El feminismo lee a Neruda
“Hay que leer a Neruda desde el feminismo”
No siempre la calidad literaria o artística de un autor va asociada a su calidad humana. La historia del arte y la literatura está habitada por padres ausentes, maridos violentos o desleales, creadores en conflicto con la moral o incluso los valores humanistas.
“Neruda es un gran poeta, pero no garantiza que sea un gran hombre”, decía la escritora Pía Barros en 2015, cuando Carla Moreno escribió su columna “Confieso que he violado”. “Lo triste y patético es este mundo de viejos de creer en los cuerpos como un territorio. Y es muy patético que no se den cuenta que estos machos recios son un asco. Es siniestro desde el punto de vista machista. Y aberrante y horroroso desde el punto de vista de las mujeres”, agregaba.
En su biografía Neruda no fue un derroche de integridad con las mujeres: se casó en tres ocasiones y a cada una de sus esposas las abandonó por su siguiente conquista (en algún punto mantuvo también relaciones paralelas). Su último romance, de hecho, fue con la sobrina de Matilde Urrutia, Alicia, quien trabajaba en la casa de Isla Negra. Además, abandonó a su única hija, Malva Marina, quien murió en Holanda a los 8 años afectada de hidrocefalia.
Para la escritora Arelis Uribe, autora de Quiltras, Neruda es un poeta evidentemente machista, pero ello no es razón para sacarlo de la sala de clases. “No creo en la censura. Creo que es mejor revisar esos textos a la luz de los discursos actuales. En sus memorias Neruda habla de una violación; suponemos podría ser verdad porque es un texto de no ficción”, dice. “Yo creo que el machismo es autobiográfico; no puedo no ser machista, capitalista y patriarcal si crecí en una sociedad así. Lo que uno hace es crear resistencia frente a esas actitudes. Creo que es más interesante leer a Neruda desde una postura feminista y ver qué de ese machismo aún se refleja en nosotros. Su machismo responde a su historia; prefiero analizarlo en lugar de censurarlo”.
La escritora Claudia Apablaza, editora del sello Los libros de la Mujer Rota, tampoco comparte la idea de las autoras del decálogo para una escuela feminista: “Sacar a los autores machistas de los planes de estudio no logra que nos armemos un panorama de lo que es el machismo. La literatura es un canal apropiado para acercarnos a esa realidad con la que hay que convivir a diario, ya que el machismo existe y no va a desaparecer porque se lo quite de los planes de estudio. Anularlo es, no sólo no darle cabida, sino que omitir una realidad que más que ser omitida debe ser mirada de forma crítica”, concluye.
Publicado en La Tercera
Me gustas cuando callas: las feministas contra Neruda
Por Evelyn Erlij
Las españolas Yera Moreno y Melani Penna, especializadas en el área educativa, elaboraron una lista de propuestas para erradicar el machismo y la misoginia en los colegios, entre las que estaba suprimir obras de Javier Marías o del Nobel de literatura chileno. Acá, comentan el debate que se desató tras la publicación del texto.
En 2015, la artista chilena Carla Moreno publicó en su blog una columna titulada “Confieso que he violado”, acompañada de una ilustración en la que dibujaba la portada de un pasquín llamado Machista Progre, y en la que aparece Pablo Neruda con fecas en la cabeza. En la entrada, Moreno se refiere a un extracto de Confieso que he vivido (1974), las memorias del poeta, en las que narra una supuesta violación a una empleada que limpiaba su baño en los días en que era cónsul en la isla de Ceilán. En el fragmento Neruda dice que la tomó con fuerza de las muñecas y la condujo a la cama: “El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia”.
Faltaban todavía dos años para que los debates sobre el feminismo se mediatizaran y masificaran tras el #MeToo, pero no era la primera ni la última vez que se acusaría al escritor por su visión hacia lo femenino y su trato a las mujeres.
La discusión volvió a abrirse hace unas semanas, luego de que se publicara un “Breve decálogo de ideas para una escuela feminista” en una revista del Sindicato Comisiones Obreras de España (CCOO), en cuyo punto número siete se leía: “Eliminar libros escritos por autores machistas y misóginos entre las posibles lecturas obligatorias para el alumnado”. En los ejemplos, la educadora Yera Moreno y la académica de la Universidad Complutense de Madrid Melani Penna, autoras del texto, citaban a “Pablo Neruda (Veinte poemas de amor y una canción desesperada), Arturo Pérez Reverte y Javier Marías (cualquiera de sus libros)”, y recomendaban hablar “de la faceta misógina de autores legitimados como hegemónicos”.
También se proponía medidas como no separar los baños entre hombres y mujeres, prohibir el fútbol en los patios para excluir los juegos competitivos, emplear música feminista y feminizar la historia del arte y la cultura.
Las reacciones tras la publicación fueron apasionadas desde ambos flancos, y mientras algunos dejaban comentarios del tipo “infame, vergonzoso, autoritario, totalitario y fascistoide”, otros agradecían la valentía de Moreno y Penna por atreverse a crear propuestas radicales para terminar con el machismo en los colegios. Escandalizado por el asunto, el Nobel de literatura Mario Vargas Llosa escribió la columna “Nuevas inquisiciones” en el diario El País, donde, en referencia al decálogo, decía que hoy el “más resuelto enemigo de la literatura es el feminismo”, aunque especifica que se refiere al más extremo y lo compara con la “ofensiva antiliteraria y anticultural” que ejerció alguna vez la religión o los sistemas totalitarios.
