Un año en fotos

Foto: Federico López Claro
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La realidad argentina en fotos

Por Horacio Bernades

Empapadas, dos chicas con las caras pintadas de brillos verdes cantan en la calle. Entre ellas, una tercera chica de vincha roja dibuja un gesto que le nace de la panza y termina en el índice alzado de la mano derecha. Cae la tarde, llueve torrencialmente, al fondo se alza la cúpula del Congreso. Es una de las varias placas que la muestra anual de ARGRA (Asociación Argentina de Reporteros Gráficos), inaugurada en la Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985), dedica a la ola feminista de 2018. Obtenida por Natacha Pisarenko durante la movilización de agosto al Congreso con motivo del tratamiento de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, la foto es la elegida como tapa del anuario que todos los años edita ARGRA, y que reúne el centenar y medio de fotos expuestas.

La ola verde en la mirada de la fotógrafa Natacha Pisarenko.

En la contratapa del anuario, un sacerdote dominico intenta borrar, trapo en mano, una pintada sobre una pared. La pintada reclama “Aborto legal”, y el cura, que ostenta la actitud de un cazador furtivo, tiene un paño amarillo (el color vaticano) y un balde verde (el color del aborto legal). “Era todo tan perfecto que pensé que era una joda que me habían armado”, confiesa Gonzalo Martínez, fotógrafo de Página/12, que sacó la foto con su celular, fuera del horario de trabajo.

Foto: Gonzalo Martínez

“Todos los años se elige para la muestra un tema predominante. Este año, ‘el’ tema pasó claramente por el feminismo, en todas sus variantes”, dice Martínez, uno de los dos fotógrafos de la casa que participan de la exposición (la otra es Guadalupe Lombardo, que presenta una instantánea en la que una persona en situación de calle duerme totalmente cubierta, a los pies de una muñeca erguida sobre un banco callejero). Su colega Gala Abramovitch piensa que el otro “tema del año” fueron las distintas formas de disidencia sexual. Algo que el estrepitoso beso (¿entre una trans y una chica?) que Pablo Cuesta capturó en la Marcha del Orgullo LGBTIQ de noviembre 2018 confirma a toda orquesta. Tanto como el otro beso, registrado por Julieta Ferrario, entre Maxi Cavada Vanoli y su novia Sofía, minutos antes de la cirugía de readecuación genital a la que el primero de ellos (la primera de ellas, una vez concluida la cirugía) se sometió en agosto de ese año. “Muchas fotógrafas somos lesbianas, incluso hay colegas travestis”, puntualiza Abramovitch. “La cuestión de género circula delante y detrás de cámara”.

La impresionante serie sobre mujeres quemadas por sus parejas, abordada por los fotógrafos free lance Belén Grosso y Sebastián Pani, expresa otro de los aspectos de la cuestión, el de la violencia de género. Esta serie, de la que se exponen cuatro fotos, fue gestionada en forma independiente por ambos profesionales. No les resultó nada sencillo visibilizarla. “Hay mucho rechazo por todo aquello que pueda ser considerado ‘chocante’ para las normas del buen gusto”, detalla Pani, que suele trabajar para el diario La Nación. “Hay otra cosa: puesta al lado de ciertas publicidades, esta clase de fotos ‘desentona’. Un editor del diario El País de España nos dijo literalmente que las fotos ‘le arruinaban’ el Mercedes Benz que tenía en la misma página.” Tras haber editado las fotos en forma de libro, a Grosso y Pani les queda ahora el “premio consuelo” de la muestra anual.

Maira Maidana fue quemada por su pareja: tiene el 70 por ciento de su cuerpo quemado, perdió la audición de un oído y la vista de un ojo. Foto de Belén Grosso y Sebastián Pani

“Ese es uno de los objetivos de la muestra, el de poder exhibir aquello que el mercado deja afuera”, señala Victoria Gesualdi, que también se desempeña como free lance. Sobre una docena de entrevistados por este diario, la mitad se halla en esa condición. Signo del ajuste, la depreciación de las condiciones laborales, el recorte de personal y el cierre de agencias producidos en los últimos años. “Desde fines de 2017 hasta ahora cerró la agencia DyN, Telam produjo sus despidos masivos, el diario Clarín redujo su plantilla de fotógrafos a la mitad y La Nación tiene aún menos reporteros gráficos que Clarín”, apunta Pablo Cuarterolo, un privilegiado que trabaja en el diario Perfil, autor de una de esas fotos que hablan por sí solas. La obtuvo desde una posición panorámica, el día del tratamiento en Diputados de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. En ella se ve el tramo de la avenida Entre Ríos que está a la altura del Parlamento, cortado en dos mitades. Una, ocupada por quienes marchaban en apoyo de la ley; la otra, por sus opositores. Entre ambos grupos enfrentados, un tramo de la calle vacía, con un pequeño grupo de la Policía Motorizada funcionando como cuña entre ambas.

