Ser trans

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Por Ana María Echeverri

Brigitte Baptiste: “Siento pasión por la diferencia”

La directora del Instituto Von Humboldt tuvo, como cualquiera, una vida en la que la aceptación de su diferencia con respecto a un mundo normalizado y conservador, no fue fácil. Hoy es el símbolo de aquellos que sin voz siguen buscando un lugar en el mundo.

Hago cola en una oficina del tránsito. Delante de mí un chico de unos 30 años, delgado, con barba y bigote incipiente, llega al mostrador donde le piden la cédula para sacar el PIN de pago de los exámenes médicos. Al ingresar los datos, el computador se bloquea, la funcionaria se pone muy nerviosa, empieza a hacer llamadas telefónicas y mira al chico con sospecha mientras comenta que eso nunca le había pasado. Intenta continuar el proceso sin éxito y entonces llama a la policía. La oficina está a reventar de gente, el chico se arrima un poco más y habla en voz baja, le hace notar que, aunque su nombre es Raúl Montenegro, en el reverso de la cédula su género es F porque él es una persona transgénero y por eso el aparato se ha detenido. Ella no entiende nada, sus nervios aumentan: “¿trans qué?”, pregunta alarmada. El chico, también turbado, evitando quedar en evidencia ante toda la gente que llena la sala, baja aún más la voz, cuando de repente otra empleada del lugar interviene y pregunta:”¿eres como un hermafrodita o algo así?”. “Sí, algo así,” contesta el chico entre dientes. Aunque la funcionaria respira aliviada, Raúl tendrá que esperar 20 días para recuperar los 139.000 pesos que ya había entregado y volver a iniciar el trámite para sacar algo tan simple como su licencia para conducir.

Este incidente me tocó profundamente y me suscitó muchas preguntas sobre la vida cotidiana de las personas que se salen de los moldes masculino y femenino establecidos por la sociedad. Sobre el gran valor que deben tener para darle la cara a su realidad, para aceptarse y quererse como son. Para transitar en el mundo laboral, familiar y social donde inevitablemente son señalados, discriminados y enjuiciados sin piedad, simplemente por asumir su realidad.

Esta entrevista se la realicé a Brigitte Baptiste, directora del Instituto Von Humboldt, y hace parte de un libro que estoy preparando. Tomé específicamente fragmentos referentes a esa difícil realidad que vive alguien que siente desde pequeño, que no es quien todos creen que es.

Tardé mucho en arriesgarme, en decidir vivir lo que yo sentía que era mi realidad; fue en la universidad, estudiando biología. Ya había renunciado a entender mi cuerpo, yo me decía: “esto es una enfermedad mental –como la consideró el manual de psiquiatría muchos años–, es una obsesión, una tara que me tocó a mí. Esto no puede ser… ”.

Desde el colegio sobrereaccionaba en todas partes tratando de construir una masculinidad muy conformante, entonces peleaba mucho, me agarraba a puños porque como tenía gafitas y era debilucho…, como que necesitaba decir: “venga y le demuestro que soy un verraco”. Además me daba ira, una ira canina, pero digamos que me resigné, sobre todo durante la adolescencia.

Y además, me imagino que cuando tú eras niño o eras adolescente las personas trans no existían ni siquiera como posibilidad

Sí claro, porque ¿cuáles eran los referentes en esa época de un mundo distinto posible? ¿O de un mundo que existía, pero al que yo no tenía acceso? Eran los travestis de la calle, que uno veía en Chapinero y sabía que eran hombres porque todo el mundo decía: “cuidado que son mentira”. Los veía de chiquita, desde los diez años era fascinada: “yo quiero ser como ellas”. “Así quiero ser”. Porque eran exuberantes, iban empelotas por las calles de Bogotá, entonces por supuesto que me atraían.

…Y entonces fuiste creciendo y ¿qué fue pasando?

