La posverdad

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Mecanismos de la posverdad, de Jacqueline Fowks

Aún no se olvidan los devastadores incendios que arrasaron con más de 467 mil hectáreas en las regiones de O’Higgins, Maule y Biobío durante el verano de 2017. También sigue en el recuerdo la seguidilla de informaciones falsas publicadas al respecto en las redes sociales, atribuyendo los siniestros a una acción concertada, asociada a grupos mapuches o colombianos. Asimismo, se llegó a plantear que los hechores estaban identificados y se vieron circular imágenes de supuestos culpables, las que más tarde fueron desmentidas.

Este episodio todavía latente es parte de uno de los casos (“Los mapuches y el costal de las culpas”) que analiza la periodista, académica e investigadora peruana Jacqueline Fowks en su libro “Mecanismos de la posverdad” (FCE, 2017; p 152).

Pero, de qué hablamos cuando hablamos de este fenómeno, que en 2016 llegó a coronarse como la palabra del año por el diccionario inglés Oxford y que en diciembre de 2017 fue incorporado en la versión electrónica de su símil de la RAE. La autora cita la definición de Oxford: un adjetivo que “denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal».

La autora plantea que la posverdad, muy de la mano con las noticias falsas –fake news-, emerge en un escenario en que los compromisos de los medios tradicionales con el poder económico y político, esfera en la que históricamente han estado inmersos, terminan por pasarles la cuenta en términos de credibilidad frente a las audiencias masivas. Fowks señala que este uso de los medios a contracorriente del interés público lleva a que los ciudadanos o consumidores confíen menos en el periodismo y, en paralelo, se conviertan en presa fácil de la desinformación y de los llamados “hechos alternativos” o falsedades ancladas en las emociones. “Ello ocurre en un contexto en el que la retórica del miedo y los estereotipos están cada vez más disponibles en las sociedades”, acota la investigadora, que menciona al Brexit y la elección de Donald Trump como ejemplos de la cristalización de la posverdad.

Otros factores que inciden en este estado de situación son la emergencia de los prosumers (productores y consumidores de contenidos), que hace que las propias audiencias sean parte de la narración de la realidad, sin que se tenga necesariamente un conocimiento de los criterios éticos para la producción de noticias de interés público. Esto es potenciado por los propios medios, que “en su afán de exhibir más número de visitas y más engagement (involucramiento de la audiencia en el sitio web) dan más espacios a estos relatos inmediatistas e incidentales, a las anécdotas, videos o memes que pueden volverse virales, pero que no apuntan a las explicaciones o a las cuestiones de fondo”.

Además, hoy los actores políticos y económicos construyen sus propias historias o versiones de los hechos y la vehiculan no solo por los medios tradicionales, sino que por estos canales propios, donde eluden el encuentro con los periodistas para no tener que responder preguntas, logrando de este modo controlar mejor su mensaje. “Entre estas emisiones aparece el tiempo real (live), una ilusión que implica lo prefabricado, lo planificado, el media training, ocultando los aspectos controversiales de los hechos”, explica la autora.

“Asimismo, la velocidad de la noticia o del tuit no confirmado significa una amenaza nueva, a veces abrumadora: la rápida difusión de verdades incompletas en los medios sociales”, advierte.

El interesante análisis general de la autora es complementado con casos particulares de Perú, Colombia, Chile y México, que grafican en la práctica muchos de los conceptos y procesos abordados.

Morrocotudo

 

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