Parece que va a llover en este otoño de verano aletargado y cambios climáticos que enrarecen el transcurrir de los cuerpos. Son las 17.15 del viernes. Un pelado ricotero, una chica de camisa celeste, lentes de sol y jeans, una niña en brazos de su madre y unas 150 personas bailan en la explanada del teatro Solís. Se trata de Nos movemos por un Plan Nacional de Danza, una intervención colectiva espontánea de baile callejero, inspirada en Sabremos bombear, de Alexandra Galcerán y DJ Raca, que junto a cuerdas de tambores se dispusieron a visibilizar y celebrar la danza como derecho cultural, además de festejar su día internacional.

Una pequeña contra una columna y dos señoras vestidas con estampados de leopardo observan desde el damero en el que se emplaza el teatro y se bambolean al ritmo de un funky a todo volumen. La masa baila y la escalinata auspicia de butaca, un núcleo humano menea y algunos transeúntes se suman al requiebre de caderas, con una propuesta impulsada por quienes instrumentan el Plan Nacional de Danza (PND).

Para Natacha Melo, integrante del equipo del PND, la comunidad que desarrolla el plan está integrada por “todo aquel cuya práctica cultural es la danza; quienes laburan el escenario para diferentes territorios y corrientes estéticas, concibiendo la danza como herramienta o fin de producción simbólica”. Según Santiago Turenne, también integrante del equipo del PND por el Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAE), la comunidad se “amplía a investigadores, críticos, creadores de vestuario, iluminación, docentes”.

Un skater deposita en el pavimento su medio de transporte y pivotea dejando caer su peso entre un pie y otro. Pasa un delivery en moto, un 112 Punta Gorda, un 125 Playa del Cerro. La danza es el paisaje urbano y las miradas en movimiento toman el asfalto; hay una necesidad orgánica en la intención de expandirse. Una fiesta que hace eco en todo Uruguay, con diversas propuestas artísticas y culturales gratuitas, acompañada por un proceso de diálogo y colaboración entre personas y organizaciones de la sociedad civil junto con instituciones del Estado. “La alianza territorial es fundamental. Es inaudito que estemos tan aislados en un país tan pequeño. Que no se conozcan las políticas que ya existen, las becas, los subsidios”, indica Melo.

“Para la creación del plan, en 2014 el INAE convocó a una reunión con todo el sector y el territorio, para discutir las necesidades de la danza en ese momento”, dice Turenne. Y acota: “Luego del encuentro, consensuamos que era necesario seguir avanzando en la construcción de un plan”.

Una mama vieja, con pollera y abanico; la asistente de atención al público del teatro, con un handy en la mano; una señora que se descalza; unos muchachos de traje desde una oficina, los autos y sus bocinas, todos en trance con las mezclas de DJ Raca. Un relámpago rompe el atardecer nublado y empieza a llover. Personas organizadas dilatando su porosidad en las calles confirman que ya es hora de aceptar que las corporalidades varias y su libertad de acción y decisión son teoría y práctica entrelazadas. La comunidad de la danza reclama sus derechos festejando, y eso sí que hace falta en esta planicie chata, levemente ondulada, sobre la que solemos desplazarnos en la diaria.

“Hay que ver cómo impacta la danza en el campo de la salud, de las relaciones culturales internacionales, del trabajo, de la economía. Hay responsabilidades ministeriales que pretendemos que puedan empezar a investigarse a partir de la danza. Y al revés también: no es sólo lo que la danza produce, sino también lo que la danza absorbe de otros campos de conocimiento”, afirma Melo.

El viento levanta. Quienes bailan, bailan más que nunca; todas y todos, la gente de la danza contemporánea, del candombe y los pibes que hacen breakdance. Sabremos Bombear, una fiesta que tiene como consigna seguir algo o a alguien, continuar un movimiento y colectivizar un jolgorio, se va esfumando. La danza inicial finaliza con un gran trueno. Seis menos 25 pasadas. Aplausos y gritos.

Sobre el futuro cercano del PND, Turenne insiste en que “hay una relación de corresponsabilidad en la escritura de ese plan, tanto de la sociedad civil como de las instituciones públicas. Durante el proceso ya se están generando las articulaciones interinstitucionales, y la sociedad civil habla horizontalmente con las instituciones”. Melo afirma que este año tendrán que “llegar a una jornada nacional, que sea producto de las jornadas departamentales, donde se nombre un grupo gestor que va a escribir el plan. El gremio del Ministerio de Trabajo [y Seguridad Social] tendrá que escribir el capítulo de trabajo; el Ministerio de Desarrollo Social, el de inclusión y la mirada de género; la Comisión de Patrimonio tendrá que encargarse de toda la responsabilidad de tango y candombe. A mediados de 2019 deberíamos tener el plan y proyectar un presupuesto”.

El cielo gris cada vez más oscuro. Dos mamas viejas siguen bailando, arranca la cuerda de tambores y ellas ahí, bajo lluvia. 20 personas vuelven al agua que cae, un muchacho atraviesa la explanada haciendo paro de manos. Los tambores bajo el alero del teatro. La danza como tradición y memoria, como presente. ¿Cuántos grupos de danzas folklóricas hay en el país? ¿Cuántos de candombe? ¿De árabe? ¿De reggaeton? ¿De danzas urbanas? ¿De ballet?

“Sería muy tonto perder el potencial de la danza como disciplina que se piensa desde el cuerpo. Puede ser un aporte importante para la educación, el bienestar, las formas de relacionarse, para pensarse, para el placer, para vivir con otros en las comunidades. Cuando pensamos en danza en general pensamos en un espectáculo, pero pocas veces en el pulso de movernos, de relacionarnos, de celebrar, de sentirnos bien y no ser sólo cabezas que llevan cuerpos de un lado para otro”, remata Melo.

Las últimas marchas del 8 de marzo, las mujeres autoconvocadas cada vez que ocurre un feminicidio, la Marcha del Silencio. En todas, los cuerpos se unen para luchar, pero también para danzar, porque una marcha es también una danza. Se habla mucho de que no decidan sobre nuestros cuerpos; en Argentina se está discutiendo la despenalización del aborto. La educación en danza, la danza en el sistema de salud, la danza como hábito y forma de vida debe ser un derecho, porque nos permite autoconocernos, respetar mi cuerpo y el ajeno, aprender desde el contacto y el cuidado. En tiempos en los que la única danza que parece posible es la del movimiento del consumo extremo, pensar los cuerpos y las danzas, las maneras de vincularnos, no es sólo necesario, es urgente.

Los tambores cesan y los cuerpos sudan, pero el movimiento está hecho.

Publicado en La Diaria