Kabiosiles
Presenta Ramón Fernández-Larrea libro sobre músicos cubanos
El escritor recoge en el texto recopilatorio «Kabiosiles. Los músicos de Cuba», la impronta de más de 60 músicos de Cuba ya fallecidos.
Un «rescate» similar al que hizo el Buena Vista Social Club hace 23 años, pero sin la veta «turística», es el que se propuso el investigador cubano Ramón Fernández-Larrea con su libro Kabiosiles. Los músicos de Cuba, en el que retrata a 66 «dioses terrenales» de la música cubana ya fallecidos.
Vicentico Valdés, Benny Moré, La Lupe, Bola de Nieve, Celia Cruz, Machín, Arsenio Rodríguez y muchos otros cubanos que se hicieron internacionales tienen, al menos, una página en este volumen, ampliado este año con fotografías, discografía e índice de canciones, que Fernández-Larrea firmará en la 36 Feria del Libro de Miami.
«Kabiosile es una palabra yoruba, una salutación a una deidad del panteón yoruba a Changó (sincretizada en Cuba como la Santa Bárbara de la religión católica); es como decir alabado seas o qué grande eres», explica el autor, para quien los músicos de su país son «los dioses de nuestro panteón de la cultura nacional».
«Lo que escribí son los recuerdos de los músicos que yo había conocido; este libro es de cuando empecé a trabajar en Radio Gladys Palmera, en Barcelona (España), a principios de los 2000 y la dueña me dijo: ‘¿por qué no escribes para la página web sobre músicos cubanos?’», comentó el autor en entrevista con la agencia Efe.
El también poeta y humorista, conocido en los años 90 del pasado siglo por el popular espacio radial El programa de Ramón, habla en este volumen de las circunstancias en que conoció a las hoy leyendas musicales. «Uno de los primeros ‘kabiosiles’ que escribí no es el retrato del músico, sino el retrato de lo que sucedió en mi casa cuando yo tenía cinco años y sonó el teléfono. Mi padre lo agarró, un día de agosto de 1963, y le dijeron que había muerto Benny Moré», cuenta Fernández-Larrea.
«Lo que narro es la cara que puso mi padre, narro esa contradicción del niño que no puede entender que alguien se ha muerto si lo sigue oyendo, porque en mi casa se oía al Benny diariamente», agrega el autor.
«No es el vestir, ni las guayaberas, ni la manera de hablar; es la música lo que más nos identifica, lo que nos da a los cubanos una identidad que sirve de prueba de fe». En medio siglo -dice- nacieron seis o siete ritmos distintos en una isla tan pequeña, y se extendieron por el mundo».
El libro arranca estratégicamente con el ‘kabiosile’ a Celia Cruz, que escribió cuando la gran guarachera cubana falleció en 2003 en Estados Unidos. A ella le dice: «Estoy escribiendo estas palabras sobre tu cadáver, que es el cadáver de toda mi nostalgia».
También, Fernández-Larrea, quien deslinda responsabilidad al aclarar que él no es musicólogo, sino «musicógrafo», le escribe al bolerista Barbarito Diez, a quien se acercó, dice, durante unos carnavales en su ciudad natal, Bayamo, y a otro gran vocalista de los años 50, Carlos Embale, a quien vio «mirando las vidrieras de la calle Obispo sin reconocerse a sí mismo».
El retrato a Elena Burke, la gran dama del «filin», también narra una circunstancia. «Yo estaba en el (cabaret) Parisién recién llegado de la guerra de Angola y ella se acercó a la mesa y conversamos; lo narré para no ser egoísta y no quedarme con esos recuerdos, es una manera de agradecer a estos músicos y pasarlo a los demás», explica.
El único no cubano que aparece en el libro es Daniel Santos, el boricua que murió en Ocala (Florida), y que cantó en Cuba con la Sonora Matancera. Fue el responsable de «la mejor versión que existe de ‘Dos gardenias’», afirma el cronista.
«Era un bergante, un bicho», recuerda el autor sobre el puertorriqueño, a quien dedica en su libro estas líneas: «¿Quién me dice que no era nuestro? ¿Quién se atreverá a robar el inquieto anacobero de la savia de mi corazón?».
Sobre Buena Vista Social Club, el proyecto discográfico, acompañado de un documental, que en 1996 sacó del olvido a importantes músicos cubanos dándoles una segunda oportunidad cuando tenían 80 y hasta 90 años, Fernández-Larrea tiene una opinión ambivalente: «Me molestó que se hiciera un objeto turístico, pero es verdad que les dio un aire, les dio comida, porque algunos de ellos estaban de limpiabotas, y volvió a crear la curiosidad en el mundo sobre la música cubana».
«Del Buena Vista, en este libro está Pio Leyva, a quien conocí y cuento cómo le cortaban el pelo en una barbería a la que yo iba», dice el escritor.
Además de este volumen a cargo de la editorial local Unos & Otros Ediciones, especializada en música, Fernández-Larrea presenta este sábado en la Feria del Libro de Miami Cuba a la carta (Hypermedia), misivas humorísticas que durante cinco años «envió» a personajes y sucesos de la Historia cubana.
«Yo descubrí mi país desde lejos, desde España, desde Barcelona. Empecé a conocer de dónde habían salido mis memorias y quise dejar testimonio de esto, de una manera que conmoviera a las personas que lo leyeran y lo hicieran buscar información», explicó el autor.