Géneros en polémica en los tablados uruguayos

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Polémica en el seno de la colectividad gay por rol de Ro Sosa en Carnaval

Prosigue la polémica por la actuación Ro Sosa, la componente trans de los humoristas Los Bergoglios, que indignó a muchos en las redes sociales, en especiales a integrantes de la colectividad gay. En concreto, fustigan que Sosa haya permitido el uso de su imagen para chistes sobre su condición sexual, con apelaciones a «la manguera» o a su nombre que podría ser abreviatura de Romina o de Roberto.

El actor y conductor Jimmy Castilhos fue uno de los que se mostró indignado con el rol de Sosa en el carnaval. «Me parece que daña a toda la colectividad homosexual y a la lucha por los derechos humanitarios. A veces por cámara las personas hacen lo que sea, hasta dañarse a sí mismas y a sus pares», dijo, sin pelos en la lengua.

Sosa recogió el guante de las críticas y compartió un video en las redes sociales en la que defiende su rol: «No voy a cambiar nada de lo que he hecho hasta ahora. Cada uno se gana su dinero como puede», dijo. Agregó que los chistes sobre su condición refieren a un tipo de humor y que en Carnaval «todo está permitido». Y concluyó: «Los derechos obtenidos ya los tenemos. No los vamos a perder».

Publicado por TvShow

El cupletero de antes

Por Álvaro Carballo 

“El carnaval se está poniendo un poco solemne”, dice a la diaria la historiadora Milita Alfaro, coordinadora del diploma en Carnaval y Fiestas Populares de la cátedra UNESCO de Carnaval y Patrimonio. “La incorrección política, el machismo, la xenofobia, la homofobia, que fueron una constante en el carnaval montevideano, ahora efectivamente están cediendo frente a un nuevo tiempo y nuevas formas de encarar lo cómico. La corrección política es algo muy nuevo, es un discurso muy, muy fuerte, y eso efectivamente tiene un impacto fuerte en los repertorios. Hay una cantidad de cosas que no se pueden decir, y no estoy segura de si es porque la gente está convencida o porque queda mal. El año pasado, La Gran 7 (LG7) salió a contracorriente de todo ese discurso, con un planteo que me parecía interesante como elemento de debate. Decía: ‘en la fiesta/ cada cual que haga de su murga un pito/ en la fiesta no hay delito/ más que la solemnidad’”.

En carnaval, las polémicas sobre la estructura de los espectáculos suelen ser extremas. Durante años, los fieles de Momo discutieron si técnicos y actores de teatro podían sumarse a su fiesta. En la categoría parodistas, primero se debatió si estaba bien hacer una parodia para reír y otra para emocionar, y luego en qué orden presentarlas. En negros y lubolos, la inclusión de bailes de hiphop y los cortes en el sonido de las cuerdas de tambores fueron tema de discusión por considerarse “afrentas” a la memoria de los esclavos. En murga se debatió si era más válido el estilo de La Teja y su compromiso político que el de la Unión y su humor picaresco; si la Antimurga BCG era murga o si había que expulsarla del Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas. En los últimos 15 años hubo dos debates: murga tradicional vs. murga joven, y si había que limitar los minutos que un cupletero podía hablar, para que los conjuntos cantaran más.

Niños disfrazados en el Carnaval de 1916. / foto: CDF, s/d de autor

En cada caso, lo nuevo se percibió como algo que venía a arrasar con lo anterior, un ultraje a la historia. Los defensores de lo tradicional fueron acusados de necios y refractarios a cualquier progreso. La polémica actual tiene una diferencia sustantiva con las anteriores: en esta participa la Intendencia de Montevideo con su intención de potenciar las políticas de género que se impulsan desde el Parlamento. Del otro lado, buena parte de los carnavaleros siente que se intenta eliminar una forma de hacer humor, a la vez que lo perciben como una censura.

La despedida 2017 de LG7, un conjunto al que siempre se destacó por su humor elaborado, se burlaba del empuje de la corrección: “Miralo al carnaval/ tan con su chiche nuevo/ dicen que hay cosas pa tratar en serio/ que no sé qué, también que no sé cuánto/ que si hago un chiste de esos/ se muere de espanto”. El texto también señalaba el cambio de espíritu que se está dando en febrero: “Se puso muy fifí y fue quedando fofa/ si te hacés el gracioso/ la fiesta se te enoja/ tenés que estar atento a lo que estás diciendo/ pa no ver la tarjeta roja”. Y remataba: “Carnaval/ pareciera ya no ser el lugar/ en que se tome licencia/ la ética y la decencia/ para dejarse llevar”.