Otra foto que “habla sola” es una obtenida por Eva Cabrera, que tiene la fortuna de seguir trabajando en la agencia Telam y es la actual vicepresidente de ARGRA. En ella se ve, durante un acto de homenaje a Raúl Alfonsín, el busto erguido del ex presidente y, a un costado, un semiagachado Ricardo Alfonsín, su hijo. O la del “camarazo” de julio 2018, obtenida por Martín Acosta. En ella, miembros de ARGRA alzan sus cámaras frente a la sede de la agencia Telam, los ojos cubiertos por una venda negra, en protesta por los despidos de junio. O la que Pablo Gómez le sacó, literalmente al vuelo, a un trabajador de los Astilleros Río Santiago, en el momento en que es atropellado por un patrullero, durante las manifestaciones producidas en La Plata, en defensa de esa fuente de trabajo.

Foto: Eva Cabrera

En tren de elocuencias visuales no puede pasarse por alto al pequeño grupo de familiares de los tripulantes del ARA San Juan, envueltos en banderas que llevan el nombre del ser querido, enfrentando un mar gris y una niebla agorera, cuando la catástrofe aún no se había hecho oficial (obra del marplatense Vicente Rizzi). En otra se ve al Secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, solo y apretado entre uniformes militares. Qué decir de la fotaza obtenida por el patagónico Juan Pablo Barrientos, que el anuario honra con una doble página. En ella se ve un helicóptero de las fuerzas de seguridad que traslada al lonko mapuche Facundo Jones Huala, bajo el vuelo de un cóndor (signo que los mapuches interpretaron como de protección) y, en primer plano y sobre un costado, dos sombras desenfocadas, levantando bien alto el puño derecho.

En la sede de AGRA los fotorreporteros reclaman contra la “competencia desleal” que entraña la inundación icónica del espacio digital, que se expande en sentido inverso a la reducción de los planteles profesionales. “Vas a un acto y cada vez somos menos”, señala Fernando Gens, otro “privilegiado” de Telam, que también presenta una gran placa, disparada durante un tiempo muerto de las protestas, en la vereda en la agencia. En ella se ve, en medio de la oscuridad de San Telmo, la silueta de un hombre, emergiendo de uno de esos botes de basura gigantes. “Hay tantas fotos dando vueltas que durante las manifestaciones de la Ley de Aborto me crucé a fotografiar ‘el otro lado’, porque ya estaba aburrida de las imágenes sacadas ‘de este lado’”, testimonia la también free lance Flor Guzzetti. Junto al mencionado Juan Pablo Barrientos, Guzzetti es autora de una serie que estudia la vida cotidiana de los mineros de Río Turbio, yacimientos cuya sobrevida se vio amenazada, a lo largo del año, por la falta de presupuesto. “Se fotografían las marchas, el acontecimiento, pero a nadie le interesa lo que hay detrás”, protesta Guzzetti, quien subraya que esa serie, dominada por el color negro del carbón, no fue comprada por ningún medio. “La produjimos por nuestra cuenta, creímos que había que hacerlo”.

Dedicada a Diego Paruelo, fotorreportero fallecido este año a los 43 años, la 30ª Muestra Anual de ARGRA puede verse en la Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985), hasta el 10 de agosto, con entrada libre y gratuita

Página/12


Los ojos abiertos

Por María Pía López (*)