Pues que negaba completamente mi condición, mi diferencia, pero había momentos en los que no podía dejar de existir y aparecían unas depresiones muy grandes. Aprendí a meditar desde el colegio; aprendí a vivir muy conmigo mismo, con mi música y mis exploraciones en la ciencia ficción, en la literatura. Encontré otras realidades y dije: “hay otros mundos posibles, pero por ahora no son para mí. Algún día habrá otros”. Por eso también viví un poco en fantasía, en negación… y así mismo me refugiaba en el estudio, me encantaba estudiar.

¿En ese momento cómo te sentías contigo, con tu cuerpo, con lo que vivías en silencio?

Marciana, completamente encarcelada, ya que ni siquiera había un lenguaje para hablar de lo que yo sentía, porque se da por sentado, o se daba por sentado, que la anatomía con que uno nace es tan absolutamente contundente que no se pone nunca en duda. Solo en el matoneo la gente cuestiona la orientación sexual de los demás: “fulanito de tal es marica; está perdido… pero el tipo es buena gente, el tipo creció con nosotros…». A veces se hacen arreglos o, finalmente, la persona tiene que irse y pierde el rumbo.

Sin haber resuelto mi dilema me sentía muy extraña porque no sabía qué clase de animal era yo, de qué especie era… entonces el afecto, la emoción, todo estaba medido y reprimido porque no sabía si eso iba a desencadenar un desastre. Tenía mucho miedo, mucho, mucho miedo a las relaciones interpersonales, a estar con…

¿Te sentías solo?

Infinitamente, infinitamente, además frecuentemente. Ahora creo que les pasa casi a todos los diferentes, pero nadie lo puede expresar.

¿Y en ese grupo de amigos hombres tampoco podías decir lo que sentías?

No, no había el espacio porque las pocas veces que intenté pisar la cuerda inmediatamente el bullying, el mensaje como jugando de: “ay, qué divertida que eres, jajaja. Pero esto no es en serio, ¿no?”. Y eso curiosamente me ocurrió hasta hace muy poco tiempo, una de las primeras veces que salí como Brigitte. Con una amiga nos fuimos a una fiesta de disfraces a un colegio muy respetable y nos ganamos el premio a la mejor pareja, yo iba como mujer y ella iba como hombre, y al final cuando nos dieron el premio, me llamaron aparte y me dijeron: “esperamos que esto sea un juego, que esto no sea permanente ¿no?”, y yo dije: “¡ay no se preocupe, no se preocupe”. Yo no me molesté en desmentirlo, pero, ¡claro que era permanente! jajajajaja.

¿Cuándo sentiste que podías expresar eso que tenías dentro, eso que eres?

Eso empezó a ser posible como en séptimo y octavo semestre, cuando ya había un nivel de cariño grande por mis compañeras y, finalmente, tuvimos un espacio en un curso intersemestral de práctica docente de tres semanas de inmersión. Pasábamos todo el día con dos especialistas en docencia, una de ellas era psicóloga y nos decía: “para que ustedes sean buenos docentes tienen que ponerse en juego; tienen que poner en juego su persona para tener credibilidad. No se pueden parar a hablar ante nadie si no saben quiénes son”. Entonces todas las mañanas hacíamos prácticas de conocimiento mutuo, de autorreflexión y, finalmente, un día dije en un ejercicio: “Realmente lo que yo quiero es ser mujer”.

¿Allá, delante de todo el mundo?

Delante de todo el mundo, fue una catarsis en un grupo de confianza, y en ese espacio no sucedió nada, pero luego otras personas se me aproximaron, hoy en día amigas muy queridas, y me dijeron: “¿Eso que dijiste qué significa?” y yo: “¡uy! hablé demasiado”. Y desatranqué, comencé a desatrancar y a traer a la vida mucho de lo que sentía por dentro.

… Fue un alivio profundo que todavía no llegó a nada en particular. En todo ese proceso anterior, en esos momentos tan duros, me vestía de mujer cuando estaba solo. Tenía ropa guardada, escondida, y entonces me encerraba en el cuarto a oír música, me vestía de mujer y me pintaba; vivía conmigo misma un rato…

¿Y lograbas sentir que esa eras tú?

Pero claro, claro que sí.