Uno de los autores de esa despedida fue Adrián Salina, histórico platillero y letrista de LG7, quien asegura que “hay una especie de censura moral sobre tocar ciertos puntos, y si tenés ganas de hacerlo, más vale que no salgas, o tenés que salir dispuesto a pelear. Hablamos del humor de brocha gorda, el humor de carnaval”. Para él, en el fondo hay un tema cultural: “La sociedad debería ser capaz de soportar un carnaval grotesco y aberrante. El clic es saber lo que es carnaval, que no es un lugar para ir a buscar valores; nunca lo fue. En todo caso, se está perdiendo el valor de ser lo suficientemente maduro para poder desdoblarse en un mes y en un ambiente, y tener el resto de las actividades con la otra cabeza”.

Christian Font es cupletero y letrista de Los Patos Cabreros y antes lo fue de Diablos Verdes, además de ser director responsable de Demimurga, conjunto que hoy no compite. Su reflexión va en un sentido similar al de Salina: “El pensamiento hegemónico me molesta en cualquier situación. Hay algo del humor de barrio que no busca satisfacer a colectivo alguno, que me parece que tiene que tener lugar, como lo tienen que tener las propuestas que deconstruyen. Eso hace la riqueza del género murga y del carnaval como expresión. Ahora hay una coyuntura muy favorable a deconstruir, que olvida la historia”. Según Font, se está ignorando “la naturaleza del ámbito carnavalero, que es la transgresión”.

Por otro lado, Jimena Márquez, letrista de la murga Momolandia y de los humoristas Cyranos, dice que “el empuje de los temas de género trajo una modificación muy grande, sobre todo en el humor”, pero su valoración es positiva: “Hay un montón de temas que ya no nos permitimos ni nos interesa utilizar para hacer humor con ellos. Ha cambiado muchísimo el tratamiento de la mujer en carnaval y para qué se la usa en los espectáculos”.

“La corrección política le ha traído al carnaval una necesidad de trabajar más el humor, de sofisticarlo más, si ese fuera el término adecuado”, analiza Ana Laura de Brito, periodista del programa Colados al camión y que fue jurado alterno en el rubro Textos e Interpretación del carnaval 2012. “Antes no había pruritos a la hora de hacer humor, pero hay colectivos que en ese sentido son más vulnerables a la hora del estereotipo. El problema es entender que es gracioso burlarse de determinado estereotipo como forma de construir el humor”. Ella afirma que parte de la discusión es individual: “Se trata de ver cómo manejar esa hipocresía que todos llevamos. El humor es válido por su calidad y no por hacia dónde está dirigido. Se puede hablar con humor de los homosexuales, se pude hablar con humor de los obesos, de los políticos, pero hay que ver hacia dónde se enfoca”. De Brito ejemplifica: “Hablar de Luis Alberto Lacalle [en un espectáculo de carnaval] y decir que es borracho es usual, es fácil. Si lo criticás por la política es una cosa, pero si lo estás disminuyendo porque entendés que es alcohólico, en realidad es un golpe bajo. Cuando buscás hacer humor con un homosexual y lo caracterizás como un estereotipo que no es el real, tampoco me parece válido”.

Milita Alfaro plantea que hay un público que disfruta del chiste grueso, pero que en general el público carnavalero “está bastante consustanciado con todas estas cuestiones que tienen que ver con el respeto a la diversidad y con la condena a la violencia de género. Todo eso está muy presente en la agenda social, y mucha gente se siente identificada. Y si en carnaval se dicen cosas que contravengan ese discurso, es bastante problemático”. Font reafirma: “Hay una especie de público que opera sobre el carnaval y sobre cualquier otra cosa, que es como la Stasi [Ministerio para la Seguridad del Estado alemán] de la moral y la moralina bienpensante, y donde te salgas de esa línea se te condena de inmediato”.

El temor a esa suerte de linchamiento público ha generado casos de autocensura. Lucas Pintos, director responsable de Cayó la Cabra, menciona un ejemplo: “Tal vez, cuando estamos creando tenemos una idea, pero después decimos: ‘Esto no, porque alguien se puede ofender’. Una vez, teníamos ganas de que un personaje dijera: ‘Abran los ojos, ustedes no quieren ver nada’, y que después de decir eso agarrara un bastón de ciego y se fuera. Después pensamos: ‘A alguien le va a afectar, y van a venir a decirnos…’ Entonces lo sacamos”.

Diego Bello, hoy cupletero de Los Saltimbanquis y figura máxima del carnaval 2009, cuando hizo reír al público con una frase tan naíf como “vos no sos normal”, defiende la existencia de distintos tipos de humor: “Me parece buenísimo que existan distintas vertientes, y capaz en algún punto logran coincidir. Creo que tenemos que compartir escenarios y, definitivamente, el público es el que define”. Luego plantea que, como en otras discusiones, el paso del tiempo y la opinión de los espectadores va a llevar todo a un punto de equilibrio: “Va a pasar, como en muchas cosas, que después de un envión potente, el público mismo va a ir acomodando lo que está bien, lo que gusta y lo que no”.

