Crear en los márgenes

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Crear en los márgenes: el arte paraguayo como espacio de resistencia

Por Juan Batalla

Una figura que podría ser Eira Jagua, ese monstruo de la mitología mbyá-guaraní de cuerpo humanoide y escama de pez, parece elevarse en posición de un cristo, desplegando alas, abandonando el nenúfar. Su melena comparte colores con un arcoiris con la paleta de la bandera LGBT. No es una casualidad.

Este cristo pop, entre folclórico y pagano, es un autorretrato de Ricardo Migliorisi de 1971 -solo un año después de la creación de la insignia por la diversidad de género- y cuelga junto a otras 40 obras aproximadamente, en la muestra Asunción, de la galería porteña Herlitzka + Faria, que presenta un panóptico a través de cuatro artistas paraguayos –Claudia Casarino, Fredi Casco, Migliorisi y Osvaldo Salerno– que, desde diferentes estéticas y técnicas, construyeron un relato por fuera de los márgenes, aceptando por un lado las tendencias que se producían en el exterior, sin renunciar a la herencia folclórica y atravesados por una guerra que nunca dejará de ser remota y una dictadura que no fue menos sangrienta.

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En diálogo con Infobae Cultura, el curador Roberto Amigo explicó que la selección se basó en «artistas cuyo punto de contacto no fuese obvio y que muestren una complejidad y una formación cultural» y a partir de allí encontrar «obras con cierto tipo de serialidad».

«La muestra surge a partir de una idea muy fuerte del arte erudito, que es a su vez atravesado por la cultura popular y de masas, para sí construir una cultura muy radical que comienza como lenguaje artísticos en los ’60 y se extiende hasta la actualidad», dijo.

Y la palabra radical es, en este caso, quizá uno de los ejes preponderantes. Gran parte de las obras fueron realizadas en diferentes momentos de la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989) y responden a una lógica de resistencia del artista como creador en sí mismo, como una respuesta al autoritarismo en un espacio privado de reflexión y creatividad. Arte en estado latente. Y de circulación reducida.

Regresando a aquellos años oscuros, Amigo sostuvo: «Hubo un círculo de resistencia muy fuerte, cuya cabeza fue (Augusto) Roa Bastos, que estaba en el exilio, en un grupo donde estaban también Osvaldo Salerno y Ticio Escobar, quien es la figura más teórica e intelectual del Paraguay. Ricardo Migliorisi y Salerno hacen una resistencia desde la creación más cultural, Ticio fue más militante. Pero forman núcleos de resistencia, como el Museo del Barro, que funciona como centro de integración artística frente a la dictadura»

Artista por artista

Ricardo Migliorisi: sexualidad, deseo y exhuberancia

Fallecido este 14 de junio, Migliorisi (Asunción, 1948) fue un destacado pintor, vestuarista, escenógrafo y arquitecto. Las piezas que se exhiben en la muestra pertenecen a su primer período, entre 1969 al 1971, obras que -comentó Amigo- él rechazaba y que «gran parte de la recuperación de estos dibujos de Migliorisi se debe a la constancia de Salerno».

«A los 20 años elaboró toda una estética vinculada al pop, al hippismo y la cultura psicodélicas, pero a la vez con imágenes atravesadas por lo queer, por lo drag qeen como también por las culturas americanas».

El detalle de este pop es que se produce a pequeña escala, casi minimalista, solo necesita una hoja de tamaño A4, lejos de la parafernalia y las grandes instalaciones que entonces se creaban dentro del movimiento, sobre todo en el Instituto Di Tella, que se convirtió en una suerte de faro.

«Estamos acostumbrados a pensar el pop de Buenos Aires, el brasileño o el estadounidense y se pierde de vista lo periférico. En este caso se está lejos y a la vez cerca de cómo entendemos el pop. Es un pop que altera lo femenino, una mujer que es a la vez jaguar, pero también aparece el flower power, es un juego de contrastes, un cruce de lo internacional con lo local», sostuvo.

En ese sentido, las obras de Migliorisi tienen un profundo costado rupturista, donde la sexualidad, el deseo y la exhuberancia juegan con los grotesco y lo mitológico, colocando el ojo en la diversidad en tiempos en que esa palabra estaba lejos de las connotaciones de género.

La artista visual (1974) se presenta a través de dos espacios. En la principal, la instalación Apyte Ao, una obra en la que una serie de vestidos de lienzo de algodón crudo que cuelgan formando un círculo y en el que las bases se enrollan y conectan.