¿En esos momentos sucedía algo muy profundo?

Totalmente. Por ejemplo en el bachillerato aprendí a dibujar muy bien para tratar de expresar mi sentir, dibujaba mujeres de las revistas. La excusa era que las pintaba, pero también me apropiaba de lo femenino en la pintura.

 ¿Y en qué momento te das cuenta de que es perfectamente posible convertirte en una persona trans?

Yo creo que ha estado claro toda mi vida pero, tener la certeza de que podía serlo, fue después de mi primer matrimonio. De todas maneras en esa época la transexualidad no era un tema explícito, muy poca gente cambiaba de sexo. Era complicado, médicamente era complicado y solo salía información en medios sensacionalistas como El Espacio y la revista Vea, que Roberta Close, que fulano o fulana… Seguía siendo algo muy ilusorio.

Supongo que la transición es algo muy difícil y doloroso.

Exacto, ves muchos chicos y chicas que sufren hasta que a los 14 años se arrancan con sangre su cuerpo, y hoy en día se van a Ecuador, a Tailandia, se operan, se cambian, se transforman y renacen como otra persona que no quiere saber nada de su pasado. Eso es un salto al vacío tremendo, muchas chicas y chicos trans lo hacen, quieren vivir una vida “normal” y pasar desapercibidos.

Conformarme con lo establecido me cuesta mucho trabajo porque el sistema binario me causó mucho dolor. Esa manera de existir que nos imponen, la que sucede, por decirlo así, no solamente me causó mucho dolor, también a casi todo el mundo. Identifico ese como uno de los motivos más grandes de infelicidad entre las personas; como uno de los motivos más grandes de injusticia. Entonces, ¿cómo no dar testimonio de eso en un ejercicio que me libera? ¿Cómo no dar testimonio de eso de una manera constructiva? Por eso no puedo pasar desapercibida; además, por la forma en que hice mi transición era casi imposible pasar desapercibida.

…¿Cómo no dar testimonio de la importancia de la diversidad, de la diferencia? Incluso de la necesidad de promover la diferencia y experimentar la diferencia como un hábito cotidiano para encontrar respuestas a muchas cosas. Estudié ciencias y esa también es la manera de evolucionar; generar diferencia, promoverla, evaluarla y volver a la evolución natural. En la evolución social, para poder resolver nuestros problemas tenemos que generar alternativas, posibilidades, promoverlas incluso. Entonces, yo me considero un experimento.

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No es que sea una moda, como dice mucha gente; es un experimento que se manifiesta, se hace visible en cuanto ya es innegable que hay algo que está pasándole al mundo, que tenemos algo que decir y que esperamos que contribuya con el bienestar del mismo. A veces me dicen: “la toleramos, nos la aguantamos. Pero, ¿cómo va a decir que va a contribuir con el bienestar del mundo? Lo mejor que podría hacer es retirarse del mundo…”. Eso me lo han dicho muchas veces: “¿por qué no se va?” “Debería esconderse o desaparecer”. “¿Por qué nos tiene que imponer su presencia?”

¿De verdad te lo dicen así?

¡Uyy! en Twitter, sobre todo cuando la gente no conoce nada de mí y hay una foto o un testimonio, dicen: “!!!POR FAVOR!!!”… se expresan de una forma realmente… que uno dice: “ah, mire usted, así se expresaban sobre los negros en el siglo XVIII y XIX, así se expresaban sobre los indígenas, sobre los chinos en la Europa del siglo XIII…, en fin”.

…Yo creo que el transgenerismo es o somos, parte de esa expresión en la cual el género deja de ser una fuerza que organiza la sociedad. Ya no es necesario ni válido decir: “por el hecho de ser mujer ya tengo una posición aquí o, por el hecho de haber nacido con testículos, tengo esta otra posición allá”. Cuando eso pierde validez todo se redistribuye, entonces quienes nacemos con ovarios o sin ovarios podemos ser presidentes de la República, hace cien años eso era imposible.