Justamente Los Saltimbanquis tienen un cuplé sobre el “cupletero de los 80”, un emblema del humor de brocha gorda, interpretado por Claudio Rojo. Coro: “Parece noticia vieja/ que renunció el vicepresidente/ se hicieron todos los chistes/ pero fue un hecho sin precedentes”. Cupletero: “Queriendo aportar el mío/ y espero que a mal no se lo tome/ le dicen huelga de hambre/ porque seguro a escondidas come”. La murga lo acusa de irresponsable, de grosero, de caminar al borde del abismo y caer. Pero sigue. Solista: “No ha sido muy transparente/ el caso de nuestra senadora/ transfiguró varias firmas/ era una tránsfuga la señora”. Coro: “Que el final no deteriore/ la lucha que su figura encarna”. Cupletero: “Una mujer atrapada/ dentro del cuerpo de un gordo chanta”.

El personaje asegura que rinde bien porque de noche pasa “a whisky, mercas y trolas”, y que en Los Saltimbanquis siempre se respetaron los derechos de las minorías: “Se sabe que en esta murga/ se apoyó siempre a los travesaños”.

Hasta que llega el punto en que el conjunto decide rehabilitarlo, le plantean “reformar su comicidad/ para que haga bien a la sociedad”. El mecanismo es darle picana, una descarga eléctrica cada vez que se arrime al doble sentido. Pero todo es imposible, el hombre no está dispuesto a cambiar. Allí su compañero de escena, justamente Diego Bello, hace la siguiente reflexión: “El diagnóstico es tajante, no habrá rehabilitación porque el cupletero de antes se entiende en su condición. Su época y circunstancia no se pueden repetir a fuerza y perseverancia. Pero no tenemos que olvidar su existencia y su legado, porque fueron mil noches de carcajadas desbordando los tablados”.

El tiempo y el público dirán si eso que suena a homenaje al cupletero de antes no es, también, homenaje y despedida a una forma de entender y de hacer humor.

Me río de mí misma
Claudio Ramos, director responsable del grupo de humoristas Bergoglios, asegura que su conjunto es “obrero de la inclusión”. En el Desfile Inaugural por 18 de Julio incluyeron “al Payaso Pildorita, que es un artista callejero, y a una chica campeona de juegos paralímpicos. Tenemos a nuestra compañera Ro Sosa, que es una chica trans, y para nosotros es una mujer más y la tratamos como tal”.
En un momento del espectáculo, los actores de Bergoglios están caracterizados como obreros de la construcción. El capataz da órdenes, les dice a unos que descarguen un camión, a otros que armen andamios, y en eso Sosa dice: “Yo llevo la manguera”. Esto desata la risa de su compañero de escena para remarcar la alusión. En otro momento, el personaje de Sosa se arrima por detrás a otro para susurrarle algo y lo “apoya”. Para ella, no hay nada incorrecto o incómodo en este tipo de humor.
“Toda la vida nos reímos del gordo, del flaco, del borracho, del rengo, del mellado, del tuerto, del ciego, y también nos reímos de los maricones. ¿Por qué no llamarlo así, como toda la vida se lo llamó? Yo no le veo nada malo, me río de mí misma”. Sosa agrega que no se siente agredida “en ningún momento” del espectáculo. Incluso opina que “la gente estaba esperando un humor así, viejo, de antes. Creo que al traer un humor así se le devuelve algo a carnaval”.
Para ella, el tema pasa por la educación: “Tenemos que aprender a diferenciar cuando nos reímos en la calle de cuando estamos haciendo humor. Son dos formas de reírse. La gente tiene que empezar a saber la diferencia entre reírnos sanamente de determinados temas y reírnos con hipocresía. La diferencia está en la intención”.
Publicado por La Diaria

Ro Sosa: “En el carnaval se va la hipocresía humana, está permitido todo porque nada es ofensivo”

Romina Sosa, mujer trans que se incorporó a los humoristas Los Bergoglios, se ha visto involucrada en una gran polémica ante los chistes sobre su sexualidad que realizó el conjunto en su presentación del pasado lunes 29 de enero en el Teatro de Verano. Muchos de los chistes recibieron solamente el silencio del público, y también críticas en las redes sociales por considerarlos inapropiados.

De taquito a la mañana estableció contacto telefónico con Ro Sosa para hablar sobre el tema.

“El espectáculo es una obra en construcción, hay hombres, mujeres y una mujer trans trabajando. No hay personajes. Yo soy un poco así, un poco despistada, de hacer chistes. Soy lo que se ve” expresó.

Además aseguró: “Yo no veo a mi padre. Me dijo que si me operaba las lolas no volviera más a casa. ¿Te parece que me duele el silencio del público o lo que me diga un periodista?”.

Publicado por 970 AM Universal
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