Pierre Vandoorne, director del área audiovisual en Perú: «La riqueza estética y temática nace de nuestra cultura popular»

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Por Daniel Cholakian

El cine peruano atraviesa un momento muy interesante. Hubo películas comerciales que se han instalado fuertemente en las salas comerciales locales, como Asumare, del mismo modo que producciones no tradicionales como Wiñaypacha, la primera película hablada en lengua aymara, ha llamado la atención tanto de la crítica peruana como la del resto del mundo. Las estadísticas indican un crecimiento notable de la producción nacional, a la vez que una mayor participación de las producciones peruanas en la cantidad total de entradas vendidas.

En el marco de la inestabilidad política que vive el país, en estos años se han ampliado y profundizado las políticas de fomento. El cine peruano debatió, durante el tiempo en que Salvador del Solar ocupó el ministerio de cultura el proyecto de una nueva ley del cine, que no llegó a promulgarse. Según explica Pierre Vandoorne, director de la Dirección del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios (DAFO) en esta entrevista con Nodal Cultura, ese proyecto marca el presente de las políticas cinematográficas aun cuando no es ley vigente.

Tal vez una de las claves para comprender este momento del cine del Perú sea que Vandoorne ocupa la dirección del organismo desde hace más de 6 años. Esta continuidad, y su trabajo en pos de la diversificación, la federalización y la internacionalización de las producciones del país, son sin dudas parte de este crecimiento. Vandoorne ocupa desde fines de 2018 la secretaría ejecutiva de la CACI, Conferencia de Autoridades Cinematográficas de Iberoamérica.

Nodal Cultura dialogó con Pierre Vandoorne sobre el momento actual del cine peruano, la diversidad de su oferta, su inserción en la cinematografía global, las políticas públicas en la materia y la posibilidad de que el cine de América Latina y el Caribe sea visto en las pantallas de la región, lo que actualmente no ocurre.

¿Cómo es la situación de la cinematografía peruana?
El Perú tiene más o menos cinco años de una situación bien particular. ¿Particular por qué? Porque en estos cinco años se ha evidenciado una serie de dinámicas que probablemente se estaban gestando desde antes, pero que han adquirido una visibilidad mucho mayor en este período.
Para empezar es evidente la diversidad de la producción. Esa diversidad incluye tanto un cine comercial que ha surgido con mucha potencia, de consumo nacional masivo, vinculado a la comedia y a los géneros, que ha hecho que estadísticamente suba la participación del cine nacional en la taquilla. Luego una visibilidad mayor y una consolidación mayor del cine del interior del país, de las regiones, que ya venía gestándose por iniciativa y esfuerzo de realizadores que con muy pocos medios hacían historias locales. Estas producciones circulaban por circuitos alternativos y en realidad ya tiene más de veinte años de desarrollo, pero se ha evidenciado su potencial en los últimos años. A eso le sumaría una consolidación de la política pública de fomento del audiovisual.
Estos tres aspectos también podrían incluir por ejemplo la diversidad que hay en un cine auto gestionado, tanto en el interior del país como en el de la propia capital. Y un cine de autor,  por llamarlo de alguna manera, frecuentemente financiado por fondos públicos. Toda esta producción ha generado la sensación de que hay un boom del cine peruano. Yo no sé si hay un boom del cine peruano, pero lo que sí hay es una situación única respecto de las últimas décadas. Tenemos entre 25 y 30 estrenos comerciales en salas, y una participación en la taquilla nada despreciable a nivel regional, comparado a otros países. Y, por otro lado, lo que para mí es más importante, una diversidad a nivel de contenidos, a nivel de géneros, a nivel de estilos de producción, de formas, de modelos de producción. La diversidad del cine refleja la diversidad de nuestro país.

Eso es un reto para la política pública. La podemos pensar en cierto sentido como estandarización de los procesos, en el sentido en el que tratas de que todo sea igual para todos. Pero no es cierto en otro sentido, ya que cada una de esas expresiones culturales requiere una atención distinta. Entonces, por ejemplo, nosotros necesitamos diseñar mecanismos útiles para los cineastas independientes, que están acostumbrados a modelos de producción más autogestionarios. Pero también atender la necesidad de creación contemporánea, ficción en lenguas indígenas, por ejemplo. De modo que, en las medidas de nuestras posibilidades, tenemos líneas para cada una de estas distintas necesidades y prioridades. Porque la cultura siempre requiere de recursos y la actividad audiovisual, más aún. Entonces es siempre un reto conseguir esos recursos.