Todos aquellos atributos que venían regidos por el género ya no se requieren ,y la gente que se aferra a ellos está pegada a un hábito del pasado. El matrimonio entre hombre y mujer es el último bastión, digamos, de la distribución de poderes asociados a la genitalidad. Yo entiendo que les angustie que eso cambie y no tenemos por qué violentar sus creencias ni sus maneras de organizarse pero, para ser familia, hoy en día ya no se necesita el género.

…No puedo negar la existencia de todos los problemas de las identidades no lícitas, ¿por qué? Porque el poder está ahí jodiendo, tin tin tin, y la Iglesia clásica, tin tin tin, y unos cuantos dedicados a joder y a imponerse y a construir un discurso excluyente. Uno siente todo eso, se le revuelven las tripas, llora muchísimo.

…Tú dices que eras tímido cuando eras niño y adolescente, pero yo diría que Brigitte es todo, menos tímida…

Ah, esa es Brigitte, esa es la polilla que salió del gusano. Realmente encontré en Brigitte la voz para hablar de mí misma, encontré la capacidad de interactuar con los demás y eso se nota, eso es lo que la gente me dice: “pareces genuinamente feliz”. Pero eso lo logré aceptando algo mío muy profundo, como una de esas experiencias de vida y muerte, y eso que no he visto la luz ni nada por el estilo, pero para mí fue una experiencia liberadora.

Claro, porque cuando uno te ve en entrevistas o intervenciones públicas, siente que hay una certeza total en ti acerca de tu identidad. Eres Brigitte sin lugar a dudas, una Brigitte clara, vital y alegre.

Además es acogedor en el sentido en que siento que vivo muy al día; siento que cada mañana decido quien soy. Porque no estoy obligada a ser de otra manera, no tengo que dar cuenta de nada de eso cotidianamente, no tengo que estar reafirmando nada ante nadie.

Se trata de permitirme seguir explorando el mundo, permitirme seguir jugando, seguir creando, ese es el espacio que me abrió Brigitte. Tal vez su aparición en mi vida a los treinta y cinco, con toda mi historia y con toda el agua que había corrido bajo el puente, tuvo un espacio como el de las chicharras que duran siete años en la tierra, hasta que un día suben, salen, vuelan, cantan y hacen bulla; si la metáfora fuera la mariposa sería muy pretensiosa jajajaja.

Entonces Brigitte tiene aspectos teatrales, empezando por su nombre, es muy juguetona y no está comprometida con ningún estereotipo de feminidad en particular; no pretende ser mujer ni reemplazar o convertirse en nada correcto, y eso genera una ligereza chévere para la vida, en el sentido de que tampoco el cuerpo ni la representación del cuerpo son tan importantes.

Esos cambios son más sutiles de lo que uno cree; por supuesto, soy más serena, más alegre porque ya no tengo que afirmarme en lo masculino ante nadie, soy menos competitiva; pero unas cosas vienen con las otras, ¿no?

Por eso ahora me tomo el género con mucho humor, tal vez por mi transición a Brigitte ya tardía; creo que la construcción de género no tiene que ser en absoluto un elemento de acceso a nada, ni de privilegios o de discriminaciones, sino un espacio de creatividad y un espacio de goce.

Siento una pasión por la diferencia, por encontrar en cada quien su particular despliegue de sí mismo. Eso es fenomenal, y darle a entender a la otra persona que tiene esa diferencia, que es única y que yo lo noto. Y que ojalá pueda ser ella, sea quien sea y lo despliegue.

Pienso que en tu actitud no hay duda respecto a quien eres, no hay vergüenza, no te estás escondiendo, entonces eso se siente y se transmite, ¿no?

Las dudas sobre mí misma son de otro tipo: ¿estaré haciendo bien mi tarea? ¿Estaré cuidando bien a mis hijas? ¿Estaré haciendo feliz a Adriana, mi esposa, a mis papás, a la gente que tengo a mi alrededor? Pues ese es como el mandato ético de todos nosotros, ¿entrego suficiente? Pero las confusiones, las dudas, los problemas que puedo tener son explícitos también.

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Publicado en Revista Arcadia
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