Brasil: inauguran en San Pablo una exposición del maestro uruguayo Pedro Figari

2.321

Retrospectiva de Pedro Figari recupera el Uruguay africano en el Masp

Por Antonio Gonçalves Filho

Nostalgias AfricanasÚnico artista blanco en tener una exposición este año en el Museo de Arte de San Pablo (MASP), el pintor uruguayo Pedro Figari (1861-1938) dedicó su vida a retratar los dramas y las alegrías de la población negra de su país. Son más los momentos alegres que los tristes los que aparecen en su obra, es verdad, aunque la crónica visual de Figari sobre los afrodescendientes no olvida el dolor que la esclavitud dejó como legado. A diferencia de los modernistas brasileños, Figari no pintó negros trabajando, como Portinari, o en poses sensuales, como Di Cavalcanti, observa Mariana Leme, curadora de la muestra, que contó también con la selección del director del Museo Figari, Pablo Thiago Rocca.

«En el quinto y sexto conjunto de las obras de la exposición, por ejemplo, los temas de la muerte y de la esclavitud demuestran que Figari siguió el camino opuesto de los modernistas brasileños, aunque trató también de los problemas sociales derivados de la discriminación de los negros», dice la curadora. Vale recordar que la esclavitud fue abolida en Uruguay en 1842, 46 años antes de la abolición en Brasil. La representación de la vida de los esclavos es evocada en el caso de Figari, un abogado de vocación libertaria, defensor de los derechos humanos que luchó contra la segregación y pasó a dedicarse íntegramente a la pintura cerca de los 60. Es cierto que ya pintaba antes de cambiar Montevideo por París, en 1925, pero eran básicamente ejercicios de naturaleza académica.

La muestra del artista, que reúne 63 pinturas de pequeñas dimensiones en el Masp, se llama Nostalgias Africanas, título de una de las obras de la exposición que encierra el ciclo de historias afro-atlánticas y formó el eje temático de la programación del museo en 2018.

Ya en el primer conjunto de pinturas es posible identificar en Figari un compromiso con la cultura negra. Son trabajos que eligen como tema la danza característica de las poblaciones afro-uruguayas, el «candombe», manifestación colectiva siempre acompañada de tambores, que fue víctima de persecución policial.

El segundo conjunto está dedicado al sincretismo religioso. Son escenas de carnaval en pleno Día de Reyes, que cruzan la fiesta católica y el paganismo. El tercer conjunto lo componen escenas interiores en los «conventillos», viviendas colectivas explotadas por especuladores en el paso del siglo XIX al XX. En el cuarto, Figari registra escenas de matrimonio y, en el quinto, funerales.

«Es posible notar la segregación de los negros hasta la hora de la muerte en una pintura que muestra un ritual fúnebre diferente del entierro de los blancos. La comitiva pasa a lo largo del Cementerio Central de Montevideo -donde sería enterrado el propio autor de la pintura- porque el entierro de los negros ocurría al aire libre y con música «, dice la curadora.

La preocupación social de Figari con el estado de los negros forzados a migrar y esclavizados en Uruguay, está estrechamente ligada al ejercicio de la abogacía. Como representante de una organización que defendía a los pobres en Uruguay, Figari se involucró con la política y el periodismo, formándose como abogado en 1886, mismo año en que comenzó a estudiar pintura con el profesor académico italiano Godofredo Sommavilla (1850-1944), conocido por sus escenas familiares.

Es cierto que Sommavilla tuvo alguna influencia sobre el alumno-especialmente en las escenas interiores de las fiestas de boda de los afrodescendientes-, pero el atractivo de los impresionistas fue mayor. Manet y Degas surgen como modelos del período francés de Figari, como se puede notar en la muestra del Masp, pero es posible citar otras referencias del pintor. Bonnard suele ser recordado como una de ellas, aunque el uruguayo tiene poco que ver con el grupo post -impresionista de los Nabis, a no ser que se considere el simbolismo en su pintura deudor de la simplificación de la forma y de los colores vivos de la clase de Paul Sérusier. Ciertamente Figari conoció la pintura de los Nabis cuando partió a París en compañía de su hijo, el arquitecto Juan Carlos Figari, con quien escribió el libro Educación Integral (1918).