¿La aparición de Wiñaypacha fue una muestra de que este reto era necesario?
Wiñaypacha es el ejemplo de la convergencia de muchos de estos aspectos. Revela la actividad audiovisual en el interior del país, su dinamismo y el talento que hay en el país. La necesidad expresiva de las diferentes culturas que conviven en un mismo territorio. Pero también habla de una política pública, porque la película fue posible gracias a un apoyo que damos a los realizadores de las diferentes regiones del país. O sea, el talento, la iniciativa, el empuje que hay de los propios productores, de los realizadores, de los creadores,  requiere la necesidad de tener una política pública que esté a la altura de ellos.
Cuando hablo con el sector, siempre digo que nosotros tenemos que tratar de diseñar una política pública que esté a la altura de ellos, y que genere un sentimiento de responsabilidad mutua. Una responsabilidad del Estado hacia la sociedad, y de la sociedad con respecto a sí misma y a las oportunidades que está recibiendo por parte del Estado, es decir del colectivo.

En términos generales, los mercados mundiales todavía siguen mirándonos como el objeto exótico del mundo. Y siguen buscando de cierta manera que les hablemos de algunos temas que para ellos son los “temas latinoamericanos” Esto entra en tensión con las culturas locales que menciona. Cuando sale a los mercados exteriores ¿cómo se enfrenta esa dialéctica entre lo que el otro demanda y lo que uno tiene?
Para nosotros ha sido fundamental cambiar la percepción de nuestra propia producción. Es decir, combatir algunas ideas preconcebidas de lo que era el cine nacional o de lo que era la producción audiovisual nacional. Esto los hicimos tanto con los políticos que toman decisiones que afectan la política cultural, los públicos y la sociedad en general. El primer reto era cambiar su percepción de lo que nosotros mismos somos y de lo que nosotros mismos producimos.
El segundo reto es evidentemente saber que no producimos al margen de lo que está ocurriendo a nivel de la región latinoamericana, a nivel del mundo, y proyectar cómo nosotros nos auto representamos también hacia afuera, y dialogar con lo que está ocurriendo afuera. Entonces los mercados: Ventana Sur, que es al que principalmente accedemos, y otros que todavía están carentes de presencia peruana, porque no tenemos una política articulada de promoción internacional.
¿Qué es lo más importante para nosotros? Creo que lo primero es Latinoamérica. Yo creo que eso es lo primero que tenemos que ver. Hablo por ejemplo en el caso de la animación. Han dejado de pensar que tienen que co-producir con los grandes países productores industrializados de animación y que en verdad, es mucho más fácil, mucho más provechoso y tiene mejores resultados co-producir entre nosotros mismos, a nivel regional, para nuestros propios mercados, ampliándolos. Yo creo que ahí hay unas dinámicas que tenemos que profundizar, principalmente.

Hablando de la animación peruana que está creciendo y constituyendo una marca. ¿Cómo surgió y hacia dónde va?
Como te decía hacía un rato, yo creo que las políticas públicas tienen que responder a algo que ya está ocurriendo en la sociedad. Y eso en el caso de la animación es clarísimo. La animación se dio al margen del apoyo estatal. Principalmente como iniciativas privadas, muchas de ellas comerciales. Eso ha generado que exista una tradición de la animación peruana. Animación en 3D que se produjo en los últimos 15 años. De ahí hay nuevas generaciones que crecen, que comienzan a ver posible hacer animación en el Perú y que ahora realmente están empezando a explorar nuevos caminos y nuevas vías. Nosotros hemos tratado de estar a la altura de eso que estaba ocurriendo ya en el sector y hemos generado algunas líneas de apoyo. Este año nuestra línea de apoyo a la producción dedicada exclusivamente a la animación, nuestra línea de apoyo a las series tuvo un éxito principalmente en las series animadas. Yo veo mucho talento ahí.
A su vez hay un reconocimiento por parte de los animadores del enorme potencial  creativo que tienen nuestras propias culturas originarias y nuestra cultura popular contemporánea. Mucha de la riqueza estética y temática nace de nuestra cultura popular. Yo creo que tenemos un enorme potencial. La animación tiene la capacidad de cruzar fronteras más fácilmente que otros tipos de contenidos audiovisuales.

