¿Quien mató a mi hermano?

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La peli de Luciano: entre el dolor y la lucha colectiva

Por Agustina Salinas

Este domingo se vio por primera vez en cines ¿Quién mató a mi hermano?, la película de Ana Fraile y Lucas Scavino que recorre la trágica historia de Luciano Arruga y, en paralelo, la construcción colectiva de Familiares y Amigos. Una de las integrantes de La Retaguardia asistió a la función de prensa y comparte en estas líneas algunas de sus sensaciones más descarnadas. (Por Agustina Salinas para La Retaguardia)

Vanesa Orieta cuenta que su angustia aumenta a medida que se acerca a la General Paz. Ahí es donde Luciano corrió escapando, con miedo, de no sabemos cuántas vejaciones, torturas y humillaciones por parte de la policía aquel 31 de enero de 2009. Desde ese día, Luciano se sumó a la lista de desaparecidos en democracia. La perversión de poder hacer y deshacer impunemente se estaba desbarantando porque Luciano dijo NO. Y al decir “no robo para la policía” se le responde con torturas. En el recorrido de la película, Vanesa recuerda la impunidad en el caso de la desaparición, tortura y muerte de su hermano Luciano, y reconoce que tiene furia. Lo que desea es que “el caso de Luciano visibilice la problemática de represión y violación de derechos que sufren los pibes y las pibas pobres”. Esto y muchísimo más, dice Vanesa en el documental ¿Quién mató a mi hermano?, de Ana Fraile y Lucas Scavino, que se estrenó ayer en el BAFICI.
No sabría qué agregar a esos relatos del documental. Familiares y Amigues lo dijeron todo. Se lo dijeron en la cara al torturador de Luciano, el oficial de la policía Diego Torales. Se lo dijeron en la cara al abogado Juan Grimberg, defensor del torturador: «Mi hijo era cartonero porque decidió no robar para la policía», dijo Moni, su mamá, en ese juicio. Se lo dijeron al cordón de policías: “¡Ustedes son una manga de lacras! Mi nieto no quiso robar para ustedes, por eso lo masacraron”, gritó Marta, la abuela de Luciano. Lo dijeron todo, señalaron a toda la cadena de responsabilidades en la desaparición de Luciano: a los policías, al juez, a la fiscal, al intendente, al gobernador. Nunca se callaron ni se cansaron de preguntar: ¿Dónde está Luciano? Armaron afiches, stencils, remeras. Montaron una radio para desbaratar el relato hegemónico y para seguir preguntando: ¿dónde está Luciano? Se bancaron lo peor de la miseria estatal: el poder institucional para armar un plan de impunidad y persecución. Porque la desaparición de Luciano continuó con un hostigamiento constante a todxs lxs familiares y amigxs. Sin embargo, el abrazo colectivo y la organización entre ellos y ellas fue determinante para desentrañar qué pasó con Luciano.
¿Dónde está mi hermano? fue el primer título del documental, que se ve tachado intencionalmente en el afiche… En el transcurso del registro audiovisual, encontraron el cuerpo de Luciano. Luego de 5 años y 8 meses de atropellos -por usar una definición o sinónimo absurdo de todo lo injusto- lo cambiaron por “¿Quién mató a mi hermano‘”. La lucha de familiares y amigxs tuvo ese desenlace pero no un final. Encontrarlo fue el resultado de un camino que no se terminó, se replicó en muchas más denuncias a la represión estatal.

Si hay algo que es constante en el documental son las emociones: llantos, tristezas, furia. En las secuencias silenciosas de la película, que muestran el barrio 12 de octubre con fondos de luz azul policial, dentro de la sala de cine se escuchan los llantos. Incluso varixs trabajadorxs del festival se sumaron a mirar. No emocionarse con esa sucesión de relatos descriptos es muy dificil. Si nos duele mirarlos, sentirlos en el cuerpo es inexplicable. Y bien lo dice Pablo Bregante después de tocar unos acordes: “me pasa algo raro, no sé por qué”. Debe ser esa molestia llamada injusticia. O «justicia de mierda», como gritó Vanesa.

La Retaguardia

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