El belga Ensor merece ser evocado cuando se considera el anonimato de los personajes negros creados por el uruguayo, especialmente por la pincelada expresionista de ambos, en la que la figura es apenas esbozada. También los animales que habitan sus pinturas, de perros vagabundos a gatos negros, son pruebas de ese rastro rápido y económico. El aspecto alegórico de los esqueletos de Ensor encuentra correspondencia en las figuras negras de Figari, cuyos rostros apagados garantizan simetría con la fantasmagórica del belga. Y no es sin razón que Ensor haya sido una gran referencia para pintores con el Nolde, Grosz y Paul Klee.

En referencia a Klee, con excepción de dos obras, todas las otras pinturas expuestas en la muestra de Figari son de pequeñas dimensiones y de un cromatismo que remite (deliberadamente o no) al paso de Klee por Túnez en 1914, jugando con la simetría de la superficie de la pantalla y la luz que incide sobre el paisaje y la figura humana. Las pinceladas rápidas sobre pequeñas tarjetas porosas, como las de la muestra del Masp, sugieren una atmósfera onírica. En el caso de Figari, también nostalgia. El uruguayo recrea el mundo de los afrodescendientes como si estuviera inventando un relato ficcional, aunque fiel a los acontecimientos históricos. No es sin razón que atravesó la frontera y conquistó coleccionistas brasileños. Algunos de sus mejores trabajos son expuestos en el Masp.

Terra (traducción Nodal Cultura)


Retrospectiva de Pedro Figari recupera o Uruguai africano no Masp

Por Antonio Gonçalves Filho

Único artista branco a ganhar uma exposição no Museu de Arte de São Paulo (Masp) este ano, o pintor uruguaio Pedro Figari (1861-1938) dedicou sua vida a retratar os dramas e as alegrias da população negra de seu país. Mais os momentos alegres que os tristes, é verdade, embora a crônica visual de Figari sobre os afrodescendentes não esqueça a dor que a escravidão deixou como legado. Ao contrário dos modernistas brasileiros, Figari não pintou negros trabalhando, como Portinari, ou em poses sensuais, como Di Cavalcanti, observa Mariana Leme, curadora da mostra que contou também com a seleção do diretor do Museu Figari, Pablo Thiago Rocca.

«No quinto e no sexto conjuntos das obras da exposição, por exemplo, os temas da morte e da escravidão mostram que Figari seguiu o caminho oposto dos modernistas brasileiros, embora tratando também dos problemas sociais advindos da discriminação dos negros», diz a curadora. Vale lembrar que a escravidão foi abolida no Uruguai em 1842, 46 anos antes da Abolição no Brasil. A representação da vida dos escravos, claro, é evocativa no caso de Figari, um advogado de vocação libertária, defensor dos direitos humanos, que lutou contra a segregação e passou a se dedicar integralmente à pintura já maduro, na casa dos 60. É certo que já pintava antes de trocar Montevidéu por Paris, em 1925, mas eram apenas exercícios de natureza acadêmica.

A mostra do artista, que reúne 63 pinturas de pequenas dimensões no Masp, chama-se apropriadamente Nostalgias Africanas, título de uma das obras da exposição, que encerra o ciclo de histórias afro-atlânticas e formou o eixo temático da programação do museu em 2018. Já no primeiro conjunto de pinturas é possível identificar em Figari um compromisso com a cultura negra. São trabalhos que elegem como tema a dança característica das populações afro-uruguaias, o «candombe», manifestação coletiva sempre acompanhada de tambores que foi vítima de perseguição policial.