En el campo audiovisual hay nuevas plataformas, nuevos formatos de series, incluso nuevas duraciones. Allí aparecen muchas posibilidades de exploración y explotación. Eso parece tener un mercado que está más allá de las fronteras. ¿Están trabajando con estos nuevos formatos, estos nuevos modos y modelos de producción?
Hemos flexibilizado este año el tema de los tiempos. Ya no solamente financiamos largometrajes y cortometrajes. Tenemos una flexibilidad normativa que nos permite apoyar otro tipo de proyectos. Sabemos que ahora hay contenidos que duran 4 o 5 minutos y otros que son seriados y que duran varias horas. Entonces hay que tener esa flexibilidad. Las plataformas lo que han permitido es diversificar eso.
La discusión más amplia sobre las plataformas nos interesa mucho. Participamos de proyectos como Retina Latina, los que impulsa la CACI y estamos en la discusión para ver de qué manera podemos embarcarnos y aprovechar más los medios digitales. Yo veo gran potencial en ellos.
Creo que las plataformas digitales por ejemplo han permitido un resurgimiento muy fuerte del documental. Es algo que se ve por ejemplo en Netflix. La primera película peruana que ha tenido distribución mundial en Netflix es un documental. Y eso dice mucho también de cómo el formato documental, que había sido prácticamente excluido de las salas de cine, vuelve en su formato de largometraje gracias a las nuevas tecnologías. Yo creo que hay que reflexionar sobre esto y verlo como algo positivo.

Respecto de la CACI, de la cual desde hace pocos meses asumió la Secretaría General por dos años, ¿hay oportunidad de que en Iberoamérica, y especialmente en América Latina, se construya un espacio de circulación de la producción latinoamericana?
Sí. Lo que está ocurriendo en este momento es una distinción mayor entre lo que es Ibermedia y lo que es la CACI. ¿En qué sentido? En el sentido en el que las personas conocen mucho más Ibermedia, porque es un programa de co-producción. La CACI es un espacio de reflexión de una política común. ¿Y esa política común a qué apunta? A que nuestros contenidos circulen entre nuestros países. Apunta a la dimensión de intercambio cultural más profundo y a la generación de un mercado común. Yo creo que es donde la CACI va a tener un peso mayor en los próximos años. En un espacio de una reflexión estratégica, de qué manera logramos finalmente superar las limitaciones que tiene la circulación de nuestros contenidos entre nuestros países. Tenemos afinidades culturales muy fuertes. Si entre nosotros la comunicación es muy fácil, debería ser así de fácil para nuestras películas. Y sin embargo, hay una serie de razones por las cuales eso no ocurre. Entonces, yo creo que la CACI está llevada a ser ese espacio de reflexión y a plantear soluciones a esos problemas.

Hace seis años que preside el DAFO. Seis años en los que pasaron presidentes, ministros de cultura. ¿Cómo fue construir una política cultural persistente, creciente y con frutos que son evidentes en el contexto de cierta inestabilidad política?
Yo creo que hay dos cosas. Cuando uno ve una política tan sostenida es porque ha sido una política que se ha vuelto de Estado y no de gobierno. Es decir que es una apuesta a largo plazo y que trasciende las diferentes administraciones. Yo creo que eso es bonito ver eso. Porque no suele ser la norma. Muchas veces vemos que iniciativas se truncan cuando hay cambios de autoridades y éste no ha sido el caso.
Creo que sobre todo eso se debe a que está política ha sido también sostenida e impulsada por la propia ciudadanía y por el propio sector. Si no hubiese un sector que cree en esto y una ciudadanía que apoya la creación audiovisual, como uno de los pilares de nuestro desarrollo y nuestro auto-reconocimiento como país, no habría continuado. También creo que se ha beneficiado por el hecho de que estábamos construyendo el Ministerio de Cultura, que desde el 2011 opera con la consolidación de la institucionalidad cultural. Y eso es lo más importante. A mí me ha tocado tener seis años. He tenido esa suerte. Otras personas no han tenido la suerte de iniciar procesos y ver cómo culminaban. Estoy muy agradecido por eso, pero también le debo mucho a los que me antecedieron y que construyeron las bases y a los que me han acompañado en estos años por temporadas. Apostaron por esto cada vez que entraban, ya sea en sus cargos de ministros o de directores generales o de viceministros y decían «sí, esto debe continuar» y nos daban el espaldarazo.

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La ley de cine es un anhelo por el cual viene reclamando el sector. Parecía que se iba a concretar durante el ministerio de Salvador del Solar y finalmente no se aprobó. A pesar de que han tomado medidas de fomento más allá de la existencia de la ley ¿Es para ustedes un tema pendiente? ¿Están trabajando para que salga la ley del cine?
Sí, seguimos todo el tiempo tratando de generar la coyuntura que nos permita aprobar la ley. Sin embargo, el hecho de haber casi obtenido la aprobación el año pasado gatilló ciertas modificaciones normativas, que nos permitieron no solamente contar con más fondos este año, sino diversificar nuestras líneas de apoyo. Entonces ya estamos viviendo una especie de piloto de cómo sería tener la ley, sin tener la ley. Eso ha sido interesante, un poco sui generis, pero interesante. Estos dos años de discusión de la ley mantienen el tema vivo y en la agenda política. Y eso es bueno. Cuando uno es perseverante, el sector lo es y nosotros también, las cosas llegan. Vamos a llegar a la aprobación de la ley, eso es seguro.

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