde las obras que Kingsley Amis llamó los “mapas del infierno”, hasta la ciencia ficción actual, las obras están planteando una visión del mundo que se adscribe (para criticar, apoyar, poner en abismo, cuestionar) unas perspectivas ideológicas y unas visiones de mundo específicas. En el caso colombiano, la ciencia ficción se ha interesado por indagar la forma en que se ordena a través de estratificaciones y jerarquías la sociedad del país.

Si leemos la que se puede considerar la primera obra de proto-ciencia ficción colombiana, el cuento “Bogotá en el año 2000” de Soledad Acosta de Samper (1833-1913), el eje de la obra está marcado tanto por el papel que tiene la mujer (proyectado en una sociedad del futuro), como por la construcción social que crea una brecha, o una jerarquía, entre dos tipos de ciudadanos: ricos y pobres. A partir de ese texto, muchas obras de ciencia ficción insertan una serie de novums (término para las innovaciones científicamente probables que se utilizan en la ciencia ficción) que, en mayor o menor medida, están poniendo en juego esa misma organización social jerárquica que está naturalizada en el país.

En este texto habla también del papel de René Rebetez en la consolidación de este tipo de escritura en el país. ¿Qué en particular destaca de él?

Rebetez no sólo fue la persona que inició la ciencia ficción en el país, sino que fue la que le dio un tono y una voz especial. El papel de Rebetez en cuanto a la ciencia ficción colombiana se podría dividir en dos: como gestor cultural y como autor. Como gestor cultural fue el primero en crear un proyecto trasnacional para la ciencia ficción que logró que Colombia se insertara en el campo del género en Latinoamérica: la revista Crononauta. Además de la creación y participación en esta revista icónica, fue un abanderado de la ciencia ficción en el país, organizó concursos y escribió artículos sobre el género.

Pero todo este esfuerzo se vio concretado en la creación de la antología de ciencia ficción Contemporáneos del porvenir (1999), la cual se convirtió en el motor que daría pie a toda la ciencia ficción escrita en el siglo XXI. Como autor, Rebetez logró la unión de una serie de preocupaciones por la tecnología con una escritura de tono poético que se mantendría como un interés continuo en la ciencia ficción que lo secundó, poesía que muy pocos lograron alcanzar. Insertó cierto tono místico en la ciencia ficción del país, tono que no ha dejado de acompañar al género durante años.

¿Cuáles son las razones por las que el género aún sigue siendo algo alejado de los circuitos editoriales masivos del país?

No es que esté alejada de los circuitos masivos, creería que ahora más que nunca es un centro de interés para las editoriales, aunque la que se está publicando responde solo a un tipo de estructura: la de sagas de novela juvenil. El problema editorial que observo no es que la ciencia ficción no se publique, sino que hay una mirada muy cerrada sobre lo que significa la ciencia ficción. Las editoriales se preocupan por un público lector que consuma libros, y la incidencia de medios masivos como la televisión por suscripción ha creado una idea de la “serialidad” de los géneros que pone a girar esa rueda de consumo.

En el extranjero es casi igual, sus éxitos son tanto las sagas juveniles, como lo que se ha llamado “slipstream”: novelas de ciencia ficción escritas por autores que se han dado a conocer por fuera del género. Lo que le hace falta a Colombia para activar otro tipo de rueda para la ciencia ficción es establecer un campo cultural y literario más fuerte: concursos, antologías, revistas, estudios académicos y más. Esta antología aparece como una piedra de toque para el inicio de la construcción de ese campo.

Los dos tomos de su trabajo sobre el cuento de ciencia ficción reúnen un amplio espectro de voces. ¿Cuál fue el proceso de selección?

Para la selección trabajé con dos criterios: el primero es que los autores fueran escritores que tuvieran en su haber textos de ciencia ficción o que se hubieran acercado al género antes a través de preguntas, estudios, propuestas e ideas. Buscaba dar a conocer las voces de autores que tuvieran una pregunta relacionada con la ciencia ficción desde tiempo atrás, lo cual solo se podía corroborar con su aparición en publicaciones dedicadas al género. Por ello, los autores elegidos con anterioridad habían ganado premios o menciones en concursos de ciencia ficción, habían publicado novelas del género, o habían sido elegidos para formar parte de revistas nacionales o internacionales que tienen la ciencia ficción como eje.

El segundo criterio partía de la idea de hacer una antología “generacional”, la cual no publicara de nuevo los autores que ya tenían una amplia trayectoria y que todos los que nos acercamos al género conocemos, sino que mostrará autores que no eran tan conocidos como escritores de ciencia ficción, o que no estuvieran en el panorama nacional porque sus premios o publicaciones habían tenido lugar en el extranjero o en circuitos de publicación independiente.

Inevitable preguntarle por la relación de la literatura de ciencia ficción con el cine, los videojuegos y la televisión. En líneas generales, en su opinión, ¿es un matrimonio afortunado?

La pregunta por los videojuegos o la televisión es la misma pregunta que se hacía desde inicios del siglo XX; es claro que la ciencia ficción, así como el género negro, nacieron como géneros de masas. A inicios del siglo XX el gran movimiento cultural de masa estaba en las revistas pulp, en la actualidad está en esos medios audiovisuales. La ciencia ficción sigue siendo fiel a sus orígenes, y responde a los medios de masa, insertándose en ellos de manera orgánica. Ahora, lo importante es que esa existencia doble cree un diálogo que retroalimente los dos espacios, porque cada movimiento estructural de la ciencia ficción crea automatizaciones y transformaciones. Los superhéroes son un claro ejemplo de cómo obras como Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay de Chabon o La fortaleza de la soledad de Lethem miran a los superhéroes desde una perspectiva distinta a la del héroe clásico, lo que posiblemente tuvo eco en las últimas producciones que intentan cambiar la mirada del superhéroe, convirtiéndolo en un sujeto complejo. Así, esta dicotomía es buena cuando dialoga y crea, pero puede ser perjudicial cuando solidifica, cuando estanca los temas o los personajes y no permite que la ciencia ficción fluya.

Además de estudioso del tema, usted escribe ciencia ficción. En el plano de la creación, ¿cuáles son sus obsesiones?

Las obsesiones de cada autor de ciencia ficción son diferentes, en mi caso me obsesiona la idea de la marginalidad y la forma en que esa marginalidad se está convirtiendo en un espacio de resistencia a través de la transformación de la tecnología. Si se revisa la forma en que la tecnología ha entrado al país, es fácil encontrar que siempre se inserta a través de los grupos de poder para controlar, dirigir, nombrar, señalar. Sin embargo, esa tecnología con el tiempo es reapropiada por los grupos marginales justamente para hacer lo contrario, para salir, huir, desmarcarse, luchar. Este proceso, en el cual la misma tecnología sirve para dos funciones diferentes, es necesario que se analice, se narre, se describa, se imagine. Si bien la relación del sujeto con la tecnología se inicia con un uso específico marcado por la máquina, las dinámicas se terminan transformando y dan un lugar preponderante al sujeto que usa la máquina. Imaginar mundos pensando en esta premisa inicial hace posible que se pongan en duda cuestiones que se encuentran en espacios como la ecología, la cibernética, la política y la misma episteme como forma de conocimiento.

Publicado en Revista Arcadia
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