O segundo conjunto é dedicado ao sincretismo religioso. São cenas de carnaval em pleno Dia de Reis, que cruzam a festa católica e o paganismo. No terceiro conjunto estão cenas interiores passadas nos «conventillos», habitações coletivas exploradas por especuladores na passagem do século 19 para o 20. No quarto, Figari registra cenas de casamento e, no quinto, funerais. «É possível notar a segregação dos negros até na hora da morte numa pintura que mostra um ritual fúnebre diferente do enterro dos brancos – a comitiva passa ao largo do Cemitério Central de Montevidéu onde seria enterrado o próprio autor da pintura, uma vez que o enterro dos negros ocorria ao ar livre e com música», diz a curadora.

A preocupação social de Figari com o estado dos negros forçados a migrar e escravizados no Uruguai está estreitamente ligada ao exercício da advocacia. Como representante de uma organização que defendia os pobres no Uruguai, Figari se envolveu com a política e o jornalismo, formando-se como advogado em 1886, mesmo ano em que começou a estudar pintura com o professor acadêmico italiano Godofredo Sommavilla (1850-1944), conhecido por telas de cenas familiares.

É certo que Sommavilla teve alguma influência sobre o aluno – especialmente nas cenas interiores das festas de casamento dos afrodescendentes -, mas o apelo dos impressionistas foi maior. Manet e Degas surgem como modelos do período francês de Figari, como se pode notar na mostra do Masp, mas é possível citar outras referências do pintor – e Bonnard costuma ser lembrado como uma delas, embora o uruguaio tenha pouco a ver com o grupo pós-impressionista dos Nabis, a não ser que se considere o simbolismo em sua pintura devedor da simplificação da forma e das cores vivas da turma de Paul Sérusier. Certamente Figari conheceu a pintura dos Nabis quando partiu para Paris em companhia do filho, o arquiteto Juan Carlos Figari, com que escreveu o livro Educación Integral (1918).

Nunca mencionado quando se fala de Figari, o belga Ensor merece ser evocado quando se considera o anonimato dos personagens negros criados pelo uruguaio, especialmente pela pincelada expressionista dos dois, em que a figura é apenas esboçada – e os animais que habitam suas telas, dos cães vadios aos gatos pretos, são provas desse traço rápido e econômico. O aspecto alegórico dos esqueletos de Ensor encontra correspondência nas figuras negras de Figari, cujos rostos apagados garantem simetria com a fantasmagoria do belga – e não é sem razão que Ensor tenha sido uma grande referência para pintores com o Nolde, Grosz e Paul Klee.

E, por falar em Klee, com exceção de duas telas, todas as outras pinturas expostas na mostra de Figari são de pequenas dimensões e de um cromatismo que remete (deliberadamente ou não) à passagem de Klee pela Tunísia, em 1914, brincando com a simetria da superfície da tela e a luz que incide sobre a paisagem e a figura humana. As pinceladas rápidas sobre pequenos cartões porosos, como os da mostra do Masp, sugerem uma atmosfera onírica, a exemplo de Klee. No caso de Figari, também nostalgia. O uruguaio recria o mundo dos afrodescendentes uruguaios como se estivesse inventando um narrativa ficcional, embora fiel aos eventos históricos, o que torna sua pintura ainda mais atraente. Não é sem razão que ela atravessou a fronteira e conquistou colecionadores brasileiros. São deles alguns dos melhores trabalhos expostos no Masp.

PEDRO FIGARI
Masp. Av. Paulista, 1.578, tel. 3149-5959. 4ª a dom., 10h/18h;

3ª, 10h/20h. R$ 35 e R$ 17.

Abre 6ª (14/12). Até 10/2/19

Terra


Masp termina seu ano afro com exposição do uruguaio Pedro Figari

Por Gabriela Longman

Não é a casa da tia Ciata, considerada o berço do samba no Rio de Janeiro, mas é como se fosse. Ao retratar as festas populares em torno do candombe, ritmo afro-uruguaio criado por escravos, o pintor modernista Pedro Figari (1861-1938) deixou um registro ímpar das celebrações, da música e da cultura negra no Uruguai da virada do século 19 para o 20.