Un año puede ser narrado de distintos modos, con imágenes diferentes. ARGRA llama anuario a una selección de fotos. Una foto es registro de un hecho, testimonio gráfico, prueba, pero su verdad no se agota allí sino en la mirada singular que la produce. Deudora del hecho que registra pero también de la mano que lo encuadra. Cada foto es hecho autoral, la selección que las reúne otra mirada. La cantidad de imágenes compiladas en un libro, entonces, es multiplicidad de perspectivas. Borges, en “El Aleph”, imaginó un punto en el universo desde el cual se viera la totalidad del mundo, imágenes de distintos tiempos, coexistencias imposibles. Pero el ojo que ve es solo uno. Infinito lo que ve, monolítica la perspectiva. El anuario de ARGRA sólo puede ser visto como vasta composición de diferencias o construcción coral de una mirada sobre un año. Pero a la vez como un grito colectivo y unísono. Los fotóperiodistas se vendan los ojos para denunciar los despidos en Télam. Se muestran privados de ver y con las cámaras en las manos. Lo hacen y nos recuerdan que son también nuestra posibilidad de conocer, de registrar, de comprender.

2018 será recordado por cada quien por algunos hechos. Por alguna manifestación, por un desdoroso acto del gobierno, por una catástrofe natural en la que se perdieron cosas y vidas. 2018: persecución a las comunidades mapuches, represión policial, pelea en Kurdistán. Es un trabajador atropellado que vuela por el aire, el velatorio compungido de Camilo Castrillan, la desdicha de la inundación, el agua que es lodo, amenaza y expulsa, un desalojo en Juarez Celman. Hay menos imágenes del fervor que de la tensión y del dolor. Y quizás eso represente un sentir colectivo en las memorias de un año que tuvo mucho de expropiación y despojo de los sectores populares, de pérdida de condiciones de vida y de padecimiento de tropelías institucionales. Obras que no surgen -salvo algunos retratos- de la composición en estudio, sino del instante capturado en el espacio público. Son tomadas en situaciones de riesgo porque también el cuerpo de la o el fotógrafo se pone en riesgo.
Testimonio y belleza a la vez. Muchas tomas componen una armonía frente a lo violento o lo ocasional y furtivo. Cuatro jugadores de fútbol son tomados cuando sus cuerpos se enfrentan en una suerte de ballet, cuatro personas tratando de escapar de una zona inundada configuran una coreografía semejante. Hechos inconmensurables. De un lado el dinero y la fama, el gran show del deporte profesional; del otro esos cuerpos huyendo de una catástrofe. Y sin embargo, una imagen recuerda a otra, porque les reporteres encontraron en ella un principio de composición semejante.

Están la furia y la fiesta en la nueva sección de géneros. La ritualidad y la teatralidad performática de las movilizaciones feministas, de las vigilias por la legalización del aborto, del Encuentro nacional de mujeres, componen un capítulo aparte. Presentan otras imágenes de la calle y otra fuerza movilizada, la de un sujeto político -mujeres, lesbianas, travestis, trans- que construye un repertorio de luchas y un modo de aparecer, que produce intervenciones cromáticas y representaciones artístico-políticas. El contrapunto son los retratos de mujeres quemadas, de las huellas en los cuerpos de la violencia del fuego. Ese daño, inscripto de modo irreversible, es el que combate un movimiento multitudinario que grita que no queremos ser víctimas. Cuando salimos a la calle ya no lo somos.

La calle es el tema fuerte de este anuario. La calle como territorio de peleas políticas, de construcción de lo colectivo, pero también como escenario del drama vital. Los colchones que dejan de estar en un ámbito hogareño para poblar el espacio público, las personas y sus cosas en la intemperie, son monumentos al despojo. Señales de lo común agrietado, de la brutal individualización que responsabiliza a los despojados, y de un modo de gestión del espacio público que quiere menos resolver el problema que esconderlo. Un banco diseñado para que no se pueda dormir en él y un colchón en el piso. Una muñeca en el banco. La desolación. Eso, también, fue 2018. Aunque son imágenes que parecen no fechadas, su multiplicación en las calles impregna nuestras retinas.

Vasto es el anuario y apenas mencioné por aquí algunas de sus imágenes, como polícromo el año y múltiples las miradas y los recuerdos. Quizás más allá de las obras particulares, importe esa vastedad, lo heterogéneo y lo plural de la reunión que acontece en cada compilación anual. El libro incorpora la foto de los reporteros de ojos vendados en una protesta y a la vez muestra la multitud de ojos, miradas y perspectivas. Necesitamos esos ojos y esos enfoques, que son parte de la memoria colectiva y de la capacidad de interpretar lo que acontece.

* Texto curatorial de la 30° Muestra Anual de Fotoperiodismo Argentino organizada por la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA) 

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