“El revuelo provocado por nuestra invitación a eliminar de entre las lecturas obligatorias a ciertos autores misóginos o, cuanto menos, enseñar la perspectiva patriarcal que defienden es un ejemplo de cómo quienes ostentan el poder en la cultura hegemónica cuidan que los cánones históricos permanezcan intactos”, explican las autoras desde España. “Cualquiera que haya leído con una mínima perspectiva feminista a un autor ‘consagrado’ como Neruda es capaz de identificar la violencia simbólica que contiene su poesía. Esta violencia, y el papel que se otorga a las mujeres dentro de la cultura -su posición en cuanto objeto sexual, de deleite de una mirada masculina y heteropatriarcal- es la que sustenta, legitima y reproduce todas las otras violencias, cotidianas, que vivimos las mujeres. Por ello, consideramos básico que una educación en la no violencia priorice otros textos como lecturas obligatorias y nos enseñe también a mirar y leer con ojos críticos”.
En cuanto al caso específico del poeta chileno, Darío Oses, director de la biblioteca y archivos de la Fundación Neruda, dice a nombre de la institución que “el texto literario está abierto a muchas lecturas, y así como se ha calificado a Neruda de ‘autor machista’, también podría hacerse una lectura feminista de su obra. Dos ejemplos: ‘Una sola mujer puede detener la muerte total. Una sola mujer que es cada mujer. Una sola madre que está en todas partes (…) En la flor y en el fruto de la vida. En la luz y en la sombra de todas las acciones…’, de La madre y la tierra. Y: ‘… trabajadora dura en tus trabajos (…)/ mujer valiente de las profesiones,/ obrera de las fábricas crueles,/ doctora luminosa junto a un niño, /lavandera de las ropas ajenas,/ escritora que ciñes/ una pequeña pluma como espada…’, del poema Mujer. O el libro Los versos del capitán, donde la amada es también la compañera de lucha”.
El representante de la fundación Neruda agrega: “Es peligroso censurar a una autora o autor por calificaciones de machista, comunista, ateo o lo que sea, etiquetas que se ponen por sobre la calidad de su obra literaria. Si revisáramos la literatura universal, la mayor parte de los autores y autoras podrían ser sospechosos de machismo. Algunos/as, tal vez lo eran o lo son. En estos casos, promover una lectura crítica nos parece mucho más provechoso que ponerlos en el Index inquisitorial”.
Frente a ese tipo de comentarios, Moreno y Penna dicen que hacer creer que la literatura no está atravesada por una carga ideológica respecto al género “es una muestra más de una cultura patriarcal que pretende que sus productos sean universales y neutros”.
Sobre escritores como Neruda, considerados imprescindibles dentro del canon de la literatura universal, advierten: “Se nos enseña que muchos de estos autores fueron transgresores, pero cuando los lees desde una perspectiva feminista, lo que ves es algo muy distinto, y es que fueron tremendamente conservadores en cuanto a su forma de percibir y (re)presentar a las mujeres”.
¿Qué opinan de quienes proponen leer a escritores machistas en los colegios justamente para desmontar y analizar el machismo?
No nos oponemos a que estos autores sean leídos, a lo que invitamos es a que sean analizados desde una perspectiva crítica y feminista. Y esto es algo que actualmente no se hace. Por otro lado, si queremos introducir en los currículum escolares autoras que han quedado situadas el margen de la historia, es necesario que ciertos autores salgan. Es una cuestión de equilibrar los relatos históricos.
Proponen leer a tantas mujeres como a hombres en los colegios. ¿No invisibiliza eso el hecho de que se ha excluido históricamente a la mujer?
Pensamos que no, que es una cuestión de justicia social. Que el futuro puede cambiar el pasado, ayudar a reescribirlo. Una de las cosas que más nos ha sorprendido en la respuesta mayoritaria que ha tenido el decálogo en los medios ha sido que no se ha nombrado a ninguna de las autoras que mencionamos en el mismo -entre ellas, Virginie Despentes, Virginia Woolf, Clarice Lispector, Angela Davis, Chimamanda Ngozi Adichie, Judith Butler, Emily Dickinson, Alice Munro, Hannah Arendt-. Lo que revela la misoginia y el androcentrismo. La cuestión del nombrar es un gesto de acción política que tiene que ver con reconocer nuestras genealogías feministas.
¿Creen que la escuela es el lugar principal desde donde se puede cambiar la mentalidad?
La educación tiene que ayudar a formar una nueva ciudadanía capaz de pensar de otra manera. En el ámbito educativo en estos últimos años el énfasis en el lenguaje lo están poniendo las pedagogías queer. También la lucha de las personas trans en los últimos años se ha hecho visible en los centros de enseñanza y ha cambiado la manera de nombrarnos. El cambio se está dando, se está popularizando y es imparable. Por ejemplo, para nosotras hablar con la “e” como un empleo neutro y el femenino como plural es básico. En esto del lenguaje no tiene por qué haber un acuerdo unánime, pero sí es importante que se vayan normalizando nuevos usos del lenguaje.
Publicado en La Tercera