Encerrando um ano inteiro dedicado às “histórias afro-atlânticas” —fluxos e refluxos de migração entre África, Europa e América—, o Masp apresenta uma exposição de 63 pinturas de Figari, marcadas por pinceladas soltas e tons quentes usados para as cenas de casamentos, funerais e celebrações diversas de ex-escravos e seus descendentes.

Advogado, político e artista tardio que lutou contra segregação, o pintor nasceu 19 anos depois da abolição da escravatura em seu país (a lei é de 1842, 46 anos antes do Brasil).

Segundo a curadora Mariana Leme, trata-se de um olhar diferente daquele lançado pelos modernistas brasileiros, como Tarsila ou Di Cavalcanti, por escapar da tríade natureza, erotismo e trabalho comumente associada à população negra na pintura dos anos 1920.

“Ao mesmo tempo, é interessante pensar que a maior parte dessas telas foram pintadas à distância, no ateliê do artista, em Paris”, conta Leme, lembrando que longe do registro objetivo, as obras contêm uma dimensão lírica em que a distinção entre lembrança e imaginação é fluida, vacilante.

Questionado por um crítico francês se pintava um passado que conhecia, Figari respondeu que não exatamente. “Desde minha infância ele já não existia. Mas estas são as coisas que me contaram e que realmente mexeram com minha imaginação. [Estão] desaparecidas há muito tempo estas festas camponesas […], estas velhas casas coloniais, estas danças e enterros de negros, estas núpcias… Mas elas dão à nossa vida uma tranquilidade e um sabor extraordinários; há toda uma literatura entre nós que se inspira dessa falta.”

Para além das festas populares, aglomerações coloridas e festivas sob grandes espaços de céu azul, a seleção inclui ainda cenas de interior nos “conventillos”, habitações coletivas que funcionavam como verdadeiros
centros de resistência negra, com forte presença em Montevidéu entre o final do século 19 e o começo do século 20.

“Figari representa a população negra de seu país com a dignidade da vida cotidiana, em cenas singelas que, no entanto, revelam a complexidade dos modos de vida daquelas pessoas”, escreve a curadora em texto para o
catálogo.

“Há brigas, beijos, cozinheiras descansando, visitas indo embora da casa, missas, luas de mel, passeios no campo e o esforço para descer um caixão pela escada.”

Concebida em parceria com o Museo Figari e o Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo, a mostra segue para a capital uruguaia em março do ano que vem.

Encerrando o ano de temática negra e abrindo um 2019 com programação inteiramente dedicada às mulheres, o Masp inaugura também uma mostra individual de Lucia Laguna, 77, professora de língua e literatura portuguesa que começou a se dedicar à pintura nos anos 1990, depois de se aposentar e frequentar os cursos livres da Escola de Artes Visuais do Parque Lage, no Rio de Janeiro. Incorporando referências tiradas da história da arte canônica, formada majoritariamente por homens brancos e europeus, a pintora carioca trabalha a partir da paisagem dos arredores de sua casa e de seu ateliê, no bairro de São Francisco Xavier, na zona norte do Rio, com vista ao morro da Mangueira.

Nas 21 telas, feitas entre 2012 e 2018, botânica, paisagens urbanas e arames de segurança estão emaranhados numa geometria delicada de forma e cor.

Pedro Figari e Lucia Laguna
Masp – av. Paulista, 1.578, Bela Vista, tel. (11) 3149-5959. De qua. a dom., das 10h às 18h; ter. das 10h às 20h. Até 10/2 (Nostalgias) e 10/3 (Vizinhanças). R$ 35 (grátis às terças)

Folha de S. Paulo

También podría gustarte