«Emigrar es como cambiar de esqueleto»

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Por Elaine Vilar Madruga

La creación en Laura Domingo Agüero tiene muchos rostros: la coreografía, el cine, la escritura. Hablar con ella es siempre un pretexto para indagar en los proyectos que la acompañan en ese curioso camino que la ha llevado allende tierras caribeñas. Desde Italia, Laura continúa hablando de Cuba. Sus más recientes éxitos en materia artística me conducen hacia algunas preguntas que he decidido hacerle. 

Desde hace varios años trabajas, junto al documentalista ítalo-nicaragüense Roberto Salinas, en la filmación de Cuban Dancer, un documental que aborda uno de los temas más sensibles para la sociedad cubana: la emigración. Habla, además, sobre la danza y sus espacios. ¿Cuál ha sido la sumatoria de experiencias de este proyecto?

Cuban Dancer es un documental que surgió a partir de una necesidad que compartimos Roberto Salinas y yo de ahondar en la realidad cubana contemporánea, darle voz a las personas, en especial a los más jóvenes, y narrar sus vidas y procesos de cambio a través de la danza, que en este caso funciona también como hilo conductor de la propia dramaturgia cinematográfica.

Por mi parte, había realizado trabajos de videodanza con anterioridad. Hace algún tiempo comprendí que el escenario puede ser otra prisión y hasta cierto punto, un esnobismo decimonónico, y comencé a experimentar en el terreno de la coreografía y sus relaciones con el ambiente. Hacer bailar el entorno: esto es la videodanza para mí.

El rol protagónico de Cuban Dancer es un talentoso estudiante de ballet, Alexis F. Valdés Martínez. Es normal entonces que la danza sea una de las grandes protagonistas. Un bailarín interactúa con su espacio físico y emocional desde la danza incluso cuando no es capaz de percibirlo. 

¿Por qué te interesa como creadora el tema de la emigración?

Como creadora me atraen todos los temas. En el caso específico de la emigración, me inquietan los laberintos que se abren cuando uno se aleja de lo que considera su patria-matriz-núcleo y que para mí tiene su punto de partida en el concepto de identidad. La emigración es como cambiar de esqueleto y seguir siendo el mismo, sobre todo para culturas insulares y tan definidas como la nuestra. Por suerte se mantienen el corazón, que bombea la sangre, y el cerebro, que acaba por decirnos que hay un solo planeta y te incluye con tu individualidad, lo que representa un grado superior de interacción con la vida.

En 2017 obtienes el Premio alla Regia (a la mejor Dirección) de uno de los concurso de videodanza más antiguo de Italia, Il Coreografo Elettronico con la obra “Circunloquio”, rodada en La Habana y protagonizada por bailarines de Danza Contemporánea de Cuba. ¿Te interesa dar a conocer tu país de origen en otras regiones?

Creo en una frase bellísima de Eliseo Diego: “no es por azar que nacemos en un sitio y no en otro, sino para dar testimonio”, que he escuchado hasta el cansancio gracias a la fidelidad de mi padre por Radio Enciclopedia.

Mi país de origen es parte de mi yo, y donde me encuentre lo transmitiré. Más que mi propósito es mi condición.

En materia humana somos un solo rostro contradictorio, lo que para mí es esperanzador. Me parece hermoso pensar que lo mejor de cada uno de los países del orbe está por verse.

A finales de 2018 estrenarás en Turín la obra “Las ciudades invisibles”, basada en la pieza homónima de Ítalo Calvino, ¿cuánto de literatura llevas siempre a tu creación coreográfica?

La literatura y la coreografía están siempre hermanadas en mis obras, aunque no en todos los casos de forma evidente.

Considero que con el auge de la danza contemporánea la coreografía se ha apartado muchísimo de los argumentos, hasta perder incluso un sentido dramatúrgico, como algunas coreografías de W. Forsythe. Yo he creado piezas en esta línea expresiva; sin embargo, también me interesa la sucesión de acontecimientos y emociones que provee por ejemplo, una obra literaria, porque incluye otras complejidades. No pienso que algo así sea antagónico de lo contemporáneo; de hecho no deja de sorprenderme que gran parte del arte contemporáneo internacional (aquí incluyo danza, teatro, artes visuales) se haya disuelto en una extravagancia filosófica.

Vivimos en una sociedad mundial controlada por los medios de comunicación. Se hacen montones de entrevistas y una gran cantidad de obras son insustanciales. Muchos artistas se dejan seducir por una marejada de publicidad y esa misma publicidad vaporiza y cubre luego de olvido su trabajo, y lo peor, controla y confunde a los lectores. Es uno de los motivos por los cuales mucha buena literatura se queda al margen. Comprender y salir de tal laberinto excede la genialidad de Borges; pero no podemos ser impasibles. Cuba aún es un caso particular en este sentido y eso tiene sus ventajas, que debemos preservar a toda costa. 

¿Tu presencia tanto en Cuba como en Italia ha determinado que expandas tus horizontes creativos, de búsqueda y de pensamiento?

Volviendo a la frase de Diego, y si se me permite este juego de palabras, yo diría que “no por azar se llega a un sitio y a otro…”.

Los desplazamientos físicos ofrecen grandes regalos como el contacto con otras culturas. En Italia he colaborado con varias instituciones y compañías de danza y esto ha sido muy enriquecedor. Por otra parte, el 11 de mayo presenté en Roma mi libro De invocaciones y otros límites en idioma italiano, algo que sin dudas me produce una gran felicidad. Pero debo decir que creo en el viaje inmóvil de Lezama. La búsqueda de horizontes creativos, el desarrollo de nuestras capacidades cognitivas no requieren necesariamente de ningún acto físico, ni siquiera hace falta una habitación propia. Más allá de todo eso, la necesidad de crear debe ser tan fuerte que si en vez de ser ciego como Homero, cualquiera de nosotros fuera sordo-mudo y viviese cinco mil años atrás, harto de la tradición oral como única vía de perpetuidad de su canto, habría inventado la escritura.

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