«Es la representación de una corona -dijo Amigo- y tiene que ver con la que se coloca en la cabeza para llevar los canastos de los productos que venden, a través de la idea de cuerpos ausentes que forman una ronda, muy vinculado a lo femenino, a las madres».

Desde la Guerra de la Triple Alianza (1864 – 1870) la figura y el rol de la mujer en Paraguay sufrió un cambio brusco. Tras la contienda el 90% de la población masculina murió en batalla o por razones relacionadas a la misma, provocando una inversión con respecto a la administración y generación de la economía doméstica. Si bien, la obra de Casarino no está centrada en aquellos años, es inevitable realizar una asociación ya que esa estructura social se mantuvo en el tiempo, aunque luego haya tomado otro cariz y, por ende, haya generado una apreciación de la figura masculina más relacionada a la carencia y la necesidad.

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«Casarino pone el eje en la cuestión de la economía doméstica y del tejido, esos cruces entre el campesinado y la ciudad. Es una mirada antipatriarcal que pone en escena la cuestión de lo doméstico como sostén», sostiene Amigo.

Por otro lado, hay una serie de impresiones realizadas con tierra colorada también en algodón crudo, en los que la artista pone el foco en los distintos objetos que comprenden esa administración del hogar.

También como una respuesta a la infame Guerra de la Triple Alianza, Salerno (1952) rompe con sus grabados con la gran tradición que comienza después de la contienda bélica que enfrentó al Paraguay contra Argentina, Brasil, Uruguay y el Imperio Británico.

Salerno escapa, en ese sentido, a con la práctica post guerra, relacionada a la talla e imaginería como propuesta artesanal de madera y comienza a trabajar en impresiones directas y sobre todo de objetos cotidianos en una idea de secuencia.

«Salerno está muy relacionado con Carlos Colombino, que hacía grandes tallas de madera y era una figura pública contra la dictadura. Aunque Salerno activa más para la construcción de una institucionalidad distinta para armar un aparato cultural por fuera del Estado, participando en bienales y con discursos muy metafóricos»

Lo que se expone del artista, director y cofundador del Museo del Barro, son obras de los ’70 y reediciones actuales de obras de aquella época. Una impresión sábana de un cuerpo desproporcionado y fraccionado en un Sudario que apela a la tortura durante la dictadura; una serie de 40 impresiones con nombre Picassiano, Suite Vollard, de su pene erecto y otra con instantáneas de masturbación, son solo algunas de las piezas del también arquitecto, diseñador gráfico, curador y museógrafo.

«Salerno trabajaba con la idea del pasaje del objeto al cuerpo, que también es un concepto muy contemporáneo. No solo la de su propio cuerpo como proporción en impresiones directos, sino también trabaja con la seriación, la alteración y el quiebre. Otro punto interesante es su vinculación con la idea del pliegue, como marca de la gráfica pero también como idea de doblarse sobre uno mismo».

Así, se puede apreciar una manga de camisa militar; una serie en la que se desmonta una ventana, como metáfora del espacio doméstico, como también otra donde una seguidilla de candados cerrados o llaves rotas logran en el último cuadro abrirse o repararse, en lo que el curador considera como «pequeñas sutilezas que hablan de un sistema represivo, pero que se resuelven de manera simple, carentes casi de retórica».

La propuesta del artista visual y escritor (1967) juega con la memoria histórico, que se activa a partir de la recopilación de una serie de fotografías, algunas editadas digitalmente, en las que se revelan instantáneas poderosas sobre la política, las costumbres y las clases sociales durante el régimen de Stroessner.

«Casco trabaja con la recuperación de fotos de archivo y la edición digital haciendo hincapié a veces en la idea fantasmagórica de la duplicación para remarcar la cuestión del terror, sobre todo en su serie El retorno de los brujos».

Sin embargo, es en El retorno de los brujos II donde su historia familiar se mixtura con la vida en sociedad durante la dictadura. Son siete obras que comprenden un relato de su memoria familiar, un encuentro de sus padres con el escritor británico Graham Greene, quien plasmó su experiencia en Asunción en El Cónsul Honorario y en Viajes con mi tía.

«Con esos recuerdos y su trabajo en archivos de foto recrea escenas que suceden en la novela Viajes con mi tía, incluyendo frases. A Greene le secuestran la cámara fotográfica y él encuentra fotos en el archivo de la dictadura y mercados que son expresamente algunas de las descripciones que había hecho el autor. Es una memoria objetivada de cómo funcionaba la dictadura», finalizó Amigo.

*Asunción
Herlitzka + Faria, Libertad 1630
Hasta el 31 de julio
Horarios:
Entrada gratuita

Infobae

 

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